Aniversario. Las últimas lluvias volvieron a anegar el lugar donde la cantante sufrió el accidente sobre la ruta 12. Sus fans, igual, fueron a rendirle homenaje. También la recordaron en el cementerio porteño. Fotogalería HD.
Desde un póster,
Gilda sigue sonriente. “Gracias por escuchar nuestros ruegos”, le
agradecen Marga y Resti. Ella se ve perfecta, como si el temporal que
destrozó su santuario nunca hubiese ocurrido. Pero afuera del micro
desvencijado es un desastre. Agua y barro por todos lados. Es un día
gris y frío, pero los fans van llegando de a poco a reponer flores y
peluches, a dejar cartas y rosarios. A agradecer a la Santa. El mismo
cielo plomizo se repite a quinientos kilómetros. En el cementerio de
la Chacarita también hace frío y afuera llovizna. Pero la escena es
la misma. Alguien llora, otro reza. El de ayer fue un día especial.
Hace 20 años, a las siete de la tarde, un camión se cruzó de
carril y en un instante mató a Miriam Alejandra Bianchi. Hacía
tiempo que era sólo Gilda.
En el accidente,
también murieron su mamá, su hija y tres músicos de la banda. En
el lugar exacto del accidente, en el kilómetro 129 de la ruta 12, en
Entre Ríos, siguen estando los restos del micro. Es sólo un
esqueleto oxidado, sin asientos ni ventanas, pero repleto de las
ofrendas de sus fans. El Santuario de los Milagros lo llaman.
Carlos Maza, el
dueño de los terrenos es quien se ocupa de mantenerlo en forma y
quien construyó la capilla. A principios de año, después del
desborde de los ríos en el Litoral, el lugar era inaccesible. Hace
una semana, la lluvia y el viento le volvieron a jugar una mala
pasada y convirtieron el lugar en un lodazal. “Tenía un metro
ochenta de agua, pero está resurgiendo”, promete Gastón Alarcón,
presidente del Club de Fans.
En la Chacarita,
sus seguidores aún la recuerdan entre el amor y la devoción.
Gabriela tiene 68 años y de sus ojos negros brota una lágrima. Sus
manos acarician el nicho 3.635. Pide en silencio por salud. Icono de
la música tropical y de la cumbia, Gilda pasó de la popularidad a
la inmortalidad.
Desde temprano se
acercaron para ofrendarle flores, poemas, colgar banderas con su
rostro y hasta poner las canciones de la “abanderada de la
bailanta” en el celular para que retumbara por los pasillos del
cementerio.
“Viajamos desde
Pablo Podestá para estar con ella y recordarla. También para
agradecerle, siempre que le pedimos, cumple”, cuenta Belén
Turchetti, que tiene una hermana que se llama Gilda. “Cuando mi
mamá estaba embarazada los médicos le detectaron una enfermedad
terminal. Mi papá vino y pidió que si se curaba vendría todos los
domingos. Mi hermana nació y en el hospital dijeron que era un
milagro. Por eso le pusieron ese nombre y por eso venimos una vez por
semana”, dice acompañada por sus hijas de 10 y 9 años.
Pese al frío y
la lluvia tenue, unas 50 personas se apostaron cerca de donde
descansa Gilda. Muchos recuerdan cuando había que hacer fila durante
horas para acercarse al nicho. Sus fans ahora toman mate, la
recuerdan en anécdotas de los que la llegaron a conocer y colocan
una caja para depositar cartas o mensajes que harán llegar luego al
santuario en Entre Ríos.
Fuente.
A 20 años de su muerte, el santuario de Gilda sigue inundado, 07/09/16, Clarín. Consultado 08/09/16.
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