Este fin de
semana desapareció la séptima fuente con material radiactivo en
menos de tres años en el país, pero según la autoridad, los
ladrones no se enteran de lo que roban.
por Claudia
Altamirano
En México es
frecuente la desaparición de fuentes radiactivas. Desde diciembre de
2013 a la fecha han sido robados siete contenedores con materiales
como iridio, cobalto y cesio, altamente peligrosos para los seres
vivos si se exponen directamente a ellos. Este fin de semana fue
robada la séptima en el norteño Estado de Sonora y apareció pocas
horas después. Estos robos, sin embargo, son involuntarios: según
las autoridades, quienes hurtan las fuentes radiactivas no saben lo
que se están llevando.
“En los 25 años
que llevo en la autoridad reguladora, todos los robos que ha habido
de material radiactivo han sido por llevarse el vehículo para
venderlo, y por ahí botan el material sin ninguna importancia para
los delincuentes”, explicó Mardonio Jiménez, director de
supervisión operativa de la Comisión de Seguridad Nuclear (CNSNS)
mexicana.
Según el
funcionario, el robo de fuentes es incidental pero ocurre por el
descuido de los conductores que transportan los materiales, quienes
infringen el reglamento al aparcar los vehículos en la vía pública
o viajar sin los debidos señalamientos de alerta sobre material
radiactivo.
“El motivo ha
sido llevarse el vehículo porque lo abandonaron en la calle los
permisionarios, por alguna razón, violando las disposiciones del
reglamento de seguridad radiológica, y es como poner una doncella a
mitad de la noche esperando que no le pase nada”, expresó el
físico.
En los últimos
dos años y medio han ocurrido siete de estos robos, el más grave de
ellos en diciembre de 2013, cuando los conductores que recorrieron la mitad del país llevando una fuente de cobalto 60 aparcaron cerca de
una gasolinera y se quedaron dormidos en el vehículo. “Pero no
tenían por qué estar ahí, para eso están los hoteles con
estacionamiento”, advirtió Mardonio Jiménez.
La fuente había
tenido uso médico en un hospital público en la ciudad de Tijuana,
en la frontera con Estados Unidos, y al no necesitarla más, fue
enviada al depósito oficial de desechos radiactivos del municipio de
Maquixco, en el central Estado de México. “La transportaron más
de 2.000 kilómetros y ya cerca del depósito, descuidan el vehículo
y se lo roban”, agregó el director de Seguridad Radiológica de la
CNSNS, Alejandro Cortés. Los delincuentes desmantelaron el coche y
la fuente para vender las partes, pero en algún momento abandonaron
la fuente en un predio, quizá al enterarse de que las autoridades
buscaban un material radiactivo en esa entidad. El cobalto 60 es uno
de los materiales más peligrosos, pero no provoca daños graves
mientras no esté abierta la cápsula que lo contiene, por lo que
solo se reportó síndrome de radiación aguda en algunas personas
involucradas con el robo.
Otros casos han
sido menos afortunados. En Brasil, hace casi 30 años, un hospital de
radioterapia cerró pero dejó en sus instalaciones abandonadas una
fuente de cesio 137, el más peligroso de los materiales radiactivos,
no por su intensidad sino por su larga vida: emite radiación hasta
por tres décadas. Unos chatarreros la encontraron, se llevaron el
pesado contenedor por sus 600 lucrativos kilos de metal; lo abrieron a martillazos y hallaron una cápsula con 100 gramos de un polvo azul brillante. La familia y las personas cercanas al dueño de la
chatarrería jugaron con el polvo, una niña comió un bocadillo con
la mano impregnada de cesio. Todo un pueblo se contaminó al paso de
las personas que tocaron el material radiactivo: cuatro fueron
desahuciados y murieron en pocas horas. Y todo lo que se contaminó
sigue emitiendo radiación hasta la fecha. Todo por 600 kilos de
metal para vender.
En México no ha
ocurrido un desastre de esa magnitud, pero el de Ciudad Juárez en
1983 estuvo cerca. Una unidad de teleterapia con cobalto 60 fue
abandonada en un almacén porque su importación era ilegal. Un
empleado de mantenimiento la robó para venderla como chatarra,
perforó el contenedor y lo llevó hasta un depósito. El fierro fue
adquirido por un fabricante de mesas, otro de barras de refuerzo para
construcción, y el cobalto se diseminó por el pueblo: 814 edificios
adquirieron altos niveles de contaminación -incluidas escuelas- y
4.000 personas quedaron expuestas a la radiación.
De acuerdo con
los funcionarios de la Comisión de Seguridad Nuclear, todas las
fuentes radiactivas están rotuladas y tienen claras indicaciones
sobre su peligrosidad, pero muchas personas desconocen lo que
significan los símbolos de radiactividad. Algunos de los robos
ocurren porque los permisionarios no portan los señalamientos en sus
vehículos, para evitar ser detenidos en la carretera por llevar
materiales peligrosos, pero la autoridad no puede verificar esto
porque el vehículo robado aparece ya desmantelado.
Además, indicó
el director de Supervisión Operativa, inspeccionar frecuentemente a
las empresas que tienen licencia para usar estos materiales es
impráctico y materialmente imposible, ya que en el país hay
alrededor de 2.000 permisionarios (de industria y medicina) y la
comisión no tiene suficiente personal para vigilarlo de manera
permanente. “Andar tras de todos con escasos 30 inspectores, está
en chino”, dijo Mardonio Jiménez.
La reglamentación
también queda rebasada por la práctica diaria en México. No existe
un reglamento específico para transporte de materiales radiactivos,
de manera que la autoridad se ciñe a las reglas del Organismo
Internacional de Energía Atómica (OIEA). La CNS trabaja actualmente
en uno propio, pero hasta el momento sólo cuenta con un
reglamento general de seguridad radiológica, que no ha sido
modificado ni actualizado desde su creación, en 1988.
Tras el accidente
de Ciudad Juárez, la Agencia Internacional de Energía Atómica
publicó un reporte con el recuento de los daños y las lecciones que
dejó dicha catástrofe, entre las cuales, menciona que “el hecho
de que haya regulaciones no es suficiente para prevenir violaciones”.
Fuente:
Claudia Altamirano, ¿Por qué desaparecen las fuentes radiactivas en México?, 10/08/16, El País.
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