por Mario Osava
Río de Janeiro,
24 jul 2016 (IPS). La gran frustración de los Juegos Olímpicos que
se inaugurarán en la ciudad brasileña de Río de Janeiro el 5 de
agosto será el incumplimiento de metas y promesas de saneamiento
ambiental de sus cuerpos de agua.
Se perdió la
oportunidad de darle un empuje decisivo a la descontaminación de la
emblemática bahía de Guanabara y de las lagunas de la ciudad, tal
como establecía el plan con que la ciudad ganó ser la sede de los
Juegos Olímpicos 2016.
Es un fracaso que
posiblemente tendrá escasa repercusión para residentes y
visitantes, ante la mayor visibilidad de los proyectos de transporte
urbano y revitalización del centro carioca.
Lo sucedido
confirma una tradición nacional de relegar el saneamiento en las
prioridades gubernamentales. Hasta ahora, solo la mitad de la
población brasileña cuenta con alcantarillado y una pequeña parte
de lo que transporta es tratada.
“El ambiente no
paga impuestos y tampoco vota, por lo tanto no despierta la atención
de nuestros líderes políticos ni de la sociedad”, se quejó el
biólogo Mario Moscatelli, connotado activista del tema hídrico en
Río de Janeiro.
Ni tan siquiera
la laguna Jacarepaguá, en cuya orilla se construyó el Parque
Olímpico, corazón de los Juegos de la XXXI Olimpiada de la era
moderna, en la Zona Oeste de la ciudad, fue debidamente tratada. Los
ríos y arroyos siguen echándole agua sucia todo el tiempo, señaló
a IPS.
El aeropuerto
internacional Antonio Carlos Jobim, también conocido como Galeão,
donde aterrizará la mayoría de los atletas y aficionados
extranjeros para participar en los Juegos, está en una de las
partes más contaminadas de la bahía de Guanabara, aunque los
visitantes no alcancen a notarlo.
Ubicado en la
punta oeste de la isla del Gobernador, donde vivían 212.754 personas
en 2010 según el censo oficial, el aeropuerto tiene la vecindad de
canales a los que se vierten desagües sin tratamiento y la basura de
millones de residentes de barrios y ciudades del continente, a través
de ríos convertidos en cloacas.
Por la carretera
hacia el sur que lleva al centro de la ciudad se puede vislumbrar el
canal de Fundão, de aguas negras y mal olor, que persisten pese a un
reciente dragado por lo que le llega del conectado canal de Cunha.
En Cunha
convergen los desechos de cinco ríos que cruzan barrios muy
poblados, incluidas varias “favelas” (asentamientos pobres y
hacinados) e industrias.
Detrás del
Galeão, al norte, el barrio de pescadores de Tubiacanga, sintetiza
las tragedias ambientales de la bahía de Guanabara, que engloba 412
kilómetros cuadrados y se extiende entre los barrios de Copacabana e
Itaipu.
“Teníamos
siete u ocho metros de profundidad, ahora en la marea baja uno puede
caminar con el agua por el pecho” en la parte más angosta del
canal entre la isla del Gobernador y Duque de Caxias, la cercana
ciudad en tierra firme, comparó a IPS el pescador Sergio Souza dos
Santos, de 66 años, dos tercios vividos en Tubiacanga.
La sedimentación
por aterramientos, el fango traído por los ríos y la basura redujo
la profundidad de la bahía, explicó.
“Tubiacanga
queda en un encuentro de las aguas sucias, la de las mareas que sube
desde la entrada de la bahía incluso por varios canales, incluso el
de Fundão, y la de los ríos. Eso acumula sedimentos y basura
delante del barrio”, cuya playa de arenas blancas se convirtió en
lodazal y vertedero de basura en pocas décadas, lamentó.
Guanabara recibe
90 toneladas de basura y 18.000 litros de agua servida sin
tratamiento cada día, principalmente a través de los 55 ríos y
canales que desembocan en sus aguas, destacó Sergio Ricardo de Lima,
ecólogo fundador del Movimiento Bahía Viva.
Descontaminar 80
por ciento de los efluentes arrojados en la bahía fue la meta
anunciada en el proyecto olímpico. Se alcanzó 55 por ciento,
aseguró el ministro de Deportes, Leonardo Picciani, en un encuentro
con periodistas extranjeros el 7 de julio.
“Solo creo en
lo que veo, de los 55 ríos de la cuenca, 49 se convirtieron en
cauces de desagüe sin vida”, dudó Moscatelli, que dio voz así al
escepticismo de los ambientalistas.
La meta de 80 por
ciento no era realista, descontaminar totalmente la bahía exigirá
de 25 a 30 años, con inversiones equivalentes a 6.000 millones de
dólares en saneamiento, admitió André Correa, secretario de
Ambiente del estado de Rio de Janeiro, al inaugurar el 20 de julio
una “ecobarrera” en el río Merití, una de las vías de
contaminación.
Las ecobarreras,
unas boyas encadenadas que retienen la basura flotante, constituyen
una medida de emergencia para asegurar que los deportes náuticos de
los Juegos puedan realizarse en algunos puntos de la bahía.
Ecobarcos recogen la basura retenida para enviarla a su reciclaje.
Las 17
ecobarreras prometidas son insuficientes y para su mejor eficacia
tendrían que instalarse donde se concentra la basura flotante, como
en Tubiacanga, no cerca de la entrada de la bahía donde tendrán
lugar las competiciones náuticas, criticó Lima.
Su implantación
en el rio Merití atiende a ese criterio del ambientalista. Pero se
trata de una “acción paliativa”, la solución es promover la
recolección selectiva en las fuentes, es decir en las residencias,
comercio e industria, y reciclar el máximo de los residuos sólidos,
como establece una ley al respecto, aprobada en 2010.
“Actualmente
solo se recicla uno por ciento de la basura de la Región
Metropolitana de Rio de Janeiro”, que tiene 12 millones de
habitantes, observó Lima.
La
descontaminación de la bahía de Guanabara es un viejo anhelo. Fue
la meta de un proyecto iniciado en 1995 y que ya costó el
equivalente a 3.000 millones de dólares al cambio actual. Pero no se
evitó el deterioro ambiental del agua y las playas locales.
Ocho estaciones
de tratamiento de desagüe (ETE, en portugués) fueron construidas o
ampliadas para mejorar la calidad de su agua. Pero siempre operaron
con pequeña parte de su capacidad, porque no se construyeron los
troncos recolectores necesarios para recoger las aguas servidas y
llevarlas a las ETE, según Lima.
La contaminación
de la bahía se agrava por los derrames de petróleo. Además de una
refinería y un polo petroquímico instalados en las orillas, en
Duque de Caxias, en todo el frente del barrio de Tubiacanga, la bahía
es crecientemente cruzada por ductos que transportan el crudo,
derivados y gas.
Hasta hoy en día
se sienten los daños de un gran derrame de petróleo ocurrido en
enero de 2000, que tuvo un impacto directo en Tubiacanga y en la
captura de sus pescadores.
“Los que más
sufrimos las consecuencias de la contaminación y mejor conocemos la
Bahía, los pescadores, no somos oídos, estamos acorralados,
amenazados de extinción”, concluyó Souza dos Santos, que alienta
sus cuatro hijos a abandonar el oficio de la pesca.
Fuente:
Mario Osava, Saneamiento, sin medalla en Juegos Olímpicos de Río de Janeiro, 24/07/16, Inter Press Service.
No hay comentarios:
Publicar un comentario