por
Sergio Federovisky
Con
una ética canalla adoptó una decisión coherente con su definición
del calentamiento global como resultado del modelo productivo de la
humanidad: Donald Trump, presidente de los Estados Unidos, había
dicho que el cambio climático es un invento de los chinos para
perjudicar la competitividad estadounidense. Pero la indignación
global no debiera opacar la realidad. Trump opera sobre el fértil
terreno del fracaso internacional, apenas disimulado por discursos
altisonantes. El acuerdo de París, del que el multimillonario
presidente norteamericano desertó, es "de una tibieza
lamentable", según la honesta descripción del ex presidente
uruguayo Pepe Mujica. Un muestrario de buenas intenciones para
reducir las emisiones de dióxido de carbono, pero sin metas
explícitas, sin sanciones, sin exigencias de cumplimiento.
Y
antes, el protocolo de Kioto, tan venerado, pasó a la historia como
el más inoperante éxito de la diplomacia internacional: nadie
cumplió jamás sus postulados. Y desde hace veinticinco años, la
cantidad de gases de invernadero en la atmósfera crece sin parar
mientras la burocracia internacional rubrica acuerdos que nadie
cumple. ¿Se habría atrevido Trump a tomar una decisión de este
calibre si el mundo realmente hubiese transitado una senda a favor de
la sustentabilidad?
Estados
Unidos ha dejado así de ser un aliado del planeta. Donald Trump dio
rienda suelta a sus creencias más radicales y decidió romper con el
"debilitante, desventajoso e injusto" Acuerdo de París
contra el cambio climático. La retirada del pacto firmado por 195
países marca una divisoria histórica. Con la salida, el presidente
de la nación más poderosa del mundo no sólo da la espalda a la
ciencia y ahonda la fractura con Europa, sino que abandona la lucha
ante uno de los más inquietantes desafíos de la humanidad. La era
Trump, oscura y vertiginosa, se acelera.
La
señal es inequívoca. Tras haber rechazado el Acuerdo del Pacífico
(TPP) e impuesto una negociación a bayoneta calada con México y
Canadá en el Tratado de Libre Comercio, el presidente ha abierto la
puerta que tantos temían. De nada sirvió la presión de Naciones
Unidas o la Unión Europea, ni de gigantes energéticos como Exxon,
General Electric o Chevron. Ni siquiera el grito unánime de la
comunidad científica ha sido escuchado. Trump puso la lupa en los
"intereses nacionales" y consumó el giro aislacionista
frente a un acuerdo refrendado por todo el planeta, excepto Nicaragua
y Siria.
"He
cumplido una tras otra mis promesas. La economía ha crecido y esto
solo ha empezado. No vamos a perder empleos. Por la gente de este
país salimos del acuerdo. Estoy dispuesto a renegociar otro
favorable para Estados Unidos, pero que sea justo para sus
trabajadores, contribuyentes y empresas. Es hora de poner a
Youngstown, Detroit y Pittsburgh por delante de París", clamó
Trump.
Fuente:
Sergio Federovisky, El análisis de por qué Estados Unidos abandonó los acuerdos internacionales sobre cambio climático, 08/06/17, Infobae. Consultado 09/06/17.
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