Desmonte en la finca Saucelito, Salta, septiembre 2014. Noemí Cruz, de la Campaña de Bosques de Greenpeace |
La ley que los protege los árboles nativos cumple diez años sin resultados contra la frontera agrícola.
por Ramiro Barreiro
Imaginemos que un
día dejan de existir Boston, Tokio, Los Angeles o Chicago y que, en
lugar de esas grandes ciudades, se extienden largos campos con soja,
maíz o girasol. Imaginemos, también, que las poblaciones que allí
viven quedan confinadas en un pequeño terruño contaminado. Difícil
de creer. Sin embargo, es lo que ocurre con los bosques nativos de
Argentina desde hace ocho años, en los que ya se han perdido 750.000
hectáreas. La superficie es comparable a cualquiera de las ciudades
citadas o a la cantidad de tierra productiva de la zona centro del
país que se inundó en 2017 por, entre otras causas, ese mismo
desmonte.
La organización
ecologista Greenpeace elaboró a finales de noviembre un informe al
cumplirse diez años de la sanción de la Ley de Bosques. Se basó en
imágenes satelitales e información oficial que dan cuenta de esa
depredación, que el ministerio de Ambiente no niega. Las cifras
hablan de la vulnerabilidad de los ecosistemas argentinos ante el
avance de la frontera agrícola y ganadera, El problema es
especialmente grave en la selva chaqueña, en el noroeste del país.
“La región
chaqueña está conformada por las cuatro provincias con mayor
cantidad de bosques (Santiago del Estero, Salta, Formosa y Chaco) y
son las que todavía tienen tierras con mayor aptitud agrícola o
ganadera. Se ha promovido un desplazamiento de la actividad, lo cual
genera una presión sobre esos ambientes”, dice Diego Moreno,
secretario de política ambiental del ministerio de Ambiente. “Son
tierras que deberían tener una vocación forestal, pero es una
actividad que no rinde al mismo nivel que la actividad agropecuaria”,
explica. Una de las razones, según Moreno, es que “se generó un
sector foresto industrial con muchos problemas de informalidad, falta
de valor agregado y baja eficiencia en el uso del recurso”.
Lapachos,
quebrachos y algarrobos, especies que tardan 40 años en alcanzar su
madurez, ceden su espacio al oro verde. “El bajo precio de la
tierra es el cebo”, explica Hernán Giardini, director de la
campaña de bosques de Greenpeace. “Mientras que una hectárea en
la zona pampeana (una de las regiones más fértiles del mundo)
oscila entre 10.000 y 15.000 dólares, en la zona norte, una hectárea
con bosque está entre 300 y 500 dólares. Otros 500 dólares por
hectárea se van en la deforestación y es por eso que algunas fincas
ocupan 10.000 hectáreas, o sea, media ciudad de Buenos Aires”,
completa.
Bosques sin
protección
La protección de
los bosques nativos nunca fue un tema prioritario en Argentina, al
punto que la tutela corre por cuenta de cada provincia. El año
pasado, el actual ministro de Ambiente, Sergio Bergman, dio la nota
cuando pidió “rezar” como medida más útil para evitar los incendios forestales. El kirchnerismo, en tanto, retiró en 2010 la
mitad del presupuesto para la conservación y lo destinó a Fútbol
Para Todos, el programa de televisación gratuita de la Liga. Hoy se
destina apenas el 6% de lo que exige la ley sancionada hace una
década, y que algunas provincias desconocen.
La ayuda de los
satélites es la última oportunidad para salvar a los árboles del
destierro. “Es la primera vez que Argentina tiene un instrumento
como el ordenamiento territorial implementado en las provincias del
país. Más de 50 millones de hectáreas, la superficie nativa total,
están ordenadas según su categorización ambiental”, dice Moreno.
La oficina que dirige pretende tener listo un sistema de alerta
temprana de deforestación para intervenir antes de que se consuma el
daño. “También queremos promover sistemas de fiscalización mas
eficientes, porque hoy cada provincia controla el comercio y la
intención es tener un sistema único”, adelanta.
“Muchos
gobiernos provinciales sacaron leyes inferiores a la ley nacional
para permitir los desmontes. Es una forma de legalizar la
ilegalidad”, analiza Giardini. “Hay provincias que funcionan muy
bien y otras con las que tenemos una relación mas compleja. Hay
casos como el de Salta que, por medio de decretos, ordenó la
recategorización de predios y el ministerio considera que son
contrarias a la ley de bosques. Estamos conversando para resolverlo”,
asume Moreno.
La Ley de Bosques
es el principal instrumento de política publica del que se vale
Argentina para conservar sus bosques. Antes de la sanción, se
desmontaban a razón de 300.000 hectáreas por año. Ese número
disminuyó en forma notoria durante los últimos tres años: 190.589
hectáreas en 2014; 157.947 hectáreas durante 2015; y 136.473
hectáreas en 2016. Con todo, Argentina permanece entre los diez
países que más árboles talaron en el último cuarto de siglo, con
7,6 millones de hectáreas de bosques nativos. La misma superficie
que toda República Checa.
“O incrementas
el cultivo de soja o cumplís con la Ley de Bosques”, plantea
Giardini, “Muchas veces las multas que se aplican por talar son
irrisorias y muy menor a las ganancias que deja la soja. Entonces,
necesitamos un debate en el Congreso donde se considere delito penal
la deforestación, porque, si se resuelve con dinero, pasa a formar
parte de la inversión”.
Fuente:
Ramiro Barreiro, Guerra entre la soja y los bosques en el norte de Argentina, 07/01/18, El País.
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