Durante
35 años una empresa japonesa desató un padecimiento letal al volcar
sus desechos con mercurio al mar. Murieron incontables peces, aves,
cerdos, gatos, perros y 111 personas. El singular caso de la
enfermedad de Minamata.
Pocas
ciudades tienen el controvertido orgullo de brindarle su nombre a una
enfermedad. Menos todavía si ese bautismo resulta de una
desaprensiva conducta que durante años, y en silencio, los canallas
mantuvieron oculta con una única misión: ganar dinero. Hasta
mediados del siglo pasado, Minamata era un pueblo pesquero en la isla
Kyushu al extremo sur de un Japón que todavía no había accedido a
la modernidad. Un lugar apacible del mar de Shiranui que escondía
tragedia y desidia.
Los
gatos del pueblo fueron los primeros en llamar la atención. De la
nada, enloquecían y se tiraban al mar, como un suicidio. Más tarde
fueron aves, cerdos o perros. Los animales empezaban a volverse
locos. No faltaba mucho para que los síntomas alcanzaran a las
personas: ataxia (la imposibilidad de coordinar los movimientos,
alteración sensorial en manos y pies), deterioro de los sentidos
(vista y oído), debilidad, parálisis y finalmente muerte. Entre
1953 y 1965 se contabilizaron 111 víctimas y más de 400 casos con
problemas neurológicos. Madres que no presentaban ningún síntoma
dieron a luz a niños gravemente afectados.
La
enfermedad, lógicamente, provocaba terror. Más angustiante aún era
no conocer qué la provocaba. Recién en 1968 el gobierno japonés
ató cabos. Y dictaminó oficialmente que la causa era una
intoxicación progresiva y acumulativa debida al consumo de pescado y
marisco contaminado por mercurio. ¿El culpable? Una empresa
petroquímica llamada Chisso, que aplicaba una curiosa teoría para
deshacerse de sus residuos líquidos: si una sustancia no es
absorbida por los seres vivos -explicaba- no había problema en
volcarla al mar. Sólo les faltó un detalle: muchos metales pesados,
como el mercurio, permanecen y se mantienen en los organismos.
Treinta
y cinco años volcó Chisso sus aguas contaminadas al mar pocos
kilómetros al norte de la bahía de Minamata. Ochenta y un toneladas
de mercurio. Los peces lo acumularon y los japoneses, con una dieta
principalmente marina, lo fueron incorporando sin poder eliminarlo.
Más de tres mil personas murieron y los daños siguieron apareciendo
en la descendencia de aquellos intoxicados. En la década del
setenta, el gobierno japonés ordenó una remediación que demandó
la remoción de más de un millón de metros cúbicos de arena
contaminada del fondo del mar frente a Minamata. El 70 por ciento del
costo lo debió afrontar la condenada Chisso.
Compañía
que todavía debe resarcir a quienes padecen la afección que lleva
el nombre de esa ciudad: la enfermedad de Minamata. Medio siglo
después de iniciada la conducta criminal, la ciudad contaminada pudo
recuperar sus costas clausuradas durante veinticinco años. También,
con ese acto de justicia, pudo recuperar su nombre.
Cicatrices
es una sección del programa Ambiente y Medio que se emite todos los
sábados a las 16 por la Televisión Pública Argentina
Fuente:
La curiosa historia de una enfermedad que le debe su nombre a una ciudad contaminada, 01/07/17, Infobae. Consultado 03/07/17.
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