viernes, 20 de octubre de 2017

Ciclos amazónicos en Brasil: oro, madera, ganadería y ahora energía

por Mario Osava

PARANAITA, Brasil, 16 oct 2017 (IPS) - El incendio del bosque local, el 29 de junio de 1979, fue el acto inaugural de la ciudad de Paranaita, en un municipio que ahora intenta superar el estigma de un gran deforestador del Brasil amazónico y pasó a autodenominarse “capital de la energía”.

Dos grandes centrales hidroeléctricas, una todavía en construcción, alteraron la vida en Paranaita. Pero aún no se define su futuro entre los bosques amazónicos, la ganadería extensiva y los monocultivos de soja y maíz que avanzaron desde el sur, deforestando Mato Grosso, estado del centro-oeste de Brasil y portal suroriental de la Amazonia.

Las obras trajeron inversiones, nuevas viviendas y hoteles, impulsó el comercio que ahora cuenta con grandes supermercados en la ciudad. Mi hotel tenía solo seis apartamentos, ahora tiene doce completos y una fachada más atractiva”, celebró Francisco Karasiaki Júnior, durante un recorrido de IPS por la zona.

La central de Teles Pires, 85 kilómetros al noroeste de Paranaita, empleó 5.719 trabajadores en su mayor apogeo, en julio de 2014.

Su construcción comenzó en agosto de 2011 y terminó al final de 2014, cuando ya empezaban las obras de la central São Manoel (antiguo nombre del río Teles Pires), menor y más alejada de la ciudad, a 125 kilómetros río abajo.

São Manoel sufrió interrupciones por orden judicial y la casi quiebra de su constructora por escándalos de corrupción, con consecuentes atrasos y despidos masivos a fines de 2016.

Perdí plata (dinero), no me pagaron muchos hospedajes”, se quejó Ster Seravali Petrofeza, de 68 años, dueña del Petros Hotel y de una gran tienda de equipos de producción, construcción y uso doméstico, en un edificio en la calle central de la ciudad a la que vio nacer y crecer.

El ‘garimpo’ propició la mejor época para mis negocios”, sostuvo, recordando el auge de la minería informal de oro que hizo prosperar Paranaita durante la década de los 80 y algunos años posteriores.

La venta de dragas, motores y otros equipos mineros les aseguraron el éxito comercial a ella y su marido, quien “vivía en la carretera, buscando productos, ensamblando dragas y entregándolas a los ‘garimpeiros’ en el río, trabajando sin parar”, recordó.

El ‘garimpo’ hizo surgir 11 hoteles en la ciudad entre 1982 y 1989” y sustituyo los frustrados intentos de sembrar tomates, café, cacao y frutas amazónicas como el guaraná, contó Karasiaki, otro pionero que vivió 37 de sus 53 años en Paranaíta y heredó el hotel construido por su padre.

Nuestros empleados desaparecían, se iban a ‘garimpar’”, chismeó.

La minería decayó en los años 90 y la crisis se superó por la intensificación de la extracción maderera y la proliferación de aserraderos en la ciudad. “Pasamos a vender motosierras como agua, unas 12 cada día”, contó Petrofeza.

Ese ciclo concluyó la década siguiente, ante la represión ambiental. La construcción de las centrales hidroeléctricas “permitió un renacimiento”, reactivando el mercado local, pero “no dejaron nada de permanente para nosotros”, lamentó la empresaria, viuda desde 1991.

La agricultura es la esperanza”, coinciden Karasiaki y Petrofeza, cuyos dos hijos se dedican a cultivar soja y maíz.

Paranaita ejemplifica la alternancia “boom-colapso” que afecta a una economía que se basa en la explotación de recursos naturales de la Amazonia brasileña, explicó el economista João Andrade, coordinador de Redes Socioambientales en el no gubernamental Instituto Centro de Vida (ICV), que actúa en el norte de Mato Grosso.

Minería, caucho, madera, ganadería y monocultivos se suceden de forma insostenible en distintas áreas, algunas recién atropelladas por los proyectos hidroeléctricos.

Las centrales no cambian el modelo de ocupación de la Amazonia, sino que pueden inaugurar un nuevo ciclo, al facilitar energía para la minería y la expansión agroexportadora con mejores carreteras, teme Andrade.

Paranaíta, con 10.684 habitantes según en el censo de 2010, decretó un estado de emergencia en noviembre de 2013, ante el colapso en los servicios públicos, porque la población había aumentado en dos tercios en los primeros años de construcción de la central de Teles Pires, según la Prefectura de la ciudad (alcaldía).

Subieron abruptamente los alquileres de viviendas, los precios de bienes y servicios, la criminalidad y las demandas de salud y educación, señaló el biólogo Paulo Correa, director de Proyectos y Licenciamiento Ambiental de la Prefectura y exempleado de la Teles Pires, que decidió quedarse en Paranaita.

Aumentaron las enfermedades contagiosas, como malaria (paludismo) y las transmisibles sexualmente, durante el apogeo de las obras en los municipios afectados, constató Carina Sernaglia Gomes, analista de Gestión Ambiental Municipal de ICV.

Las violaciones a mujeres más que se triplicaron en la ciudad de Alta Floresta, polo regional con sus 50.000 habitantes, aeropuerto y escuelas superiores. De 11 casos en 2011 se pasó a 36 en 2015, según datos de la policía, destacó Gomes.

En Paranaita, los homicidios y otros delitos contra las personas pasaron de 20 a 70 casos en ese periodo.

Tantas visiones negativas contrastan con las millonarias inversiones sociales y ambientales hechas por las empresas, especialmente la Compañía Hidroeléctrica Teles Pires (CHTP). Casi siempre en ese tipo de proyectos, las compensaciones y medidas mitigadoras llegan tarde, después que ya ocurrieron los peores impactos de las obras.

Pavimentar la carretera de 55 kilómetros a Alta Floresta sacó a Paranaita del aislamiento. “No era una obligación, pero nos dimos cuenta del anhelo de la población y lo hicimos”, destacó Marcos Azevedo Duarte, director de Medio Ambiente de CHTP.

El trayecto entre las dos ciudades se redujo de tres horas a poco más de media hora, permitiendo a los jóvenes de Paranaita estudiar en universidades de Alta Floresta.

El entrenamiento de 2.800 trabajadores locales, la mayoría sin emplearla CHTP, queda como “un legado en conocimiento”, observó Duarte, igual que la capacitación de mano de obra local, que representó 20 por ciento del total durante el apogeo de la construcción.

La empresa se ocupó de devolver a sus lugares de origen los empleados venidos de fuera, para evitar presiones demográficas sobre Paranaíta, la más afectada por la proximidad y su pequeña población, aseguró.

Además de los 44 proyectos con que buscó compensar daños en los municipios afectados, CHTP trata de promover el desarrollo local.

Junto con la Prefectura y el ICV, fomenta mejoras productivas y administrativas en el asentamiento rural São Pedro, con 5.000 habitantes y a 40 kilómetros de Paranaita, todavía dependiente de alimentos provenientes del sur del país. Asegurar títulos de propiedad a los agricultores familiares es una prioridad, aseguró Duarte.

Sacar Paranaita del grupo de municipios que más deforestan la Amazonia, según la lista negra del Ministerio de Medio Ambiente, es una meta de la alcaldía que cuenta con apoyo de CHTP. Reducir el área deforestada y legalizar las propiedades rurales en un catastro nacional son las exigencias.

En relación a los indígenas, que la empresa compensó con 20 programas específicos, principalmente de donación de vehículos, embarcaciones, combustibles y casas comunitarias, Duarte reconoce un pecado básico: la inundación de un sitio sagrado para el pueblo munduruku, en las llamadas “Siete caídas”.

No hay como compensar un lugar sagrado”, la empresa siente como obligación atender propuestas como construir una Casa de Memoria y Cultura para los indígenas y entregarles las urnas funerarias encontradas en las excavaciones de la planta de obras, explicó.

Editado por Estrella Gutiérrez

Fuente:
Mario Osava, Ciclos amazónicos en Brasil: oro, madera, ganadería y ahora energía, 16/10/17, Inter Press Service. Consultado 20/10/17.

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