Choga Lal Saini
dejó su trabajo de oficina para cultivar frutas en el desierto. 16
años después, ha creado un oasis y se ha convertido en una fuente
de conocimiento agrícola, que comparte con otros agricultores.
Dunas de arena y
algún arbusto seco disperso hasta donde alcanza la vista. El gran
desierto de Thar, que forma la frontera natural entre la India y
Pakistán, es un lugar inhóspito. Pero es aquí donde Choga Lal
Saini decidió crear su propio oasis, una plantación de frutas.
Después de 10
años como funcionario en la administración local, en 2001 decidió
que era el momento para un cambio radical. "Quería servir a la
madre tierra”, cuenta Choga, que ahora tiene 69 años. "Mi
sueño era crear un oasis de árboles frutales en el desierto”.
Su familia había
sido dueña de una tierra desde generaciones, que estaba a su
disposición. Pero se encontraba en el desierto, en un clima cálido
y húmedo, sin apenas vegetación, exceptuando algunos arbustos
desérticos solitarios. La tierra no era apta para la agricultura, y
mucho menos para el cultivo de árboles frutales. Sin embargo, Choga
no se dio por vencido.
Inicios muy
lentos
La falta de
experiencia agrícola de Choga, no hizo más que dificultar los
inicios. Sin embargo, en vez de rendirse, Choga experimentó mucho.
"La arena y
la escasez de agua no permitían que creciera nada, pero cultivé
variedades de árboles jóvenes aptos para el desierto”, explica.
También afirma que estas plantas tienen el beneficio adicional de
tener mejor sabor. Al principio, la mitad de los arbolitos se
marchitaban porque no podían soportar las condiciones extremas.
"Cometí el error de limpiar las hojas secas y el mantillo del
suelo”, lamenta. Eso habría protegido la tierra del calor extremo.
"Cuando dejé de hacerlo, las plantas sobrevivieron”, añade.
En el caso de las
granadas y de los mangos, Choga cubrió cada pieza de fruta con ropa
vieja para protegerla de los pájaros. También luchó contra las
termitas, a las que combatió rociando aceite de keroseno sobre sus
plantas. "También usé caoba molida como herbicida”,
recuerda. "Nunca he utilizado estiércol de vaca, sino
excrementos de cabra que, a diferencia del estiércol de vaca, no se
disuelven en agua y alimentan las plantas durante más tiempo.
Siempre mantengo mis árboles libres de maleza y parásitos para que
crezcan apropiadamente”, aclara.
Las malas hierbas
las arrancó a mano en lugar de usar pesticidas. Choga generalmente
intenta aplicar métodos orgánicos para su agricultura. Pero la
escasez de agua es su mayor problema.
Agua en el
desierto
"Al
principio, todo esto era desierto. No podía crecer nada”, recuerda
Choga. "Casi no había agua y lo poco que había se filtraba por
el suelo”. Durante los primeros años, la región experimentó
varias sequías severas, durante las cuales ni los pozos más
profundos proporcionaban suficiente agua para conseguir el sueño de
Choga.
La situación
cambió en 2006, cuando severas lluvias torrenciales provocaron
inundaciones devastadoras, pero también llenaron notablemente el
acuífero. Esto fue una bendición para los agricultores de la
región, incluido Choga.
No obstante, el
agua sigue siendo un bien escaso, por lo que el agricultor ha tenido
que tomar medidas adicionales. Por un lado, construyó cinco presas
de tierra para retener el agua de la lluvia las pocas veces que caen
precipitaciones. Además, empezó a utilizar alta tecnología.
Conocimiento
israelí para el desierto de la India
"Durante
cierto tiempo, tuve que regar cada planta individualmente”,
recuerda. Eso cambió después de un viaje de diez días a Israel,
donde conoció el riego por goteo en el centro de capacitación de la
Corporación Internacional de Desarrollo Agrícola.
El riego por
goteo es un sistema que transporta el agua directamente a las raíces
de las plantas, ya sea por la superficie o bajo tierra. Además, el
agua gotea lenta y uniformemente, en lugar de salir en grandes
cantidades en poco tiempo de una tubería, por lo que permite a las
plantas absorber tanta agua como necesiten, evitando la evaporación
o filtración del preciado recurso.
"No
desperdicio ni una gota de agua”, señala Choga con orgullo.
Un oasis en el
desierto
Y sus esfuerzos
dan fruto, literalmente. Hoy en día, más de 2000 árboles frutales
crecen en sus 28 hectáreas de tierra. Cultiva granadas, mangos,
azufaifos (o jujubes), grosellas indias y muchas plantas medicinales.
Los azufaifos y las grosellas espinosas, también conocidas como uvas
espina, le ayudaron finalmente a obtener un beneficio, después de
más de 10 años.
Choga está
particularmente orgulloso de sus grosellas espinosas. Está
convencido de que pueden curar varias enfermedades. "Mis
grosellas son las mejores. Tienen propiedades curativas porque las
cultivé en el desierto. Solía tener muy mala visión y tenía que
llevar gafas. Además, mis articulaciones de rodilla solían doler
tanto que apenas podía caminar. Pero después de comer las
grosellas, mi vista ha mejorado y mis articulaciones también. Ahora
puedo caminar fácilmente y ver objetos lejanos con claridad”,
afirma.
Al margen de los
supuestos beneficios medicinales, el éxito de Choga como agricultor
lo ha hecho famoso en la zona y las granjas locales vienen a verlo
para pedirle consejo.
"Cuando me
enteré de que los árboles frutales de Choga Lal crecían en el
desierto, no perdí el tiempo y fui a verlo en persona”, dice el
granjero Minka Ram, que vive a unas 15 millas de distancia. Ha estado
viniendo a la granja de Choga durante los últimos cinco años para
aprender a cultivar con éxito. "Él nos guía en el manejo del
agua, el control de enfermedades, la variedad de arbolitos y la
selección de abono”, cuenta.
Cambio en el
clima
Hoy en día, los
agricultores cultivan granadas en 3.300 hectáreas de tierra, palmas
datileras en 72 hectáreas y grosellas espinosas en 500 hectáreas en
el distrito de Barmer. Muchos de sus colegas han adoptado el modelo
agrícola de Choga y esto, a su vez, tiene un impacto notable en el
medio ambiente, según Pradeep Pagaria, científico y director del
Centro de Desarrollo Agrícola de Barmer.
"Choga y los
campesinos de la zona han cambiado el paisaje del desierto. La
probabilidad de lluvias en el área ha aumentado considerablemente y
la humedad del suelo se ha incrementado en un 20 por ciento”. Según
Pagaria este cambio no se debe únicamente a los agricultores, pero
sí que han contribuido a él.
Y, es más:
cuanto más verde es el desierto, más especies atrae. Ya se pueden
ver pavos reales vagando por el oasis, así como venados y muchas
especies de aves, un paisaje inusual en un desierto. Pero ciertamente
el oasis de Choga ya no es un lugar inhóspito.
Fuente:
Jasvinder Sehgal, El agricultor del desierto: de un trabajo de oficina a una plantación frutícola, 20/12/17, Deutsche Welle. Consultado 23/12/17.
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