El
plástico pasa al medio ambiente con mucha frecuencia en forma de
basura.
por Rachel
Adams
Las
micropartículas de plástico se están abriendo paso hasta el agua
potable. Ya sabíamos que había fragmentos minúsculos de este
material que llegaban a los mares, donde podían ser ingeridos por la
fauna marina yendo así a parar a los alimentos que consumimos los
humanos. Pero ahora resulta -lo cual quizá sea más alarmante-
que un estudio reciente ha dado a entender que también es habitual
que las partículas o las fibras de plástico se encuentren en el
agua potable.
¿Hasta
qué punto deberíamos preocuparnos? El estudio lo llevaron a cabo
varios investigadores universitarios, pero en vez de ser revisado por
otros investigadores en una revista científica, lo encargó y lo
publicó una empresa de medios de comunicación. Esto quiere decir
que necesitamos más estudios antes de que podamos estar seguros de
que las micropartículas de plástico en verdad están tan extendidas
como indica el nuevo trabajo.
Desde
luego, cabe la posibilidad de que muchas muestras de agua potable
contengan plástico, dado que se trata de un material de lo más
común que pasa al medio ambiente con mucha frecuencia en forma de
basura así como de las fibras procedentes de las prendas de vestir
confeccionadas con materiales artificiales. Seguramente los
tratamientos potabilizadores no consiguen eliminar las partículas.
Por ejemplo, las técnicas de sedimentación consisten en permitir
que las motas de arcilla, limo o materia orgánica se depositen en el
fondo de un tanque de purificación. Muchas micropartículas de
plástico son menos densas que el agua, así que flotan y no se
pueden eliminar.
Pero
lo que tampoco sabemos es qué ocurre con esos microfragmentos una
vez que están en el intestino. Podría ser que pasasen a través del
cuerpo sin ser absorbidos, igual que la fibra no digerible de los
alimentos. Sin embargo, cuanto más pequeños sean, más probable es
que lleguen al torrente sanguíneo e incluso a las células.
El
estudio en cuestión buscaba partículas de plástico mayores de 2,5
micras, que son unas 10 veces más pequeñas que las células que
revisten el intestino. Las nanopartículas de 0,1 micras o menos es
más probable que penetren en las células, pero no sabemos si están
presentes en el agua potable porque los investigadores no las
buscaron.
Las
sustancias artificiales llevan introduciéndose en el cuerpo humano
por lo menos 400.000 años, cuando los moradores paleolíticos de las
cavernas inhalaban la partículas de hollín de las primeras hogueras
que se encendieron en las cavidades. Pero hay muchos casos de
corpúsculos con efectos nocivos para la salud. Por ejemplo, las
motas de arcilla provocan podoconiosis (una forma de elefantiasis) a
alrededor de 1,5 millones de africanos. En cuanto a la inhalación de
partículas de asbesto, es la causa de una forma muy agresiva de
cáncer de pulmón.
También
tenemos pruebas fehacientes de que la exposición a las partículas
en suspensión es perjudicial, y de que estos corpúsculos llegan a
la sangre. Los investigadores han encontrado partículas procedentes
de los motores de combustión en cerebros humanos. La Organización
Mundial de la Salud (OMS) calcula que cada año se producen más de
seis millones de muertes relacionadas con la contaminación
atmosférica. Es decir, hay toda una serie de posibles efectos
nocivos para la salud que tienen que ver con la exposición a las
partículas.
No
hay pruebas concluyentes de que las micropartículas de plástico
descubiertas en el estudio sobre el agua potable puedan llegar a la
sangre ni de que sean perjudiciales para la salud humana, pero tienen
varios efectos dañinos en potencia. Como ocurre con otros
corpúsculos, como los que se encuentran en la contaminación
atmosférica, pueden provocar inflamación, una respuesta inmunitaria
a cualquier elemento que se reconozca como “ajeno” al cuerpo, la
cual, a su vez, puede ser dañina.
Otro
posible problema es que las micropartículas de plástico pueden
convertirse en vehículos de entrada de otras toxinas al cuerpo. Por
lo general, esta clase de fragmentos microscópicos repelen el agua y
se combinan con toxinas insolubles. Por ejemplo, pueden combinarse
con compuestos que contengan metales tóxicos, como el mercurio, y
con contaminantes orgánicos como algunos pesticidas y la sustancia
química conocida como dioxina, de la que sabemos que provoca cáncer
y problemas reproductivos y de desarrollo. Si las micropartículas se
introducen en el cuerpo, las toxinas pueden acumularse en los tejidos
grasos.
Actualmente
no disponemos de pruebas inequívocas de que los fragmentos
microscópicos de plástico presentes en el agua potable tengan
efectos perjudiciales para la salud, pero, dado que pueden tener otra
clase de corpúsculos, es urgente que mejoremos nuestro conocimiento
de lo que ocurre con las micropartículas de plástico en el cuerpo.
Rachel
Adams es catedrática de Ciencias Biomédicas de la Universidad
Metropolitana de Cardiff
Cláusula
de divulgación: Rachel Adams no trabaja para ninguna empresa u
organización que pueda beneficiarse de este artículo, no las
asesora, no posee acciones en ellas ni recibe financiación. Tampoco
declara otras vinculaciones relevantes aparte del cargo académico
mencionado.
Este
artículo fue publicado originalmente en inglés en la web The Conversation.
Traducción
de News Clips.
Fuente:
Rachel Adams, Plástico en el agua potable ¿Qué riesgos tiene para la salud humana?, 26/11/17, El País.
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