por Juan O’Farrell y Lucas Villami
Maristella
Svampa es reconocida como una de las sociólogas más importantes del
país, pero se desmarca de esa etiqueta disciplinar y dice que no se
siente cómoda con un único registro. Arrancó estudiando Letras,
después se inclinó por la Filosofía y terminó doctorándose en
Sociología en París. Durante los diez años que rodean al estallido
de 2001 estudió a fondo el proceso de exclusión social que
experimentaba la sociedad argentina y se destacó por sus
publicaciones sobre los piqueteros y la emergencia de los barrios
privados. Durante el kirchnerismo puso el foco en los movimientos
socio-ambientales y la resistencia a la megaminería y el fracking y
se instaló como referente en el debate sobre modelos de desarrollo y
extractivismo en América Latina. Pero nunca abandonó su interés
por la ficción y publicó tres novelas en las que vuelve a sus
orígenes patagónicos. “Siempre he pensado mi formación más
multidisciplinaria. He trabajado con abogados ambientalistas, he
abierto un diálogo con la ecología política, la antropología
crítica, la historia ambiental. Son diálogos que me han permitido
enriquecer mi mirada, y en los grupos de investigación que dirijo
trato de fomentar esta apertura”, dice. Nos recibió en su
departamento cerca de Parque Centenario y conversamos durante dos
horas mientras Galileo, su gato blanco, caminaba alrededor de los
libros.
- ¿Cuál
fue tu primera experiencia con el trabajo de campo?
- Cuando
volví de París, con 31 años. Nadie me quería tomar en las
universidades porque no tenía experiencia, ni siquiera docente, pero
por suerte ingresé al Conicet y fue ahí que hice mi primer trabajo
de campo, que fue sobre el peronismo. Imagínense los 90, pleno giro
neoliberal y la indagación que tarde o temprano la sociología se
hace es: ¿Qué está sucediendo con el peronismo? En esa línea,
junto con Danilo Martucelli hicimos muchas entrevistas con
sindicatos, militantes y funcionarios peronistas, y un trabajo
etnográfico en una villa.
- Después
de publicar ese trabajo en “La plaza Vacía” en 1997, trabajaste
sobre una diversidad de temas, desde la expansión de los barrios
privados hasta los movimientos socio ambientales. ¿Qué motivó la
elección de estos temas? ¿Qué sentido hacés de esa trayectoria?
- Después
de ese trabajo sobre peronismo, en 1996 formamos un grupo en la
Universidad Nacional General Sarmiento, una universidad recién
creada en el conurbano bonaerense. Alimentábamos una mirada
sociológica desde los márgenes y buscábamos dar cuenta de nuevas
tendencias en la sociedad argentina. A mí algo que me impactaba
mucho era el tema de la segregación urbana y la emergencia de los
countries y los barrios privados. La segregación espacial fue algo
muy impactante en los 90, emblemático del neoliberalismo. Era un
momento en el cual familias enteras se dividían, con sectores que
ascendían y sectores que descendían de manera estrepitosa. Es esa
Argentina del estallido y de la polarización la que me interesaba
analizar. Algo parecido sucede con mi trabajo sobre los piqueteros,
que arranqué en enero de 2002. Esa etapa se cierra en 2005 con el
libro La Sociedad Excluyente, que es un libro síntesis para dar
cuenta de esos procesos que Argentina vivió en los años 90s ligados
a la exclusión.
- Después
se observa un giro hacia lo latinoamericano y lo ambiental ¿Cómo
llegaste a esas nuevas problemáticas?
- Ahí
sucedieron varias cosas. Fui, de manera muy fugaz, coordinadora del
Observatorio Social de América Latina de Clacso. La peor experiencia
de mi vida. No me trataron bien y en ese momento las autoridades
trataron muy mal a todo el mundo, hacían gala de progresistas cuando
tenían prácticas neoliberales. Fue una época muy desagradable de
mi vida, de mucha tensión. De todas maneras, lo que rescato es que
hice un viaje por América Latina. Ya en el 2002 había viajado a
Bolivia y me había interiorizado con el mundo andino, y quería
pensar en clave más latinoamericana.
Ya
trabajando como coordinadora en Clacso, le pedía a distintos grupos
nacionales en cada país que miraran qué estaba pasando con los
conflictos ambientales porque tenía la intuición de que habían
aumentado. Y ese año empecé a ver el tema de la megaminería.
Estaba de vacaciones en el sur, y un amigo ecologista, Pablo Bergel,
insistió en que vaya a visitar a las asambleas socio-ambientales. Y
fue un camino de ida. Fue una de las mejores asambleas a las que haya
asistido. Estaban todas las nuevas organizaciones socio-ambientales
del sur argentino, en un momento de criminalización porque los
estaban persiguiendo. Ahí propuse organizar un encuentro en Buenos
Aires para apoyar a esas asambleas. Y así empezó todo.
- Te
involucraste en muchas de las luchas que estudiás, ¿cuál fue tu
experiencia con la tensión entre el trabajo académico y el
compromiso político?
- Las
jornadas de diciembre 2001 fueron un punto de inflexión. Las
asambleas que surgieron en esos años implicaron una descalificación
de los saberes académicos disciplinarios, y los académicos eran
críticamente interpelados. Fue ahí que yo decidí dejar el espacio
resbaladizo de las clases medias, e ir hacia ese mundo popular que
emergía con las organizaciones de desocupados. Y es ahí donde
vuelve a emerger la tensión. ¿Qué contar? ¿Hasta dónde contar?
Con algunas organizaciones de desocupados tenía afinidad política,
con otras no tanto. Todo esto hizo que me planteara cuál era mi
lugar y hasta dónde además podía ir con el vínculo academicista
de las universidades, por un lado, y el vínculo con las
organizaciones sociales que me habían interpelado, por el otro. Ahí
comencé una reflexión sobre el rol del intelectual. Yo lo que
propongo es una perspectiva más anfibia. Uno pertenece a varios
mundos, y el hecho de pertenecer a varios mundos, lejos de
empobrecer, enriquece las perspectivas, la reflexividad. Lo
importante es buscar una articulación y un punto de tensión
creativa con esos diferentes mundos. No me interesaba ya el diálogo
unilateral con la academia, quería romper con esa endogamia, con el
diálogo superespecializado del investigador que solo le habla a sus
colegas. Y por otro lado no quería convertirme en una militante a
tiempo completo que reproducía el discurso de las organizaciones con
la cual tuviera un vínculo. El rol del intelectual es aportar algo
más. Es siempre un equilibrio tensional.
- Además
de tus vínculos con organizaciones sociales, tus trabajos sobre
minería y fracking tienen una clara intención de intervenir en la
agenda pública. ¿Qué balance hacés de esos proyectos?
- Participé
en varios libros colectivos en esa dirección. En las asambleas nos
fuimos encontrando con investigadores de universidades en diferentes
partes del país. Vimos que no había nada escrito sobre megaminería
y que había que proponer agenda desde una perspectiva crítica antes
de que se hiciera desde otro lugar. El libro que publicamos sobre los
mitos de la megaminería estaba orientado a sustentar un saber contra
hegemónico sobre un tema que se estaban diciendo muchas
barbaridades. Fue una muy buena herramienta en ese sentido, y sirvió
mucho en las asambleas.
- En
ese tipo de intervención se pone en juego la relación con los
medios. ¿Cuáles son las limitaciones para llegar a influir en la
opinión pública sobre estos temas?
- La
verdad es que costaba mucho poner temas en agenda, había varios
obstáculos. Primero, durante los últimos años el conflicto ha
estado monopolizado por el enfrentamiento entre el gobierno
kirchnerista y los llamados medios hegemónicos de comunicación.
El
gobierno ha querido monopolizar el conflicto diciendo “estas son
las corporaciones” y ha querido silenciar los conflictos que había
con otras corporaciones, más importantes, diría yo, o en todo caso
que juegan un rol fundamental en la economía argentina. Por ejemplo,
buscaba silenciar la alianza con las transnacionales petroleras y
extractivas en general, y con el agronegocio. Entonces había que
romper ese binarismo en que los grandes medios como Clarín y el
gobierno buscaban instalar la discusión. Y eso es muy difícil. Lo
podíamos hacer en algunos momentos que se abrían oportunidades
políticas, como ser por ejemplo el 2012, cuando la pueblada de
Famatina se convierte en un hecho nacional y sale de ese
encapsulamiento que la megaminería tenía en las provincias, y la
gente de otras localidades comienza a interesarse. ¿Qué es esto de
la megaminería? ¿Qué ganancias deja? ¿Cuántos empleos crea? Y
empieza a haber un proceso de desmitificación y conocimiento.
Durante dos meses los grandes medios apuntaron la atención en la
megaminería. Pero eso dura poco. Al cabo de dos meses se volvieron a
alinear los planetas y hubo un acoplamiento entre lo económico, lo
político y lo mediático y se cerró la agenda. Y con el tema del
fracking había menos capacidad de escucha todavía porque el
kirchnerismo había logrado revivir la imagen de YPF como la gran
empresa nacional. No tuvimos casi discusión sobre el tema.
- El
tema del fracking te tocó de manera personal también, cuando llega
a Allen, tu pueblo natal…
- Esas
son las paradojas de todo esto. Como dice un colega, me tocó la
maldición del extractivismo. En 2011 lo escucho decir a Miguel Angel
Pichetto, en un programa de televisión, que el fracking estaba
llegando también al alto valle de Río Negro. Ahí empecé a hacer
una investigación, y al mismo tiempo me entero que mi primo de mi
misma edad, con el que me crié y que además nuestros padres eran
socios, al cual hacía rato que no veía, había alquilado la chacra
de mi abuelo a la empresa petrolera Apache sin consultar con los
familiares. Me encontré con un episodio familiar muy desagradable.
Mi primo era una persona bastante oscura además, ligado a la
delincuencia, al robo, había estado preso. En la última
conversación que tuvimos me había dicho que quería dejar eso, ¡y
no encontró mejor ocasión que la de alquilar la chacra de la
familia a una empresa petrolera! Era drogadicto y a los cuatro meses
murió de una sobredosis de heroína. Se tragó toda la plata así…
se autoinmoló. Nos dejó a toda la familia impactada y durante un
año no pudimos hablar de esa chacra, lo que pasaba, nada…
- ¿Pudieron
sacar a la empresa de la chacra?
- Hasta
el día de hoy la chacra de mi abuelo sigue con una plataforma en
actividad, y no hemos podido sacar a la empresa. Una vez que entran
al territorio, si ya están explotando no las podés sacar, y además
todo eso está en sucesión. El tema es que mi padre, que es
chacarero, se ha vuelto un activista anti-fracking. Él, que al
principio estaba muy dubitativo porque no conocía, se fue informando
y se convirtió en un crítico del fracking. Debe ser una de las
estrellas de los documentales alternativos sobre el tema, te hace el
toxi-tour, te explica como es el fracking, se pelea con las empresas.
No quiere saber nada con esa chacra, que ahora está abandonada. Lo
quisieron procesar por piquetero el año pasado, ¡a los 83 años!
Los chacareros de la zona están en crisis, es el ocaso. Caen uno a
uno, tienen deudas, no tienen sucesión, sus hijos se han ido o
trabajan en otros sectores y alquilan al mejor postor. En este caso
son las empresas petroleras, que ofrecen mucho dinero
comparativamente a lo que ellos pueden ganar, y entonces así va
avanzando.
- ¿Cómo
reaccionan los vecinos de Allen?
- Y en
Allen no hay resistencia, no hay conciencia de lo que está
sucediendo. Y es un problema…cada tanto me vienen a buscar y me
dicen si no es posible hacer una charla o reunión. Hice varias ya.
Pero les dije que son ellos los que tienen que organizarse. Yo ya me
inmolé entre 2012 y 2013. Fui atacada por Sapag, y por la prensa
local. La verdad que fue muy duro hacer esa apuesta, porque nunca me
había pasado de ser interpelada en términos personales. Fue una
situación muy extraña para mi. Traté de manejarlo como podía. Y
cuando terminó eso escribí el libro Maldesarrollo ¡en dos meses!
- El
hacer del investigador puede ser muy gratificante y muy tortuoso al
mismo tiempo ¿Cuál es la parte del oficio que más disfrutás?
- La
escritura, sin dudas. Cuando era joven y estaba estudiando en París,
estaba con otros dos colegas y uno de ellos preguntó ¿qué
actividad es la que más les gusta hacer en la vida? Uno de ellos
dijo “escuchar música”, el segundo dijo “hacer el amor”.
Después me tocó a mi y dije “escribir”. El momento de escribir
era el momento en el que yo sentía mayor felicidad, mayor pasión,
mayor satisfacción. Tenía 25 años cuando dije eso, casi de manera
instintiva, y lo sigo sosteniendo, más allá de que por ejemplo el
trabajo de campo me haya traído muchísimas satisfacciones.
- La
teoría y la ficción son dos mundos diferentes. ¿Cómo experimentás
los cruces entre esas dos actividades?
- Son
dos perspectivas de enfocar la vida. Cuando me encuentro con alguien
que solo se dedica a la ficción siento cierta incompatibilidad en
las miradas. Hubo un tiempo en el cual me distancié de la escritura
literaria. Pero quería volver y ver qué resultaba de todo eso, y en
el año 2000 empecé a escribir ‘Los reinos perdidos’, que la
cajonié hasta que un amigo la leyó y me dijo que se publicaría sin
problemas. Y fui a Sudamericana y me la publicaron. Fue un primer
paso en la literatura.
Pero
fue costoso porque no es que la socióloga o la cientista social
estuviera ahí interpelando. El modo que encontré para poder
incursionar en la literatura fue construir un territorio propio. Y
ese territorio es la Patagonia, que es mi lugar de origen y que
además tiene tanto escenario del cual poder hablar e inventar
historias. Eran también los recuerdos de mi infancia, más
inconsciente, lo que podía escribir. Fue una recuperación de mis
orígenes italianos, inmigrantes de la Patagonia.
- Mencionaste
el inconsciente. Pareciera que la relación entre la escritura
teórica y la ficción es la relación entre el consciente y el
inconsciente…
- Si.
Aunque no lo puedo explicar bien. Cuando escribí ‘Donde están
enterrados nuestros muertos’ lo hice de un tirón, y sinceramente
me sentaba en la silla y no sabía lo que iba a escribir y fluía. Y
la manera en cómo fluía era algo que yo podía controlar pero al
mismo tiempo era algo que no generaba desde la consciencia. Y fue
algo ante lo que me enfrenté y no tenía respuesta desde el saber de
las ciencias sociales. Empecé esa novela en febrero de 2010 y la
terminé tres o cuatro meses después. No hice más nada, me encerré
acá, no dí clases, no viajé y me quedé en mi casa escribiendo.
Estaba en otro mundo, un mundo donde me hablaban personajes que
venían de un lado y de otro, y fue interesante como experiencia
porque además yo no lo podía explicar. En ese nivel si, hay mucho
de fluir del inconsciente que aparece expresado en la escritura
literaria. Cada vez que me sumerjo en ese mundo literario, que es
sumergirse en la profundidad, algo que a uno lo cambia y lo lleva a
otros mundos, cada vez que emerjo vuelvo casi sin explicaciones.
- Tal
vez es un alivio no tener respuestas...
- Ah
bueno… pero uno no tiene respuestas sobre muchas cosas. No, no,
guarda, yo no soy troskista que tienen todas las respuestas antes de
que hagas una pregunta. ¡Por favor! Y esto dicho con mucho cariño.
Cada investigación, en ese sentido, es un descubrimiento.
La
actualidad política
- ¿Cómo
ves al nuevo gobierno? ¿Qué lo distingue de experiencias previas de
la derecha en el poder?
- principio hay que decir que yo no confundo alternancia con
alternativa. Argentina tenía una exigencia de alternancia que yo
compartía. Ahora bien, la alternativa no era Macri. Yo soy de las
que votó en blanco. Pero bueno, los argentinos estábamos en una
encerrona, en un escenario con una oferta política derechizada. El
escenario que se abría en la Argentina era seguro uno más
desigualador en los social. Pasamos de un populismo de clases medias
que se arrogaban la representación de los sectores populares, a una
derecha aperturista, neo empresarial, que va a realizar su propia
comunidad de negocios pero que reconoce el territorio y el marketing
y desarrolla estrategias nuevas. En ese sentido es una derecha
diferente. Y no hay que subestimarlos. Pero en todo caso veo que el
escenario político actual implica un retroceso. Macri logró en muy
poco tiempo que muchos argentinos volvieran a vivir el fantasma del
desempleo y del retroceso social, que era el que muchos atravesaban
en los años 90, la intemperie. También el fantasma de la
descolectivización. Sorprendió la celeridad con la cual se
aplicaron estas medidas más excluyentes.
-
respecto al extractivismo ¿ves cambios?
-
el cambio también es para peor, porque tenemos a todos los CEOs, no
solo en la cabeza de los ministerios sino también en la primera
línea de los ministerios. La política respecto al extractivismo ha
sido fortalecerlo. Le sacó las retenciones a la minería, no tiene
ninguna perspectiva de ir contra la tendencia de la sojización. En
medio ambiente nombró al rabino Bergman, que ignora las cuestiones
ambientales y lo que busca es romper a las comunidades que están en
contra de la megaminería.
Habla
como si fuera ministro de minería. Es una falta de respeto a la
gente que hace rato que viene discutiendo sobre la megaminería. Cómo
cree si no que se sancionaron leyes que prohíben la megaminería en
este país. ¡Ignorante y atrevido!
- ¿Cómo
ves la capacidad de respuesta o resistencia hacia adelante?
- Yo
creo que la va a haber, y la está habiendo ahora. No tengo dudas que
hay líneas de acumulación de luchas. Y que esas líneas son el
acervo fundamental de las clases subalternas, esas líneas pasan por
las luchas urbanas, las luchas sindicales, las luchas
socio-ambientales, y las luchas territoriales. En un marco de mucha
fragmentación, sin dudas. Pero que están o comienzan a estar a la
orden del día. Me preocupa más las líneas de acumulación en lo
político. Porque el kirchnerismo residual busca o pretende
monopolizar o apropiarse de las protestas, y solo entiende la
conducción política como hegemonía, no puede dialogar con otros
actores de igual a igual, democráticamente, porque piensan todo en
una lógica más hegemonista. La centro izquierda, ese campo siempre
fallido en la Argentina, eclosionó.
- Hay
todavía niveles de aceptación elevados del gobierno, ¿qué
explicación le encontrás?
- Todavía
estamos en un escenario en el que hay expectativas de parte de la
población, de que los costos que se están pagando ahora a nivel
social y económico puedan cambiar en función de una coyuntura
económica mejor. Esa expectativa está todavía, inclusive para
algunos sectores que votaron con cierto malestar a Macri. Conozco
gente que efectivamente busca justificar el voto a Macri, sin ser de
derecha, o macrista, y por eso sigue apostando a que el horizonte
puede llegar a abrirse en términos económicos. Entiendo que pueda
haber expectativas todavía. No nos olvidemos, las crisis siempre
generan demandas ambivalentes. Hay gente que considera que el ajuste
es la antesala para lograr una sociedad más equilibrada, más
estable, y que de esta experiencia vendrá una república más
querible. Yo no comparto estas expectativas positivas. Creo que es
mucho más presente y relevante ese temor al retroceso social que hoy
atraviesa a un vasto sector de la población.
Fuente:
Juan O’Farrell, Lucas Villami, Maristella Svampa: “Pertenecer a varios mundos enriquece las perspectivas, la reflexividad”, septiembre 2016, Revista Almagro. Consultado 14/09/16.
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