lunes, 9 de octubre de 2017

Cómo la naturaleza pone en duda la pretendida sabiduría de la industria petrolera

El movimiento sísmico de 4,6° registrado el 25 pasado en Neuquén prende una luz de alarma a los habitantes de esa zona, y su magnitud pone a prueba las cementaciones de aislación de los pozos.

por Roberto Ochandio

El movimiento sísmico de grado 4,6 registrado el 25 de septiembre 2017 en Neuquén prende una luz de alarma a los habitantes de esa zona petrolera. La magnitud del movimiento sísmico pone a prueba las cementaciones de aislación de los pozos, agrietándolas y despegándolas de la cañería o de la pared del pozo. Esto permite cuestionar la calidad de estas cementaciones y la consecuente integridad estructural de los pozos. Este evento presenta a toda la sociedad, con una emergencia que debe ser atendida con la premura correspondiente, al estar en juego la salud de la población y la seguridad del ambiente.

Para entender la magnitud del problema es necesario hacer primero una reseña del propósito de las cementaciones, problemas comunes de las mismas y consecuencias de fallas en la integridad estructural de los pozos.

Después de perforado se instala una cañería de entubación que llega hasta el fondo del pozo. A esta cañería se la cementa por fuera, en el espacio anular entre la cañería y la pared del pozo, hasta una profundidad por encima de las capas productoras de petróleo, gas o agua de formación.

De acuerdo a los objetivos declarados por las compañías petroleras, los objetivos de la cementación son: a) proveer un sello aislante entre las distintas formaciones productivas, b) prevenir la migración de fluidos hacia la superficie, lo cual podría comprometer la integridad de acuíferos subterráneos o el ambiente superficial, y c) estabilizar y robustecer la cañería de entubación.

Si bien estos objetivos teóricos son loables, en la práctica rara vez se cumplen y constituyen el problema más antiguo de la industria petrolera. El primer inconveniente se presenta al perforar el pozo dado que es imposible conseguir un pozo perfectamente vertical. En general todos los pozos presentan desviaciones de hasta 3 grados o más. Esto nos trae al segundo problema: como consecuencia de las desviaciones, al instalar la cañería de entubación esta se recostará contra una pared u otra del pozo. Es necesario recordar que, en el mejor de los casos, el espacio anular permite un anillo de cementación de unos 3 centímetros de espesor, por lo cual una pequeña desviación (de un par de minutos de grado) resultará en cañerías excéntricas y recostadas. El tercer problema se presenta al intentar la cementación: una cañería recostada limita el paso del cemento e impide que este alcance toda la periferia de la cañería. El cuarto problema está relacionado a la calidad de las cementaciones. Con el paso del tiempo el cemento se degrada y pierde la capacidad de proveer una buena aislación, ya sea porque las operaciones en el pozo provocan que el cemento se despegue (falta de adherencia), porque un sismo provoca la falta de adherencia, o porque la cementación no estuvo bien planeada o ejecutada. Esto resulta en invasión de fluidos dentro del pozo en zonas que deberían ser estancas, también fugas a través de las cementaciones, o pérdidas a través de cañerías degradadas (Dusseault et al, 2000. Ingraffea et al, 2012).

A los problemas de fallas en la cementación se le suman los problemas en las cañerías de entubación. Estas cañerías son de acero y, como cualquier otra pieza de acero sometida a la acción de temperatura y presión más la acción de los productos químicos propios de un pozo de petróleo, con el paso del tiempo desarrollan corrosión y picaduras a través de las cuales se fugan los hidrocarburos o el agua de formación. Los estudios mencionados anteriormente demuestran con datos estadísticos que un 6 % de todos los pozos nuevos manifiestan fallas estructurales que resultan en pérdidas y contaminación. Más aún, a medida que envejecen, todos los pozos pierden su integridad estructural y desarrollan pérdidas. Para ello no hay que esperar mucho tiempo: dependiendo de las zonas, las pérdidas pueden demorar unos 40 años en aparecer o, en algunos casos, menos de 10 años en manifestarse.

Este es el panorama en condiciones normales de operación. Cuando se produce un sismo esto cambia radicalmente y la cementación de los pozos es la primera en sufrir las consecuencias.

Un sismo, aunque pequeño, produce vibraciones que resultan en cementaciones fallidas, ya sea por rotura o grietas en el cemento o por falta de adherencia entre el cemento y la entubación o entre el cemento y la pared del pozo. En estos casos el petróleo o gas migrará hacia arriba contaminando los acuíferos superiores o escapando hacia la superficie. Este es el riesgo que se corre en todos los pozos de Neuquén, el Alto Valle de Río Negro, o el sur de Mendoza.

Las pérdidas eventuales se pueden detectar analizando la composición de las capas acuíferas subterráneas o también por derrames en boca de pozo, o por escapes de gas. Sin embargo cuando se detecten estas pérdidas ya será demasiado tarde porque la contaminación ya se habrá expandido. Si tomamos en cuenta que la prioridad debe ser, en todos los casos, resguardar la salud de la población y la seguridad e integridad del ambiente, entonces se deben implementar medidas para individualizar los pozos afectados y proveer las reparaciones necesarias.

Para ello es imprescindible una evaluación de la integridad estructural de todos los pozos de la zona, nuevos y viejos, mediante ensayos de hermeticidad y presión, seguido con la reparación de las cementaciones rotas o despegadas.

No se debe seguir con el programa de perforaciones mientras no se haya asegurado la hermeticidad de todos los pozos de estas zonas petroleras. Esto de alguna manera aseguraría, aunque sea temporalmente, que los pozos dañados no contaminarán el ambiente ni afectarán la salud de las personas.

Como ciudadanos tenemos derecho a exigir que se garantice la calidad del aire y el agua, calidad que queda cuestionada por los recientes movimientos sísmicos.

Para una industria que promete seguridad en sus operaciones basándose en la estabilidad de los pozos e integridad de las cementaciones, este sería el paso mínimo indispensable para cumplir con sus proclamas de “responsabilidad social empresaria”.
Roberto Ochandio es geógrafo, extrabajador petrolero y coautor del libro 20 mitos y realidades del fracking.
Información complementaria:
Richard J. Davies et al, 2014
Stefan Bachu and Theresa Watson, 2007
Schlumberger - Oilfield Review, Otoño 2003
Nils van der Tuuk Opedal et al, 2013
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