Las cuatro balsas
de viejos fertilizantes de fosfoyesos contaminan el aire y la salud
de los vecinos de esta ciudad. Se trata de viejos residuos de la
empresa Fertiberia ubicados a tan solo un kilómetro del núcleo
urbano.
por María Serrano
Velázquez
Huelva tiene en
pleno siglo XXI un vertedero tóxico y radiactivo tan amplio como la
extensión de su propia ciudad. Todos conocen la problemática de las
balsas de fosfoyesos, viejos residuos de la empresa Fertiberia,
ubicados a tan solo un kilómetro del núcleo urbano. Incluso en
Andalucía, a nivel político y ambiental, se conoce al detalle su
alta contaminación para la salud humana y el medio ambiente pero ¿y
en el resto de España?
José Manuel
Cantó Romera, doctor en geología, recuerda a Público como ya en
1995 alertó del riesgo de colapso de la balsa de residuos de Boliden
en Aznalcóllar (Sevilla) antes de su rotura. Un primer desastre
ambiental que inundó de lodos contaminantes 4.402 hectáreas
cercanas a Doñana sin lograr paralizar el desastre.
Lo mismo, por
razones idénticas, podría ocurrir en un plazo corto de tiempo con
los fosfoyesos si la sobrecarga de estos materiales rompiera las
balsas y se produjera el vertido brusco de los residuos a las aguas
del estuario del Río Tinto.
Cantó señala
que el aporte millones de metros cúbicos de fosfoyesos solidificados
al estuario de Huelva, afectarían de forma “catastrófica”, al
normal funcionamiento del canal de navegación del Puerto de Huelva
dejándolo inutilizable durante meses, con el consiguiente desastre
económico para la actividad industrial que allí se genera.
Alfonso Aramburu,
reconocido arquitecto y pintor en la ciudad, era regatista hace más
de tres décadas, deporte que practicaba junto a su primo Ricardo.
Nunca pudo imaginar en su juventud que aquel río podía albergar uno
de los más graves ‘ecocidios’ cometidos en España. “Hace
veinte años mi primo hermano y yo navegábamos por la punta del
Cebo, a escasos metros de los fosfoyesos”.
Ricardo murió
sin remedio de la metástasis que le había creado un cáncer de
pulmón. “A mí me cogieron a tiempo y pudieron operarme y hoy
puedo contar el trance que supone para demasiada gente en Huelva el
tema de esta enfermedad. Todos conocen de dónde procede pero muchos
siguen queriendo que el polo químico aporte trabajo sin salud a un
alto porcentaje de la población”.
Una producción
que se remonta a la etapa franquista
Alrededor de 120
millones de toneladas de fosfoyesos, junto a otros varios millones de
toneladas de diferentes residuos peligrosos y radioactivos, llevan
apilados desde 2010 en un área de 1.200 hectáreas en las marismas
del margen derecho del río Tinto. Una producción industrial que se
remonta a 1965. A menos de un kilómetro del centro de la ciudad de
Huelva, con 150.000 habitantes.
La proximidad del
área urbana a este cúmulo de residuos ha levantado una polémica
considerable por sus consecuencias directas para la salud de la
población local. Sin embargo, la mayoría de los estudios han
llegado a la conclusión de que las poblaciones que viven cerca de
los apilamientos no están expuestas a ningún riesgo significativo
para la salud.
Autoridades como
la Consejería de Salud de la Junta de Andalucía defienden que no
está demostrada la relación entre el incremento de mortandad y la
contaminación, y lo achaca a fumar o malos hábitos de vida de sus
ciudadanos.
Las secuelas de
este entramado radiactivo dan, sin embargo, otro tipo de datos,
situando a la ciudad de Huelva en los rankings de casos de cáncer en
España -hasta un 13 % por encima de la media nacional en algunos
tipos de tumores. Según el Centro Nacional de Epidemiología del
Instituto de Salud Carlos III, “la probabilidad de contraer un
cáncer de pulmón, laringe o tejido conjuntivo en la ciudad Huelva
triplica al de los habitantes del centro de la península”.
Aramburu lleva
décadas pintando paisajes de Huelva y viendo la evolución de su
propia ciudad. Este onubense ha tenido que ver como muchos de sus
amigos se han ido dejando la vida, no solo su primo Ricardo en la
batalla contra el cáncer. La denuncia sobre la propagación de
enfermedades, también respiratorias, es latente entre los vecinos de
barrios tan cercanos a las balsas como el de Pérez Cubillas que las
ven desde su ventana . “La gente de Huelva, es pasiva y no entiende
bien lo que pasa aunque los colectivos lo expliquen y la gente ve que
no es sano vivir cerca de este vertedero”.
Aramburu defiende
que desde los colectivos ecologistas reclaman que “haría falta más
de 2.500 millones de euros para gestionar de manera adecuada los 120
millones de toneladas de desechos de Fertiberia. Y, sin embargo, no
llegan a 40 millones los que se van a destinar”.
El riesgo
inminente del colapso
Colectivos como
Mesa de la Ría han alertado del inminente "riesgo de colapso"
a partir de informes científicos realizados en la zona. El
secretario de esta asociación, Juan Manuel Buendía, ha señalado a
Público que "a la pasividad de las distintas administraciones a
la hora de actuar, se une además la imposibilidad del comité de
expertos convocados por el Ayuntamiento de Huelva, para poder
realizar las mediciones necesarias en el interior de las balsas de
fosfoyesos, al no habérseles permitido hasta hoy el acceso a las
mismas por parte de Fertiberia".
Cantó señala
que no fue hasta hace siete años cuando la empresa Fertiberia cesó
la actividad en estas balsas, hoy inactivas sin obtener ninguna
solución. “Después de dos décadas de buscar soluciones
sostenibles y alternativas a la acumulación de residuos, el complejo
industrial de fertilizantes de Huelva cesó el vertido de fosfoyeso
sobre marismas el 31 de diciembre de 2010 tras una decisión de la
Audiencia Nacional”. Sin embargo, ahora la problemática se centra
en ver qué se hace con los 120 millones de toneladas de este residuo
sin dañar el medio ambiente natural.
Cantó lleva años
denunciando la situación ambiental de Huelva, siendo anteriormente
director técnico de la Agencia de Medio Ambiente de la Junta y
responsable de elaborar un Plan Corrector de Vertidos del Polo
Químico. A pesar de la seria advertencia del colapso, señala y
remarca como la primacía del interés económico industrial se
antepone frente a un riesgo de rotura en las balsas que podría
llevar a la ciudad de Huelva a “una situación bastante crítica”.
Cantó recuerda
que una brusca rotura por fractura, con el consiguiente derrame de
millones de toneladas de fosfoyesos en el estuario del Tinto,
afectaría sin duda “a las zonas aledañas del Estuario del Odiel y
Canal del Padre Santo y al débil ecosistema del Parque Nacional de
Doñana, que acarrearía además una incidencia directa sobre el
canal de navegación del Puerto de Huelva”, e innegables
consecuencias negativas.
Este geólogo
puntualiza que “si el desastre del Prestige costó al Gobierno y la
Xunta casi 3500 millones de euros remediarlo, la rotura de estas
balsas exigiría un presupuesto aún más elevado por los abundantes
daños colaterales”.
La posible
solución
Varios
científicos de las Universidades de Huelva y Sevilla proponen la
captación de CO2 como una de las alternativas de eliminación física
de los fosfoyesos de estas balsas evitando con ello el fuerte
sobrepeso bajo los blandos sedimentos del Tinto.
“La propuesta
se basa en el tratamiento de estos residuos generando productos con
valor añadido y, a la misma vez, captando CO2 para, finalmente,
retirar lo que no fuera utilizable”.
El resultado
permitiría la creación de otros compuestos, con introducción en el
mercado como la calcita en polvo y el sulfato sódico. Además de
ayudar a la eliminación de millones de toneladas “de CO2, gas de
efecto invernadero, uno de los responsables del calentamiento
global”, transformando las balsas de fosfoyesos en un sumidero
captador de CO2.
Pero ¿cuánto
podría tardar en realizarse este vaciado? Afectados por la
problemática como Alfonso Aramburu relatan que “este proceso
podría durar entre 35 y 40 años”, cuando el riesgo es más que
“inminente”.
A día de hoy,
desde el Ministerio de Medio Ambiente no han dado respuesta al
informe aportado por Mesa de la Ría a la Declaración de Impacto
Ambiental del proyecto de cubrición de vertidos presentado por
Fertiberia. Una solución que provocaría una “alarmante
situación”, muy particularmente en la denominada zona dos de las
balsas, donde se han acumulado residuos, hasta alcanzar los 30 metros
de altura.
La pasividad de
las administraciones
Esta peligrosa
inestabilidad no ha permitido que la nueva Ministra de Medio
Ambiente, Tejerina, aporte soluciones a pesar de haber sido directiva
de Fertiberia. “En la actualidad, aboga por enterrar las balsas
ilegales con capas de tierra, arruinando para siempre las marismas
del Tinto al mantener la contaminación lateral por metales pesados”,
señala el comunicado de Mesa de la Ría.
El ayuntamiento
de Huelva, por su parte, espera el dictamen de un comité de expertos
que ya emitió un primer balance el pasado mes de marzo. A través de
un comunicado a Público, el gobierno local ha resaltado que “la
mesa de expertos será la única línea que aportará soluciones
futuras a la problemática de los fosfoyesos”.
El análisis de
los resultados dirigido por el catedrático del área de
Estratigrafía y Sedimentología de la Universidad de Huelva, José
Borrego, permitirá estudiar las deformaciones por la “sobrepresión
de los apilamientos sobre el entorno geológico de las balsas”.
Borrego afirma que se han instalado dispositivos “que medirán la
velocidad de ascenso de deformación que ya están produciéndose”.
Fuente:
Fuente:
María Serrano Velázquez, Los expertos alertan de que un vertedero tóxico y radiactivo amenaza la Ría de Huelva, 20/12/17, Público. Consultado 23/12/17.
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