por Emilio Godoy
Colonia,
Alemania, 11 jul 2016 (IPS). Immerath, a unos 90 kilómetros de la
ciudad alemana de Colonia, se volvió un pueblo fantasma. La campana
de la iglesia local ya no tañe ni se ven niños en bicicleta por sus
calles. Sus antiguos residentes se llevaron, incluso, a sus muertos
del cementerio.
Debido a la
expansión de Garzweiler, una mina de lignito a cielo abierto, los
sobrevivientes han sido reubicados en Nuevo Immerath, a unos cuantos
kilómetros de la localización del pueblo original, en Renania del
Norte-Westfalia, del que Colonia es su capital.
La suerte de la
pequeña localidad, que en 2015 tenía unos 70 habitantes, es el
retrato de los avances, retrocesos y contradicciones de la transición
energética alemana, tan alabada en el mundo.
Alemania cuenta
desde 2011 con una política integral de transición energética,
respaldada por un amplio consenso político, destinada a avanzar
hacia una economía de bajo carbono, que fomentó la generación y
consumo de energía alternativa.
Pero la
transición no ha facilitado, hasta ahora, que el país se libere de
la industria del carbón y el lignito o carbón suave, un fósil
altamente contaminante.
“Las fases
iniciales de la transición energética han sido hasta ahora
exitosas, con fuerte crecimiento de las renovables, amplio respaldo
social para la idea de la transición y metas de mediano y largo
plazo importantes por parte del gobierno”, dijo a IPS la analista
Sascha Samadi, del no gubernamental Instituto Wuppertal, dedicado a
estudios sobre transformación energética.
La generación renovable aportó 30 por ciento de toda la electricidad alemana en
2015, mientras que el lignito representó 24 por ciento, el carbón
18 por ciento, la nuclear 14 por ciento, el gas 8,8 por ciento y
otras fuentes el resto.
Esta nación
europea es la tercera potencia mundial en energías renovables -excluida la hidroelectricidad-, con la tercera posición en
eoloenergía (viento) y biodiesel y la quinta en geotermia.
Además, se ha
hecho famosa, por tener la mayor capacidad por habitante en energía
fotovoltaica (solar), pese a que su clima no sea el más propicio
para ello.
Pero la
persistencia de fuentes fósiles ensombrece esa verde matriz
energética.
“El retiro de
combustibles fósiles tiene que ser muy bien planeado y organizado.
Si no promovemos las renovables, tendremos que importar energía en
algún momento”, dijo a IPS el ministro para la Protección
Climática y el Ambiente de Renania del Norte-Westfalia, Johannes
Remmel.
Alemania tiene
nueve minas de lignito que funcionan en tres regiones y emplean a
unas 16.000 personas. Las minas generan 170 millones de toneladas
anuales y sus reservas superan los 3.000 millones. China, Grecia y
Polonia son otros grandes productores mundiales del mineral.
Garzweiler,
propiedad de la compañía privada RWE, produce 35 millones de
toneladas anuales de lignito. A la distancia se divisan las paredes
rebanadas y un suelo tiznado, a la espera de que una enorme mandíbula
de acero lo devore para empezar a separar el lignito.
Esa instalación
alimenta las generadoras eléctricas de las cercanas plantas de
Frimmersdorf, Neurath, Niederaussen y Weisweiller, entre las más
contaminantes del país.
RWE es una de las
cuatro grandes generadoras energéticas alemanas, junto con E.ON,
EnBW y Vattenfall, esta última basada en Suecia.
Carbón tiene
fecha de vencimiento
La suerte del
carbón es distinta. El gobierno ya definió que el año de su
defunción será 2018, cuando dejarán de operar las únicas dos
minas aún activas.
La cuenca del río
Rin, donde se sitúan Renania del Norte-Westfalia y Renania-Palatino
entre otros estados, ha sido el motor tradicional de la industria de
Alemania. La minería y sus consumidores son los resabios de ese
mundo, cuyos estertores se interponen con el surgimiento de una
economía descarbonizada.
Un recorrido por
la mina y la generadora eléctrica adyacente de Ibberbüren, en
Renania del Norte-Westfalia, da una idea de la puja entre dos modelos
que todavía coexisten.
En el complejo
las bocas subterráneas escupen el carbón que nutre la voracidad de
la planta, al ritmo de 157 kilovatios/hora por tonelada.
En 2015 se
extrajeron de ella 6,2 millones de toneladas de carbón, que caerá a
3,6 millones de toneladas este año y el siguiente, para reducirse a
2,9 millones en 2018.
La mina, que
emplea a 1.600 personas, tiene un inventario de 300.000 toneladas que
debe vender antes de 2018.
“Soy minero,
estoy muy apegado a mi trabajo. Hablo en nombre de mis compañeros.
Es difícil cerrarla. Hay un sentimiento de tristeza, asistimos a
nuestro propio funeral”, comentó a IPS el director de la operadora
de la mina, Hubert Hüls.
Antes de
establecerse la política de transición energética, ya se habían
aprobado leyes, en 1991 y 2000, que promueven las fuentes renovables,
con medidas como un canon especial en la tarifa eléctrica pagada a
los generadores que las utilicen.
El sector
renovable invierte cada año unos 20.000 millones de dólares y
emplea unas 370.000 personas.
Otra medida,
adoptada por el gobierno de Berlín en 2015, establece un esquema de
subastas de energía solar fotovoltaica, aunque en este caso se
critica que gane quien ofrece el precio más barato, lo que favorece
a los grandes generadores contra los pequeños.
Transición y
cambio climático
La transición
busca también cumplir con los compromisos de Alemania para mitigar
el calentamiento global.
Esta potencia
europea se fijó como meta reducir en 40 por ciento sus emisiones de
gases de efecto invernadero para 2020 y 95 por ciento para 2015.
Además, asumió como meta que las fuentes renovables en el consumo
final de energía suba del actual 12 por ciento a representar 60 por
ciento en 2050.
En este segundo
semestre, el gobierno analizará la elaboración del Plan de Acción
Climática 2050 que en cuestiones energéticas considera la reducción
a la mitad de las emanaciones del sector y un programa de retiro de
carburantes fósiles.
En 2014, Alemania
redujo sus emisiones en 346 millones de toneladas de dióxido de
carbono, equivalentes a 27,7 por ciento en comparación con 1990.
Pero la Agencia Federal del Ambiente del país advirtió en marzo que
las emisiones habían tenido un repunte en 2015 de seis millones de
toneladas, equivalentes a 0,7 por ciento, para situarse en 908
millones de toneladas.
Los gases
contaminantes provienen mayoritariamente de la generación y uso de
energía, el transporte y la agricultura.
En 2019 el
gobierno revisará los incentivos actuales al sector renovable y
decidirá ajustes para potenciarlo.
Mientras, en 2022
cesará la operación de las últimas tres plantas nucleares en
Alemania. Pero, en cambio, la mina de Garzweiler trabajará hasta
2045.
“Hay retos
tecnológicos, de infraestructura, de inversión, políticos,
sociales, de innovación. Las recientes decisiones del gobierno
indican que no hay suficiente voluntad política para asumir las
decisiones duras requeridas para una descarbonización profunda”,
planteó Samadi.
Las empresas
“ahora tratan de mitigar el daño y pasar la búsqueda de
soluciones al Estado (central). Habrá un debate fiero sobre sobre
cómo expandir las renovables. Ese proceso puede ser desacelerado,
pero no detenido”, anticipó el académico Heinz-J Bontrup, de la
estatal Universidad de Ciencias Aplicadas en la ciudad de
Gelsenkirchen.
Mientras, el
gobierno regional optó por recortar la ampliación de Garzweiler,
con lo cual dejará 400 millones de toneladas de lignito en el
subsuelo.
Editado por
Estrella Gutiérrez
Fuente:
Fuente:
Emilio Godoy, Lo bueno, lo malo y lo feo de la transición energética alemana, 11/07/16, Inter Press Service.
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