La obra, valorada
en 50.000 millones de dólares, debería ser inaugurada en 2020, pero
hasta la fecha en la ruta trazada solo pastan vacas y los pescadores
locales continúan con su rutina.
por Carlos Salinas
La promesa de Daniel Ortega, el eterno presidente de Nicaragua, era convertir a
este país agrícola y atrasado, solo superado en pobreza por Haití,
en la "tierra prometida", una nueva nación enriquecida
gracias al proyecto que pondría al mandatario en las páginas de la
Historia: la construcción de un canal interoceánico que sería la competencia del de Panamá, una obra enorme valorada en más de
50.000 millones de dólares, cuya concesión fue entregada a un
empresario chino, Wang Jing, que viajó a Nicaragua para declarar, en
diciembre de 2014, al inaugurar los trabajos iniciales del proyecto,
que "esta tierra, junto con nuestro trabajo, va a dar paso a un
país más fuerte, a un pueblo más fuerte". Tres años después
de entregada la concesión, Nicaragua no mana leche y miel. Sigue
siendo igual de pobre y atrasada y del canal no hay ni una piedra que
indique que su construcción se hará realidad. Los planes iniciales
eran que estaría terminado en 2020. Por ahora, en la ruta del canal,
pastan vacas, y en sus costas los pescadores siguen con su rutina.
Hace casi dos
años que no se ve al chino Wang por Nicaragua. La gigantesca maquinaria anunciada para partir al país en canal sigue en espera y
no se conoce ni un solo inversionista interesado en poner su dinero
para impulsar la construcción de la obra. Entretanto, Wang ha hecho
otras inversiones en Nicaragua: su empresa de telecomunicaciones,
Xinwei, es la única autorizada para vender drones en este país
-donde por regla estatal están prohibidos- y en mayo pasado lanzó
Cootel, la marca comercial que ofrece servicios de telecomunicaciones
con una presencia tímida en el país, lejos de la inversión inicial
de 2.000 millones de dólares que había prometido. Y, además, la
denominada Comisión del canal, conformada por dieciséis
funcionarios públicos -incluido Laureano Ortega, hijo del presidente
y asesor en temas de inversiones- no se ha reunido en más de un año.
Esta organización es la encargada de representar al Estado en las
relaciones con la empresa de Wang, Hong Kong Nicaragua Canal
Development, HKND.
El largo retraso
en el inicio de las obras, el hecho de que el año inicial de
inauguración del proyecto, en 2020, esté cerca, de que nada se
conozca de Wang Jing y de que el presidente Ortega ya no haga
referencia a la "tierra prometida" que sería Nicaragua con
el canal, ha hecho que el tema vuelva al interés de la prensa
nacional e internacional, que ha determinado que el proyecto es un fiasco. El inicio de las relaciones diplomáticas entre China y
Panamá refuerzan esta opinión, ya que, según informó el diario
británico The Times en junio, "hay rumores" de que el
proyecto "había sido archivado".
Debido a estas
publicaciones, la semana pasada HKND reapareció públicamente y a
través de un comunicado informó de que estaban trabajando para
diseñar las esclusas del proyecto y un puerto en Brito, en el
Pacífico de Nicaragua, aunque no dio fechas exactas para la
construcción de estas obras o si tienen los fondos necesarios para
llevarlas a cabo. Las dudas sobre la construcción del proyecto
comenzaron en octubre de 2015, cuando se conoció que Wang Jing había
perdido el 85% de su fortuna por las caídas de las acciones de
Xinwei. La agencia Bloomberg reportó en ese momento que el capital
del empresario pasó de 10.200 millones de dólares a 1.100 millones.
El Canal de
Nicaragua, que tendría una extensión de 278 kilómetros entre la
costa del Pacífico del país y la del Caribe, permitiría el paso de
una nueva generación de buques porta contenedores de 400.000
toneladas. La concesión fue aprobada por la Asamblea Nacional -cuya
mayoría controlaba Ortega- el 13 de junio de 2013, sin que se
sometiera a consultas o a un referendo y sin que se conocieran
estudios de viabilidad económica y ambiental del proyecto. "Tanto
tiempo nuestro pueblo yendo por el desierto. Buscando la tierra
prometida. ¡Y llegó el día! ¡Llegó la hora de alcanzar la tierra
prometida!", dijo en esa ocasión el presidente Daniel Ortega.
Ciudadanos y organizaciones sociales interpusieron ante la Corte
Suprema de Justicia 30 recursos por inconstitucionalidad contra la
concesión, pero fueron desestimados por la Suprema.
Lo que han dejado
estos cuatro años de promesa de progreso y riqueza ha sido la
consolidación de un movimiento campesino fuerte, que ha plantado
cara al gobierno de Ortega. Ese movimiento exige la derogación de la
concesión, que da amplios poderes a Wang y es una amenaza sobre sus
tierras, localizadas en el sur de Nicaragua, entre las costas del
Gran Lago Cocibolca, las más ricas de este país. La concesión
establece la expropiación de ese vasto territorio. A través de 89
marchas multitudinarias, la mayoría aplastadas con fuerza por el
gobierno, los campesinos se han hecho escuchar y han dicho que no
permitirán que se consolide la entrega del país "a un chino".
La próxima marcha se realizará a mediados de julio en Ometepe, una
paradisiaca isla formada por dos volcanes sobre las aguas del
Cocibolca. Para los campesinos, Ometepe, con sus espléndidos
paisajes, bosques y fauna salvaje, sí es la tierra prometida, por
cuya defensa están dispuestos a dar la vida.
Fuente:
Carlos Salinas, El canal imposible de Nicaragua que se quedó en promesa, 06/07/17, El País. Consultado 06/07/17.
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