por Ivet González
LA HABANA, 1 mar
2018 (IPS) - Pocas personas conocen al productor Carlos Manuel
Borrero por su nombre. Incluso en su barrio del municipio de San
Miguel del Padrón, en la periferia de la capital cubana, se le
llama el Hombre Goma por sus canteros hechos con neumáticos viejos.
La finca La
Melissa regala un extraño paisaje con casi 2.000 gomas de vehículos,
que cubren gran parte de las 4,28 hectáreas sobre una pendiente y
canteras de piedra y arena, que Borrero y su esposa, Dunia Rivas,
manejan de modo sostenible para contrarrestar la baja productividad
de los suelos.
Por ese y otros
problemas, la pareja asentada en el lugar desde hace 17 años comenzó
dos años atrás a experimentar con el reciclaje y varias técnicas
ecológicas para hacer rentables sus pequeñas producciones de
frutas, vegetales y condimentos, que aseguran que lograron aumentar
en 70 por ciento con la innovación.
“Este es un
terreno muy degradado, encima de una pendiente”, explicó Borrero a
IPS, sobre el principal problema ambiental de la finca de la que es
propietario en el municipio de San Miguel del Padrón, uno de los que
15 que engloban La Habana y situado en su periferia.
La degradación
es de hecho, un problema general que afronta este país insular de
11,2 millones de habitantes y con una baja producción de alimentos
que apenas cubre 30 por ciento de las necesidades internas.
Gran parte de los
neumáticos forman altos canteros, con tres de ellos superpuestos y
rellenos con tierra, donde la pareja sembró coles y estragón. Otros
están apilados en un área sin cultivar, donde reciben tratamientos
cada semana para evitar focos contaminantes en sus cuencas mientras
esperan por ser rehusados.
Borrero y Díaz
representan al segmento aún pequeño del campesinado cubano
preocupado por la conservación del suelo y la sostenibilidad,
mientras que la mayoría demora en concientizar el cuidado de ese
recurso fundamental.
Convivir con la
degradación
La superficie del
país suma un total de 109.884 kilómetros cuadrados (10.988.400
hectáreas), de los que 57 por ciento (6.226.700 hectáreas) se
dedican a la agricultura. De esos suelos agrícolas, 76,89 por ciento
presenta algún factor que limita su productividad, según el
estatal Instituto de Suelos (IS).
De todos los
suelos degradados, 43 por ciento sufre erosión, 14 por ciento
compactibilidad, 70 por ciento falta de materia orgánica, 14 por
ciento salinidad, 37 por ciento baja retención de humedad, 45 por
ciento baja fertilidad, 12 por ciento pedregosidad y 40 por ciento
drenaje deficiente.
En este país
caribeño, 30,7 por ciento de las tierras agrícolas están en manos
de empresas y granjas estatales; 45,1 por ciento la trabajan
diferentes cooperativas agropecuarias y 24,2 por ciento pertenece a
pequeños agricultores, como los de la finca La Melissa.
Aplicado desde
2001, el Programa Nacional de Mejoramiento y Conservación de Suelos,
del Ministerio de la Agricultura, mantiene un sostenido avance en las
tierras beneficiadas con algún tipo de medida, aunque aún queda
mucho por avanzar en la meta que exige acciones masivas a muy largo
plazo.
En 2012, se
registraron 737.000 hectáreas de la superficie agrícola que
recibían algún tipo de mejoramiento, un indicador que se elevó
hasta sumar 932.000 hectáreas en 2016, según las últimas cifras
disponibles en la estatal Oficina Nacional de Estadísticas e
Información.
Ese avance
ambiental representa beneficios para 15 por ciento de la superficie
agrícola y 22,6 por ciento para la superficie agrícola cultivada en
la isla caribeña.
En su huerto
intensivo, Borrero explicó que dentro de los canteros “está la
tierra original de aquí”. “La he ido mejorando yo mismo… la
enriquezco con la materia orgánica de los desechos de mis propias
producciones”, indicó.
Ahora los
neumáticos con cultivos cubren 0,7 hectáreas de la finca, pero el
agricultor aspira a abarcar más espacio con su peculiar diseño, que
consiste en llenar con tierra solo el neumático superior y en el
centro coloca largas tiras de goma que sirven de filtro para un mejor
uso del agua.
Las mujeres,
presentes
Con formas más
creativas, las gomas decoran el jardín de la humilde casa familiar,
donde Rivas tuvo la idea de usar los neumáticos como macetas para
ahorrar agua. Luego conminó a Borrero a hacer canteros con ellas
para sustituir las poco duraderas barreras para las terrazas que
hacía con botellas de plástico.
“Había
problemas con el agua, no teníamos buenos canteros. Pasábamos mucho
trabajo y el esfuerzo nos daba dolores en el cuerpo. Y me puse a
pensar…”, recordó Rivas, sobre la humanización del trabajo que
también lograron al hacer canteros altos y evitar agacharse para las
labores agrícolas.
La pareja no
conoce a otros productores que reciclen gomas como ellos pero
aseguran que otros campesinos de su comunidad mejoran sus suelos, y
solicitan la evaluación de especialistas para recibir los pagos de
un fondo estatal por ese servicio ambiental.
En las áreas
periurbanas de La Habana, “más de 90 por ciento de los
productores hacen algún tipo de manejo beneficioso para el suelo”,
estimó Egidio Páez, presidente de la filial capitalina de la no
gubernamental Asociación Cubana de Técnicos Agropecuarios y
Forestales (Actaf), que agrupa a 2.634 afiliados de los cuales 1.163
son mujeres.
Defensora de la
agroecología y enfocada a la gestión del conocimiento en el sector,
la Actaf reúne en todo el país a 25.902 afiliados, mujeres 40 por
ciento del total.
A juicio de Páez,
“en el manejo de suelos, primero hay un problema de desconocimiento
y falta de interés”. “Tenemos que hacer mucha labor se
sensibilización”, valoró el agrónomo de la asociación que apoya
a la base productiva habanera, que logra 15 toneladas diarias sobre
todo de vegetales en 35.000 hectáreas.
Y “no tenemos
tiempo, hay que trabajar más para mejorar los suelos”, alertó,
sobre el recurso natural calificado de principal riqueza de los
países por la Organización de las Naciones Unidas para la
Alimentación y la Agricultura (FAO).
El especialista
asegura que “los productores saben cómo mejorar los suelos… Pero
todavía hay muchas insuficiencias en el trabajo de lograr cambios en
la práctica y de darle seguimiento a los productores”, evaluó,
sobre los obstáculos a vencer en disponibilidad de recursos y
cambiar las malas prácticas de la agricultura convencional.
También insistió
en que, “a la par de enseñar más, tienen que tomarse decisiones
drásticas de sanción porque existen regulaciones estatales”,
contenidas en el Decreto Ley 179 (1993), que especialistas califican
de desactualizado en los adelantos científicos y el sistema agrario
cubano en trasformación desde 2008.
El IS aconseja a
los productores nutrir los suelos con materias orgánicas como restos
de cosechas, usar abonos verdes, compost y humus de lombriz; reducir
la labranza, realizar muros de contención y barreras vivas (con
plantas), incorporar áreas de bosques, entre otras prácticas por la
buena salud de los suelos.
Desde 2010, esa
entidad instala sitios demostrativos de cómo manejar los suelos, el
agua y los bosques en los diferentes ecosistemas del país, de los
cuales se registraban 34 en 2016, que incluían 845 fincas y
beneficiaban 12.380 hectáreas.
La estatal
Agencia de Medio Ambiente entregó por vez primera en 2017 un premio
y certificación de “Áreas iniciadas en el manejo sostenible de
tierras”, para estimular al campesinado en la conservación.
Editado por
Estrella Gutiérrez
Fuente:
Ivet González, Suelos de Cuba se degradan en espera de más productividad campesina, 01/03/18, Inter Press Service. Consultado 02/03/18.
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