Argentina
comprende casi todos los extractivismos: minero, petrolero, agrícola
y pesquero. Aquí algunas ideas preliminares sobre una transición
postextractivista señalando algunos abordajes posibles.
por Eduardo Gudynas
En Argentina es
evidente el protagonismo de los llamados extractivismos, como la
minería o los monocultivos, que se nutren de una apropiación
intensa y voluminosa de recursos naturales para exportarlos a
mercados globales. A pesar que mucho creen que esa problemática es
ajena al país, la realidad es muy distinta. Es que Argentina es uno
de esos casos particulares donde están presentes casi todos sus
tipos: minero, petrolero, agrícola y pesquero.
Ese tipo de
estrategias generan, desde un lado, una fuerte subordinación a la
globalización y, desde el otro, una catarata de impactos negativos
en la sociedad y el ambiente que superan largamente cualquier
beneficio económico [1].
Si bien desde
hace décadas se ha cuestionado la primarización en las
exportaciones o la subordinación a los mercados internacionales,
ahora se cuenta con mejores marcos conceptuales para entender que
esos y otros problemas se derivan de los extractivismos.
Ante esta
situación es indispensable buscar alternativas para salir de esa
dependencia. Esas exploraciones, englobadas bajo el término
“postextractivismo”, despegaron inicialmente en varios países
andinos. Allí no bastó ni denunciar los impactos ni las
movilizaciones ciudadanas, y se volvió necesario presentar
alternativas posibles y comprensibles que pudieran reemplazar esos
proyectos extractivos.
Argentina está
entrando a ese tipo de discusiones. Las críticas y resistencias no
bastan, ya que inmediatamente surgen reclamos tales como que sin
minería no habría desarrollo, o bien, sin la soja colapsaría la
economía nacional. Pero además, el postextractivismo obliga a
reflexiones políticas claves, tales como hasta qué punto es una
alternativa pasar de una minería transnacionalizada a una estatal.
El presente
artículo comparte algunas ideas preliminares sobre una transición
postextractivista en Argentina. No se pretende abordar todas sus
facetas, sino apenas señalar algunos abordajes posibles. A su vez,
estas son ideas que se nutren de las discusiones en marcha en los
países vecinos.
Extractivistas
con impactos locales y efectos derrame
Argentina es un
país donde los sectores extractivistas tienen una enorme relevancia,
y esto debe ser reconocido. La canasta de productos exportados lo
confirma: la proporción de materias primas, los “commodities”,
es muy alta, estando en el orden del 70 % del total de las ventas
externas. Además está concentrada en un mismo tipo de productos (la
soja y otros bienes agrícolas dan cuenta del 40 % de las
exportaciones).
La exportación
de ese tipo de bienes es tan enorme que alimentó un superávit en la
balanza de comercio exterior en los últimos años (aunque
intercalando algunos déficits, por ejemplo en 2015 y en lo que va de
2017). Como sabemos, esa balanza comercial se mide en indicadores
monetarios (son los millones de dólares en las exportaciones y las
importaciones).
Pero esa es una
mirada muy parcializada. Cuando se usan los nuevos indicadores
físicos, o sea las toneladas de materia exportadas contra las
toneladas importadas, el resultado es otro. Sorprende encontrar un
déficit desde por lo menos 1990, con una pérdida neta que pasó del
nivel de los 30 millones de toneladas a inicios de ese década, a los
90 millones de toneladas en 2012.
Aquí no hay
ningún superávit, y por el contrario, Argentina posee uno de los
mayores déficits comerciales físicos en América Latina: debe
exportar unas tres toneladas de commodities por cada tonelada de
importaciones. Ese déficit nunca dejó de agravarse, se multiplicó
por tres desde 1990, y en 2003 alcanzó un pico de ocho a uno (según
un reciente estudio del equipo en economía ecológica de la
Universidad de Barcelona [2]).
Esta salida neta
de recursos naturales, tales como minerales o soja, exhiben un
volumen o intensidad tan alta que se generan todo tipo de impactos
locales. Entre ellos están, por ejemplo, la contaminación de suelos
y aguas en las explotaciones mineras y petroleras, la deforestación
y el deterioro de los suelos por los monocultivos, o el drama de los
pueblos fumigados en las regiones sojeras. En algunos casos, esos
impactos se convierten en verdaderas “amputaciones ecológicas”
como se registra en la megaminería a cielo abierto (Bajo de la
Alumbrera en Catamarca es un caso evidente), y ante ello plantear
medidas de mitigación se vuelve un eufemismo. La evidencia sobre
estos impactos locales es enorme, y proviene tanto del testimonio de
comunidades locales como de relevamientos de técnicos
independientes.
Esta situación
dispara muchos conflictos locales allí donde los impactos son más
agudos sobre el ambiente y la calidad de vida de las personas. A su
vez, las empresas y el Estado hostigan, criminalizan y judicializan a
esa resistencia ciudadana. Esos vecinos saben que los extractivismos
no les han mejorado su calidad de vida ni les ofrecen una alternativa
económica a largo plazo.
Como en otros
países, también operan los llamados “efectos derrame”. Estas
son modificaciones en las políticas públicas que se imponen para
sostener o promover un emprendimiento extractivo, pero que tiene
consecuencias que van mucho más allá de la escala local. Un ejemplo
típico es reducir las exigencias ambientales para un proyecto, pero
que más allá de ese caso el resultado es aceptar requerimientos más
débiles para todos los demás proyectos y en todo el territorio
nacional (o provincial).
Alternativas a
los extractivismos
A partir de este
muy breve y esquemático resumen se pueden presentar a los
postextractivismos como las exploraciones de alternativas para dejar
de depender de los extractivismos, pero con la particularidad de
ofrecer medidas concretas, efectivas y replicables bajo el mandato de
asegurar la erradicación de la pobreza, la calidad de vida de las
personas y la conservación de la naturaleza [3].
Un ejemplo
permite dar un primer paso en este sendero. Un componente clave del
postextractivismo es detener los emprendimientos que originan los
impactos más graves, allí donde destruye la naturaleza o afecta la
salud pública. No pueden seguir tolerándose actividades que no
puedan ser reformuladas social y ambientalmente más allá de sus
supuestos beneficios económicos, y deberán ser clausuradas.
De la misma
manera se deben aplicar medidas para reducir la dependencia
exportadora extractivista. En un primer paso inmediato, los
commodities no deberían superar el 50 % de las exportaciones totales
y tampoco deberían estar concentradas en un solo tipo de productos.
Para avanzar en ese sentido es necesario promover otros sectores que
los reemplacen, que demanden empleo, provean beneficios económicos,
y acaten los requerimientos sociales y ambientales.
Debe quedar en
claro que los postextractivismos no buscan suplantar un tipo de
extractivismo por otro; su partido no se juega entre variedades de
extractivismos, sino en salir de ese tipo de desarrollo. Esto tampoco
significa demandar algo así como una naturaleza intocada, ni
siquiera es una posición antiminera o antipetrolera. En cambio,
postula aprovechar los recursos naturales sin destruir esa base
ecológica, o dicho de otro modo, sin destruir a la Naturaleza. Son
los extractivismos los que están destruyendo el patrimonio natural
del país.
Por lo tanto, los
aprovechamientos deben acomodarse a los límites ecológicos y a los
ritmos de regeneración y recuperación del ambiente. Las
transiciones postextractivistas postulan como meta alcanzar una
“apropiación indispensable” que use los recursos necesarios para
la calidad de vida de las personas, enmarcadas en asegurar la
conservación de la naturaleza.
Estas ideas ya
muestran un componente importante en los postextractivismos como es
la exigencia en cumplir las normas sociales y ambientales que
actualmente existen en el país. Son múltiples extractivismos que
sobreviven gracias a evaluaciones de impacto ambiental de dudosa
calidad, incumplimientos en los controles, ausencia de sanciones, u
ocultamiento de información a la ciudadanía. Por ejemplo, a pesar
de contarse con una Ley de Bosques que debería protegerlos (aprobada
en 2007), de todos modos se deforestaron más de dos millones de
hectáreas entre 2007 y 2014 (incluyendo 600 mil hectáreas de
bosques protegidos [4]).
Otra economía
La reducción de
los extractivismos tiene varias implicancias económicas y es
necesario ofrecer alternativas. Comenzando por el delicado tema del
empleo, un examen riguroso de los datos muestra que los
extractivismos demandan relativamente poca mano de obra, y esas
personas pueden ser reubicadas en otros sectores.
Se debe seguir
con los mitos que presentan a los extractivismos como enormes
generadores de riqueza. Eso sólo es posible porque no se
contabilizan sus enormes costos económicos por impactos sociales y
ambientales; por ejemplo, la contaminación del agua o la erosión de
los suelos bajo la sojización tienen un costo que alguien en algún
momento pagará, y que debería se descontado en las cuentas del
sector agrícola, pero que es invisibilizado. Entonces, si bien una
reducción de los extractivismos hace caer los dineros por
exportación, esto se compensa con menores transferencias para lidiar
con efectos sociales, sanitarios y ambientales.
De manera
similar, los precios de los commodities no incorporan esos costos
ambientales y sociales. Su valor está determinado por los mercados
globales como en la bolsa de granos de Chicago o la de metales en
Londres. Ese valor, pongamos por caso una tonelada de cobre, no
incluye los costos de los residuos que quedan al pie de la mina, el
agua o los relaves contaminados. Es por esto que los
postextractivismos plantean una corrección de esos precios
incorporando también esos otros costos. Como resultado el valor
económico de los commodities será mucho más alto que el actual,
terminará la transferencia social hacia esas empresas, y se fuerza
el objetivo de reducir los extractivismos.
Otra vez
aparecerán las contracríticas por los recursos económicos que se
perderían. Ante ella se pueden sumar otras alternativas económicas.
Unos apuntan a una reforma tributaria que sea efectiva y justa. En
especial se debe terminar con los mecanismos de evasión impositiva
(como las ventas trianguladas entre subsidarias o las alteraciones en
los costos y beneficios que reportan las empresas).
Otros son el
desmonte de los subsidios explícitos o implícitos que se otorgan a
los extractivismos. Entre ellos están las subvenciones, estímulos o
renuncias tributarias para sostener por ejemplo a mineras y
petroleras, o ayudas como no cobrar el agua o brindar energía
eléctrica barata.
Estas
transferencias pueden ser enormes, como demuestra un detallado
análisis para el sector petrolero argentino, que encontró que
totalizaron más de 13 mil millones de pesos de 2009 a 2015 [5]. Esto
equivale aproximadamente a una vez y media al presupuesto en salarios
de todas esas empresas (privadas y estatales). Emerge aquí la obvia
alternativa de usar esos dineros en apoyar otros sectores
productivos. Es más, un postextractivismo petrolero en Argentina
permitiría pagar los salarios de todos esos trabajadores
asignándolos a otros sectores, y aun así se ahorrarían fondos
públicos.
Casos como estos
se repiten en otros sectores y en todos los países, lo que muestra
que no es que el Estado no tenga fondos, sino que usa buena parte de
éstos para sostener financieramente a los extractivismos.
La reducción de
los sectores extractivistas debe ir acompasada con una
diversificación productiva. Esta es una meta que nuevamente está en
el centro de muchas discusiones, y por ello es necesario precisarla
desde el punto de vista postextractivista.
Es claro que
Argentina tiene enormes potenciales para diversificar su producción
agropecuaria rompiendo el cerco de la sojización. Pero esa
diversificación debe apuntar a esquemas orgánicos y ecológicos,
para así aminorar los impactos ambientales y las necesidades
energéticas, y a la vez, absorbiendo mano de obra. Esto además
permitiría asegurar una alimentación plena a toda la población,
anulando uno de los componentes más dolorosos de la pobreza que es
la desnutrición. Finalmente, esa reorganización agropecuaria
permite pasar a eslabones siguientes en la industria de los
alimentos.
En el sector
industrial el país tiene ventajas si por ejemplo se la compara con
las naciones andinas, al poseer infraestructura, tecnologías y
saberes en ese campo. Pero la industria también necesita una
reconfiguración social y ecológica, con más énfasis en productos
necesarios y duraderos para acompasar una menor tasa de extracción
de recursos naturales y consumo de energía. Este cambio impone
organizar cadenas industriales donde participen también los países
vecinos.
Por este tipo de
condiciones la reflexión sobre postextractivismo otorga una enorme
atención al marco externo. Ir más allá de los extractivismo pasa
por una desvinculación selectiva de la globalización como modo
necesario para recuperar autonomía frente al capital. Esto requiere
de un nuevo tipo de articulaciones entre países, en unos casos
potenciando instrumentos que se dejaron de lado en los últimos años
(como la coordinación en la oferta, comercio y precio de las
materias primas) e instalando otros de nuevo tipo (como las
coordinaciones productivas entrelazadas con complementaridades
ecológicas) [6].
Todas estas
transformaciones productivas deben ir de la mano con abandonar el
consumismo que derrocha en materia y energía. Es necesario promover
un consumo más austero pero más efectivo en asegurar la calidad de
vida, enfatizando el uso antes que la posesión, y que aproveche
bienes más durables. Medidas postextractivistas como alargar el
tiempo de obsolescencia de los electrodomésticos eran criticadas
hasta hace poco, pero ahora son aceptadas como necesarias e incluso
algunos países comienzan a aplicarlas.
Entramados
conservadores y progresistas
Los
extractivismos requieren sin duda muchos cambios en los escenarios y
dinámicas políticas. Muchos de ellos avanzan violando los derechos
humanos, y por ello un postextractivismo insiste en salvaguardarlos
plenamente. También se mantienen gracias a la corrupción, usándola
de variadas maneras, tales como acceder a contratos o evitar las
sanciones (como evidencia la conexión argentina de los sobornos de
Odebrecht para tener el contrato de la red de gasoductos[7]. El
postextractivismo es entonces el mejor antídoto ante esa corrupción
anulándola en su propio origen.
Pero una cuestión
más compleja se debe a que los extractivismos proliferaron bajo
distintas condiciones políticas y eso ofrece muchas lecciones para
pensar las alternativas. Sin olvidar sus raíces históricas, en el
pasado más reciente los extractivismos fueron promovidos por los
gobiernos kirchneristas primero, y ahora por el macrismo. El avance
en la sojización fue alentado por Néstor Kirchner, y la apertura al
fracking se redobló con Cristina Fernández de Kirchner. Los dos,
además, sostuvieron una minería bajo mínimos controles. Su
implementación es parte de los llamados “extractivismos
progresistas” que, entre otras cosas, tenía cierta participación
estatal (con la creación de Enarsa o la reestatización de YPF).
Bajo el gobierno
Macri se refuerzan los extractivismos pero se instrumentalizan de
otra manera: el Estado retrocede dejando mayores espacios al mercado,
a los inversores extranjeros y a las corporaciones transnacionales.
Es un caso de “extractivismo conservador”. Entre sus componentes
destacados están los apoyos a los monocultivos y al fracking en el
sur. En la misma línea opera el reciente “Acuerdo Federal Minero”
que es una medida típica de los extractivismos conservadores
actuales porque acepta algunas medidas ambientales, casi siempre
cosméticas[8]. En el acuerdo se indica que se clausurará la minera
que alcance tres faltas ambientales graves, una promesa que
comprensiblemente es tomada con escepticismo (ya que esas faltas
ocurrieron con Veladero y desde el ministro de Ambiente, Sergio
Bergman, al poder judicial nacional y provincial, no impusieron esa
sanción[9]. El grueso del acuerdo promueve la megaminería y
favorece a sus capitales, en línea con la meta gubernamental de
alcanzar los US$ 25 mil millones de inversiones mineras, para lo cual
deberá flexibilizar los requisitos ambientales (como ha ocurrido en
Perú y Bolivia, por ejemplo)[10].
Por lo tanto, los
extractivismos argentinos actuales son una mezcla progresista y
conservadora, kirchnerista y macrista. Se confirma así una
advertencia clave en recientes estudios que indican que más allá de
la instrumentalización, sea progresista o conservadora, todos los
extractivismos mantienen una misma esencia en sus ideas sobre el
desarrollo como crecimiento económico basado en una apropiación
masiva de la Naturaleza.
Esto tiene enorme
importancia para las opciones postextractivistas. El horizonte de
cambio no está en ir desde los extractivismos conservadores basados
en el mercado (como los del macrismo) a unos extractivismos
progresistas más estatales (imitando, pongamos por caso, aquellos de
Ecuador o Bolivia). Toda la información comparativa internacional
muestra que incluso bajo los extractivismos progresistas se repiten
los impactos sociales y ambientales, que la obsesión con generar
rentabilidad en las empresas estatales termina en las mismas
manipulaciones sobre los trabajadores, las comunidades locales y el
ambiente, llegando a la criminalización y persecución. Y por si
fuera poco, también deberán subordinarse a los mercados globales
para poder exportar esas materias primas. Todo esto apunta a que los
postextractivismos deben brindar alternativas tanto a las posturas
progresistas como conservadoras.
Hay quienes
defienden los extractivismos progresistas sosteniendo que nada se
puede hacer ya que los países del sur están atrapados dentro de la
globalización (como piensa, por ejemplo, Alvaro García Linera en
Bolivia y que en Argentina repite Atilio Borón). Bajo esa mirada ya
no hay alternativas radicales, sólo queda la resignación al
desarrollo dependiente con la esperanza de un Estado que reparta de
mejor manera los dineros, o sea, aceptar alguna variedad de un
capitalismo benévolo. En cambio, los postextractivismos sostienen
que hay alternativas posibles, ya que nuestros países no están
condenados a ser proveedores de materias primas.
Perspectivas de
los postextractivismos
Los debates sobre
alternativas postextractivistas están en marcha en varios países.
Se nutren de muchas experiencias locales que ofrecen ejemplos
notables, y ofrece marcos conceptuales para sumarlas y organizaras en
propuestas de transformaciones sustanciales. Se brindan instrumentos
concretos para políticas públicas precisas que permitan avanzar
hacia esas alternativas.
La mayor barrera
que enfrentan los postextractivismos no está ni en la escasez de
antecedentes ni la ausencia de otros instrumentos o políticas, sino
en lo que podría llamarse barreras “culturales”. Son los mitos y
prejuicios ampliamente compartidos, y que anteceden a las ideologías
partidarias convencionales, y que resultan en la fatalista aceptación
de ser extractivistas. Las alternativas radicales se juegan ahora en
esa otra frontera, y los postextractivismos son uno de sus
principales frentes de exploración.
* El autor es
investigador principal en el Centro Latino Americano de Ecología
Social (CLAES), en Montevideo, Uruguay.
Referencias
- Una biblioteca con artículos, reportes y libros sobre extractivismos, incluyendo sus definiciones e impactos, se puede encontrar en Extractivismo, concepto y tendencias.
- Samaniego, P. y colaboradores, Commercial and biophysical déficits in South America, 1990-2013, en Ecological Economics, 2017
- Una biblioteca con textos y otros recursos sobre postextractivismo está disponible en Transiciones. Alternativas al desarrollo.
- Desmontes S.A. Parte 3. El mapa del delito forestal en Argentina. Greenpeace, 2016.
- López Crespo, F. y colaboradores. Transferencias al sector hidrocarburífero en Argentina. Ejes, Observatorio Petrolero del Sur y Taller Ecologista, 2016.
- Una introducción a los aspectos internacionales de los postextractivismos en Gudynas, E. La dimensión continental y global de las transiciones hacia las alternativas al desarrollo, en “Transiciones y alternativas al extractivismo en la región andina”, A. Alayza y E. Gudynas, eds, RedGE y CEPES, Lima, 2012.
- Odebrecht: revelan que De Vido acordó coimas por US$ 25 millones, H. Alconado Mon, La Nación, 18 junio 2017.
- Macri y las provincias firman el postergado "Nuevo Acuerdo Federal Minero", Perfil, 13 junio 2017. El acuerdo está disponible en Ministerio de Energía y Minería.
- Nuevo derrame de Barrick Gold en San Juan, La Izquierda Diario, 13 enero 2017.
- El Gobierno apuesta a duplicar la inversión en minería, G. Sued, La Nación, 30 enero 2017. La Justicia habilitó a Barrick Gold a operar en Veladero. Infobae, 16 junio 2017.
Fuente:
Eduardo Gudynas @EGudynas, Postextractivismos en Argentina: la nueva frontera de las alternativas al desarrollo, 30/06/17, La Izquierda Diario. Consultado 03/07/17.
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