Es uno de los
sitios más impactantes de las Sierras. Pero no hay caminos de acceso
y sólo se llega por senderos, a pie o a caballo. Bosques de
tabaquillos, el vuelo de los cóndores y la vista de media provincia
desde sus alturas.
Un prolongado
vuelo en círculo de cinco cóndores, que permitían disfrutar ese
planeo perfecto a escasos metros de ellos, se convirtió en el
epílogo casi guionado de la travesía a la Quebrada del Yatán. Se
trata de uno de los espacios naturales más impactantes de Córdoba
por su belleza agreste. Pero también, de los menos conocidos y
explotados, por lo complejo que resulta llegar.
Recorrer los
escarpados 13 kilómetros sin caminos que lo separan de La
Cumbrecita, a pie o a caballo, vale la pena. Los dolores musculares
se mitigan con la belleza que dispara cada escena. En vehículo,
olvídese: a ese rincón no se llega de ese modo.
Elevada a unos
1.830 metros, la quebrada se extiende a lo largo de dos laderas casi
verticales. Una, que recibe más humedad, está sembrada de
tabaquillos, ese vistoso árbol autóctono que es una reliquia de la
zona serrana alta.
La Quebrada del
Yatán parece una hermana, casi melliza, de su vecina Quebrada del
Condorito, más conocida por ser el único parque nacional en
Córdoba. Está unos kilómetros más al sur pero se emparentan en
paisaje, en fauna y en flora. Se encuentran ambas dentro de la
reserva natural Pampa de Achala, una planicie de altura que actúa
como reservorio de agua de todo el territorio cordobés.
Entre medio de
los macizos corre el río Yatán, formado de la unión de los ríos
Paso de Garay y Atalaya. En un extremo de la quebrada parecen
diseñadas para la postal tres cascadas encadenadas, que añaden una
pincelada más, por si hiciera falta.
El Yatán termina
uniéndose con el río Corralejos para formar Los Espinillos, y
desembocar en Los Molinos. Ese lago se puede observar en toda su
dimensión desde la altura sobre la que se camina para llegar a la
quebrada.
Pare y mire
El periplo hasta
llegar es tan imponente como el desenlace. En el trayecto se sube
unos 700 metros, partiendo desde los 1.400 de La Cumbrecita. Comienza
en un tramo ascendente y pedregoso, hasta entrar en el extremo sur de
la Pampa de Achala. Se intercalan algunos tramos llanos con pajonales
y otros de laderas abruptas y forestaciones con caminitos plagados de
zarzamoras. Se cruzan arroyos y ríos. Los matices son nutridos y
diversos. Las vistas panorámicas obligan a detenerse varias veces.
Roberto Molina
(36), guía y lugareño, brinda los detalles que no se leen en los
libros de geografía ni aparecen en internet. “Es uno de los
lugares menos conocidos de Córdoba y de los menos explotados, por la
distancia y porque no hay paraje ni refugio en su camino, lo que lo
hace más salvaje”, apunta.
Medio centenar de
familias habitaban los puestos de las inmediaciones, que en su
mayoría están desde hace años abandonados. Sólo quedan algunos,
dispersos. En los corrales hechos de pircas, piedra sobre piedra,
sólo habita el recuerdo de las majadas que criaban las familias
serranas.
Eran otras
épocas. Donde había pavas calentando al fuego, hoy sólo se ven
taperas derruidas y siempre un bosquecito alrededor, poblado con al
menos un sauce mimbre, “árbol que permite sombra en verano y leña
en invierno”, comenta Juan Manuel Busaniche, coordinador de Turismo
Alternativo en La Cumbrecita.
Hora y media
antes de llegar a la quebrada, Ramón Giménez (62) aparece con su
camisa desprendida y un caballo a tiro. Es yerno de Justiniano
Rosales, el ya fallecido dueño del puesto cercano a Paso de Garay.
También está deshabitado, como tantos otros. Ramón expone una
historia repetida en las sierras altas: “Los más viejos fueron
falleciendo y los más jóvenes se empezaron a ir, somos pocos los
que quedamos. Se va perdiendo la tradición porque a los jóvenes no
les interesa mucho quedarse”, opina.
Ramón ya no
habita ese sitio, pero da unas vueltas para cuidar el puesto, de
varias construcciones cerradas con candados.
Refugio del
cóndor
Águilas moras,
jotes, loicas y yales plomizos integran el nutrido catálogo de aves
que enriquece la zona y que uno cruza a lo largo del camino. Pero el
plato fuerte es el avistaje de cóndores: en lo más alto de la
quebrada es un espectáculo casi asegurado e increíblemente a mano.
Con sus alas
abiertas, algunos ejemplares llegan a los tres metros. En peligro de
extinción en algunas regiones, parecen estar muy a gusto anidando en
los acantilados de la Quebrada del Yatán.
La “otra”
Las comparaciones
son inevitables: Yatán es una quebrada muy similar a la del
Condorito, único parque nacional de Córdoba.
Condorito tiene
un ingreso accesible, desde la ruta de Altas Cumbres, y hasta una
parada de colectivos frente a su acceso. Posee intervenciones en su
interior y algunos servicios para visitantes, además de
guardaparques.
Yatán es mucho
más agreste, menos accesible, poco conocida y apenas protegida. Para
llegar hay que disponer de –al menos– dos días y del esfuerzo
físico que implica caminar o montar a caballo cerca de 30 kilómetros
entre ida y vuelta, en un trayecto sin puestos ni refugios habitados
de forma permanente. Pero vale la pena.
Un tesoro, a
tiempo de ser preservado
¿Podrá pensarse
a Yatán como una extensión del Parque Nacional Quebrada del
Condorito que lo incluya? ¿O en una reserva provincial que resulte
efectiva y controlada, y no sólo una letra en papeles, como otras?
Quizá por
inaccesible, en parte por desconocido, uno de los más impactantes
paisajes que Córdoba le puede mostrar al mundo recibe poca gente.
Esa
circunstancia, quizá también, explica la razón por la que la
Quebrada del Yatán se preserva aún con un privilegiado bajo
impacto, comparado con otros sitios serranos.
No pasará mucho
tiempo hasta que sea un destino más convocante. Para ese momento,
Córdoba podría anticiparse y hacer lo que no hizo con otros
reductos de alto capital paisajístico y natural: asegurar su
preservación, mediante una planificación que garantice mantener su
esencia y su biodiversidad, tanto en fauna como en flora.
¿Podrá pensarse
en una extensión del Parque Nacional Quebrada del Condorito que lo
incluya? ¿O en una reserva provincial que resulte efectiva y
controlada, y no sólo una letra en papeles, como otras?
En este caso,
Córdoba está a tiempo. La escasa accesibilidad que Yatán aún
tiene protege a ese increíble enclave natural. Aunque a veces le
juegue en contra: en noviembre del año pasado, por ejemplo, un
incendio forestal se declaró sobre esa quebrada. Los bomberos
tardarían en llegar, y sin cargar equipos. Se optó por un par de
pasadas de aviones hidrantes y por dejar que el fuego, algo acotado,
se autoextinguiera.
Hasta ese lugar
no se llega así nomás. Pero para cuando se llegue, debiera estar ya
protegido como el tesoro que es.
Paso de Garay,
una aldea abandonada en plenas sierras
Hasta 70 alumnos
supo tener alguna vez la escuelita de Paso de Garay, hoy una especie
de aldea abandonada en plenas sierras altas, rodeada por un arroyo de
aguas cristalinas, entre La Cumbrecita y Yatán.
Pese a la falta
de uso, la iglesia, la escuela y el dispensario se mantienen en buen
estado. El lugar tenía hasta cementerio.
Las placas frente
a la capilla reconocen la labor del sacerdote José Buteler, impulsor
del espacio que se convirtió en centro social de la zona. “Hasta
en los confines de su curato plantó la cruz en las Sierras Grandes
para que de sus brazos extendidos brotase la flor de la santidad en
las almas serranas”, expresa una que recuerda al religioso,
fallecido en 1948.
Sobre un cerro,
una campana cuelga de un arco adornado con cuarzo con el nombre del
lugar pintado a mano. El sitio es pintoresco por donde se lo mire.
Las aulas se
nutrían de los niños de esas familias serranas numerosas, que se
dedicaban a la cría de ovejas, cabras y vacas. También aquí el
éxodo por la falta de trabajo y en búsqueda de una vida más
confortable hizo que la mayoría de los puestos hoy estén
abandonados.
Cuesta creer que
hayan sido memorables las fiestas patronales en Paso de Garay, en
honor a la Virgen de la Merced: dicen que duraban nueve días
seguidos. La cultura resiste: se siguen recreando cada noviembre,
como la procesión que suma 80 años, aunque menos concurrida y
prolongada.
Julia Giménez
(76) cuenta que tomó la comunión, la confirmación y se casó en
esa capilla. Medio siglo atrás, este rincón tenía gran actividad.
Y más serranos.
Dónde y cómo
La Quebrada del
Yatán se ubica al sur del departamento Santa María, casi al limite
con Calamuchita. El sendero más frecuentado para acceder (a pie o a
caballo) comienza en La Cumbrecita y desanda unos 13 kilómetros
hacia el norte. El otro, con distancia similar, tiene su punto de
partida desde el paraje Golpe de Agua, que requiere el paso por
varias campos privados. Se recomienda hacer la travesía acompañado
de guía o baqueano.
Fuentes:
Yatán, la hermana desconocida de la Quebrada del Condorito, 25/02/18, La Voz del Interior.
Un tesoro, a tiempo de ser preservado, 25/02/18, La Voz del Interior.
Paso de Garay, una aldea abandonada en plenas sierras, 25/02/18, La Voz del Interior.
No hay comentarios:
Publicar un comentario