La arena parece
un recurso ilimitado, pero la estamos utilizando a un ritmo
insostenible. ¿Durante cuánto tiempo puede funcionar?
En algunas zonas
costeras de la ciudad marroquí de Tánger parece que falta algo. El
mar está presente y las olas golpean la orilla, estrellándose y
salpicando el litoral como lo han hecho desde tiempos inmemoriales,
pero no es un lugar para disfrutar de largos paseos sobre la arena.
Porque no la hay.
En lugar de una
playa de arena blanca, hay formaciones rocosas que se asemejan a un
paisaje lunar. Aunque pueda ser espectacular para contemplar, no es
un fenómeno natural, sino que son playas antiguas que han quedado
desnudas por el robo a gran escala de arena.
¿Pero por qué
querría alguien robar arena? "Tenemos mucha arena, pero también
mucha demanda”, dice a DW Hermann Kessler, de la Agencia Federal
Alemana de Medio Ambiente (UBA, por sus siglas en alemán).
Se usa para todo.
Desde la pasta de dientes y productos de limpieza hasta la vajilla,
fregadero de cocina y taza del inodoro, desde ventanas y botellas de
cerveza hasta chips de ordenador que controlan todo, teléfonos
inteligentes y automóviles.
Pero el mayor
consumidor es la industria de la construcción, que necesita arena
para producir ladrillos, asfalto y hormigón. Se necesitan alrededor
de 200 toneladas de arena para construir una casa unifamiliar, un
kilómetro de carretera requiere 30.000 toneladas, mientras que una
central nuclear, 12 millones de toneladas.
Según un informe
reciente del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente
(PNUMA), el consumo mundial anual de arena y grava supera los 40.000
millones de toneladas.
"La arena es
un recurso fósil. Se necesitan millones de años para que se forme,
pero una mina se puede agotar en décadas”, dice Kiran Pereira,
fundadora de "Sandstories.org”, una iniciativa para
concienciar sobre este problema. "Necesitamos reconocer y
valorar los servicios ecosistémicos que ofrece la arena, muchos de
los cuales son irremplazables”, señala la investigadora.
Construcción,
corrupción y delincuencia
La gravedad de la
situación varía mucho dependiendo del lugar.
"En
Alemania, no nos quedaremos sin arena”, dice Kessler, responsable
de Conservación de Recursos, Ciclos de Materiales, Industria Mineral
y Metalúrgica de la UBA. "Pero globalmente, la situación es
muy diferente”, aclara.
El mayor
importador mundial de arena es Singapur. En los últimos 40 años, la
pequeña y superpoblada isla ha recuperado tierras a gran escala
–proceso por el cual se rellenan las aguas poco profundas con
arena, o piedras, para poder construir sobre el terreno recién
creado. Este proceso requiere grandes cantidades de arena y el país
estado insular ha expandido su territorio unos 130 kilómetros
cuadrados.
Durante mucho
tiempo, la mayor parte de la arena provenía de los países vecinos
como Indonesia, Malasia, Vietnam y Camboya, pero ahora estos cuatro
países han prohibido la exportación a Singapur, lo que ha aumentado
el precio de la tonelada de 2,55 (3,00 dólares norteamericanos) a
161 euros (191,71 dólares norteamericanos). Y este aumento no ha
estado exento de repercusiones.
"El negocio
de la arena es muy corrupto”, afirma Kessler, añadiendo que a
menudo es ilegal. Y muchos de los actores "no temen ni las
amenazas ni el asesinato”.
Las bandas
criminales roban arena en países que van desde Jamaica hasta
Nigeria. La India incluso tiene una mafia de arena conocida por su
crueldad. Algunas pandillas conducen excavadoras y camiones grandes a
la playa y recogen todo lo que pueden en una sola noche. Mientras
tanto, otras usan herramientas manuales sencillas para llenar bolsas,
que cargan sobre mulas para su transporte hasta las obras de
construcción más cercanas.
Impacto ambiental
Otro método de
extracción consiste en utilizar barcazas de dragado por succión,
que actúan como aspiradoras gigantescas succioando la arena del
fondo marino en aguas poco profundas.
"Cualquier
cosa que sea bombeada por una de estas barcazas está muerta”, dice
Kim Detloff, jefe de conservación marina de la Unión Alemana para
la Conservación de la Naturaleza (NABU). Y también pueden causar
estragos en el lecho marino. "Hay estudios que muestran que los
hábitats de arena no se recuperan después de haber pasado por este
proceso”.
Esta práctica,
así como la de cargar media playa en camiones en plena noche, pueden
conducir a la erosión costera. Si se elimina demasiada arena de las
pendientes poco profundas, puede provocar que el fondo marino situado
a mayor altura y, como consecuencia la playa, se deslicen hacia el
mar, dejando así la costa indefensa frente a la fuerza de las olas.
Por otro lado, la
minería terrestre puede ser menos dañina si se hace de manera
eficiente y respetuosa con el medio ambiente, pero no siempre es así.
"Si se corta
la capa freática, cosa que ocurre normalmente, siempre existe el
peligro de que los contaminantes puedan entrar en el agua
subterránea”, explica Till Hopf, responsable de la conservación y
el uso del suelo de NABU. Estos pueden ser productos químicos que se
liberan durante la extracción de arena, o contaminantes biológicos
como bacterias, que son normales en las aguas superficiales, pero que
se filtran a medida que el agua de la superficie atraviesa las
diferentes capas del suelo.
Solución
compleja
Lamentablemente
no existe una solución milagrosa que pueda resolver este problema,
aunque hay varios esfuerzos en marcha para encontrar alternativas.
Dos empresarios
alemanes están experimentando actualmente con arena del desierto.
Sus granos, pulidos por el viento, suelen ser demasiado lisos para
ser utilizados para hormigonar. Es por eso que los estados desérticos
ricos del Golfo Pérsico, que en realidad tienen mucha arena, se
encuentran entre los mayores importadores del mundo.
Aunque es muy
pronto todavía, la solución podría ser la combinación de granos
lisos del desierto con resina sintética. El resultado es un hormigón
de polímero aún más duradero que la variante convencional.
Otra opción es
el reciclaje de hormigón, pero para que esto funcione desde el punto
de vista económico y ambiental, es necesario que haya suficiente
hormigón viejo cerca de la nueva obra de construcción. Del mismo
modo, un mayor uso de madera en las edificaciones y unos métodos de
extracción más eficientes también podrían ayudar a reducir el
consumo de arena.
Hasta ahora, los
mineros principalmente se han concentrado en un tamaño de grano
específico descartando el resto. Pero ese resto también podría ser
utilizado en la construcción, lo que reduciría la extracción
total.
Desafortunadamente,
ninguno de estos enfoques ofrece una solución inmediata a un
problema de gran magnitud, ya que la industria de la construcción se
basa en la cimentación con hormigón. Arquitectos, ingenieros y
constructores saben trabajar con este material y tienen las
herramientas para ello, lo que a menudo los hace reacios a innovar.
En ese sentido,
el hormigón -y por extensión la arena- se parece mucho al
petróleo. Lo usamos para resolver muchos problemas diferentes para
los cuales se necesitaría un esfuerzo adicional para encontrar
alternativas.
"Necesitamos
arena, no podemos prescindir de ella”, dice Kessler. "Pero eso
no significa que no debamos intentar usarla de forma más ecológica”,
concluye.
Fuente:
Harald Franzen, ¿Puede desaparecer la arena?, 29/11/17, Deutsche Welle. Consultado 02/11/17.
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