Mientras la
provincia, el país y el mundo hablan sobre la partida de la
multinacional de los transgénicos, un grupo de vecinas y vecinos
cordobeses permanecen en la banquina, debaten, miran a su izquierda y
comprueban que nada ha cambiado en el terreno que bloquean desde hace
casi tres años. Exigen a la intendenta que decrete la erradicación
definitiva, celebran la imputación de quince funcionarios, y
permanecen, triunfando una vez más contra el fin de la historia.
por Lucía Maina
Son las cuatro de
la tarde de un sábado 6 de agosto de 2016. Unas treinta personas
debaten en ronda en la banquina de la ruta A-188, a 2 kilómetros del
pueblo de Malvinas Argentinas, Córdoba, Argentina. De aquel lado del
alambrado, un terreno de 1000 hectáreas de la multinacional Monsanto
y las estructuras herrumbradas de una planta de semillas transgénicas
que nunca fue. De este lado, chozas de barro y troncos de un bloqueo
que lleva tres años siendo y un grupo de personas que debaten.
Hablan de la noticia que habla de ellas, de ellos, esa que en los
últimos días recorrió diarios, radios, páginas, muros, pantallas
de Córdoba y del mundo diciendo que Monsanto se va de Malvinas
Argentinas. Hablan de la noticia que esperan hace 1500 días, y
buscan confirmarla mirando a su izquierda. Pero de aquel lado del
alambrado comprueban el mismo paisaje que hace años.
- Socialmente a
Monsanto lo echamos hace rato. Nosotros ya triunfamos porque no se
instaló Syngenta en Córdoba y porque Monsanto hace tres años que
no funciona. Pero vamos a seguir acá, porque acá no ha pasado nada,
Monsanto no se fue -dice Lucas Vaca, uno de los integrantes del
bloqueo, un rato antes de empezar la asamblea. Sus palabras son las
mismas que se repiten en una y otra voz de este lado del alambrado.
Alrededor de un
perro blanco echado al sol sobre la tierra y una tapa de olla
cubierta de cáscaras de mandarina, el grupo repasa los hechos de la
semana, la realidad que la noticia ha construido en los medios de
comunicación por estos días. ¿Qué es lo real hasta ahora? Un
indicio: personas que vinieron al predio de la multinacional y
dijeron que Monsanto les había solicitado un presupuesto para
desmantelar la planta. Una voz anónima: un alto gerente de la
multinacional que aseguró al periodista Patricio Eleisegui que se
retiraban de Córdoba. Quince imputaciones: quince funcionarios
acusados en la Justicia por las ilegalidades cometidas en la
aprobación del proyecto presentado en 2012.
Con estas
noticias circulando, las sonrisas en la ronda son más frecuentes de
lo habitual, pero no hay aplausos ni abrazos de triunfo. ¿Qué es lo
que falta? Una confirmación oficial, que sólo podría venir de la
decisión de otorgarla por parte de la propia empresa o de la
decisión de los gobiernos de sancionarla, como reclaman vecinos,
vecinas y organizaciones desde los inicios de este largo conflicto.
Pero oficial fue el anuncio de que la multinacional que controla el
mercado de la agricultura pondría a funcionar una de las plantas de
semillas transgénicas más grandes del mundo en Malvinas Argentinas,
oficial fue la aprobación al proyecto presentado por la empresa,
oficial fue que las leyes argentinas amparaban una obra que empezó a
construirse sin estudio de impacto ambiental aprobado ni audiencias
públicas. Oficial es la voz que sentencia la historia oficial. Y
ahora, con una construcción en ruinas, un fallo de la Justicia en
contra, quince imputaciones a funcionarios, un sinfín de estudios
jurídicos, sociales y ambientales que la desmienten y un movimiento
social que cosecha apoyos en todo el mundo, la voz oficial hace
silencio.
- Nosotros
creemos que Monsanto ya se fue y se está retirando, así, en
silencio -dice parada debajo de uno de los eucaliptos de la
banquina Ester Quispe, integrante del partido Malvinas Despierta
nacido a la luz de este conflicto-. No va a reconocer que un grupo
de “ecobobos”, como nos decían, que un grupo de personas, de
organizaciones, de vecinos, todos juntos y unidos lograron vencer a
este monstruo. A nosotros nos gustaría que haya una voz oficial, que
lo digan: “Nos retiramos de Malvinas”. Sabemos que no lo van a
hacer, pero en el ideal de la lucha nos parece que sería lo más
justo, ¿no?
El acuerdo es
general: Monsanto se fue hace rato. Y sin embargo, el bloqueo
continúa. “El bloqueo siempre continuó porque nosotros no
confiamos en el gobierno, no confiamos en la justicia, sino no
estaríamos acá”, explica Sofía Gatica minutos después de
finalizada la asamblea y días después de que la Justicia haya
acusado de cometer un delito a funcionarios que las organizaciones y
vecinos habían denunciado hace casi cuatro años, varios de los
cuales todavía se encuentran en el gobierno de la Provincia o el
municipio. Ante todo esto, el bloqueo continúa y exige, una vez más,
que la intendenta de Malvinas Argentinas Silvina González decrete
con su voz oficial la erradicación definitiva de la multinacional.
- La intendenta
es la que se tiene que hacer responsable y firmar la erradicación,
porque el que se va sin que lo echen vuelve sin que lo llamen, y lo
tienen que echar los mismos que lo dejaron entrar -agrega Lucas con
su boina color crema, apoyado en uno de los troncos que hace de
columna en la galería de una construcción de barro.
Tiempos de
gobierno
En la mañana del
miércoles 10 de agosto de 2016, integrantes del bloqueo a Monsanto
se dirigen a la Municipalidad de Malvinas Argentinas para presentar
una nota a la intendenta. El texto enumera las injusticias e
ilegalidades cometidas hasta ahora y exige la firma de un decreto o
resolución que determine el rechazo definitivo del proyecto de
Monsanto en esa localidad. En la puerta del municipio, el edificio
público en el que cotidianamente los y las vecinas entran y salen
con aire de costumbre, los esperan un grupo de policías, que al
verlos llegar se apresuran a poner vallas para impedirles el ingreso.
Las personas de la manifestación son una veintena, pero llevan
detrás a casi 300 personas de distintas provincias y países que han
firmado el petitorio que están a punto de entregar, y a otras tantas
en sus banderas, que son las de todos los países que han expulsado a
Monsanto.
Después de
largas discusiones con el policía que se para en la puerta del
edificio, consiguen que el abogado Dario Ávila entre a presentar el
escrito en la mesa de entradas de la municipalidad, y que, una a una,
las personas que esperan afuera entren y salgan para adherir a la
nota con su firma. El grupo no pide ver ni hablar con la intendenta:
sólo plantea en ese escrito formal que el grupo espera su respuesta.
La única vez que
la jefa comunal recibió a vecinos y organizaciones en contra de
Monsanto fue en enero de este año, y a pesar de que también hubo
vallas y policías, finalmente se consiguió que un grupo de personas
entraran a su despacho para pedirle lo mismo que le piden ahora. En
aquel momento, Silvina -como se la nombra en un pueblo que por su
tamaño permite relaciones de vecino a vecino con los gobernantes-
expresó que su intención era abrir el diálogo y negó que ella
estuviera de acuerdo con la instalación de la multinacional.
- Si la empresa
entra una máquina, yo me paro en el acampe con ustedes. ¿Ustedes me
escucharon, no? - llegó a decir en aquella reunión, señalando a
los dos policías que estaban a su lado. Y más tarde agregó:
- Denme tiempo
hasta el martes.
Se refería al
martes 26 de enero, el día en que, según su promesa, se realizaría
una sesión extraordinaria en el Concejo Deliberante de Malvinas
Argentinas para buscar por fin una salida oficial y consensuada a
este conflicto, sesión a la que la intendenta nunca se presentó.
Ahora, siete meses después, de este lado de la puerta, los y las
integrantes del bloqueo vuelven a pedir una respuesta.
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Tiempos de
justicia
- Celebramos la
imputación a ex funcionarios, y algunos todavía funcionarios, por
haber autorizado de manera ilegal el uso de suelo donde Monsanto se
pretende instalar en Malvinas desde el año 2012. Lo celebramos como
parte de la victoria de esta lucha que hemos venido dando todos estos
años —dice Vanina Barboza Vaca, una de las integrantes del
bloqueo, después de la asamblea del último sábado, parada en el
atardecer de la banquina frente a una cámara con la que el grupo
busca hacer llegar su mirada de lo que todavía falta, y también de
lo que hoy celebran.
Artículo
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Desde que empezó
el bloqueo en septiembre de 2013, la frontera de alambre que divide
el terreno comprado por una de las corporaciones más grandes del
mundo y la banquina ocupada por un grupo de vecinos, vecinas y
organizaciones se ha transformado en una gran metáfora de la
política de nuestro tiempo. Una convivencia cotidiana en la que
ciudadanos y ciudadanas se enfrentan cuerpo a cuerpo con el poder
global, entre represiones y maniobras de todo tipo, mientras los
políticos firman en la soledad de su despacho los papeles necesarios
para autorizar proyectos que la mayoría de sus representados
rechazan o ignoran. Esta vez, con cuatro años de presión social de
por medio y un sinfín de reclamos políticos y judiciales, quienes
aprobaron ilegalmente una planta que pondría en riesgo el ambiente y
la salud de la población, han sido imputados por la Justicia.
Pero de las
quince personas que el fiscal Anticorrupción Hugo Amayusco imputó
días atrás por el delito de abuso de autoridad, al autorizar la
radicación de la planta de semillas transgénicas en una zona no
apta para uso industrial, más de la mitad ejercen hoy algún cargo
en el gobierno de la Provincia o en el municipio de Malvinas. Entre
los acusados se encuentran Daniel Arzani, el ex intendente de
Malvinas Argentinas que hoy se desempeña como secretario de
Coordinación en la Municipalidad de Córdoba, y Luis Bocco, el ex
secretario de Ambiente de la Provincia, hoy asesor en el bloque de
concejales capitalinos de Unión por Córdoba.
En la lista de
acusados también figuran Abel Anuzis y Jorge Elia, entre otros
funcionarios provinciales que formaban parte de la Comisión Técnica
Interdisciplinaria (CTI) encargada de evaluar el impacto ambiental
del proyecto de Monsanto. ¿Dónde están hoy Anuzis y Elía? El
primero es el Director General de Mitigación y Adaptación al Cambio
Climático de la Secretaría de Ambiente de la Provincia de Córdoba,
y el segundo es el jefe de la CTI. Es decir: el ente encargado de
evaluar y aprobar los estudios de impacto ambiental que presente
cualquier empresa que pretenda instalarse en Córdoba se encuentra en
estos momentos a cargo de una persona imputada por cometer un delito
desde esa misma dependencia.
El ex jefe de
Catastro y Planeamiento de Malvinas Argentinas, Rubén García
Peyrano, también está imputado por abuso de autoridad, y hoy se
desempeña como asesor de gestión de la actual intendenta Silvina
González. A su vez, de los siete ex concejales de esa localidad
inculpados en la causa, seis siguen ejerciendo funciones. Dos de
ellas, Marta Castro y Sandra Ferreyra, como concejales; la ex edil
Elsa Martínez como Secretaria de Recursos Humanos, y Emilio Ferrero
como Subsecretario de Deportes, a quienes se suman dos personas más
en otras áreas de gobierno.
- …Y es la
parte de la Justicia, ¿no? que actúa siempre tarde -reflexiona
sobre las imputaciones Sofía Gatica, sentada sobre un sillón en la
sala de barro que hoy es el principal refugio del bloqueo-. Imputan
a personas que en el momento que lo hicieron sabían que estaban
cometiendo el ilícito, porque ya se había presentado la denuncia,
ya sabían que esta tierra no era industrial. Y después de cuatro
años, los imputan. ¿Por qué no los imputaron antes? Es como la
Organización Mundial de la Salud, que ahora dijo: “El Glifosato es
probablemente cancerígeno”. A ver: nosotros les estamos diciendo
desde 2001 que el Glifosato está matando a nuestros hijos.
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Tiempo sin tiempo
La necesidad de
un momento histórico, de un triunfo final, se hace sentir por estos
días a dos, a veinte, a diez mil kilómetros del alambrado. Aparecen
celebraciones en medio de la confusión y el bloqueo recibe
felicitaciones de Inglaterra, de Buenos Aires, de Córdoba capital.
Unos y otras se preguntan si este es el hito esperado, el día que
concentrará todos los días; si en alguna página de un manual de
historia dirá que un 4 de agosto el pueblo de Córdoba echó a
Monsanto, como alguna otra dice que un 29 de mayo Córdoba hizo el
Cordobazo. Pero esta historia, como casi todas, no cabe en ningún
día. No caben en un día las innumerables palabras y acciones con
las que cientos de personas dijeron “ite yendo Monsanto”, una
consigna que se fue extendiendo por la provincia y el país y que
lleva impresa en el dialecto cordobés la sabiduría popular del
devenir, del tiempo como transcurrir paciente, del estar siendo. El
tiempo como acto único, irreversible y absoluto solo es válido para
el poder, que puede decidir de una vez y para siempre, que tiene el
poder de decir “me instalo” y que los gobernantes lo repitan en
sus conferencias y lo firmen en sus leyes y decretos. Las personas
que caminan las calles solo pueden decir “eso está por verse”, y
demostrarse a sí mismas que pueden juntarse y buscar una y otra vez
los vericuetos, aparentemente inexistentes, para que las decisiones
del poder no se cumplan. Decir “ite yendo” es un acto de fe, una
declaración de confianza.
En la resistencia
de Córdoba contra Monsanto el momento final no existe, como tampoco
existe un único principio. El modelo de agricultura industrial
impulsado por esta multinacional y basado en el uso de agrotóxicos
lleva tiempo instalándose en la provincia y el país, y fueron sus
consecuencias sociales, sanitarias, ambientales y económicas las que
alimentaron la resistencia en los pueblos de Río Cuarto y Malvinas
Argentinas que rechazaron la instalación de la empresa. El mismo
modelo que hoy avanza a grandes pasos con un gobierno nacional que
defiende que Argentina tiene que “volver al mundo” y dirige su
política económica a beneficiar a grandes empresas extranjeras. Un
gobierno que busca sancionar una ley que permitiría a Monsanto
patentar las semillas y cobrar regalías a los productores, para que
seamos parte del mundo que esa corporación dice alimentar y tengamos
cada vez menos capacidad de alimentarnos a nosotros mismos.
Decidir qué es
lo importante, qué es lo real, dice el filósofo Alain Badiou, es
uno de los mayores actos de libertad: ahí es donde lo político en
nuestra época puede manifestarse con fuerza. En Córdoba, Argentina,
cientos de personas, una a una, han decidido hace tiempo que lo real
queda de este lado del alambrado. Y acá permanecen, primero unas,
después otras, todas mirando y sancionando que de aquel lado del
alambrado sólo pase el tiempo transformando en ruinas una industria
de semillas transgénicas que nunca fue.
Como expresa el
escritor John Berger, en un contexto donde el deseo de justicia es
multitudinario, las luchas contra la inequidad, por la supervivencia
y la dignidad propias, ya no pueden reducirse a “movimientos”:
“Un movimiento describe un gran grupo de personas que
colectivamente se mueven hacia un objetivo definido, el cual logran o
no pueden lograr. Pero dicha descripción ignora, o no toma en
cuenta, las innumerables decisiones personales, los encuentros, las
iluminaciones, los sacrificios, los nuevos deseos, los pesares y,
finalmente, las memorias que ese movimiento hace emerger y que, en
estricto sentido, serían incidentales a dicho movimiento. La promesa
de un movimiento es su victoria futura, mientras que las promesas de
esos momentos incidentales tienen un efecto instantáneo. En su
intensidad o su tragedia, tales momentos incluyen aquellas
experiencias de una libertad en la acción. (La libertad sin acciones
no existe.) Momentos así son trascendentales, como ningún
“resultado” histórico puede serlo”.
- Te lo digo, te
lo canto -grita Lucas en la banquina-. ¡Fuera Monsanto! -agrega
el resto, ya en la noche del sábado 6 de agosto. Gritan, como el
triunfo final de un día más, el estribillo de la canción que
compuso en 2013 “el Perro”, el cantante que con su banda y esa
misma música ha recorrido distintos lugares del país, ha proyectado
sus palabras en la voz de Manu Chao y escuchado su voz sonando en un
video de algún país europeo, y que hoy está acá, recordando todo
esto de este lado del alambrado.
Son los momentos
que pasaron acá durante más de cuatro años -en un acampe a la
vera de la ruta, en una manifestación en la puerta de un municipio,
en una marcha por las calles o en el escenario de una plaza- los
que hoy reivindican su derecho a ser parte de la historia: son sus
huellas irreversibles sobre una vida, un colectivo, el planeta, las
que han triunfado sobre el fin de la historia.
Fuente:
Fuente:
Lucía Maina, De este lado del alambrado, de este lado de la historia, 15/08/16, ECOS Córdoba. Consultado 17/08/16.
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