Etnobotánica y
medicina.
por Daniel Díaz
Romero
Sala de Prensa Ambiental
Sala de Prensa Ambiental
“Los procesos
evolutivos con relación a la biodiversidad han “construido”
medicinas con las que seguimos ensayando y aprendiendo. Estas
especies son las que dan respuestas en lo cotidiano constituyendo una
medicina doméstico-casera que la gente, a través del ensayo-error y
de la transmisión oral, ha sabido utilizar muy bien.” explica
Gustavo Martínez, un joven biólogo, Doctor en Ciencias
Agropecuarias, que desarrolla investigaciones en el campo de la
etnobotánica y etnoecología en comunidades del Gran Chaco. Entre
sus tareas desarrolla proyectos como investigador del Consejo
Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET) en el
Museo de Antropología de la Universidad Nacional de Córdoba (UNC).
Sin embargo, en
todo el país, se están poniendo en jaque a estas fábricas de
medicamentos naturales que son los bosques: “Es inminente la
desaparición de muchos de estos recursos, de estos laboratorios
naturales por las problemáticas que todos conocemos: la expansión
de la frontera agrícola, la forestación con especies exóticas, el
desarrollo de pinares, el desmonte, los cultivos- especialmente de
papa y de soja- y el empleo de agroquímicos en zonas que eran
amplias extensiones de monte”, explica el biólogo.
Gustavo Martínez
señala que “muchas de las especies medicinales forman parte del
estrato herbáceo o arbustivo y recurrentemente se piensa que
conservar bosques es conservar grandes especies leñosas. En los
fachinales degradados hay mucha diversidad biológica y al común de
la gente le da lo mismo reemplazarlo por un cultivo”.
El etnobotánico,
afirma que “los pobladores locales que conviven desde épocas
ancestrales con estos ambientes saben que allí tienen a mano
medicinas que les sería mucho más costoso adquirir en farmacias o
laboratorios”.
Unas 40 especies
autóctonas son utilizadas a nivel industrial por laboratorios de
especialidades médicas, farmacias, herboristerías, casas de
dietéticas, perfumerías, cosmetología, aromaterapia y destilerías
para diversos productos aperitivos.
Topadora versus
yuyito, una lucha desigual
La problemática
de los desmontes también afecta a las plantas medicinales que
habitan los bosques de nuestro país y las controvertidas leyes que
propiciarían el uso sustentable de los bosques no contemplaron la
protección de la preservación de estas especies medicinales. “Los
hechos demuestran, indica Martínez, que se mide la conservación en
términos de biodiversidad de especies naturales y especies de usos
más inmediatos, más visibles. Debemos entender que hay una estrecha
relación entre multiplicidad cultural y diversidad biológica; en
nuestro país hay grandes aéreas de diversidad cultural o étnica,
comunidades indígenas, criollas y campesinas que conservan la
biodiversidad porque en sus actividades cotidianas hacen uso del
recurso.
El científico
Martínez agrega que “las plantas medicinales forman parte de
estratos que no están considerados en un mapa de conservación o que
pueden estar en un ambiente degradado. Si se tuviera en cuenta esta
riqueza cultural y las necesidades de grupos étnicos o comunidades
nativas se podrían incluir en un mapa de conservación. Pero además,
el uso del territorio en el monte de una comunidad originaria o de
grupos campesinos va mucho más allá de un predio demarcado por un
papel legal, es todo el ámbito en donde se usan las plantas, es todo
el monte chaqueño, por ejemplo, en donde se utilizan plantas con
raíces reservantes que proveen de agua, que proveen de alimentos, de
materia prima para la producción de artesanías, plantas tintóreas,
alimenticias o las utilizadas para la medicina veterinaria.
Si se pensara en
la conservación, también en términos culturales, habría que
pensar en todos los ámbitos en el que se requiere el uso del monte,
que son muchos.
La desaparición
del monte determina la desaparición de prácticas y con ello la
desaparición de culturas. Nuestro pensamiento tiene un trasfondo
social y de conservación de la cultura que no tuvieron las últimas
leyes que legislan el futuro de los bosques”, expresa el científico
de la UNC.
Laboratorios
naturales
Lo cierto es que
a partir de técnicas milenarias y saberes transmitidos de generación
en generación, la farmacopea natural ha sido protagonista en la
medicina tradicional, algo más que un simple bálsamo para los
sectores más desprotegidos de la sociedad.
Valorar este
recurso natural e investigar sobre sus usos son tarea de Gustavo
Martínez, un etnobiólogo apasionado por su trabajo con las plantas
medicinales y con los pobladores que las utilizan desde tiempos
inmemoriales.
Tan importantes
son estos productos de la naturaleza que la Organización Mundial de
la Salud (OMS), advierte, desde hace años, que en la atención
primaria de la salud se deben incluir las prácticas médicas
ancestrales y las plantas tradicionales.
“Si una
imposición de manos no fuese efectiva, la gente no buscaría eso"
“La medicina
oficial -explica Martínez- todavía no se hace eco para responder a
cuestiones que no solo son aspectos parciales del organismo, cuando
se centra en una afección puntual, en un agente etiológico o en un
agente bacteriano. Resuelve esos casos con fármacos, pero hay
enfermedades que tienen orígenes ambientales o psico-sociales, por
ejemplo”.
El etnobotánico
de la UNC agrega que “para la gente del campo, hay enfermedades
originadas por la envidia, por tensiones, por desequilibrios en el
ambiente. En el noroeste, por ejemplo, existe una enfermedad que se
llama aikadura, originada por aspirar el aire de los cementerios. Lo
mismo pasa con la culebrilla, la pata de cabra, el empacho, la
ojeadura, enfermedades que están presentes en gran parte del
territorio argentino. Los médicos de la medicina oficial no pueden
dar respuestas a esto. Algunos, tratan de traducirlas a la medicina
oficial y dicen la culebrilla es, en realidad, el herpes soto pero
los antropólogos advierten que no, que en realidad, son distintos
modos de concebir la enfermedad y que, por lo tanto, hay que buscar
una respuesta diferente, como el de la cura ritual, con una eficacia
incomparable a una respuesta farmacológica, así como una caricia,
estas prácticas surten efecto” explica el especialista y comenta:
“Si una imposición de manos no fuese efectiva, la gente no
buscaría eso”.
De galenos y chamanes
En Argentina, las
investigaciones etnomédicas entre campesinos se han interesado
especialmente por los criollos y mestizos de la región de la región
del noroeste (NOA).
“El contacto
con la gente, el conocer su prácticas y sus saberes- explica
Martínez- me abrió un mundo en las formas de vincularme con las
personas que abre la perspectiva acerca de que el conocimiento
científico no es lo único válido o empírico si no que hay muchas
otras sabidurías trascendentes en la gente de las sierras.”
El etnobotánico
Gustavo Martínez desarrolla, junto a un grupo de voluntarios, tareas
de educación en escuelas rurales, dictando particulares clases en
conjunto con una curandera de las sierras, los alumnos con sus
saberes y los maestros.
También,
coordina caminatas compartidas con pobladores de la zona,
fármaco-botánicos, curanderas, etnobotánicos y chicos de las
escuelas.
Martínez, opina
que hay una estrecha relación entre las curanderas y las plantas
medicinales en la medicina tradicional, aunque aclara que “la gente
no elige el curanderismo como única alternativa, la realidad muestra
que la gente hace trayectorias médicas o itinerarios terapéuticos
en los que buscan cuidar su salud con distintas prácticas: busca un
remedio en un dispensario pero también requiere de un consejo de un
sanador, de la mirada integral que le dispensa un curandero, de la
cura ritual, de la cura de palabra, el uso de una planta o de un rito
del culto pentecostal carismático. La realidad muestra -afirma el
investigador del CONICET- que una enfermedad, no es solo el malestar
de un cuerpo sino una dolencia integral de la persona”.
Medicinas
múltiples
El biólogo
Martínez señala que “el paradigma de la biomedicina -que es la
medicina oficial- es la única medicina legitimada en nuestro país,
jurídicamente permitida, que ofrece muchas cosas pero también tiene
muchas contradicciones y limitaciones. Basta pensar en los efectos
secundarios de algunos fármacos, en este caso. Por otro lado, las
medicinas tradicionales -agrega el científico- tienen experiencias
muy consistentes y efectivas, no solo por lo farmacológico sino
también por el valor simbólico que tienen muchas de sus prácticas,
con mucha capacidad de producir o generar salud por lo que moviliza.
No por eso, está exenta de posibles limitaciones o perjuicios,
porque el uso de plantas puede también conllevar riesgos”.
Martínez agrega
que “no todas las plantas, por ser naturales son saludables, hay
especies que son tóxicas por lo que nos toca advertir o asesorar
sobre determinados principios activos que convendrían o no a la hora
de ser utilizados.
Cuando uno se va
acercando a la gente, en la humildad de los conocimientos, de los
saberes se da cuenta que también es importante despojarse un poco de
las soberbias pretensiones de lo académico que es casi un
imperativo, una exigencia, en estas cosas”.
La naturaleza a
su servicio
Relacionado con
el comercio de plantas medicinales nativas, el investigador del
CONICET, señala que “no estamos en contra de la comercialización
sustentable que hacen muchos pobladores locales, producto de la
recolección de hierbas, muchos viven de recolectar la peperina, el
tomillo y otras hierbas”, aclara Martínez y agrega que “trabajamos
en tareas para promover la domesticación de esas especies,
investigamos de qué manera se pueden extraer esas plantas sin
arrancarlas de raíz, respetando los ciclos fenológicos, los
criterios de corte, cuales son los espacios topográficos que deben
defenderse para que una planta siga haciendo su ciclo, como evitar
que las cadenas de comercialización largas promuevan la explotación
de los pobladores”, concluye Gustavo Martínez.
El biólogo
señala que el extractivismo ha sido un gran problema para la
preservación de especies como el tomillito serrano y ejemplares
aromáticos desde tiempo atrás, sobretodo en la región de
Traslasierras, en la provincia de Córdoba. “Desarrollamos un rango
acerca de las especies más presionadas, teniendo en cuenta la
demanda comercial, el uso cotidiano y su abundancia en las zonas; en
primer lugar figura la peperina, el tomillito serrano, el vira-vira,
la carqueja, la cola de caballo, la pasionaria y algunos helechos”,
describe el etnobotánico.
“En muchos
lugares del país hay acopiadores, extractores a granel que son los
que producen la devastación mucho mayor y una mayor explotación del
trabajador local. Parte de nuestra tarea ha sido la realización de
talleres de uso y manejo acorde con normas apropiadas de
comercialización de hierbas nativas, acordes con las normativas
reglamentarias del ANMAD, todos elementos que le proveen de un valor
agregado a los productos que los pobladores locales acostumbran a
ofrecer los turistas, por ejemplo”.
Fuente:
Daniel Díaz Romero, La farmacia en el monte, 14/07/17, Sala de Prensa Ambiental. Consultado 15/07/17.
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