El 27 de mayo de 1907 nacía la bióloga marina que denunció el uso desmedido de pesticidas. Su obra Primavera Silenciosa (1962) popularizó la conciencia ecológica en el movimiento de masas.
por Roberto Andrés
En 1962 la
escritora y bióloga marina Rachel Carson publicó Primavera
silenciosa, una investigación sobre el uso generalizado de
pesticidas, en donde denunció que los venenos utilizados se
acumulaban en la cadena alimenticia, con enormes riesgos para la
salud humana y terribles efectos para la flora y fauna: “Polvos y
aerosoles ahora se aplican casi universalmente a granjas, jardines,
bosques y hogares. Productos químicos no selectivos que tienen el
poder de matar a todos los insectos, a los “buenos” y a los
“malos”, de calmar el canto de los pájaros y el salto de los
peces en los arroyos, de cubrir las hojas con una película mortal
para luego permanecer en el suelo. Todo esto aunque el objetivo
deseado pueda ser solo unas pocas hierbas o insectos”, escribió.
Algunos autores habían sugerido anteriormente que los plaguicidas
modernos planteaban peligros, pero ninguno escribió con la
elocuencia de Carson.
Por supuesto, la
respuesta de la industria química norteamericana, que estaba en el
centro del crecimiento económico de la segunda posguerra, no se hizo
esperar. Carson fue objeto de una feroz campaña de difamación. No
solo la acusaron de comunista o “fanática de la naturaleza”,
sino también de “histérica” y “solterona” aludiendo a su
condición de mujer científica de 55 años sin hijos. Le advirtieron
a los editores de periódicos y revistas que las reseñas favorables
podrían reducir los ingresos publicitarios. Monsanto publicó en
respuesta una breve historia, en donde señalaba que la falta de uso
de pesticidas resultaba en una plaga de insectos que devastaba
Estados Unidos. Robert White-Stevens, de la American Cyanamid, llegó
a declarar en un programa de televisión que “si el hombre siguiera
las enseñanzas de la señorita Carson, volveríamos a la Edad Oscura
y los insectos, las enfermedades y las plagas volverían a heredar la
Tierra”.
La publicación
del libro fue todo un éxito permaneciendo siete meses en la lista de
best sellers del New York Times y desencadenó una investigación
federal sobre el uso indebido de pesticidas, con audiencias en el
Congreso y el endurecimiento de las regulaciones al respecto. El
propio John Kennedy ordenó a sus asesores científicos la
elaboración de una investigación sobre el tema, cuyo informe final
le terminó dando la razón a Carson. Se crearían nuevos organismos
de control como la Agencia de Protección Ambiental y ocho de los
doce plaguicidas tratados en su libro serían prohibidos.
Primavera
Silenciosa no solo se enfocó en los peligros de los pesticidas
químicos, se trató también de una historia magistral sobre el
mundo natural, convirtiéndose en uno de los primeros libros sobre
ecología que impregna la cultura popular. Su enfoque implacable fue
deliberado. Carson estaba tratando de hacer más que poner fin a una
práctica inicua. Según su biógrafo Mark Hamilton Lytle, autor de
The Gentle Subversive: Rachel Carson, Silent Spring, and the Rise of
the Environmental Movement, ella había decidido escribir “un libro
cuestionando el paradigma del progreso científico que definió la
cultura estadounidense de posguerra”. Primavera Silenciosa se
convertía en el puntapié inicial de la primera ola ecologista
contemporánea.
Entre la
literatura y la biología
Rachel Louise Carson nació el 27 de mayo de 1907 en la ciudad ribereña de Springdale, Pensilvania, siendo la menor de tres hermanos. Recibió su educación en una sencilla granja heredando de su madre un profundo amor por la naturaleza. Según Linda Lear, biógrafa y autora de Rachel Carson: Witness of Nature, “su romance con el mar comenzó un día cuando encontró un gran caparazón fosilizado” mientras cavaba en las laderas del río Allegheny, un hecho que la llenó de curiosidad por las criaturas que alguna vez gobernaron el área. Lear también señaló que Springdale estaba atrapada entre dos enormes plantas eléctricas de carbón, las que dejaban el área como un páramo mugriento por la contaminación industrial. Según ella, Carson observó “que los capitanes de la industria no prestaron atención a la contaminación de su ciudad natal y no se responsabilizaron de ello”. Eran hechos que marcarían profundamente su visión del mundo.
Carson ingresó
en el Pennsylvania College for Women en Pittsburgh a la carrera de
Literatura, con la intención de convertirse en escritora. Pero
debido a que tempranamente había desarrollado un profundo interés
por el mundo natural, al tercer año se cambió a la carrera de
Biología. Tras licenciarse en 1929, ejercer como docente en la
Universidad de Maryland y recibir en 1932 una maestría en zoología
de la Universidad John Hopkins, prosiguió su postgrado en el
Laboratorio de Biología Marina en Wood Hole, Masachusets.
Sin embargo,
debido a la difícil situación económica familiar (su padre y su
hermana fallecieron, por lo que tuvo que hacerse cargo de su madre y
sus sobrinos) intensificada por la Gran depresión norteamericana,
Carson debió suspender sus estudios y comenzar a escribir artículos
sobre historia natural para el Baltimore Sun y el Atlantic Monthly,
además de guiones de radio para la Oficina de Pesca de Estados
Unidos (hoy Servicio de Pesca y Vida Silvestre).
Fue en este lugar
donde Carson, siendo ya bióloga marina, comenzó una carrera como
editora y científica. En 1936, a los 29 años, se había convertido
en la segunda mujer contratada por la Oficina para un puesto
profesional de tiempo completo, llegando a ser la editora en jefe en
1949, tras quince años de trabajo.
La poesía del
mar
Fue gracias a Undersea, un artículo de 1937 en The Atlantic Monthly (que había surgido originalmente como folleto para la Oficina de Pesca), que Carson sentó la base para su primer libro, Under the Sea Wind, publicado en 1941. Según Carson se trató de una serie de narrativas en secuencia sobre la vida de la costa, el océano abierto y el fondo marino. El libro fue ampliamente elogiado por haber combinado notablemente la minuciosidad y precisión científica con un elegante estilo de prosa lírica.
No fue fácil
abrirse camino como mujer y científica. A finales de la década de
1940, en su afán por aprender más sobre el mar, trató de abordar
al Albatross III, un barco de investigación de la Oficina de Pesca
en Woods Hole. Sin embargo, su pedido fue rechazado ya que a las
mujeres no se les permitía ingresar a los barcos. Tuvo que
contactarse con el director de la Oficina de Pesca de Washington para
acceder a un permiso para un crucero de diez días en las turbulentas
aguas del George’s Bank, frente a la costa de Maine.
Este viaje le
permitió a Carson escribir lo que sería su segundo libro, The Sea
Around Us (1951), serializado inicialmente en la prestigiosa revista
The New Yorker. El libro estaría 86 semanas en la lista de best
sellers del New York Times (39 de ellas en el número uno), ganando
el Premio Nacional del Libro, la Medalla de Oro de la Sociedad
Zoológica de Nueva York, la Medalla John Burroughs, la Medalla de
Oro de la Sociedad Geográfica de Filadelfia y siendo traducido a más
de treinta idiomas. Además, una versión cinematográfica de The Sea
Around Us ganó el premio Oscar en 1953 por Mejor Documental.
Carson había
demostrado ser una escritora de gran talento, capaz de tomar material
científico seco y convertirlo en una lectura interesante, adecuada
para el público en general. Al recibir el Premio Nacional del Libro
dijo: “Si en mi libro hay poesía sobre el mar no es porque lo
expresé deliberadamente, sino porque nadie podía escribir con
sinceridad sobre el mar y dejar de lado la poesía”. En 1955
completaría su trilogía sobre la temática marina con The Edge of
the Sea, que también se publicaría inicialmente en The New Yorker y
se convertiría en éxito de ventas.
Carson abandonó
su puesto en la Oficina de Pesca en 1952 y regresó a Woods Hole para
dedicarse completamente a sus investigaciones. Sin embargo, su
situación familiar había recibido un nuevo revés. Debido al
fallecimiento de su sobrina adoptiva, Carson debió adoptar a su hijo
de cinco años, Roger Christie, además de seguir brindando los
cuidados a su anciana madre. Así fue como se mudaron a Silver
Spring, Maryland, para criar a Roger y explorar juntos la costa
rocosa de Maine. Estas salidas figuraron en un artículo de 1956 de
la revista Woman’s Home Companion titulado “Ayuda a tu hijo a
preguntarse”, más tarde ampliado y publicado como libro bajo el
nombre The Sense of Wonder.
Pero a finales de
la década del 50, Rachel Carson ya se sentía atraída por un tema
que, sin quererlo, surgía persistentemente de sus investigaciones.
Tanto ella como otros científicos comenzaron a preocuparse por lo
que estaban aprendiendo sobre los nuevos productos químicos
sintéticos y los efectos provocados tras ser liberados al ambiente.
“El hombre
contra la Tierra”
Gracias a sus estudios marinos en la Oficina de Pesca comenzó a recopilar diversos datos sobre los efectos en la vida marina del Dicloro difenil tricloroetano, más conocido como DDT, y otros plaguicidas. Como las anormalidades a menudo aparecen primero en peces y vida silvestre, los biólogos fueron los primeros en ver los efectos nocivos de los químicos en el medioambiente. Carson también había aprendido acerca de varios programas de control de depredadores y plagas que estaban diseminando libremente plaguicidas en el medioambiente con poca consideración por las consecuencias más allá de la plaga. En una de sus primeras incursiones en el tema propuso un artículo a Reader’s Digest sobre evidencia del daño ambiental del DDT, pero la revista lo rechazó.
En enero de 1958
Carson recibe de su amiga Olga Huckins de Masachusets la copia de una
carta que había enviado al Boston Herald denunciando cómo las
fumigaciones con DDT provocaron la muerte de todas las aves de su
santuario natural. La fumigación se había realizado hace solo un
mes con el fin de matar mosquitos y Huckins esperaba que Carson
pudiese ayudarla a detener las fumigaciones. Tras discutir el tema
con sus editores de la revista The New Yorker y la editorial
educativa Houghton Mifflin, Carson acordó comenzar a escribir lo que
podría ser una revista o posiblemente algo apropiado para un
capítulo de un libro sobre el mismo tema.
Carson no era la
única científica preocupada por los efectos de los pesticidas en el
medioambiente. Diecisiete años antes, en la prestigiosa revista
Nature, el expresidente de la Sociedad Entomológica de Nueva York,
Edwin Teale, había denunciado que “un aerosol tan indiscriminado
como el DDT puede trastornar la economía de la naturaleza tanto como
una revolución trastorna la economía social. El noventa por ciento
de todos los insectos son buenos, y si mueren las cosas se desvanecen
de inmediato”. Tres años después del artículo en Nature la
Asociación Médica Estadounidense advertía que la toxicidad crónica
de la mayoría de los nuevos plaguicidas, incluido el DDT, en los
seres humanos era un asunto “completamente inexplorado”. Sin
embargo, estas advertencias rara vez surgían fuera de los círculos
científicos.
Pero en 1957
algunos agricultores de Long Island, Nueva York, presentaron una
demanda para detener la pulverización de DDT en su área. La demanda
fue exitosa, pero el caso llegó a la Corte Suprema, cuyos miembros,
salvo un juez, se negaron a escucharlo. Carson siguió los
procedimientos del caso y se benefició de un inesperado acceso a
documentos y contactos científicos. Paralelamente, se mantenía
informada sobre el Programa de erradicación de hormigas rojas del
Departamento de Agricultura que había comenzado ese mismo año y que
utilizó dos potentes insecticidas, la dieldrina y el heptacloro. Se
trató de una campaña de fumigación que los expertos en vida
silvestre catalogarían posteriormente como un fracaso, como señaló
el biólogo de Harvard y ganador del Premio Pulitzer, Edward O.
Wilson.
En 1959 Carson
escribe en el Washington Post denunciando que el uso excesivo de
pesticidas había provocado una reciente disminución en la población
de aves. Pero el escándalo nacional estallaría cuando a finales de
ese año se descubre que los arándanos contenían altos niveles del
pesticida aminotriazol. Carson asistió a las audiencias
subsiguientes de la Administración de Alimentos y Medicamentos,
saliendo consternada por el testimonio y las tácticas utilizadas por
la industria química, que contradecían los datos científicos
encontrados por ella.
“Cuanto más
aprendía sobre el uso de pesticidas, más me horrorizaba”,
escribió más tarde. “Me di cuenta de que aquí estaba el material
para un libro. Lo que descubrí fue que todo lo que significaba más
para mí como naturalista estaba siendo amenazado, y que nada de lo
que pudiera hacer sería más importante”.
El ruidoso verano
de Primavera Silenciosa
Carson era la
persona indicada en el momento indicado en el lugar indicado. Sabía
cómo contar esa historia utilizando la información científica a la
que accedía y compilaba, y seleccionó cuidadosamente su trabajo, ya
que tanto ella como su editor esperaban que el libro fuera examinado
de cerca por científicos y críticos.
Para marzo de
1960 su libro estaba en buena parte terminado, pero Carson sería
víctima de un nuevo revés en su vida personal. Un tumor de mama por
la que había sido tratada hace algunos años resultó en realidad
ser maligno. Carson estaba plagada de enfermedades como artritis,
úlceras, infecciones por estafilococos y una batalla continua contra
el cáncer, pero sabía que era vital terminar el libro.
En un primer
momento, Carson quiso titular su trabajo como The Control of the
Nature y posteriormente Man Against the Earth. Sin embargo, por
recomendación de su editor en Houghton Mifflin, Paul Brooks, se
decidió finalmente por Silent Spring, nombre propuesto originalmente
para el capítulo dedicado a la disminución de la población de
pájaros.
Se trataba de 260
páginas de informes con historias atractivas, algunas de gente común
que lidiaba con problemas químicos en sus comunidades, a las que
Carson agregaría información científica o una explicación más
detallada. Tenía mucha documentación, con más de 50 páginas de
citas científicas en su mayoría para apoyar su presentación de
informes, ilustrando conceptos más amplios, como el funcionamiento
de las cadenas alimentarias y los sistemas ecológicos.
Antes de que
Primavera Silenciosa fuese publicado como libro en septiembre de
1962, The New Yorker reprodujo partes del trabajo en tres números
sucesivos de junio. Inmediatamente su denuncia se convirtió en un
estruendo que hizo estallar las ventanas de la industria química, la
que venía siguiendo muy preocupada los pasos de Carson.
El 22 de julio el
New York Times publicó como nota principal de tapa un artículo de
John B. Lee que señalaba cómo la industria de los agroquímicos “se
levanta en armas contra un nuevo libro”: “La industria de
pesticidas, con un valor de $ 300.000.000, ha sido altamente irritada
por una mujer silenciosa, autora cuyos trabajos previos en ciencia
han sido elogiados por la belleza y precisión de la escritura”.
En el mismo
periódico citaban a Pincus Rothberg, presidente de Montrose Chemical
Corporation, filial de Stauffer Chemical Company y posteriormente
mayor productor de DDT de Estados Unidos, quien declaró que Carson
no escribió “como científica sino como una fanática defensora
del culto al equilibrio de la naturaleza”. Por su parte, Chemical
Week, una de las revistas comerciales de la industria química,
publicó el 14 de julio que los artículos de Carson parecían más
“una reminiscencia de un abogado preparando un informe que un
científico realizando una investigación”.
El 2 de agosto
Louis A. McLean, secretario y asesor general de Velsicol Chemical
Corporation, escribió al editor de Houghton Mifflin sugiriendo que
tal vez quieran reconsiderar la publicación del libro, señalando en
particular las “declaraciones inexactas y despectivas” del libro
sobre dos plaguicidas: el clordano y el heptacloro, fabricados
únicamente por Velsicol. La editorial le solicitó a un toxicólogo
independiente que revisara los puntos planteados por Velsicol. El
especialista consideró las declaraciones de Carson correctas por lo
que la empresa fue notificada de que el libro se publicaría según
lo planeado.
El 12 de
septiembre en una reunión de científicos y funcionarios de la
industria química, Glen King, jefe de la Nutrition Foundation, grupo
comercial compuesto entonces por 54 compañías involucradas en
industrias relacionadas con alimentos, productos químicos y
agricultura, declaró que los libros “unilaterales” como Silent
Spring estaban avivando un sentimiento en el público “que raya en
la histeria”.
Para cuando se
publicó Silent Spring a finales de septiembre ya contaba con ventas
avanzadas de 40 mil copias, y más de 50 artículos y editoriales en
periódicos gracias a la publicación previa en The New Yorker. Se
convirtió inmediatamente en un best seller y fue seleccionado por el
Club del Libro del Mes, lo que significó que se volvería a
publicar, extendiéndose ampliamente su proyección, llegando incluso
a zonas rurales. Esta nueva versión del libro incluiría un informe
de William O. Douglas, el único miembro de la Corte Suprema que
había accedido a tomar el caso de los agricultores de Long Island.
Extractos del
libro también fueron publicados en varios periódicos y revistas,
incluida la de la National Audubon Society, una de las organizaciones
conservacionistas más antiguas de Estados Unidos. El Chicago Daily
News declaró que “Silent Spring bien podría ser uno de los
grandes e imponentes libros de nuestro tiempo. Una lectura obligada
para cada ciudadano responsable”. Pero el libro seguiría siendo
atacado. La industria química había estado planificando su lucha
contra Carson desde antes de que apareciera la serie en The New
Yorker, debido a que la noticia del libro se había filtrado desde un
comienzo.
Luego de la
publicación las reseñas críticas aparecieron en las principales
revistas populares de la época. Time lamentaba las “simplificaciones
excesivas y errores francos”: “Muchas de las generalizaciones
aterradoras (y hay muchas de ellas) son claramente erróneas”.
Edwin Diamond en Saturday Evening Post catalogó al libro como
“emotivo y alarmista”, por el cual “los estadounidenses creen
erróneamente que su mundo está siendo envenenado”.
El nutricionista
de la Facultad de Medicina de la Universidad de Vanderblit William J.
Darby escribió en Chemical & Engineering News un artículo
titulado “Silence, Miss Carson”, en el que señalaba que “su
ignorancia o prejuicio sobre algunas de las consideraciones arroja
dudas sobre su competencia para juzgar las políticas”,
recomendando que “el científico responsable debería leer este
libro para comprender la ignorancia de quienes escriben sobre el tema
y la tarea educativa que se avecina”. Por su parte, Life señaló
sobre Carson que “no hay duda de que ha exagerado su caso” pero
también que los fabricantes eran igualmente unilaterales en sentido
contrario.
Como parte de la
campaña de la industria química, la Asociación Nacional de
Químicos Agrícolas duplicó su presupuesto y distribuyó miles de
copias de reseñas negativas advirtiendo a los editores de periódicos
y revistas que las revisiones favorables del libro podrían reducir
los ingresos publicitarios. Llegó a gastar más de $ 250.000 en su
campaña contra Silent Spring. Mientras, la Asociación de Químicos
de Manufactura comenzó a enviar historias mensuales a los medios de
comunicación que resaltaban el lado positivo del uso de pesticidas.
Monsanto Chemical llegó a publicar incluso, en respuesta al libro,
una breve historia titulada “The Desolate Year”, en donde la
falta de uso de pesticidas resultaba en una plaga de insectos que
devasta a Estados Unidos.
George C. Decker,
entomólogo y frecuente asesor de la industria química, calificó al
libro como un “engaño” y como “ciencia ficción”,
comparándolo con The Twilight Zone. Otros ataques fueron más
personales, cuestionando su carácter o su estabilidad mental, o
llamándola comunista, mujer histérica o loca de la naturaleza.
Carson se mantuvo
siempre firme y confiada en sus hallazgos. Además contaba con una
serie de críticas positivas de científicos reconocidos a nivel
nacional e internacional. Loren Eiseley, reconocido antropólogo de
la Universidad de Pennsylvania y escritor científico, señaló que
el libro de Carson trata sobre “el ataque devastador, muy
documentado e implacable sobre el descuido humano, la codicia y la
irresponsabilidad, una irresponsabilidad que ha dejado al hombre y al
campo una avalancha de sustancias químicas peligrosas en una
situación que no tiene paralelo en la historia médica”.
Por su parte,
LaMont Cole, profesor de ecología en la Universidad de Cornell,
escribió en la revista de divulgación Scientific American sobre
Silent Spring que “los errores de hecho son tan infrecuentes,
triviales e irrelevantes para el tema principal que no sería
aconsejable insistir en ellos”. Otros científicos que defendieron
a Carson fueron el biólogo Roland C. Clement de la National Audubon
Society, y el zoólogo Robert L. Rudd de la Universidad de
California, entre otros.
Mientras tanto,
Silent Spring se convertía en un éxito de ventas. En menos de tres
meses se habían vendido más de cien mil copias y seguía
apareciendo en la lista de los más vendidos del New York Times,
donde permanecería durante siete meses. Por otro lado, en las
legislaturas estatales se habían introducido más de 40 proyectos de
ley destinados a regular el uso de pesticidas. Pero la lucha política
en Washington recién comenzaba. En 1963, Carson y Silent Spring
recibirían una atención nacional jamás antes vista.
El reportaje en
la CBS
En abril de 1963, la cadena de televisión CBS transmitió un reportaje especial dedicado al caso titulado “The Silent Spring of Rachel Carson”. La industria química estaba alarmada y lanzó una campaña dirigida a la CBS para que esta no transmitiera el programa. Como la campaña no tuvo resultado, varios patrocinadores, como Standard Brands, los fabricantes de Lysol y Ralston Purina, retiraron su publicidad antes de la transmisión.
El programa lo vieron entre diez y quince millones de televidentes, y fue especialmente importante para aquellos que no habían leído el libro o que tenían poco conocimiento del tema. Incluía imágenes de aviones fumigando mientras niños caminaban por las calles y aparecían varios funcionarios gubernamentales declarando a favor y en contra de los planteamientos de Carson.
Pero los
principales puntos focales del reportaje estuvieron a cargo de la
propia Carson y de Robert White-Stevens, científico de la American
Cyanamid Corporation. White-Stevens, entrevistado en un laboratorio,
declaró que “los principales reclamos en el libro de la señorita
Rachel Carson son grandes distorsiones de la realidad, completamente
sin apoyo de la evidencia científica experimental y la experiencia
práctica general en el campo”. Y agregó virulentamente que “si
el hombre siguiera fielmente las enseñanzas de la señorita Carson,
regresaríamos a la Edad Oscura, y los insectos y las enfermedades
volverían a heredar la Tierra”.
Carson por su
parte apareció como la más racional y no como la “mujer
histérica” retratada por algunos de sus críticos. Entrevistada en
su casa por el periodista y presentador Eric Sevaried, Carson leyó
pasajes seleccionados de su libro para ilustrar cuán extendido
estaba el uso de plaguicidas en granjas, bosques y huertos familiares
aunque el objetivo deseado puede ser solo algunas malas hierbas o
insectos. “Los niños que nacen hoy están expuestos a estos
productos químicos desde el nacimiento, tal vez incluso antes de
nacer”, dijo durante la entrevista. “¿Qué les va a pasar en la
vida adulta como resultado de esa exposición? Simplemente no lo
sabemos”.
Sevareid había
ofrecido previamente algunos conceptos básicos sobre el tema, sobre
el crecimiento de la industria de agroquímicos durante la posguerra
y que anualmente se usaban unos 900 millones de libras de pesticidas.
“La señorita Carson subraya la posibilidad de que los pesticidas
químicos puedan estar dañando al hombre de maneras aún no
detectadas, quizás contribuyendo al cáncer, la leucemia o al daño
genético. A falta de pruebas, sus críticos admiten que estas son
posibilidades, pero no probabilidades, y acusan a la señorita Carson
de alarmismo. Sin embargo, pocos científicos niegan que pueda haber
algún riesgo”.
De hecho, uno de
los funcionarios entrevistado, Page Nicholson, del Servicio de Salud
Pública, no pudo responder cuando se le preguntó por cuánto tiempo
persistían los pesticidas en el agua, o hasta qué punto los
pesticidas contaminaban el agua subterránea. “Es al público a
quien se le pide que asuma los riesgos”, dijo en un momento Carson.
“El público debe decidir si desea continuar en el camino actual, y
solo puede hacerlo cuando esté en plena posesión de los hechos”.
El informe del
Comité Asesor Científico Presidencial
Presionado por el desarrollo de los acontecimientos y la magnitud de la polémica, el presidente John F. Kennedy ordenó una investigación a cargo del Comité Asesor Científico Presidencial (PSAC). Tras ocho meses de disputas entre los principales científicos y reguladores del Gobierno, quienes sostuvieron una serie de reuniones con Carson, representantes de la industria y funcionarios del Departamento de Agricultura, el comité publicó a mediados de mayo de 1963 su informe final “El uso de los pesticidas”.
El informe
señalaba que si bien los plaguicidas habían sido examinados
minuciosamente para su efectividad agrícola, en general no se les
dio el mismo nivel de revisión para la seguridad ambiental y
pública, y que sobre muchos de ellos que se encontraban en uso se
carecía del suficiente conocimiento respecto a los efectos crónicos
a lo largo de la vida.
“Hasta la
publicación de Silent Spring por Rachel Carson, la gente en general
desconocía la toxicidad de los pesticidas”, declaró el informe,
recomendando que los residuos de pesticidas sean rastreados y
monitoreados en el aire, agua, suelo, peces, vida silvestre y seres
humanos. “La eliminación del uso de pesticidas tóxicos
persistentes debe ser el objetivo”, destacó.
Al día siguiente
de la publicación del informe, The Christian Science Monitor destacó
en su tapa “¡Rachel Carson ha sido vindicada!”, mientras que el
comentarista Eric Sevareid al referirse al informe, señaló que
Carson había logrado sus objetivos declarados. Dan Greenberg, editor
de la sección de Noticias y Comentarios de la prestigiosa revista
Science (de la Asociación Americana para el Avance de la Ciencia),
declaró que el informe del PSAC era un documento templado,
cuidadosamente equilibrado en sus evaluaciones de riesgos versus
beneficios, pero que “se suma a una vindicación bastante completa
de la tesis de Silent Spring de Rachel Carson”.
La antesala de la
Agencia de Protección Ambiental
Para junio de 1963, Carson estaba testificando ante dos comités senatoriales que celebraban audiencias sobre los temas relacionados con los pesticidas. En sus apariciones Carson pidió el establecimiento de alguna agencia reguladora independiente para proteger a las personas y al medioambiente de los peligros químicos, y afirmó que uno de los derechos humanos más básicos era el “derecho del ciudadano a estar seguro en su propio hogar contra la intrusión de venenos aplicados por otras personas”. Solicitó el control estricto de la fumigación aérea de plaguicidas, la reducción y eventual eliminación del uso de plaguicidas persistentes, y más investigación dedicada a los métodos no químicos de control de plagas.
“El más
inquietante de todos estos informes se refiere al hallazgo de DDT en
el aceite de pescado que vive lejos en el mar”, declaró Carson en
las audiencias, “en concentraciones que superan las 300 partes por
millón. Todo esto nos da motivos para reflexionar profunda y
seriamente sobre los medios por los cuales estos residuos llegan a
los lugares donde los estamos descubriendo”.
Durante las
audiencias, Carson volvió a ser atacada. Mitchell R. Zavon, profesor
de Medicina Industrial en la Universidad de Cincinnati y consultor de
Shell Oil Company, declaró que “la señorita Carson está hablando
de un efecto en la salud que llevará años responder. Mientras
tanto, deberíamos cortar la comida a personas de todo el mundo.
Estos vendedores ambulantes de miedo van a alimentarse de la hambruna
del mundo”. Pero Carson se desenvolvió con tal grado de
profesionalismo, presentando sus argumentos cuidadosa y
racionalmente, que demostró nuevamente que las acusaciones
anteriores de ser una mujer “histérica” y “emocional” no
tenían ninguna base real.
Carson iba
ganando su batalla contra los capitanes de la industria química.
Todo iba camino a ponerle fin a los crímenes sociales de las
corporaciones químicas. Sin embargo, Rachel Carson ya carecía de
fuerzas para su lucha contra el cáncer. Su aparición en las
audiencias era de las últimas que realizaría públicamente. El 14
de abril de 1964, diez meses después de haber testificado ante el
Congreso, Rachel Carson fallecía a la edad de 56 años.
La mujer que
sentó las bases del ecologismo contemporáneo
En 1962 no existía ningún movimiento ecologista o ambientalista en el sentido como se pudo comprender después. Sí existían organizaciones conservacionistas, algunas muy antiguas, cuyo propósito era la preservación de parques naturales y la vida silvestre, o la gestión de recursos naturales en concordancia con el crecimiento industrial. Pero crear una preocupación popular por una ética ambiental y una defensa más amplia era algo completamente novedoso. Y Rachel Carson fue una figura central que ayudó a sentar las bases de una conciencia ecológica de masas gracias a Silent Spring, dejando en claro la conexión entre lo que sucede en el medioambiente y la salud pública, especialmente si se trataba de un nuevo tipo de contaminación, invisible, que podía infiltrar la biología a nivel celular y molecular, acarreando daños acumulativos y generacionales a las aves, los peces y los seres humanos.
Silent Spring fue
el puntapié inicial de la primera ola ecologista contemporánea. No
tardarían en llegar La bomba P del entomólogo Paul Ehrlich, el
Círculo que se cierra, del biólogo Barry Commoner y Los Límites
del Crecimiento de Dennis y Donella Meadows. La problemática
ecológica y ambiental llenaría las aulas y las calles, celebrándose
por primera vez en 1970 el Día de la Tierra, con movilizaciones y
festivales de rock. Ese mismo año se creaba en Estados Unidos la
Agencia de Protección Ambiental (EPA), la que a su vez prohibía
para 1972 el DDT, además de otros siete plaguicidas mencionados por
Carson en su libro.
Han pasado 54
años desde la publicación de Silent Spring, y ante el empeoramiento
de las condiciones ambientales y sanitarias a nivel mundial, las
nuevas tecnologías destructivas y el agotamiento de recursos, vale
la pena recordar y valorar el trabajo pionero de Rachel Carson:
“Todavía hablamos en términos de conquista. Todavía no hemos
madurado lo suficiente como para pensar que somos solo una pequeña
parte de un vasto e increíble universo”, había dicho Carson
durante la entrevista de la CBS. “La actitud del hombre hacia la
naturaleza es hoy de importancia crítica simplemente porque ahora
hemos adquirido un poder fatídico para alterar y destruir la
naturaleza”. Carson ayudó a cambiar nuestra manera de ver el mundo
y nuestro lugar en él.
Fuente:
Roberto Andrés @RoberAndres1982, Rachel Carson, la mujer que enfrentó a las agroquímicas e inauguró el ecologismo contemporáneo, 27/05/18, La Izquierda Diario.
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