sábado, 21 de octubre de 2017

Programa ECOS 21 octubre 2017: El arca de Noé de las semillas… hace agua (literalmente)

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Quien más quien menos todos hemos escuchado hablar de la Bóveda de semillas en Noruega. Le dicen la "bóveda del juicio final”.

Algunos saben que se trata de un intento de preservar semillas de todo. Porque a cómo vamos, muchas ya no están, y otras muchas no estarán en poco tiempo. O extinguidas, o cruzadas con otras en un laboratorio. Y los científicos pensaron en guardar un poco de cada una, y así preservar la memoria biológica de nuestro planeta.

Eligieron una vieja mina de carbón abandonada en el permafrost (zona congelada) y pusieron 850.000 variedades de semillas de cultivos alimentarios en una especie de mega heladera que, sin intervención de la mano del hombre, pueda quedarse ahí por si nuestra civilización desaparece.

Quién iba a pensar que, contra todos los pronósticos, la bóveda empezó a tener “problemitas de humedad”.

Una nota extensa y completa sobre Svalbard Global Seed Vault (asi se llama) salió hace poco en el Boston Review firmada por Jack Heinemann.

Y ahí cuenta cómo esta bóveda ideada por el conservacionista Cary Fowler, se supone que salvaguarda el suministro de alimentos en caso de catástrofe regional o global, incluso dado los peores escenarios para el calentamiento global.

Pero devela que ya el año pasado, se les metió el agua en los túneles, desafiando los cálculos segurísimos que habían hecho. Esto es, los bancos de genes no son pólizas de seguro para el apocalipsis.

Y la esperanza de preservar la biodiversidad sólo congelando genes del pasado es ingenua. Porque en la naturaleza los intercambios genéticos naturales son permanentes. Usted solo guardaría una foto de un determinado momento.

Y no es posible imaginar los desajustes que podría haber cuando se mezclen genes antiguos con nuevos ecosistemas.

En la Universidad de California en Santa Cruz, probaron con una especie que se reproduce mucho y muy ligero: la mosca de la fruta: en solo un año produce 40 generaciones, el equivalente a 1.000 años en tiempo humano.

Y probaron a ver qué pasaba si guardaban hembras de una pequeña variedad que tiene un perfil genético que no muta, y, un año después, las hacían cruzarse con moscos que habían sido dejados al azar de las variaciones genéticas.

Qué resultó? Que los machos desarrollaron fluido seminal que fue tóxico para las hembras, matando a muchas. Las mutaciones redujeron la capacidad de una hembra de ser fertilizada. Porque la evolución funciona según reglas que a veces no anticipamos.

Los creadores de la bóveda son sinceros al preocuparse por la pérdida de diversidad genética vegetal porque las plantas nos han estado alimentando durante los últimos 10.000 años. Pero a costa de la pérdida de la biodiversidad. Alrededor del 60 por ciento de las calorías derivadas de las plantas en la alimentación humana provienen de sólo cuatro cultivos: el trigo, el arroz, las papas y el maíz, y el 80 por ciento son de apenas ocho más. Lo que comemos es sólo una porción minúscula de las plantas comestibles del planeta.

Para los grandes cultivos básicos, unas pocas naciones dominan la oferta mundial. Ellos seleccionan la estrecha base genética que funciona mejor para ellos. Esos grandes mercados dictan los programas de mejoramiento, que a su vez responden a las señales comerciales en lugar de una necesidad pública de mantener la diversidad de agroecosistemas.

La disminución de la agrobiodiversidad en los cultivos básicos del mundo no es hipotética. La Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación FAO, dice que cerca de 10.000 variedades de trigo estaban en uso en China en 1949, pero sólo quedaron 1.000 en los años setenta. Entre los siglos XIX y XX, se perdieron 95 % de col, 91 % de maíz, 94 % de guisantes y 81 % de variedades de tomate usadas en los Estados Unidos.

Otra cosa que no vemos es que con la introducción de las plantas modificadas artificialmente, cada innovación en la genética de cultivos cambia el ambiente en el cual se cultivan los cultivos. Aumentar la capacidad de una planta para crecer en la sequía, hará que y el próximo año haya menos humedad del suelo. Y eso va a modificar todo el ecosistema de esa región. Para donde? Quién puede saberlo?

Cuando hablamos de biodiversidad no estamos haciendo un censo. Lo que es imprescindible es el mantenimiento de ecosistemas con características particulares determinadas por la biodiversidad. Aquí es donde la idea de los bancos de semillas se queda corto.

Veamos el ejemplo de los antibióticos. Las bacterias resistentes a los antibióticos son una manifestación de la pérdida de biodiversidad. Antes del uso humano de antibióticos, había bacterias resistentes a los antibióticos. Aún así, la gran diversidad de bacterias, incluso dentro de una sola especie, inundó las resistentes de modo que durante períodos de tiempo cada antibiótico fue eficaz.

Pero los genes que hacen que las bacterias resistentes a los antibióticos se hayan vuelto tan comunes y que su número crezca y no se mueran con la mayoría de los antibióticos están creciendo tan rápidamente, que pronto no se podrá usar con confianza ningún antibiótico. Es una pérdida de biodiversidad: la pérdida de ambientes libres de bacterias resistentes a los antibióticos.

Una póliza de seguro bajo la forma de una bóveda de semillas subestima la complejidad de las interacciones entre la genética y el medio ambiente. Una estrategia clave para el futuro es la conservación in situ, donde la diversidad genética se mantiene mediante su uso, en lugar de almacenar semillas bajo hielo.

A través de la agricultura, la humanidad ha estado reduciendo la diversidad genética de nuestra base alimenticia, pero a la vez reemplaza ecosistemas complejos con monocultivos alimentados con nitrógeno y manejados con pesticidas, concentrando el control del suministro de alimentos en manos de un pequeño número de empresas. Ya solo tres empresas agroquímicas controlan más del 50 por ciento del mercado global de semillas de propiedad.

El cambio debe ser cultural, económico y político. Porque una solución tecnológica no será suficiente para preservar la diversidad.


Contenido

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La incidencia de las renovables en la matriz energética a nivel nacional es mínima, si bien la producción de energía eléctrica de fuentes renovables aumentó un 78 % entre 2011 y 2016, la participación actual sobre la oferta total se encuentra solamente en torno al 1,9 %. Hablamos con Andrés Di Pelino, docente de varias Universidades de Argentina y Especialista en Administración Financiera del Sector Público sobre el potencial y desafíos de las renovables en nuestro territorio
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Silvana Buján es Argentina, licenciada en Ciencias de la Comunicación Social y periodista científico y ambiental, ejerciendo desde hace más de dos décadas de manera ininterrumpida a través de radios y medios gráficos del país y del exterior.

Es activista ecologista y participa, dirige o coordina organizaciones no gubernamentales y redes temáticas. Es conferencista y consultora en temas de ambiente y desarrollo. Ha obtenido tres veces el 1º Premio a la Divulgación Científica de la Universidad de Buenos Aires (2009, 2012, 2014) y el 2º Premio en 2010; el 1º Premio Latinoamericano y del Caribe del Agua CATHALAC-UNESCO 2009; Ocho Premios Martin Fierro por sus trabajos en radio y 21 nominaciones. Ha sido Premio Nacional de Periodismo en el año 2007, 1º Premio del Congreso Tabaco o Salud 2010, 1º Premio de Periodismo en Salud de la Asociación Médica Argentina 2010 Distinción honorífica Colegio de Ingenieros DII por su labor en difusión ambiental, 2013.

Lleva adelante desde 1998 ECOS ciclo de periodismo científico abocado al ambiente y las culturas. Y CALIDAD EN VIDA, de periodismo médico, cultura y salud. Dirige BIOS, ONG miembro de la Red Nacional de Acción Ecologista y la Coalición Ciudadana Antiincineración. Es miembro del Comité Consultivo de GAIA internacional. Es miembro de la Red Argentina de Periodismo Científico y la Red Latinoamericana de Periodismo Ambiental. Vive en Mar del Plata.

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