Los
diferentes problemas que generó el desarrollo capitalista durante la
Gran aceleración han sido divulgados mediante varias obras que
crearon en los sesenta y setenta la conciencia ecológica que aun hoy
perdura.
por Roberto
Andrés
El
movimiento ecologista, como expresión activa, política y militante
de la ecología es un movimiento heterogéneo teórica y
políticamente, cuyos orígenes pueden encontrarse en corrientes o
movimientos del siglo XIX que podríamos catalogar como
protoecologistas. Las más destacadas de estas expresiones son el
higienismo obrero y el conservacionismo aristocrático.
A
pesar de tener su origen en clases sociales antagónicas, ambas
responden a un momento determinado, la Revolución industrial.
Mientras las clases poseedoras gozaban de una calidad de vida
enormemente superior en los campos alejados de la ciudad, en los
centros industriales la clase obrera vivía hacinada en condiciones
de vida terribles, con el aire, el suelo y el agua contaminadas.
Surgió así la conciencia en el movimiento obrero de levantar
reivindicaciones sanitarias que iban desde la exigencia de que las
fábricas se alejen de los centros urbanos hasta la reglamentación
de parámetros en los planes de urbanización como los concernientes
a la ventilación en los hogares, el acceso al agua corriente, la
instalación de baños e incluso haciendo recomendaciones sobre la
limpieza periódica de las viviendas. El caso más trágico y heroico
del higienismo obrero fue el de la lucha de 1888 de los mineros y
campesinos de Huelva, España, contra la contaminación del aire de
las calcinadas de la mina de Rio Tinto (metodología que ya estaba
prohibida en Inglaterra), hecho que culminó en una masacre obrera
con repercusión internacional. Por su parte el conservacionismo
aristocrático es una respuesta de un sector de la elite a los
efectos destructivos del desarrollo industrial, particularmente en lo
concerniente a la destrucción de áreas naturales y pérdida de vida
silvestre. Obra de este movimiento son la creación, por ejemplo en
Estados Unidos, del Parque Nacional de Yellowstone, o en Inglaterra
la Sociedad Real de Protección de los Pájaros.
Podemos
observar varios movimientos o corrientes protoecologistas, ligados de
una u otra forma a los efectos de la Revolución industrial y a las
ciencias naturales, sin embargo no es sino durante la década de los
años 60 del siglo XX, luego de los primeros efectos del boom de
posguerra, “la Gran Aceleración” y la Revolución “verde” de
la agricultura capitalista, que surge lo que se conoce posteriormente
como la “primera ola del ecologismo”, que toma conciencia del
avanzado nivel de degradación ecológica global y de la amenaza que
supone para la supervivencia de la especie humana.
La
Gran aceleración y la primera ola ecologista
Si
bien el primer capítulo del capitalismo moderno, basado en la
máquina de vapor y en el consumo de carbón, supuso un incremento
exponencial de la degradación ambiental, la industrialización y la
mercantilización eran mucho menores de lo que iban a ser después de
la segunda revolución tecnológica (basada en el petróleo, el uso
generalizado de la electricidad y el auge de la industria química y
automovilística) y del comienzo de la fase fordista del capitalismo.
Así, entre 1930 y 1950 se produce lo que se conoce como el tercer
salto metabólico de las sociedades (el primero se produce durante la
revolución neolítica 8.000 años AC, mientras que el segundo se da
durante la primera Revolución industrial). Es significativo que
justamente hoy el Grupo de Trabajo sobre el Antropoceno estime este
mismo periodo (alrededor del 1945) como el más indicado para dar
inicio a esta nueva era geológica en discusión, algo que debe ser
resuelto en la Comisión Estratigráfica Internacional este año. Es
en este periodo en el que se acomodan las condiciones para el ascenso
continuo de las emisiones de gases de efecto invernadero por el
consumo de fuentes de energía fósil, del consumo de masas otorgado
por el desarrollo intensivo de la agricultura capitalista y el
aumento vertiginoso de la población mundial.
Los
diferentes problemas que generó el desarrollo capitalista durante la
Gran Aceleración han sido divulgados mediante varias obras que
crearon en su época la conciencia ecológica que aún hoy perdura.
Así,
la primera ola del ecologismo tuvo como punta pie inicial Primavera
Silenciosa (1962), de la botánica y ambientalista norteamericana
Rachel Carson. El libro, que se centra en los devastadores efectos de
los pesticidas (en especial el DDT), en el campo y la vida silvestre,
tuvo una enorme influencia proporcionando unidad y fuerza a lo que
hasta entonces era una conciencia incipiente y dispersa, ayudando a
que se cristalizara el movimiento ecologista moderno. Esta influencia
tuvo como correlato una notable oposición por parte de autoridades y
la industria, llegando Carson a ser acusada de comunista.
En
1968 se publicó La explosión demográfica (o La bomba P), del
entomólogo Paul Ehrlich y Anne Ehrlich, sobre los problemas
derivados del crecimiento de la población mundial tales como la
posibilidad de hambrunas masivas. Al igual que el libro de Carson, La
bomba P (que se volvió un best seller) introdujo inevitablemente
tópicos, como el problema de la superpoblación, en todos los
debates de la época ayudando a construir una mayor y más definida
conciencia ecológica.
A
estas obras se suman Nuestro entorno sintético (1962), Ecología y
pensamiento revolucionario (1964) y Crisis en nuestras ciudades
(1965) del primer referente norteamericano de la ecología social de
inspiración anarquista Murray Bookchin, Población, recursos y
medioambiente (1970), también de Paul Ehrlich, y Ciencia y
supervivencia (1963) y El círculo que se cierra (1971), del biólogo
y ecosocialista norteamericano Barry Commoner, sobre los límites
biofísicos del planeta.
En
1971 el agrónomo y ecologista francés René Dumont denuncia las
consecuencias de la Revolución verde de la agricultura capitalista,
y al año siguiente el antropólogo marxista norteamericano Eric Wolf
acuña el concepto de ecología política a través de su obra La
propiedad y la ecología política (1972).
Ese
mismo año el Club de Nouvel Observateur bajo la dirección del
filósofo marxista vienés André Gorz organiza una conferencia
titulada Ecología y Revolución, a cargo de Herbert Marcuse y con la
participación de Edgar Morin, Edward Goldsmith y Sicco Mansholt,
cuyas actas serían publicadas ese mismo año, incluso con una
versión en español publicada durante el gobierno chileno de
Salvador Allende bajo el título Ecología y revolución (1972).
También
ese año Gorz utiliza por primera vez el término decrecimiento
(décroissance) sintetizando conceptualmente la crítica al
crecimiento capitalista y sus consecuencias ecológicas. Sin embargo
será gracias al economista rumano Nicholas Georgescu-Roegen que el
decrecionismo encontrará la base para su desarrollo teórico. Su
trabajo La ley de la entropía y el proceso económico (1971) es
considerado la obra fundacional de la economía ecológica. Su
discípulo Herman Daly publicaría más adelante el trabajo Hacia una
economía de estado estacionario (1973), una compilación de
artículos de distintos escritores y especialistas.
Se
trata en su conjunto de una generación de escritores y especialistas
que buscan alertar de las contradicciones y los peligros del
desarrollo capitalista de la segunda posguerra.
En
este marco, y un año antes de la crisis del petróleo, el Club de
Roma le encarga al Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT) la
elaboración del informe Los límites del crecimiento (1972), trabajo
que estuvo dirigido por la biofísica y científica ambiental Donella
Meadows, el cual señalaba que si el incremento de la población
mundial, la industrialización y contaminación, la producción de
alimentos y la explotación de los recursos naturales no disminuía,
se alcanzarían los límites absolutos de la Tierra en los próximos
cien años. En la misma sintonía, en 1974, saldría un segundo
informe La humanidad en la encrucijada, esta vez a cargo del
matemático yugoeslavo Mihajlo Mesarovic y del economista alemán
Eduard Pestel. Ambos informes, que tuvieron gran recibimiento en el
público, determinaron en gran parte el debate ecologista de la
década de los años 70.
Luego
de una serie de debates en los medios universitarios y académicos,
el 22 de abril de 1970 se celebra por primera vez el Día de la
Tierra, manifestación que agrupó a dos mil universidades, diez mil
escuelas (primarias y secundarias) y centenares de comunidades a
través de movilizaciones, concentraciones y festivales de rock. Este
hecho obligó al gobierno de Estados Unidos a crear la Agencia de
Protección Ambiental y aprobar una serie de leyes a favor del
cuidado del medioambiente. Curiosamente es tradición en la policía
norteamericana considerar esta celebración como un "engaño
comunista" pues la fecha coincide con el natalicio de Vladimir
Lenin.
Mas
tarde en 1972 se realiza la Conferencia de Estocolmo de Naciones
Unidas, conocida como la Primera Cumbre de la Tierra y que estará
encabezada por la socialdemocracia sueca. Ese mismo año y firmado
por una treintena de científicos destacados de la época, Edward
Goldsmith y Robert Allen, presentan el Manifiesto para la
Supervivencia, un programa de largo alcance para una transición a
una sociedad desindustrializada y descentralizada, y que sería
utilizado para la formación de lo que más adelante se conocerán
como los partidos verdes europeos.
En
1973, e inspirado por Primavera Silenciosa, el destacado filósofo
noruego Arne Naess se encadenó junto a un gran número de
manifestantes frente a las rocas Mardalsfossen, una cascada de un
fiordo noruego, negándose a bajar hasta que los planes para
construir una represa allí se hayan eliminado. Naess es considerado
el impulsor del ecologismo profundo, un ecologismo de base
espiritualista, referenciado con el chamanismo americano.
A
nivel político la primera ola ecologista también se expresó en la
aparición de nuevas organizaciones, como los Amigos de la Tierra
(1971), Greenpeace (1973) y People (1972), antecesor directo del
Partido Verde del Reino Unido, la elección del primer diputado verde
en Suiza en 1974 y la presentación en ese mismo año de la
candidatura presidencial verde en Francia de René Dumont con 1,32 %
de los votos.
En
definitiva, si el punta pie inicial sería la influyente publicación
de Rachel Carson de 1962 que provocó una movilización por la
prohibición del DDT, el cierre del ciclo se daría con la aparición
de la ecología política en la primera mitad de la década del 70.
De
conjunto esta primera ola del ecologismo tuvo dos importantes roles:
por un lado, alertar sobre la nueva problemática socioambiental como
algo estructural, ayudando a instalar en la sociedad una conciencia
sobre los límites del desarrollo capitalista, y por otro, definir el
terreno de debate con alcance en el futuro.
A
esta primera ola, se sumaría una segunda y tercera ola ecologista.
Si el desarrollo de esta primera ola coincide con el agotamiento del
Boom de posguerra y la emergencia de un ascenso revolucionario
internacional de masas, el desarrollo de la segunda ola ecologista lo
hará con un pronunciado giro a la derecha, en el marco de la derrota
de este ascenso y el inicio de las contrarreformas neoliberales. Pero
esto lo veremos en otra ocasión.
Fuente:
Roberto Andrés @RoberAndres1982, De 1962 a 1974, la primera ola del ecologismo contemporáneo, 24/09/16, La Izquierda Diario. Consultado 27/09/16.
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