En una región
donde la tierra cruje por la sequía, los caimanes practican
canibalismo y los corderos mueren en las garras de los pumas, Nirma
Servín no ha perdido su sonrisa.
por Gabriela Torres y
Linda Pressly
Al río Pilcomayo
se le olvidó pasar por su casa… En realidad, hace un tiempo que no
pasa por Paraguay.
"Lamentablemente
llevamos dos años consecutivos que no tenemos agua", le cuenta
Nirma a BBC Mundo.
Viuda desde hace
20 años, ha sacado adelante su finca en una de las regiones más
inhóspitas de Sudamérica, donde las carreteras asfaltadas están a
cientos de kilómetros de distancia.
Este caudal
temperamental nace en los Andes bolivianos y durante tres meses al
año baña a su antojo las llanuras del norte de Argentina y oeste
paraguayo.
Durante la
temporada de lluvias el Pilcomayo abarca una cuenca de más de
200.000 km², un área equivalente al tamaño de Italia. Pero en los
nueve meses de sequía, prácticamente desaparece.
Esto se debe a
que no es un río cualquiera. Es suicida.
Cuando baja de
las montañas, desde 4.000 metros de altura, transporta millones de
toneladas de sedimentos que, cuando llegan a las planicies de El
Chaco, hacen que se bloquee su propio cauce, frenando su corriente y
reduciendo dramáticamente los recursos hídricos de la región.
"Para tener
una idea de la cantidad de sedimentos que arrastra al año, si se
pone (la arena) en camiones volquetes uno delante del otro, puede
darle la vuelta a la Tierra y todavía no vas a poder descargar todos
esos sedimentos", explica el experto medioambiental paraguayo
José Ortiz.
El Pilcomayo -de
2.426 km de extensión- divide El Chaco y marca la frontera entre
Paraguay y Argentina.
Es la primera
semana de noviembre y el calor es asfixiante, y entre lagos secos y
arbustos bajos se puede ver un ganado flaco que busca cobijo en la
poca sombra que hay.
"La
situación es difícil", confiesa Nirma sin abandonar su
sonrisa.
"Los pumas y
los jaguares (que habitan esta región) son animales protegidos que
solían estar repartidos en grandes extensiones de terreno a lo largo
de la rivera del Pilcomayo", pero por la escasez ahora están
concentrados en reservorios artificiales de los ganaderos.
Debido a la
presencia de estos animales silvestres en su finca, de los 50
corderitos que tenía Nirma para criareste año, sólo le quedan
cinco.
Un "pantalón"
para domar lo indomable
Tal es la
naturaleza indomable del Pilcomayo y su tendencia a obstaculizar su
propio caudal, que en el siglo pasado Argentina y Paraguay
desistieron de tenerlo como línea limítrofe y marcaron sus
fronteras geográficas independientemente de lo que se le antojara
hacer a este río.
También, debido
a que el Pilcomayo se redujo considerablemente, las autoridades de
estos dos países decidieron "domar" este río construyendo
cauces artificiales, levantando barreras y diques.
A fin de evitar
conflictos diplomáticos, se llegó a un acuerdo binacional en el que
se creó lo que se conoce como el proyecto Pantalón, que consistió
en dividir el río en dos canales para que una pierna regara Paraguay
y la otra a Argentina y así repartir la cantidad de agua y
sedimentos para cada región.
Pero si sus
cauces no se limpian, el Pilcomayo hace de las suyas.
"Yo nací en
El Chaco, y mi familia se mudó aquí en los años 70 para estar
cerca del río", cuenta Feliciano Loveda mientras atraviesa su
casita de una planta por un patio interno cubierto con un techo de
hojalata.
Al fondo está la
ribera del río… o lo que debería ser el río.
Una barca de
madera podrida por la falta de uso que descansa en un río de arena
tan fina y seca como el talco.
"Este es el
río Pilcomayo", comenta. La cuenca, de unos 50 metros de ancho,
está completamente seca.
"Hace
prácticamente 3 o 4 años que el río desapareció. Y es que se
necesita mucho trabajo para que corra el agua, no sólo en Pantalón
sino a lo largo de todo el cauce", comenta Feliciano.
Como Nirma,
Feliciano depende de un pozo para sacar agua.
"No sabemos
cuánta queda, y todo el mundo está en la misma situación. Los
animales han muerto debido a la sequía", se lamenta.
Él lo que quiere
es que las autoridades paraguayas hagan su trabajo y empiecen a
limpiar el Pantalón.
Pero ya es
noviembre, y las primeras lluvias están por caer, lo que significa
que quizás no habrá tiempo para abrirle suficiente camino al río.
Sequía y
deslaves
A más de 600 km
de Asunción, donde la calma domina el ambiente, es donde el río fue
dividido en dos, como un pantalón.
Aquí,
finalmente, el Pilcomayo se deja ver. Pero escaso, de poca
profundidad y muy callado.
Está débil, a
la espera que lleguen las lluvias río arriba para recobrar su fuerza
y poder.
No muy lejos, las
máquinas dragadoras también duermen.
Con el calor
abrazador y un Pilcomayo disfrazado de riachuelo cuesta creer que
estas tierras volverán a ser bañadas por el agua.
Es un río muy
inestable. "De llevar dos metros cúbicos de agua por segundo
(en época de sequía) pasa a transportar 4.000 metros cúbicos
(entre diciembre y marzo)", explica el ambientalista Ortiz.
Esto significa
que en cuestión de días el Pilcomayo puede bajar con la fuerza
suficiente como para comerse pueblos enteros.
Pueblos devorados
Esto fue lo que
le pasó a la localidad de Pedro P. Peña hace poco más de diez
años.
Una vez capital
de provincia, ahora solo queda en pie una torre de agua tomada por
aves y edificios desnudos al cuidado de un destacamento del ejército
paraguayo. Tres oficiales, para ser exactos.
"Prácticamente
toda la población de San Agustín vivía aquí", le cuenta a
BBC Mundo el oficial Francisco Martínez.
Ahora, este punto
en el mapa solo tiene un motivo para seguir existiendo.
"Por
aquellos lados tenemos Argentina. Estamos a 500 metros (en línea
recta) aproximadamente", señala Martínez con su brazo
apuntando al sur.
Este panorama
desolador está presente como una amenaza en las cerca de 300
familias de Pozo Hondo, a unos 60 km más al norte.
Pero a diferencia
de Feliciano o Nirma, ellos se cansaron de esperar a las autoridades
nacionales y decidieron limpiar ellos mismo el río.
Con la ayuda de
los gobiernos de las provincias fronterizas de Salta, en Argentina, y
Boquerón, en Paraguay, consiguieron una máquina dragadora para
mantener el río a raya.
Moisés
Balderrama, intendente en de la provincia argentina de Salta, y
Alberto Jaimes, delegado en Pozo Hondo (Paraguay), no ocultan el
orgullo que sienten al ver la máquina anfibia en acción.
"Venimos con
21 años consecutivos de inundaciones en Paraguay, Bolivia y
Argentina", recuerda sonriente Balderrama. "Antes
construíamos anillos para protegernos del río, pero estas barreras
se rompían con la fuerza del agua".
"Y en los
últimos dos años -desde que iniciaron los trabajos en esta parte
del Pilcomayo- no hemos tenido inundaciones", continúa
Jaimes.
Paraguay sin
Pilcomayo: un "desastre"
"Esto es
pura propaganda", dice riendo Oscar Salazar desde su casa en
Asunción, quien al momento de hacer este reportaje era el jefe de la
Comisión del Pilcomayo de Paraguay.
"Una máquina
en el río no hace nada. Se necesitan 20 o 30 máquinas trabajando al
mismo tiempo".
Salazar le
explica a BBC Mundo que para que el Pilcomayo vuelva a fluir en
territorio paraguayo se necesita limpiar kilómetros de cauce.
Pero es
noviembre, las lluvias deben llegar en cuestión de un mes, y la
única actividad que se ve en la región es la iniciativa local de
Pozo Hondo.
"Por este
año (2017) estoy de acuerdo, es muy tarde. Pero estamos esperando
porque no tenemos el dinero", aclara.
"Para el año
que viene las cosas serán muy distintas porque el ministerio tiene
el dinero".
¿Puede entonces
Paraguay perder el Pilcomayo?
"Paraguay no
puede perder el Pilcomayo, si Paraguay pierde el Pilcomayo cerca de
un millón de animales podrían morir en los próximos dos o tres
años", responde Salazar.
"Si Paraguay
pierde el Pilcomayo tendríamos un desastre".
Poco después de
esta entrevista, Oscar Salazar fue destituido de su cargo como
director de la Comisión del Pilcomayo y un mes después, en una
carrera contra el tiempo, las máquinas dragadoras empezaron a
trabajar en El Pantalón.
Pero mientras los
canales no se abran del lado paraguayo, el río seguirá fluyendo -con sus toneladas de sedimentos- casi en su totalidad por la
pierna argentina.
Esto no son
buenas noticias para las 160 comunidades indígenas argentinas cuyas
vidas dependen de este río temperamental.
A este lado del
río el paisaje es tan inhóspito como el paraguayo, pero con una
diferencia: la ganadería es casi inexistente y las comunidades
indígenas están organizadas y altamente politizadas.
Whatsapp para
hacerse escuchar
En la localidad
de Vaca Perdida, Caín, el hijo del cacique, aprovecha la presencia
de la BBC para reunir a los hombres de su comunidad y exigir a las
autoridades locales que hagan bien los trabajos de mantenimiento del
Pilcomayo.
Apartando a las
gallinas y las cabras que se pasean entre las bolsas de basura,
extienden en el suelo de tierra una foto satelital del tamaño de un
mantel para explicar en qué puntos hay que reforzar las "barreras"
que las autoridades han erigido -y deben mantener- para proteger los
poblados cerca del Pilcomayo.
Las barreras son
carreteras de tierra elevadas de unos tres metros de altura que
funcionan de anillos de protección de los asentamientos indígenas.
"Le estamos
pidiendo a las autoridades que hagan el trabajo de mantenimiento de
las barreras aquí", dice Caín señalando un punto en la
imagen.
Para saber en qué
ánimo baja el río, los indígenas del lado argentino cuentan con
una red de monitoreo que involucra a comunidades en Bolivia y
Paraguay, donde se comparte información sobre el estado del tiempo
en las distintas zonas por donde pasa o debería pasar el río, la
cantidad de agua y la abundancia de peces.
Al principio lo
hacían por radio y leyendo imágenes satelitales. Ahora, con la
instalación de antenas de comunicación, también cuentan con un
grupo en la aplicación de mensajería instantánea Whatsapp.
Carlos Ortiz,
miembro del grupo de monitoreo, le explica a BBC Mundo que a
principios de 2017 el sistema de barreras falló e inundó a una
pequeña comunidad de 15 familias.
Gracias a esta
red, cuenta que lograron avisar a las autoridades y evacuar a las
personas.
"Este
proyecto de monitoreo es muy importante porque nos da la oportunidad
de compartir nuestro conocimiento sobre el río, significa que
tenemos una voz ante las autoridades locales", explica Ortiz.
Si bien no tienen
poder de decisión, las autoridades los escuchan y siguen lo que se
comparte en este grupo.
Tan cerca y lejos
del río
Este sistema de
barreras, junto con el proyecto Pantalón ha alentado a las
comunidades que históricamente eran nómadas a crear hogares más
permanentes, lejos del cauce del Pilcomayo.
Lo que significa
que su principal fuente de alimento, el sábalo, a menudo quede a
kilómetros de distancia.
A fin de seguir
proveyendo de alimento a sus familias, en época de sequía los
indígenas levantan campamentos de pescadores cerca del canal poco
profundo.
En uno de estos
campamentos vive Simón, a quien le cuesta comunicarse en castellano.
"Aquí llevo
viviendo unos cuatro meses", dice con voz tímida mientras
arregla su carnada en el anzuelo y lo lanza al río.
Tras probar
varias horas, regresa a su campamento con las manos vacías.
Pero al menos, en
este lado hay agua.
Al otro lado, en
territorio paraguayo, está Nirma.
Como todas las
mañanas, enciende la bomba que saca agua del subsuelo, sólo que
esta vez el chorro se reduce en cuestión de minutos.
"En El Chaco
no hay nada fácil, el chaco es un desafío, y si no quieres un
desafío, entonces no hay que venir a probar aquí".
"Lo que
queremos es salvar lo que tenemos y no tener más ataques de yacarés
ni de tigres, y que el día de mañana nuestros nietos y bisnietos
puedan llegar a conocer (esta región), y no aprender de ella en un
libro".
Un mes después
de visitar la región, en Pozo Hondo empezaron a llegar las primeras
crecidas del río.
En la comunidad 9
de Junio, donde se encuentra la finca de Nirma, las primeras lluvias
permitieron que su estanque se llenara con un poco más de agua.
Pero la llegada
temprana de la temporada lluviosa significa que los trabajos en El
Pantalón se dificultan.
El río no
espera, y viene cargado con lo necesario para seguir bloqueando sus
venas.
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Fuente:
Gabriela Torres y Linda Pressly, Pilcomayo, el río "indomable" en la frontera de Paraguay y Argentina que produce cruentas sequías pero también terribles inundaciones, 18/01/18, BBC Mundo.
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