El huracán
Harvey marcó el récord de precipitaciones en Estados Unidos e
inundó sin piedad la cuarta ciudad más grande del país. Sus
habitantes, como la autora de esta crónica, viven cada día con las
secuelas.
por Antonieta Cádiz
El pasado martes
por la mañana, mi hijo Christopher, de tres años, me dijo mientras
íbamos a su escuela: “Mamá, nos subimos a un bote y nos
pusieron…. nos pusieron...” ¿Salvavidas? Le pregunté. “Sí,
salvavidas”, me contestó. En Katy, a 20 minutos de Houston, se habla de Harvey. Christopher, como todos los niños cuyas casas y
escuelas quedaron inundadas hace un año, no lo ha olvidado. Noticias
locales, reuniones vecinales, todo el ambiente está enfocado en el
aniversario del huracán de categoría 4 que provocó la rotura dedos embalses de Houston e inundó una de las áreas metropolitanas más grandes de Estados Unidos.
El huracán
Harvey tocó tierra en la costa de Texas el sábado 26 de agosto de
2017. Era el huracán más potente en 12 años en llegar a tierra en
Estados Unidos. La particularidad no es que llegara a Houston, es que
no pasó de largo. El huracán se paró encima de la ciudad y dejó
agua durante cuatro días. Con la ciudad inundada, dos embalses
comenzaron a romperse, amenazando los suburbios al oeste de la
ciudad. Ante la posibilidad de una catástrofe, las autoridades
vaciaron esos embalses y provocaron la inundación controlada de esos
suburbios, que se sacrificaron por el resto de Houston. Uno de esos
barrios era Katy.
En total, fueron
125.000 millones de dólares en daños para Texas, más de 345.000
viviendas afectadas y un total de 86 muertes asociadas al huracán,
según el Departamento de Salud estatal y la Alcaldía de Houston.
Fueron días y noches sin dormir en medio de una lluvia incesante y
alertas de tornado que comenzaron el 25 de agosto de 2017, hasta que
llegó la inundación.
Mientras
Christopher y yo hablábamos, recordé el aspecto que tenía la calle
Mason, por donde estaba conduciendo, muy cerca de mi casa. Más de un
metro de agua estancada, los rescatistas gritando que nos apuráramos
y el momento en que dejamos nuestra casa.
Los equipos
federales y estatales sacaron de sus hogares y del agua a más de
122.000 personas entre el 28 de agosto y 12 de septiembre, eso sin
contar con los botes privados que ayudaron a múltiples víctimas y
que no están en ningún registro oficial. El siguiente paso fue la
generosidad de familiares y amigos, además de los albergues que
acogieron a cerca de 39.000 personas en el peor momento de Harvey.
“Me siento
afortunada de que estemos todos vivos, pero hay algo en mi interior
que no me permite ser la misma persona”, Con esas líneas comencé
una bitácora sobre lo vivido durante Harvey, después de haber
dejado mi casa. Mi propio salvavidas mental.
“No pude dormir
más de dos horas por varios días y eso causó estragos. Me duele la
cabeza constantemente, pero lo peor es sentirme perdida. Lo que me
atormenta no es el valor monetario de la casa, es haberla dejado de
un minuto a otro, me siento … desorientada”, escribí, mientras
pasaba la noche en casa de una amiga.
Ocho días
después logré entrar a mi casa nuevamente, para encontrar
pestilencia, hongos y el primer piso arruinado. La escena ahora me
parece irreal. Camiones militares y toques de queda por las calles de
mi barrio, al oeste de Houston. Vecindarios completos con sus veredas
atiborradas de escombros. Pedazos de paredes, suelos, conductos de
aire acondicionado, material de asilamiento, refrigeradores, cocinas,
lavadoras, televisores. Todo arruinado.
Ese es el primer
paso después de una inundación: la destrucción. Para impedir que
los hongos avancen se debe sacar todo lo que estuvo expuesto al agua.
Una fase conocida como “demo”.
Un 80 % de las
víctimas de Harvey no tenían seguro de inundación. La Agencia
Federal de Emergencias (FEMA) determinó una indemnización máxima
de $33.000 dólares para reconstruir las viviendas. Un tercio de lo
que realmente cuesta rehacer una casa y reponer todo lo que se
necesita en ella.
Según las cifras
de FEMA, hacia diciembre de 2017 habían entrevistado a 632.388
personas en Houston. De acuerdo con la agencia, en mayo de este año
habían entregado ya 13.600 millones de dólares a víctimas de
Harvey.
La Administración
de Pequeños Negocios (SBA) aprobó un total de 3.350 millones de
dólares en préstamos para más de 30.000 residentes y negocios
afectados por el huracán. La mayoría de quienes cumplieron con los
requisitos de SBA y pudieron recibir los préstamos, han reconstruido
sus casas. Ese fue un paso esencial para quienes lograron llegar a la
meta y recuperar una vivienda funcional. Quienes lograron volver a la
normalidad.
Aunque ese es el
caso de varios sectores aledaños a Houston, todavía existen
vecindarios en la ciudad donde la destrucción después de Harvey
simplemente se congeló en el tiempo. En zonas de bajos ingresos como
Kashmere Gardens, al noreste, y Meyerland, al suroeste, hay casas
donde la puerta está cerrada y no se ha hecho nada, mientras otras
han estado por meses en espera de dinero para reconstruir.
Una encuesta de
las aseguradoras Episcopal Health y Kaiser Family Foundation
realizada en junio pasado a los residentes de 24 condados donde
Harvey causó el mayor daño, mostró que 40% de hispanos y 60% de
afroamericanos dijeron “no tener la suficiente ayuda para reparar
sus casas”.
Incluso antes de
Harvey, Houston sufría de una crisis habitacional para las personas
que necesitan vivienda a bajo costo. Según cifras oficiales, la
ciudad tenía un déficit de cerca de 400.000 viviendas. La
inundación duplicó esa cifra.
Houston recibirá
1.100 millones de dólares en fondos federales para desarrollo
comunitario de viviendas. Un 70 % de ese dinero debe ser usado para
proyectos que beneficien a personas de bajos ingresos. Según el plan
de la alcaldía se destinarán $ 600 millones de dólares a reparar
casas y $ 375 millones a reconstruir o edificar apartamentos.
Pero mientras la
ciudad sigue inmersa en levantar nuevamente lo que Harvey se llevó,
la posibilidad de otro huracán de esta magnitud es un miedo
permanente para quienes estamos aquí.
Basta con una
lluvia intensa para despertar malos recuerdos e incertidumbre. “Y
si pasa de nuevo. Y si tenemos que vivir lo mismo ¿qué vamos a
hacer?”. Lo he pensado varias veces, mientras a nivel local las
promesas de hacer un tercer embalse se han quedado en el aire.
Este mes, los
residentes de Houston aprobaron la emisión de 2.500 millones de
dólares en bonos municipales para financiar proyectos que ayuden a
mitigar el daño de tormentas futuras. Entre ellos, la compra de
viviendas en áreas propensas a inundaciones, el ensanche de ríos y
la construcción de cuencas adicionales para canalizar el agua. La
medida se financiará con un aumento de 5 dólares en los impuestos
de propiedad.
Pero hasta ahora
ni la ciudad, ni quienes vimos nuestras casas bajo el agua, tenemos
una solución que nos proteja de un segundo Harvey. Sólo la
esperanza de su singularidad y la certeza -en mi caso-, de que es
posible reconstruir una casa después de una inundación y con ella
una vida nueva.
Fuente:
Antonieta Cádiz, La inundación no ha terminado para Houston, 29/08/18, El País. Consultado 30/08/18.
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