El pueblo cordobés rechaza la construcción de la autovía de montaña, que propone el gobierno provincial. Desmonte, una mina de uranio y un Estudio de Impacto Ambiental repleto de dudas. Y la voz de la comunidad que se rehúsa a entregar las sierras.
por Lautaro Romero
Donde vive
Fabiana abundan los cuises y los pájaros: zorzales, horneros y
benteveos. Dice que cerca de su casa, hay una familia de zorritos.
Que cada tanto los ve cruzar por el campo. “Es el monte. Es el
cielo”. En Córdoba, el barrio del Pan de Azúcar está ubicado en
medio de la Reserva Natural Camin Cosquin, a 10 minutos de la ciudad
y en pleno Valle de Punilla.
A Fabiana le
gusta su lugar. Pero está preocupada: “Somos diez familias las que
nos veríamos afectadas por la obra”. No imagina el barrio partido
en dos por una inmensa autopista, con cuatro carriles (dos por mano),
y un ancho total de casi 100 metros. Desde el 11 de diciembre pasado
que no duerme tranquila, cuando encontró el frente de su casa
pintado con aerosol, verde y naranja flúor. Le llamó la atención
ver la misma marca exactamente a una cuadra de distancia entre sí, y
en línea recta. No parecían hechas al azar. Lo descubrió cuando,
al no recibir respuesta de parte del gobernador, Juan Schiaretti;
consultó con los profesionales del Foro Ambiental de Córdoba:
mediante georeferencias, pudieron determinar que las coordenadas
coincidían con parte del trazado de la Autovía de Montaña que
pretende construir el gobierno de la provincia, como alternativa al
este de la ruta nacional 38.
“¿Qué
significa esta marca en la puerta de mi casa?” Es lo que repitió
Fabiana una y otra vez en las Audiencias Públicas que se hicieron en
Santa María. En 2014, el reclamo del pueblo por la instalación de
la planta Monsanto en Malvinas Argentinas llevó a que José De la
Sota reglamentara las audiencias, como instrumento de persuasión.
Mientras tanto, a Fabiana, los pocos funcionarios presentes no le
dieron explicación alguna. “Como no son vinculantes, son un
trámite más”, piensa. “Te hablan de conectividad y mejor
empleo. Son todas mentiras”, dice Inés, otra vecina de Cosquín.
La autovía no
considera el hábitat ni la identidad serrana, tampoco las fuentes de
agua ni el patrimonio natural y arqueológico.
Pero esta vez,
algo cambió: hubo récord de concurrencia en la audiencia. 355
personas tomaron la palabra, de casi mil oradores inscriptos que se
acercaron a dar su opinión. Durante ocho días de acampe. Doce horas
diarias. Y el 80% dejó en claro que no quiere que se apruebe el
siguiente tramo de la obra, que tiene 14,3 kilómetros de San Roque a
Cosquín, arrasa con un 76% del bosque nativo de categoría roja -la
más intangible-, y que termina a 300 metros de donde vive Fabiana.
El último tramo, que va hasta Casa Grande, atraviesa el barrio y
directamente pasa por encima de su casa.
Las
irregularidades del Estudio de Impacto Ambiental (EsIA) realizado por
el Instituto de Investigación de Infraestructura y Servicios
Públicos (IISPI), y por el cual la Dirección Vial Provincial pagó
8,6 millones de pesos, generaron rechazo en gran parte de la
sociedad. Y en especial en el pueblo cordobés. En las calles hubo
Punillazo, para “que el progreso no cueste vida”. Vecinos y
vecinas del monte que conocen de plantas, activistas, profesionales y
especialistas se acercaron a dar charlas e informar por la causa.
“Hubo una reacción espontánea. Hay una deconstrucción en la
manera de vincularse. El pueblo está muy unido. No solamente por los
árboles, sino por la diversidad”, piensa Melina, quien participa
del colectivo Ecos Córdoba.
Temen que las
excavaciones profundas y los movimientos del suelo liberen gas Radón,
radioactivo y cancerígeno.
Melina cree que
éste es un ecocidio. Y no ve como viable el proyecto de Autovía.
“No considera el hábitat ni la identidad serrana, tampoco las
fuentes de agua ni el patrimonio natural y arqueológico. No previene
incendios, la hiper urbanización, el comercio local y el turismo.
Tampoco el clima, la niebla”, explica. Piensa en la ley 10.208 de
política ambiental, en la Secretaría de Ambiente con Javier Britch
a la cabeza (el encargado este año de decidir si licita o no la
obra), y siente un vacío enorme: “La han minimizado. Utilizan la
ley sólo cuando recuerdan que deben ponerla en aplicación. Después,
se olvidan del desmonte que están ocasionando”.
Los especialistas
estiman que hay al menos seis alternativas posibles a la pedemontana.
Y que de todas, el gobierno eligió la peor opción. “Si se
analizan las otras, uno ve que no corren por encima del faldeo de la
sierra. No atropellan el bosque nativo. No alteran las vertientes de
agua, y no pasan sobre una enorme mina de uranio”, afirma Sebastián
Apesteguía, doctor en Ciencias Naturales de la Universidad de La
Plata y jefe de Paleontología de la Fundación Félix de Azara.
A los habitantes
de Punilla les entristece que el gobierno quiera intervenir las
sierras de esta forma. Y también que jueguen con su salud: la obra
pasa por encima del yacimiento de uranio Rodolfo, uno de las más
grandes del país. Un dato no menor es que, al momento de su
descubrimiento en 1960, se decidió no explotarlo: hubiese
significado tener que trasladar todas las poblaciones asentadas en
las cercanías. Por tal motivo, temen que las excavaciones profundas
y los movimientos del suelo liberen gas Radón, radioactivo y
cancerígeno. “Hay muchísimos argumentos que se deberían haber
tenido en cuenta, y no fueron evaluados. Es una lucha antropológica.
Está en riesgo nuestra identidad cultural”, considera David Lasso,
residente de tercer año de Ontología, y uno de los profesionales
autoconvocados del Valle.
Son perversos.
Han partido a la sierra, porque necesitan nivelar para hacer los
carriles.
A Sebastián le
resulta curioso que el trazado pase justo por encima de la gran falla
de las Sierras Chicas. “Es una falla geológica de poco movimiento
pero que no ha dejado de moverse desde que se formó, hace 520
millones de años”, nos dice. Son las rocas gigantescas sobre las
que se construyó el Camino del Cuadrado, y que con el correr del
tiempo han sufrido un proceso de pulverización. Ahora, no sorprende
que el camino esté constantemente en reparación. “El granito de
estas sierras está sujeto a grandes presiones y por eso se desarma,
se deshace. Los pueblos originarios los llamaban Caracha Orco:
‘Cerros que se desarman´”.
Alejandro vive en
la comuna Perla del Lago, en San Roque. Está pegado a la montaña,
justo donde se está construyendo el primer tramo de la autovía: el
puente Variante Costa Azul. Confiesa que lo invade una profunda
tristeza de ver cómo las máquinas van devastando todo a su paso.
Los árboles tirados. El agua del Dique en peligro. “Una cosa es
verlo por fotos. Otra es tenerlo ahí, a unos pocos metros. Son
perversos”, se desahoga. No le alcanza para olvidar el horror,
desde que aprobaron la obra hace algunos meses. “Ya vemos las
consecuencias de este proyecto. Han partido a la sierra, porque
necesitan nivelar para hacer los carriles. Aparte, están
construyendo unos murallones. Dicen que son para contener los
derrumbes”.
Al igual que la
mayoría, Alejandro entiende que es necesario construir un camino
alternativo a la ruta 38: el tránsito suele colapsar en verano. Pero
exige que no lo hagan sobre la montaña. “Presentamos un recurso de
amparo y una medida cautelar, exigiendo que se detuviera la obra
hasta que se demostrara que no iba a causar ningún tipo de daño
ambiental. Ninguna de las dos cuestiones fueron resueltas”.
En un comunicado
reciente, la Universidad Nacional de Córdoba (UNC) se desliga del
Estudio de Impacto Ambiental porque “sólo responde a una opinión
técnica de profesionales, pero de manera alguna podrá tenerse como
opinión institucional”. Junto con la falta de consenso,
participación -y para colmo una campaña telefónica engañosa que
busca influenciar a la comunidad del Valle de Punilla a favor de la
autovía- profundizan la desconfianza hacia el Gobierno.
Alejandro
recuerda que al principio eran pocas personas, luchando contra los
tanques de las empresas constructoras e inmobiliarias. Había mucha
desinformación, y algunos daban el sí sin saber de qué trataba.
Hoy, son miles en la calle, con otras armas para resistir el
atropello. Y no se detienen ante la falta de respuestas. A casi 49
años del Cordobazo, creen que la unión es lo único que puede
frenar esto.
Fuente:
Lautaro Romero, Atropello y resistencia en el Valle de Punilla, 30/05/18, Revista Crítica.
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