La pérdida de
hábitats y el cambio climático desencadenan la sexta extinción que
nos dejará sin tigres o jirafas.
por Guillermo Altares
Uno de los
relatos más importantes de la ficción contemporánea se titula 'El gran silencio', está protagonizado (y contado) por un loro y apenas
supera las cuatro páginas. Su autor es Ted Chiang, un informático
estadounidense que, con un puñado de reveladoras narraciones, entre
ellas la que inspiró el filme La llegada, ha sido capaz de tocar
nuestras fibras más sensibles. El pájaro-narrador vive junto al
telescopio de Arecibo, en la selva de Puerto Rico, dedicado a tratar
de captar un sonido inteligente proveniente del espacio exterior,
escrutando lo que se denomina "el silencio del universo".
Sin embargo, el loro se pregunta por qué los humanos nunca han
tratado de hablar con los seres de otras especies con los que
comparten el planeta: "Hace cientos de años, mi especie era tan
abundante que nuestras voces resonaban por todas partes. Hoy casi
hemos desaparecido. Dentro de poco, la selva estará tan silenciosa
como el resto del universo". La desaparición de la fauna ha
sido una pesadilla recurrente de la ficción -el título del libro
de Philip K. Dick en el que se basa Blade Runner es ¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas? porque describe un mundo de
megaciudades en el que no existen los animales-, pero ahora mismo
es un proceso que ya está en marcha. Es lo que se llama la sexta extinción.
"Es el
acontecimiento más importante de nuestro tiempo. La situación es
muy seria. De hecho, no podría ser más seria", explica
Elizabeth Kolbert, una periodista estadounidense que ganó el Premio
Pulitzer el año pasado por su libro titulado precisamente así, La sexta extinción (Crítica), que el presidente Barack Obama ha
recomendado en numerosas ocasiones. "Es importante darnos cuenta
de que algunos ecosistemas, como los arrecifes de coral, están
entrando en colapso en estos mismos momentos", agrega esta
periodista de la revista The New Yorker. Y National Geographic, en un
reciente artículo, planteó el asunto de forma todavía más
dramática: "¿Sobrevivirán los humanos a la sexta extinción?".
En los 4.000 millones de años que han pasado desde que estalló la vida en la tierra se han producido cinco episodios de extinción masiva de
especies. El más famoso de todos ellos ocurrió hace 66 millones de
años, en el Cretácico, cuando el impacto de un meteorito provocó
la aniquilación de los dinosaurios y del 80 % de las especies
terrestres. Sin embargo, esta sexta extinción tiene una diferencia
fundamental con las demás: nosotros somos los responsables. Desde el
año 1500 se han extinguido 322 especies, pero en la actualidad el
proceso está en plena aceleración. Anthony Barnosky, paleobiólogo
de la Universidad de Stanford (Estados Unidos) y experto en el
funcionamiento de ecosistemas, resume así la situación: "Si no
tomamos medidas ante la crisis actual, los nietos de nuestros hijos
vivirán en un mundo en el que tres cuartas partes de las especies
que existen en la actualidad habrán desaparecido para siempre".
En los océanos, prosigue Barnosky, muchos de los animales de los que
nos alimentamos, como el atún, se habrán ido también.
Un planeta en el
que no existan en libertad los leones, los tigres, los rinocerontes,
las jirafas o los elefantes, animales con los que la humanidad lleva
soñando por lo menos desde que los pintó en las paredes de la cueva
de Chauvet hace 33.000 años, es una posibilidad cada vez más real y
cercana. Esa es también la conclusión de un equipo internacional de
científicos, que publicó en octubre el informe 'Saving the World's Megafauna' (salvando a la megafauna del mundo) en la revista
Bioscience de la Universidad de Oxford (Reino Unido).
Este trabajo
concluía: "La mayoría de la megafauna de mamíferos se
enfrenta a dramáticas contracciones de su ámbito geográfico y
declives poblacionales considerables. Efectivamente, el 59 % de los
carnívoros más grandes y el 60 % de los herbívoros de mayor talla
están amenazados de extinción. Esta situación es particularmente
crítica en el África subsahariana y el sureste de Asia, lugares que
albergan la mayor diversidad de megafauna existente. El grupo de
especies en riesgo de extinción incluye algunos de los animales más
emblemáticos del mundo, como los gorilas, rinocerontes y los grandes
felinos. Irónicamente, dichas especies van desvaneciéndose justo
cuando la pone en evidencia, cada vez más, el papel tan esencial que
desempeñan en los ecosistemas".
Desde hace unos
años se multiplican las investigaciones científicas de todo tipo de
centros de estudios y universidades que trazan un panorama cada vez
más inquietante. Por citar solo las más recientes, el pasado
octubre el Foro Mundial para la Naturaleza (WWF, en sus siglas en
inglés) publicó la última edición de su Living Planet Index, un
informe bianual que mide 14.152 poblaciones de 3.706 especies, y
concluía que entre 1970 y 2012 el mundo había experimentado un
declive en un 58 % de estos animales. Si la situación no mejoraba,
WWF indicaba que en 2020 habrían desaparecido dos tercios de los
animales salvajes con respecto a 1970 (un declive del 67 %).
Sólo a
principios de diciembre fueron publicados dos datos que muestran
hasta qué punto la sexta extinción es un fenómeno global: la Lista Roja de especies amenazadas, que publica la Unión para la
Conservación de la Naturaleza, el índice más utilizado y citado
para medir los animales que se encuentran en peligro, indicó que más de la mitad de las rayas, tiburones y quimeriformes (un orden de peces cartilaginosos) del Mediterráneo -73 especies en total- se
encuentran en riesgo de extinción.
La misma
institución publicó el 8 de diciembre otro informe en el que
señalaba que uno de los animales más icónicos y reconocibles, la
jirafa, el mamífero más alto del mundo, está sufriendo "un
devastador declive en sus poblaciones, debido a la pérdida de
hábitats, las guerras civiles y la caza ilegal". Su población
global ha descendido en un 40 % en 30 años. En total, esta Lista Roja
incluye 85.604 especies, de las que 24.307 están amenazadas de
extinción.
Parafraseando al
gran Ennio Flaiano, podríamos decir que en este caso la situación
es grave y además muy seria. Los caminos que toma la naturaleza
cuando desaparecen especies son impredecibles, porque estas dependen
unas de las otras y, si una parte del sistema falla, es difícil
saber cómo se reequilibrará.
La mayoría de
los científicos que estudian la sexta extinción llegan a la misma
conclusión: se trata de un proceso en marcha, pero puede ser
reversible. "No es demasiado tarde", asegura Jonathan L.
Payne, profesor asociado de la Universidad de Stanford (Estados Unidos) y uno
de los autores de otro informe, publicado en septiembre por la
revista Science, que anunciaba una extinción "sin precedentes" de los grandes animales marinos. "El porcentaje de especies que
ya se han extinguido es todavía muy inferior al porcentaje que
desapareció en episodios anteriores".
El biólogo José
Vicente López-Bao, investigador de la Universidad de Oviedo que
participó en el informe Saving the World's Megafauna, señala por su
parte: "Las sociedades modernas deben demandar un mayor
compromiso político en materia de conservación, lo que incluye
respetar las decisiones adoptadas en los tratados y convenciones
internacionales, coordinar esfuerzos y un mayor apoyo financiero a la
conservación de la biodiversidad. De lo contrario, muchas
poblaciones y especies corren el riesgo de no llegar al próximo
siglo".
Elizabeth Kolbert
agrega: "Es obviamente demasiado tarde para muchas criaturas que
ya se han extinguido o que se han visto reducidas a unos pocos
individuos. Pero no lo es para millones de especies". Preguntada
sobre la influencia en este proceso de las posibles políticas del
presidente electo de Estados Unidos, Donald Trump -que ha nombrado
como jefe de la Agencia de Medioambiente a un negacionista del cambio
climático, Scott Pruitt-, esta periodista responde: "Me temo
que puede empeorar las cosas".
La sexta
extinción no es sólo producto del cambio climático -salvo en el
caso de animales como los osos polares, que, al disminuir la capa de
hielo, pierden la capacidad de cazar-, sino de un conjunto de
factores que tienen un punto en común: la humanidad. La
deforestación, la pérdida de hábitats, el avance de las tierras
dedicadas al cultivo y la ganadería, la caza furtiva, el comercio
ilegal de especies (el tráfico de marfil puede borrar a los
elefantes de la tierra, y una moda culinaria, acabar con el pangolín,
un armadillo asiático) o la sobreexplotación (es el caso de
numerosas especies marinas).
Jonathan L. Payne
explica: "Los cambios actuales en el clima (un calentamiento
global acelerado) y en los océanos (acidificación y declive del
oxígeno) ocurrieron durante extinciones masivas anteriores. Sin
embargo, nuestros análisis sugieren que los cambios biológicos que
estamos experimentando, particularmente la extinción selectiva de
especies de todo tipo, son diferentes de cualquier proceso anterior".
La humanidad
lleva muchos siglos moldeando la tierra: basta con visitar las
Médulas, en León, un paisaje que forjaron los romanos con sus
explotaciones mineras, o imaginar la cantidad de desperdicios que
producía Roma en su máximo esplendor, una ciudad en la que vivían
un millón de habitantes en el siglo I, para darnos cuenta de nuestra
capacidad para alterar el medio ambiente. Y los cambios empezaron
seguramente mucho antes: un estudio publicado en noviembre por los
profesores Jed Kaplan, de la Universidad de Lausana, y Jan Kolen, de
la Universidad de Leiden, concluía que hace unos 20.000 años, en
plena Edad de Hielo, los cazadores recolectores quemaron grandes
extensiones de bosques y, por tanto, transformaron radicalmente su
entorno. Sin embargo, nada es comparable al proceso en el que estamos
sumergidos en la actualidad, pese a que algunos científicos
mantengan que no es la primera extinción masiva causada por la
humanidad.
El Homo sapiens
apareció hace unos 200.000 años en África y su expansión coincide
con diferentes extinciones, sobre todo de la llamada megafauna
prehistórica, desde los tigres dientes de sable hasta los mamuts.
Cada vez más científicos consideran que nuestros antepasados fueron
los responsables directos de la desaparición de estas especies (y de
los otros representantes del género homo, como los neardentales). El
debate está abierto porque también se produjeron enormes cambios
climáticos, pero muchas evidencias apuntan a la acción humana.
Jean-Jacques
Hublin, investigador del Instituto Max Planck de Antropología
Evolutiva, argumentaba en una conferencia reciente que mientras en
África estos animales se esfumaron muy pronto, en Europa este
fenómeno no ocurrió hasta la expansión de los Homo sapiens. En
otras palabras: primero los matamos en África y luego en Europa. La
llegada de nuestra especie a Australia hace unos 50.000 años es un
gran misterio porque tuvimos que viajar por mar durante un periodo en
el que no sabíamos navegar (o por lo menos no hay restos
arqueológicos que lo demuestren). Como explica Elizabeth Kolbert en
su libro, 10.000 años después de este acontecimiento, la megafauna
australiana se había esfumado. "La llegada del hombre parece la
única explicación", escribe.
Sin embargo,
aquella desaparición afectó sólo a un tipo de animales. Lo que
está ocurriendo en la actualidad incluye a numerosas especies de
todos los tamaños. Muchos científicos creen que hemos entrado en
una nueva era geológica, el Antropoceno, que comenzó en torno a
1950 -fue una de las conclusiones de un reciente congreso celebrado
en septiembre en Sudáfrica-. Su principal característica frente a
la era anterior, el Holoceno, son los efectos de la humanidad sobre
el medioambiente. "El Antropoceno es el momento en el que los
humanos hemos cambiado el ciclo vital del planeta", señaló el
científico español Alejandro Cearreta.
Para el profesor
Mark Williams, experto en paleobiología de la Universidad de
Leicester y uno de los principales estudiosos del Antropoceno, "el
impacto de los seres humanos en la biosfera es dramático y no se
trata solo de la sexta extinción". Williams mantiene que cuatro
datos aportan las claves para entender la radicalidad de estos
cambios: el descomunal consumo de plantas y animales por parte de los
humanos (el 97 % de los mamíferos terrestres son humanos y los
animales que comen y sólo el 3 % son criaturas salvajes); el
movimiento de plantas y animales por todo el mundo, fuera de sus
hábitats naturales; los cambios drásticos en nuestros paisajes (que
afectan en torno al 75 % de la superficie terrestre no cubierta por
hielo), y la interacción entre la biosfera y la tecnología. La
sexta extinción es uno de los muchos signos de esta profunda
transformación que conduce al planeta, y a todos los que vivimos en
él, hacia un destino incierto.
Las extinciones
son un signo de movimientos mucho más profundos, indicios de grandes
alteraciones. El primer animal que los humanos tuvieron conciencia de
haber exterminado fue el dodo, un pájaro no volador de las islas
Mauricio que fue cazado (por diversión sobre todo) hasta su
aniquilación durante el siglo XVII. Por vez primera nos dimos cuenta
de que, después de matar al último dodo, ya no había más. Pero
este pájaro mítico -que Lewis Carroll representó en Alicia en el
País de las Maravillas- no sólo simboliza las especies en vías
de extinción, sino que fue uno de los primeros signos de lo que iba
a ocurrir en el resto del planeta con la expansión colonial de los
europeos. El final del dodo fue el principio de una transformación
mucho más radical. Lo mismo, a una escala mucho más grande, puede
decirse de la sexta extinción. De nosotros depende todavía que no
sea el preámbulo del gran silencio que anticipa el loro del relato
de Ted Chiang.
Todavía hay
tiempo
¿Qué es la
sexta extinción?
A lo largo de la
historia del planeta se han producido cinco extinciones masivas de
los animales (la de los dinosaurios es la más conocida). Muchos
científicos creen que ahora mismo estamos viviendo la sexta
extinción. La causa es la acción humana sobre su entorno.
Grandes mamíferos
Animales como los
tigres, los leones o los rinocerontes pueden ser los primeros en
desaparecer en libertad. Seguirán existiendo en los zoos, pero las
cifras indican que su extinción en la naturaleza es una posibilidad
real.
La jirafa
El último animal
en sumarsa a a la lista de especies en peligro es la jirafa, cuya
población ha descendido un 40 % en 30 %.
Todavía hay
tiempo
Los científicos
coinciden en que no es demasiado tarde, el proceso en marcha es
todavía reversible.
Fuente:
Guillermos Altares, Adiós a los grandes mamíferos del planeta, 17/12/16, El País. Consultado 19/12/16.
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