por Luís Ferreirim
Un
manto negro de abejas muertas cubría el colmenar de Pedro y Ricardo
cuando llegamos. Estábamos delante de la primera gran mortandad de
abejas del año debido al uso masivo de plaguicidas tóxicos en la agricultura. Y no es la primera vez que lo vemos.
Pero,
¿hasta dónde vamos a tener que llegar para ser conscientes del daño
que estamos haciendo a la Tierra y a nosotros mismos? ¿Cuántas más
veces tendremos que denunciar que las abejas se mueren hasta que se
ponga fin a estas masacres? Ya no nos valen medidas tímidas y para
la foto, necesitamos medidas urgentes, valientes y contundentes que
provoquen un cambio definitivo en este destructivo sistema. Las
señales que nos manda la naturaleza son más que explícitas.
Antes
de ayer me llamaron los apicultores de Murcia: “Luís, tenemos la
primera mortandad de abejas.” Ayer por la mañana nos montamos en
el tren y con la inestimable ayuda de Antonio (apicultor) y Carlos
Zafra, veterinario de la Asociación de Apicultores de la Región de
Murcia, nos fuímos hasta Mazarrón donde nos esperaban Pedro y
Ricardo García, los apicultores afectados.
Pedro
nos contó que de las casi doscientas colmenas que tiene en este
sitio, donde las lleva para pasar un mejor invierno, cerca del mar y
con mejores temperaturas, se quedará con un 15 % o 20 % de las
colonias. Colonias que tardaran mucho en recuperar, si es que se
recuperan, y que sin duda no producirán miel este año. La venta de
la miel es la única fuente de ingresos para él, su hermano y sus
familias. Nos dijo que así de golpe, solo en abejas muertas se habrá
perdido unos 15.000 € (un enjambre puede costar unos 70 €), sin
contar todo lo que dejará de ingresar por no producir miel con estas
colmenas.
Pero
lo que nos encontramos en el colmenar es solo una parte del problema,
la parte visible. Los plaguicidas químicos son auténticas bombas
atómicas. Matan a las plagas de los cultivos, pero también muchos
otros seres vivos, incluso a los principales aliados de los propios
agricultores, como las abejas y otros polinizadores y otros insectos
beneficiosos, y dejan la tierra herida de muerte. Parece que no nos
damos cuenta de que dependemos casi tanto de estos pequeños y
fascinantes insectos como del aire que respiramos.
Los
agricultores están atrapados en un ciclo vicioso que les hace
totalmente dependientes de los plaguicidas químicos de síntesis, de
otros insumos agrícolas y de las grandes empresas que los producen.
Estas empresas solo buscan su máximo beneficio económico y no
tienen ningún interés en que se prohíban sus peligrosos productos
ni que la agricultura ecológica crezca: se cerraría el grifo que
alimenta su negocio. Son ellas las primeras y grandes responsables de
estas mortandades. Las siguientes las instituciones que actúan en
connivencia. No podemos seguir permitiendo que dicten el futuro de
nuestra alimentación y hipotequen el de nuestros hijos y de las
demás especies.
“Las
abejas son el termómetro de la naturaleza”, me dijo un apicultor
cuando empezamos esta campaña hace ya unos años. No dejemos que el
termómetro llegue al rojo vivo para poner en marcha medidas
contundentes que eviten que vuelvan a ocurrir situaciones como esta.
Puede que entonces sea demasiado tarde.
Entrada
de blog por: Luís Ferreirim
Responsable
de la campaña de Agricultura en @Greenpeace_esp. Perfil en Google +
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Fuente:
Luís Ferreirim, Millones de abejas muertas en Murcia debido al uso de plaguicidas, 03/02/17, Greenpeace España.
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