Un
grupo de jóvenes arquitectos desarrolló un proyecto para la
generación mareomotriz en el estuario del río Gallegos. La
iniciativa ganó un importante premio latinoamericano en arquitectura
sustentable y pasó a la instancia mundial de ese concurso.
por
Diego Marconetti
Un
dique en el estuario del río Gallegos, en la provincia de Santa
Cruz, capaz de generar energía eléctrica aprovechando las mareas,
pero sin afectar la rica biodiversidad del lugar y sumando, además,
otros aprovechamientos, como la piscicultura, la alguicultura y el
turismo.
Así
se sintetiza un proyecto nacido de estudiantes de la Facultad de
Arquitectura y Diseño de la UNC, que obtuvo el primer premio en la
edición latinoamericana de los LafargeHolcim Awards, categoría Next
Generation.
Se
trata del trabajo final que realizaron Stefano Romagnoli, Juan Cruz
Serafini y Tomás Pont Apóstolo -hoy arquitectos recibidos-,
guiados por el docente Javier Giorgis, del Taller Mediterráneo 6 A.
“Es
la consecuencia de un montón de aspectos que juntamos en la carrera,
y se trataron de traducir en un solo proyecto. Quisimos trabajar
sobre un problema global como el cambio climático: desde adentro
ayudar al país, pero a su vez que el país busque una solución para
un problema global”, explica Stefano, quien está cursando una
maestría en Harvard.
El
inicio de la investigación fue tomar un mapa del mundo, mezclarlo
con flujos y ver los grandes vacíos que se generaban. “Buscamos
investigar eso, por qué no están antropizados y qué sucede con
eso. Así caímos en el océano, que es uno de los lugares menos
conocidos”, comenta Tomás.
Otros
vacíos, que denominan “jardines globales”, son Alaska, la
Patagonia y la selva amazónica, entre otros sitios que no sufren
todavía un impacto humano.
“Entonces
nos preguntamos por qué no el océano, y lo asociamos a la energía,
que está ligada al cambio climático, ya que su generación es la
gran causante de ese problema”, agrega Juan Cruz.
En la
investigación, se destaca que el 97 por ciento de la energía que se
consume hoy en el mundo proviene de fuentes no renovables.
“Si
la energía causa este problema global, nos preguntamos cómo a
través de la misma energía podíamos encontrar la solución”,
añade.
El
grupo investigó distintos tipos de energía y concluyó que la
generada por el mar, la mareomotriz, es más eficiente que la solar o
la eólica, y que tiene un alto factor de capacidad, es decir que
recupera rápidamente la inversión.
Mirando
al sur
“Teníamos
la energía, y teníamos el recurso, que era la Patagonia, que es un
jardín global como el océano, el Himalaya, la Amazona. Zonas
extremas poco antropizadas”, subraya Stefano.
En la
exploración de la zona, el grupo encontró que en el estuario del
río Gallegos se daban las condiciones para aprovechar al máximo la
energía mareomotriz.
En
ese sector de la costa patagónica, el movimiento de mareas arroja un
promedio de 13 metros entre la bajamar (marea baja) y la pleamar
(marea alta). Se trata de uno de los sitios del planeta con mayor
diferencia.
Así
llegaron a Punta Loyola, sitio ubicado a pocos kilómetros de la
ciudad patagónica de Río Gallegos.
Ya en
esa escala, la investigación tuvo condicionantes: las reservas
naturales provinciales, la migración de aves, el puerto y la
profundidad del mar.
En
conjunto
Ya en
el lugar, los jóvenes se contactaron con especialistas de la
Universidad Nacional de la Patagonia Austral, quienes ayudaron con la
parte ambiental, y con la Regional Santa Cruz de la Universidad
Tecnológica Nacional (UTN), que colaboró con cálculos energéticos.
De la
UTN, se reunieron con el ingeniero Gastón Segura, especialista en
energía mareomotriz.
“Lo
que teníamos que proponer no debía afectar en nada, aún sabiendo
que cualquier cosa que se haga transforma. Nos dieron imágenes
satelitales, cartografía. Y estaba la parte económica e
ingienieril, soportada por estudios puntuales de la UTN, turbinas
compensadoras”, detalla Stefano.
Tras
analizar las variables, determinaron el cómo y el dónde de la
estructura: un dique separado de la costa al que se accede por un
puente, al este de Punta Loyola.
“La
estrategia arquitectónica más importante fue aislarla de la costa.
La arquitectura está vinculada a todas las cuestiones ambientales.
Al mar, las aves, la historia. En la adaptación al contexto en todas
sus escalas”, afirma Juan Cruz.
Así,
el resultado es un dique de 12 kilómetros de diámetro, con un
sector con turbinas que aprovechan tanto la bajamar como la pleamar
para generar energía.
La
capacidad calculada de generación es de 435 gigavatios hora, lo
suficiente para abastecer a más de 160 mil hogares.
Los
muros del dique, a su vez, presentan la posibilidad de ser un sendero
turístico que ingresa al mar. También tiene cruces en la escollera
para el paso de la fauna.
La
pileta que se forma permitiría además la piscicultura y la
alguicultura (cultivo de algas), y se prevé la instalación de
molinos de energía eólica en la curva sur.
Además
del potencial energético, los arquitectos aseguran que las
características del diseño convertirían el sitio en un atractivo
turístico, que también generaría recursos económicos.
El
dique se acompaña de un master plan para reorganizar las actividades
industriales que hay en la actualidad en Punta Loyola.
El
proyecto está en manos de la Secretaría de Energía de la Nación.
Los
beneficios que traería la construcción
Según
el proyecto, el dique permitiría generar 435 gigavatios hora de
energía, lo suficiente para satisfacer el consumo de más de 160 mil
hogares.
Además,
el uso de energía mareomotriz permitiría ahorrar 244 mil toneladas
de CO2 a la atmósfera.
Se
crearían unos 4 mil puestos de trabajos directos e indirectos en la
zona y generaría ingresos por unos dos mil millones de dólares
anuales.
Los
arquitectos creen que la estructura podrías ser un atractivo
turístico para unas 100 mil personas por año.
Fuente:
Diego Marconetti, Cordobeses, en busca de la energía del mar, 29/10/17, La Voz del Interior. Consultado 01/11/17.
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