A 25 años. El día que renació un pueblo bonaerense con el que se había ensañado el segundo tornado más potente registrado en Sudamérica.
por
Guillermo dos Santos Coelho
Estación
López es un muy pequeño pueblo bonaerense en el partido de Benito
Juárez. Tiene 132 años. O 25, según lo que se cuente. Es un pueblo
que murió en menos de 5 minutos y renació hace hoy dos décadas.
A
unos kilómetros de la ciudad cabecera del partido, dueño de una
estación de trenes primorosa, Estación López fue el escenario de
destrucción material más arrasadora de un tornado en suelo
argentino. Hace 25 años, un tornado categoría F4, el segundo más
potente registrado en Sudamérica, se ensañó con el pueblo de cinco
cuadras de largo por tres de ancho. Y no dejó, literalmente, casi
nada.
Ocurrió
en un pestañeo la tarde del 6 de mayo de 1992, y en medio de un
temporal que afectaba a buena parte del país. En esa zona del sur
bonaerense la lluvia había caído todo el día. Poco antes de las 6
de la tarde, se transformó en granizo con tamaño de pelotas de
golf. A las 18.20, todo paró, pero Estación López se quedó sin
luz. Diez minutos más tarde, y de la nada tras la calma, el viento
se aceleró a 200 kilómetros por hora, tomó forma el tornado e
impactó de lleno en el pueblo.
Clara
Bustos estaba en la Delegación Municipal cuando ocurrió el tornado.
Después de las ráfagas de viento enloquecidas, corrió a la casa de
su mamá, Tomasa, y se encontró con escombros, como buena parte del
pueblo. Sus siete hermanos estaban vivos: dos semienterrados y los
otros debajo de una providencial mesa sin un rasguño. Pero su madre
y una vecina que había buscado refugio ahí murieron.
Tomasa
tenía 46 años, era viuda y había llegado a Estación López a los
16, sin saber leer ni escribir y con poco más de lo que llevaba
puesto encima. Su muerte fue un tremendo desgarro para el pueblo.
No
fue el único. Otra víctima fatal fue Raúl Abel Romero. El viento
levantó por el aire la camioneta en la que viajaba y lo sacó de un
tirón de la cabina. Cuando volvieron al suelo, cuerpo y vehículo
con las ruedas girando hacia el cielo, entre los dos mediaba más una
cuadra de distancia.
Increíblemente,
fueron sólo 4 los muertos. Hubo más de 100 heridos, casi la mitad
de la población de Estación López. Las casas en pie tras el
tornado se contaban con los dedos de una mano: solamente cinco.
Fue
el segundo tornado más potente en Sudamérica, un F4 que alcanza
menos del 1 % de los tornados que se registran en el mundo. El único
más poderoso en esta parte del continente, y que ostenta el record
en el hemisferio sur, fue el mítico tornado de San Justo en 1973,
que dejó más de 60 muertos. Había sido F5 y objeto de estudio por
los especialistas de todo el mundo.
La
inmensa mayoría de los 245 habitantes de Estación López debió
emigrar. Muchos se fueron a Benito Juárez, que les abrió las
puertas con solidaridad. Pero las ruinas no quedaron como tales. A
los pocos días, en una de las pocas paredes que quedaron en pie,
alguien escribió un grafiti: “Me caigo cien veces y cien veces me
levanto”.
El
pueblo renació en menos de seis meses. Con trabajo mancomunado entre
el municipio, los vecinos y el gobierno provincial, el 31 de octubre
Estación López tuvo su segunda fundación.
Ese
día, como si fueran turistas en su propia tierra, los vecinos se
sacaban fotos frente a las 66 casas nuevas, blanquísimas, y los
árboles recién plantados. A los que acompañaban desde hacía
décadas el lento desarrollo del pueblo los había arrancado el
viento en esos tres minutos fatídicos.
Fuente:
Guillermo dos Santos Coelho, Estación López: muerte y resurrección del pueblo que borró del mapa un tornado clase 4, 31/10/17, Clarín.
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