Científicos
cordobeses determinaron que, aun en dosis bajas, este herbicida
afecta al 70 % de las especies nativas. La presión sobre la flora
local provoca la aparición de plagas resistentes.
por Lucas Viano
Además de
afectar la biodiversidad del bosque nativo, el propio glifosato está
generando su némesis: especies nativas resistentes al mismo
herbicida.
Esta es la
conclusión más importante de un trabajo realizado por científicos
del Instituto Multidisciplinario de Biología Vegetal (Imbiv,
perteneciente al Conicet y a la Universidad Nacional de Córdoba) y
publicado hace unos días en la revista Ecotoxicology and
Environmental Safety.
Los
investigadores analizaron los efectos del glifosato, el herbicida más
usado en Argentina, en 23 especies nativas del bosque chaqueño
cordobés.
Recolectaron
semillas de remanentes de montes ubicados en zonas agrícolas de Río
Ceballos, de Colonia Caroya y de San Agustín. Luego las hicieron
germinar en un invernadero y aplicaron diferentes dosis del
herbicida.
El 70 por ciento
de las especies murieron o tuvieron efectos subletales (dificultades
para crecer) cuando se les aplicó un cuarto de la dosis de glifosato
recomendada para uso agrícola.
Esta proporción
es la cantidad de herbicida que podría llegar a un relicto de bosque
nativo producto de la deriva ocasionada durante la fumigación de un
campo cercano.
Con la mitad de
la dosis recomendada, el porcentaje de plantas nativas afectadas fue
del 92 por ciento. Estos efectos fueron observados en los plantines
luego de 21 días de vida.
Analizaron
especies herbáceas, arbustos y árboles, como tala y aromillo.
Estos resultados
siguen la tendencia observada en otros estudios realizados en otras
regiones biogeográficas.
Entre los efectos
negativos de esta práctica, está la pérdida de biodiversidad
en estos relictos de bosque nativo, como también cambios en la
estructura y la composición de las comunidades naturales.
“Las especies más sensibles podrían sufrir extinciones
locales”, indica el trabajo.
Pero hay un
efecto inesperado: la generación de malezas debido a la exposición
constante y a las bajas dosis de glifosato.
“Esta
estrategia repetida puede causar una gran presión para
seleccionar biotipos y una resistencia posterior al herbicida”,
explica el trabajo.
Y agrega:
“Nuestros resultados sugieren el desarrollo de biotipos tolerantes
en muchas especies de bosques del chaco. Algunas de estas especies
nativas pueden
potencialmente convertirse en malezas”.
Leonardo Galetto,
uno de los autores del estudio, asegura que la aparición de malezas
resistentes ya se viene dando hace varios años.
Un ejemplo es la
campanita (Ipomoea purpúrea), una enredadera de flor azul a
violeta que ya está invadiendo los campos.
Los
investigadores vieron que, aunque muchas especies mueren, también
muestran un gradiente de tolerancia al herbicida.
“Esto se debe
quizá a que ya hay una historia de 20 años de exposición al
glifosato, y algunos biotipos se vuelven resistentes”, explica
Galetto.
Y agrega:
“Numerosos estudios a nivel global indican el potencial que tienen
dosis muy bajas de glifosato para seleccionar rápidamente biotipos
con altos niveles de resistencia”, dice.
Otras malezas
nativas que ya sufren los campos cordobeses son diferentes especies
nativas de la familia de los amarantos, las rubiáceas y las
malváceas.
“El manejo
agronómico actual termina complicando tanto la conservación de la
flora nativa como la producción al seleccionarse germoplasma que se
vuelve resistente al glifosato y comienza a invadir los campos. Son
malezas inmanejables para los agricultores”, explica Galetto.
Recomendaciones
Galetto señala
algunas recomendaciones que surgen de este trabajo, como lograr un
mayor apego de los productores a las buenas prácticas de aplicación
de agroquímicos.
Por ejemplo,
aplicarlos en días sin viento, con una modalidad y cantidades de
producto recomendadas en el momento del ciclo del cultivo apropiado y
en el sector del lote en que es necesario.
También plantea
que se deberían crear zonas “buffer” cercanas a estos relictos
de monte donde se prohíba la fumigación.
Galetto cree que
quizá ya es hora de repensar si a largo plazo esta tecnología y
este modelo de producción son los mejores.
“Nos debemos un
debate como sociedad para explorar otras opciones que son tanto
o más exitosas que las que se implementan actualmente, para
mantener una renta en la producción de cultivos y cuidar el
capital natural del que disponemos”, reflexiona.
El grupo de
investigación. Integrantes: Leonardo Galetto, Florencia Ferreira y
Carolina Torres, del Imbiv, y Enzo Bracamonte, de la Facultad de
Ciencias Agropecuarias.
¿El problema es
el herbicida o cómo se lo aplica en Argentina?
Otro estudio
reciente, realizado por investigadores de la Universidad Nacional de
La Plata (UNLP), habla de que el glifosato es un herbicida
“pseudopersistente”.
¿Es el glifosato
tan tóxico o son las malas prácticas agrícolas las que generan
problemas ambientales y sanitarios? Galetto responde que las causas
son complejas y múltiples.
Recuerda que
cuando se promovió esta tecnología, se pensaba que con poca
concentración podían controlarse las malezas.
“Eso parecía
que iba a ser una buena práctica ambiental. Pero la naturaleza fue
seleccionando poblaciones más resistentes y los productores
comenzaron a aplicar más cantidad de agroquímicos”, explica.
Galetto señala
que en muchos casos, en argentina, se aplica hasta cuatro veces más
que la dosis recomendada.
También hay
problemas en las formas en cómo se aplica. La deriva (producto que
cae fuera del área cultivada) ideal del producto no debería superar
el dos por ciento del
total aplicado, pero hay estudios que indican una deriva de hasta un
tercio, debido a que se realiza en condiciones climáticas
inapropiadas (mucho viento) y con prácticas agrícolas inadecuadas.
Sobre el
glifosato, señala que su principio activo se degrada en el ambiente,
pero se transforma en otras sustancias conocidas como “Ampa”, que
se acumulan y sobre las que no se han estudiado sus potenciales
efectos ambientales y sanitarios.
Otro estudio
reciente, realizado por investigadores de la Universidad Nacional de
La Plata (UNLP), habla de que el glifosato es un herbicida
“pseudopersistente”. Esto significa que, si bien se degrada
rápidamente en el ambiente, su uso intensivo provoca que tenga una
presencia constante en los suelos y los cuerpos de agua.
“Según las
prácticas actuales, las tasas de aplicación son más altas que las
tasas de disipación. Por lo tanto, glifosato y Ampa deben ser
considerados como contaminantes ‘pseudopersistentes’”, señala
el trabajo publicado en la revista científica Environmental
Pollution.
Investigadores
del Centro de Investigaciones del Medio Ambiente (Conicet y UNLP) y
del Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (Inta) estudiaron
la presencia y la concentración de estas sustancias en suelo, en
partículas en suspensión y en las agua superficiales de la región
pampeana mesopotámica.
Detectaron la
presencia de glifosato o Ampa en casi todas las muestras del suelo y
en más de la mitad de las de agua.
Fuentes:
Lucas Viano, Para un grupo de científicos cordobeses, el glifosato afecta a la biodiversidad y genera sus malezas, 11/07/17, La Voz del Interior. Consultado 11/07/17.
¿El problema es el herbicida o cómo se lo aplica en Argentina?, 11/07/17, La Voz del Interior. Consultado 11/07/17.
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