El compromiso con
la vida y nuestra propia supervivencia comienza en un profundo y
activo compromiso con nuestros bosques.
Hace un mes,
desde esta página advertimos que era necesario articular con
urgencia campañas públicas contra el fuego de nuestros bosques y
serranías.
Ya se habían
quemado unas 13.500 hectáreas, muchas más que las 11 mil que
ardieron en 2016, y aún faltaban 100 días para finalizar el año.
Pues bien, los
incendios han continuado, de modo que la superficie dañada ya supera
las 16 mil hectáreas. Y desde el Plan Provincial de Manejo del Fuego
sostienen que en el oeste y noroeste provincial, por la pronunciada
sequía, el riesgo de nuevos focos se mantendrá hasta diciembre.
¿Cuánto más
puede sobrevivir el de por sí ya mermado bosque nativo si pierde
esta cantidad de terreno año tras año? Según datos del Foro
Ambiental Córdoba, a fines de 2016, apenas quedaba el 2,27 por
ciento de la cobertura original. Si tanto nos preocupan el desmonte,
la tala y el sobrepastoreo, ¿por qué no nos preocupan de igual
manera los incendios?
Como señalamos
en aquella oportunidad, el incendio de las sierras no sólo perjudica
a la vegetación y a la fauna sino también a los ríos y a los seres
humanos.
El abrupto corte
del suministro de agua que padeció durante más de un día casi toda
la ciudad de Córdoba es un ejemplo de que las consecuencias del
fuego se sienten a considerable distancia y tiempo después.
La pérdida de
clases en numerosas escuelas y la falta de atención en varios
edificios públicos deben computarse entonces como parte de los
problemas que nos causan los incendios.
Por ello, en
aquel editorial, concluíamos diciendo que restaurar el equilibrio
ecológico en las áreas dañadas requería un plan de acción
preciso, en el que deberían trabajar las autoridades, las
comunidades serranas y los especialistas para que no imperase la
improvisación.
Ante el
agravamiento del problema, cabe afirmar que se hizo poco en ese
sentido. No sólo creció la superficie quemada. Las cenizas quedaron
a merced de las lluvias, que las arrastraron al lecho de los ríos, y
entonces anegaron las tomas de agua para consumo.
Como si eso no
bastara para pintar un preocupante panorama, el Gobierno provincial
dejó de cobrar el impuesto al fuego y anunció que los fondos
necesarios saldrían del presupuesto general. Pero la Federación de
Bomberos Voluntarios ha alertado que aún no hay precisiones al
respecto.
En consecuencia,
no se puede minimizar más el problema. El compromiso con la vida y
nuestra propia supervivencia comienza en un profundo y activo
compromiso con nuestros bosques.
Una acción
semejante no requiere declaraciones, sino un plan tan concreto como
realizable.
Fuente:
Un plan de verdad, 01/10/17, La Voz del Interior. Consultado 03/10/17.
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