Los bombardeos debilitaron la ionosfera, lo que no hicieron los ataques de la aviación nazi sobre Londres.
por Miguel Ángel
Criado
Las bombas que
los aliados arrojaron sobre Alemania durante la II Guerra Mundial se
notaron hasta en el borde inferior del espacio: la ionosfera se
debilitó bajo el influjo de la onda expansiva de tanto explosivo.
Aunque el efecto era temporal, se llegó a sentir sobre los cielos de
Inglaterra. Sin embargo, los bombardeos alemanes, primero de la
Luftwaffe (la aviación nazi) y después con los cohetes V1 y V2
apenas dejaron rastro en la atmósfera.
Desde los años
20 del siglo pasado, el Gobierno británico había instalado su Radio
Research Centre (RRC) en la localidad de Slough, 30 kilómetros al
oeste de Londres. Allí, entre otras muchas investigaciones sobre la
nueva tecnología, se emitían pulsos de radio a distintas
frecuencias hacia el cielo que rebotaban contra las partículas
cargadas de la ionosfera. Este fenómeno, esencial para las
transmisiones por radio, ayudaría a conocer mejor esta capa exterior
de la atmósfera. Los registros se iniciaron en 1933 y prosiguen
desde entonces.
Situada entre los
80 y los 600 kilómetros (límites muy variables) de altura, la
ionosfera está formada por partículas cargadas eléctricamente
debido a la radiación solar. Las altas temperaturas que allí se
registran, que pueden alcanzar los 1.500º, le han reservado el
nombre también de termosfera. En ocasiones, este manto protector de
las radiaciones extremas se ve perturbado desde fuera por los vientos
o llamaradas solares. Por abajo, solo los grandes terremotos o las
tormentas con mucho aparato eléctrico pueden tener un impacto local
en la ionosfera. Pero los humanos también son capaces de trastocar
los cielos.
Investigadores
británicos buscaron en los registros de Slough las señales
devueltas desde la ionosfera, que se graban de forma constante, y
sobre ellas desplegaron los días y horas en las que Alemania (y
ciudades francesas, holandesas y belgas bajo el control alemán)
sufrieron bombardeos masivos por parte de las fuerzas aliadas. Solo
tuvieron en cuenta los 152 más destructivos, medidos por la cantidad
de explosivos descargados, como el que arrojó 6.800 toneladas de TNT
y derivados sobre Caen, en la Normandía francesa, en julio de 1944,
el que destruyó el 98% de la ciudad Jülich, con 9.600 toneladas en
noviembre de ese mismo año o el más intenso de los muchos que
sufrió Berlín, con casi 11.000 toneladas de bombas en menos de dos
horas, el 29 de enero de 1944.
"Es
impresionante ver cómo las ondas causadas por explosiones provocadas
por los humanos pueden afectar al borde del espacio", dice en
una nota el profesor de física de la atmósfera y del espacio de la
Universidad de Reading (Reino Unido) y coautor del estudio, Chris
Scott. "Cada ataque liberó la energía de al menos 300 impactos
de rayos. La enorme potencia involucrada nos ha permitido cuantificar
cómo los eventos en la superficie de la Tierra pueden también
afectar a la ionosfera", añade.
El trabajo
muestra cómo, tras uno de aquellos bombardeos, unas horas mas tarde
(mediana de cinco horas), aparece una perturbación en el registro de
Slough. Aunque las señales, grabadas como ionogramas, son muy
variables, los investigadores encontraron alteraciones en su
intensidad dependientes incluso de la cantidad de explosivo arrojado
o la duración del bombardeo. Y eso que Slough y su cielo están a
unos 1.000 kilómetros de Berlín.
Aunque el qué y
el cómo aún no está muy claro, el trabajo, publicado en la revista
de la Unión Europea de Geociencias (Annales Geophysicae), apunta al
efecto de la onda expansiva provocada por las bombas: al alcanzar la
parte superior de la atmósfera, se produciría una pérdida de
ionización al calentarla, liberándose una buena porción de los
electrones de las partículas cargadas. Aunque el efecto era temporal
(desaparecía en el registro del día siguiente), reducía la
densidad de la ionosfera, una reducción que debió ser mayor cuanto
más cerca (en sentido vertical) de las detonaciones.
"Tripulantes
que participaron en los bombardeos informaron de daños en sus
aparatos por la onda expansiva de las bombas y eso que volaban por
encima de la altura recomendada [en torno a 2.000 metros]",
cuenta el historiador especializado en la Segunda Guerra Mundial y
coautor del estudio, Patrick Major. En el trabajo también razona por
qué los bombardeos alemanes sobre Londres, tan cerca de Slough, no
dejaran rastro.
Aunque los
investigadores no disponían de una información tan completa sobre
los ataques alemanes, intentaron sin éxito hallar su marca en
Slough. Pero la señal registrada durante los meses que duró el
Blitz sobre Londres, entre 1940 y 1941, no se distinguía de la
variabilidad natural.
Major da dos
posibles razones. Por un lado, una tecnológica: los aliados usaron
modernos cuatrimotores, solo disponibles a partir de 1943, como el
Avro Lancaster británico que podía llevar bombas de gran capacidad
explosiva de una tonelada y media, además de varias de peso medio e
incendiarias, o el B-17, la llamada fortaleza volante de los
estadounidenses, que podía llevar en su bodega una bomba de 3.600
kilos. Mientras, los bombarderos alemanes eran bimotores como el
Heinkel 111, que no podían cargar bombas de gran tamaño.
"En
conjunto, los bombardeos anglo-americanos fueron mucho más
destructivos que los de la Luftwaffe: unos 600.000 alemanes murieron
en la guerra de las bombas, frente a los 60.000 británicos",
recuerda Major en un correo. La media de tonelaje de los ataques
aliados a partir de 1943 fue de unas 2.000 toneladas, mientras que el
mayor bombardeo alemán apenas llegó a las 350 toneladas. En cuanto
a los misiles V1 y V2, usados al final de la guerra, podían tener un
gran impacto, pero muy localizado. La otra explicación que dan los
autores es que la descarga de bombas sobre Londres fue, aunque menos
intensa, tan continua que su señal sería más uniforme.
Fuente:
Miguel Ángel Criado, Las bombas aliadas sobre Alemania alteraron la atmósfera exterior, 26/09/18, El País.
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