por Daniel Gutman
BUENOS AIRES, 5
may 2017 (IPS) - Desde que un informe de la estadounidense
Administración de Información Energética (EIA, en inglés)
estableció en 2011 que Argentina es una potencia mundial en reservas
de hidrocarburos de esquisto, la ilusión de un cambio en el destino
económico sobrevuela en la mente de muchos habitantes de este país,
donde casi un tercio de la población vive en pobreza.
La pregunta que
flota en el aire es si es realmente posible que Argentina se
convierta en la Arabia Saudita de América del Sur o si todo, en
cambio, no es más que una fantasía.
A seis años de
la publicación de aquel informe, y aunque Argentina sigue siendo,
como entonces, un importador neto de petróleo y gas natural, la
esperanza parece intacta para el presidente centroderechista Mauricio
Macri.
El mandatario
visitó Estados Unidos entre el 25 y 27 de abril e hizo una escala en
Houston, considerada la capital petrolera global. Allí pidió a los
ejecutivos de las principales compañías energéticas mundiales que
realicen las multimillonarias inversiones que el país necesita para
explotar sus reservas.
“Argentina está
entre los países con mayor potencialidad del planeta. Queremos que
las mejores empresas vengan a asociarse”, planteó Macri el 26 de
abril a los ejecutivos petroleros durante un almuerzo allí, antes de
volar a Washington, donde al día siguiente se entrevistó con su
homólogo Donald Trump en la Casa Blanca.
“La demora para
explotar los hidrocarburos no convencionales en la Argentina son las
naturales del proceso desde el punto de vista técnico. La industria
del petróleo y el gas se maneja en el largo plazo”, dijo Martín
Kaindl, directivo del Instituto Argentino del Petróleo y el Gas, un
centro de estudios vinculado a las empresas del sector.
“Tenemos que
hacer las cosas bien para que esta oportunidad se convierta en
riqueza para la Argentina”, planteó en diálogo con IPS.
Hasta ahora, sin
embargo, lo que parece haber crecido más que las inversiones es el
movimiento social que se opone al sistema de fractura hidráulica,
utilizado para recuperar el petróleo y el gas de esquisto, por sus
consecuencias ambientales.
Los hidrocarburos
de esquisto se encuentran a gran profundidad entre rocas, que hay que
romper mediante la técnica de la fractura hidráulica, con el bombeo
a enorme presión de grandes cantidades de agua, químicos y arena.
Un procedimiento,
conocido también por “fracking”, su nombre en inglés, que tiene
efectos ambientales y socioeconómicos en su entorno, según expertos
citados por el movimiento ambiental contrario a la técnica.
Los opositores al
fracking tuvieron su mayor éxito hasta ahora el 25 de abril, cuando
el parlamento de la provincia de Entre Ríos, en el centro-este del
país, prohibió la extracción de hidrocarburos con el sistema de la
fractura hidráulica y otros métodos no convencionales.
Se trata de la
primera provincia del país en tomar una decisión así, que fue
precedida por normas locales de decenas de municipalidades. Entre
Ríos no tiene tradición petrolera pero figuraría en los planes de
exploración a largo plazo de Yacimientos Petrolíferos Fiscales
(YPF), de mayoría estatal.
“Entre Ríos es
una provincia que vive fundamentalmente de la actividad agropecuaria
y del turismo, en la que existe una tradición de lucha y compromiso
ambiental”, dijo a IPS el sociólogo Juan Pablo Olsson, quien forma
parte del movimiento Argentina sin Fracking.
“No hay que
olvidarse que hace pocos años, llegó a haber 100.000 personas en el
puente internacional protestando contra las plantas de celulosa”,
agregó, en referencia al conflicto que se vivió entre 2005 y 2010
con Uruguay, por la construcción de las dos fábricas, debido al
impacto ambiental sobre las riberas del río que separa a Entre Ríos
del país vecino.
De acuerdo a
datos actualizados de la EIA, Argentina tiene reservas recuperables
de esquisto de 802 billones (millones de millones) de pies cúbicos
de gas y de 27.000 millones de barriles (de 159 litros) de petróleo.
Solo lo superan China en el primer rubro y Estados Unidos, Rusia y
otra vez China, en el segundo.
De las reservas
de esos hidrocarburos, 38 por ciento del gas y 60 por ciento del
petróleo están concentradas en la formación geológica de Vaca Muerta, donde la explotación comercial comenzó en 2013, en el
yacimiento de Loma Campana, que desarrollan YPF y la estadounidense
Chevron en la provincia de Neuquén.
Es un yacimiento
de unos 30.000 kilómetros cuadrados ubicado en la llamada Cuenca
Neuquina (tradicionalmente, la principal zona petrolera argentina)
que se extiende por cuatro provincias (Neuquén, Río Negro, Mendoza
y La Pampa) en el suroeste del país.
El extraordinario
potencial de Vaca Muerta es uno de los pocos temas en los que han
concordado el actual presidente y su antecesora, la
centroizquierdista Cristina Fernández (2007-2015), quienes jamás se
refirieron a los cuestionamientos ambientales al método extractivo.
La anterior
mandataria no ocultaba su entusiasmo cada vez que hablaba del
yacimiento, al que en 2013 propuso llamar “Vaca Viva”, ya que
ahora “le extraemos petróleo”.
Macri, por su
lado, dijo que Vaca Muerta “cambia el futuro de la energía en
nuestro país” ya que tiene recursos “abundantes, baratos y
exportables”.
Fue en enero,
cuando anunció la firma de un acuerdo con sindicatos del sector que
permitirá reducir hasta en 40 por ciento los costos laborales de la
actividad, para alentar la llegada de inversiones.
Más tarde, el
presidente fijó por decreto un precio mínimo, superior al del
mercado, para el gas de esquisto, reforzando la estrategia iniciada
por su predecesora de mantener los valores internos de los
hidrocarburos en niveles que permitan el desarrollo de los
yacimientos convencionales.
Además, durante
su estancia en Washington anunció una reducción de 35 a siete por
ciento de los aranceles de importación para la maquinaria usada de
extracción, que favorecerá la llegada al país de equipos que
cayeron en desuso en la cuenca Eagle Ford, que comparten Estados
Unidos y México, ante la caída de los precios internacionales.
El ministro de Energía y Minería, Juan José Aranguren, quien acompañó a Macri a
Houston, dijo que actualmente se invierten en Vaca Muerta entre 6.000
y 8.000 millones de dólares anuales, pero que el objetivo del
gobierno es llegar a los 20.000 millones en 2019.
“Hoy en la
Argentina hay más de 1.500 pozos en explotación con el sistema de
fractura hidráulica en explotación, no solo en Vaca Muerta sino en
otros yacimientos de la zona. En los próximos años esto podría
multiplicarse”, dijo a IPS el experto Diego de Rissio.
“Pero nosotros
creemos que se deben debatir las consecuencias ambientales y también
sociales, ya que se trata una región agrícola, de producción de
frutas”, explicó el investigador del Observatorio Petrolero Sur,
una organización que reúne a profesionales de distintas disciplinas
interesados en la cuestión energética.
Una de las
localidades dedicadas a la producción de frutas cercana a Vaca
Muerta donde se está extrayendo petróleo de esquisto es Allen, en
la provincia de Río Negro.
Juan Ponce,
productor de dulces en Allen, dijo a IPS: “La producción petrolera
avasalló a las chacras (fincas) productoras de frutas. Había 35
galpones de almacenamiento de frutas y ahora quedan solo cinco”.
Además, relató
por teléfono desde el lugar, “la mayor parte de la gente compra
hoy agua embotellada, porque nuestra agua ya no se puede tomar, a
pesar de que acá tenemos el río más largo de la Patagonia, que es
el río Negro”.
“La mejor
prueba de la contaminación que está generando la extracción de
petróleo y gas es que los dueños de las chacras de los alrededores
están recibiendo subsidios de las compañías, porque ya no pueden
producir frutas de buena calidad”, agregó.
Editado por
Estrella Gutiérrez
Fuente:
Daniel Gutman, Argentina y los claroscuros de su gran ilusión petrolera, 05/05/17, Inter Press Service. Consultado 05/05/17.
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