El movimiento
sísmico de 4,6° registrado el 25 pasado en Neuquén prende una luz
de alarma a los habitantes de esa zona, y su magnitud pone a prueba
las cementaciones de aislación de los pozos.
por Roberto Ochandio
El movimiento
sísmico de grado 4,6 registrado el 25 de septiembre 2017 en Neuquén
prende una luz de alarma a los habitantes de esa zona petrolera. La
magnitud del movimiento sísmico pone a prueba las cementaciones de
aislación de los pozos, agrietándolas y despegándolas de la
cañería o de la pared del pozo. Esto permite cuestionar la calidad
de estas cementaciones y la consecuente integridad estructural de los
pozos. Este evento presenta a toda la sociedad, con una emergencia
que debe ser atendida con la premura correspondiente, al estar en
juego la salud de la población y la seguridad del ambiente.
Para entender la
magnitud del problema es necesario hacer primero una reseña del
propósito de las cementaciones, problemas comunes de las mismas y
consecuencias de fallas en la integridad estructural de los pozos.
Después de
perforado se instala una cañería de entubación que llega hasta el
fondo del pozo. A esta cañería se la cementa por fuera, en el
espacio anular entre la cañería y la pared del pozo, hasta una
profundidad por encima de las capas productoras de petróleo, gas o
agua de formación.
De acuerdo a los
objetivos declarados por las compañías petroleras, los objetivos de
la cementación son: a) proveer un sello aislante entre las distintas
formaciones productivas, b) prevenir la migración de fluidos hacia
la superficie, lo cual podría comprometer la integridad de acuíferos
subterráneos o el ambiente superficial, y c) estabilizar y
robustecer la cañería de entubación.
Si bien estos
objetivos teóricos son loables, en la práctica rara vez se cumplen
y constituyen el problema más antiguo de la industria petrolera. El
primer inconveniente se presenta al perforar el pozo dado que es
imposible conseguir un pozo perfectamente vertical. En general todos
los pozos presentan desviaciones de hasta 3 grados o más. Esto nos
trae al segundo problema: como consecuencia de las desviaciones, al
instalar la cañería de entubación esta se recostará contra una
pared u otra del pozo. Es necesario recordar que, en el mejor de los
casos, el espacio anular permite un anillo de cementación de unos 3
centímetros de espesor, por lo cual una pequeña desviación (de un
par de minutos de grado) resultará en cañerías excéntricas y
recostadas. El tercer problema se presenta al intentar la
cementación: una cañería recostada limita el paso del cemento e
impide que este alcance toda la periferia de la cañería. El cuarto
problema está relacionado a la calidad de las cementaciones. Con el
paso del tiempo el cemento se degrada y pierde la capacidad de
proveer una buena aislación, ya sea porque las operaciones en el
pozo provocan que el cemento se despegue (falta de adherencia),
porque un sismo provoca la falta de adherencia, o porque la
cementación no estuvo bien planeada o ejecutada. Esto resulta en
invasión de fluidos dentro del pozo en zonas que deberían ser
estancas, también fugas a través de las cementaciones, o pérdidas
a través de cañerías degradadas (Dusseault et al, 2000. Ingraffea
et al, 2012).
A los problemas
de fallas en la cementación se le suman los problemas en las
cañerías de entubación. Estas cañerías son de acero y, como
cualquier otra pieza de acero sometida a la acción de temperatura y
presión más la acción de los productos químicos propios de un
pozo de petróleo, con el paso del tiempo desarrollan corrosión y
picaduras a través de las cuales se fugan los hidrocarburos o el
agua de formación. Los estudios mencionados anteriormente demuestran
con datos estadísticos que un 6 % de todos los pozos nuevos
manifiestan fallas estructurales que resultan en pérdidas y
contaminación. Más aún, a medida que envejecen, todos los pozos
pierden su integridad estructural y desarrollan pérdidas. Para ello
no hay que esperar mucho tiempo: dependiendo de las zonas, las
pérdidas pueden demorar unos 40 años en aparecer o, en algunos
casos, menos de 10 años en manifestarse.
Este es el
panorama en condiciones normales de operación. Cuando se produce un
sismo esto cambia radicalmente y la cementación de los pozos es la
primera en sufrir las consecuencias.
Un sismo, aunque
pequeño, produce vibraciones que resultan en cementaciones fallidas,
ya sea por rotura o grietas en el cemento o por falta de adherencia
entre el cemento y la entubación o entre el cemento y la pared del
pozo. En estos casos el petróleo o gas migrará hacia arriba
contaminando los acuíferos superiores o escapando hacia la
superficie. Este es el riesgo que se corre en todos los pozos de
Neuquén, el Alto Valle de Río Negro, o el sur de Mendoza.
Las pérdidas
eventuales se pueden detectar analizando la composición de las capas
acuíferas subterráneas o también por derrames en boca de pozo, o
por escapes de gas. Sin embargo cuando se detecten estas pérdidas ya
será demasiado tarde porque la contaminación ya se habrá
expandido. Si tomamos en cuenta que la prioridad debe ser, en todos
los casos, resguardar la salud de la población y la seguridad e
integridad del ambiente, entonces se deben implementar medidas para
individualizar los pozos afectados y proveer las reparaciones
necesarias.
Para ello es
imprescindible una evaluación de la integridad estructural de todos
los pozos de la zona, nuevos y viejos, mediante ensayos de
hermeticidad y presión, seguido con la reparación de las
cementaciones rotas o despegadas.
No se debe seguir
con el programa de perforaciones mientras no se haya asegurado la
hermeticidad de todos los pozos de estas zonas petroleras. Esto de
alguna manera aseguraría, aunque sea temporalmente, que los pozos
dañados no contaminarán el ambiente ni afectarán la salud de las
personas.
Como ciudadanos
tenemos derecho a exigir que se garantice la calidad del aire y el
agua, calidad que queda cuestionada por los recientes movimientos
sísmicos.
Para una
industria que promete seguridad en sus operaciones basándose en la
estabilidad de los pozos e integridad de las cementaciones, este
sería el paso mínimo indispensable para cumplir con sus proclamas
de “responsabilidad social empresaria”.
Roberto Ochandio es geógrafo, extrabajador petrolero y coautor del libro 20 mitos y realidades del fracking.
Información
complementaria:
Richard J. Davies et al, 2014
Stefan Bachu and Theresa Watson, 2007
Schlumberger - Oilfield Review, Otoño 2003
Nils van der Tuuk Opedal et al, 2013
Fuente:
Roberto Ochandio, Cómo la naturaleza pone en duda la pretendida sabiduría de la industria petrolera, 06/10/17, La Izquierda Diario.
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