Bantú, el gorila
muerto en un zoológico de la capital mexicana, era uno de los
últimos mohicanos. DW habló con el australiano Peter Singer,
filósofo de ética práctica, sobre los derechos de los animales.
por Nicolás Mandeau
Bantú, el único
macho en México de la especie llamada gorila de tierras bajas
occidentales, hoy en peligro de extinción, nació en cautiverio en
el zoológico Chapultepec de Ciudad de México, donde era una de las
principales atracciones. Actualmente existen en libertad poco menos
de 175.000 ejemplares en el mundo, según la Unión Internacional
para la Conservación de la Naturaleza (IUCN).
La Comisión de
Derechos Humanos de Ciudad de México aún investiga la muerte
repentina de Bantú, presuntamente acaecida por error médico, el 7
de julio de 2016. El gorila, de 220 kilos y más de 1.70 metros de
estatura, sufrió un paro cardíaco.
El caso de la
trágica muerte del gorila resucita el debate sobre los derechos de
los animales, especialmente de aquellos en cautiverio. DW habló al
respecto con Peter Singer, profesor de bioética en la Universidad de
Princeton, y precusor de los derechos de los animales. Singer es
autor de numerosos libros, incluyendo el más reciente: “The Most
Good You Can Do. How Effective Altruism Is Changing Ideas About
Living Ethically”.
¿Que piensa de
la muerte de Bantú?
Siempre es triste
cuando un gorila muere. Algo que debería hacernos reflexionar sobre
nuestros verdaderos intereses y los del gorila. Siempre existe un
riesgo de que las cosas salgan mal.
Ud. es uno de los
co-fundadores del “Great Ape Project”. ¿De qué se trata este
proyecto exactamente?
Se trata de un
esfuerzo para establecer derechos básicos, en particular para los
simios, chimpancés, gorilas, bonobos y orangutanes. Sabemos que son
muy similares a nosotros: que son seres complejos con vida emocional,
capaces de reflexionar acerca de su situación, de pensar, de
resolver problemas, que son conscientes de sí mismos, y pueden
pensar acerca del futuro. Los simios son tan parecidos a los humanos
que debemos reconocerles algunos derechos básicos, esencialmente los
que asignamos a todos los miembros de nuestra propia especie, sean o
no racionales o conscientes de sí mismos. Es decir, el derecho a la
vida, a la libertad y la protección contra la tortura. Nos gustaría
que la ley los reconozca como personas y, por lo tanto, como seres
que pueden llevar casos a las cortes. Obviamente, a través de un
cuidador o defensor, tal como un niño pequeño de nuestra sociedad
podría llevar un caso a las cortes.
¿No son términos
como “libertad” y “cautiverio” expresión de nuestras propias
proyecciones? ¿No existe una diferencia metafísica entre los
humanos y los animales, debido a nuestra capacidad de pensar
racionalmente?
Es cierto, pero
tampoco se le puede explicar estos conceptos a un niño de dos años
o a alguien con discapacidad mental. Pero a ellos no los encerramos
ni los exhibimos ni realizamos con ellos experimentos médicos como
con simios. Afortunadamente, ahora la investigación en grandes
simios en muchos países ha sido prohibida y eso, creo yo, es en
parte un resultado del trabajo realizado por “Great Ape Project”.
Si pensamos que todos los seres humanos tienen derechos básicos, sin
importar su capacidad de razonar o reflexionar, o de pensar en
libertad, como una abstracción, pero negamos esos derechos a los
chimpancés y gorilas, es creer que solo nuestra especie tiene
derechos. No es defendible. Eso es muy similar al racismo o sexismo.
Algunos ven en
los zoológicos un lugar en el cuál se puede aprender a respetar los
animales…
No está probado
que mirar animales en cautiverio nos incite preocuparnos por ellos.
Sospecho que una de las lecciones más importantes que las personas
aprenden en los zoológicos con jaulas, es que tenemos el derecho de
encerrar animales y utilizarlos, básicamente, como forma de
entretenimiento. Creo que las lecciones educativas serían más
acertadas, si pueden vivir una vida más acorde con su especie. Les
entenderíamos mucho mejor y también sentiríamos un mayor respeto
por ellos.
Ud. es un
defensor de la corriente filosófica llamada Utilitarismo de
Preferencia. ¿Qué relación tiene esto con los animales?
Soy un
utilitario. Creo que la acción correcta es aquella que tiene las
mejores consecuencias. ¿Cuáles son esas consecuencias? Los
utilitarios clásicos tratan el placer y el dolor. Los utilitarios de
preferencia se ocupan de la satisfacción de las preferencias. Para
ambas formas del utilitarismo es claro que los animales forman parte
de la ecuación, porque ellos experimentan dolor y placer, y también
tienen preferencias. Y no tenemos justificación para atribuir menos
valor a esas preferencias o esos placeres y dolores, solo porque no
son miembros de nuestra especie. Es por eso que creo que los
animales, claramente, tienen un tipo de status moral, eso implica que
tenemos que tomar en consideración sus intereses.
En su libro,
“Liberación animal” (1975), pionero del movimiento animalista,
Ud. trata el dominio del hombre sobre los animales. ¿Es el creciente
interés por el vegetarianismo y la defensa de los animales una señal
de cambio de conciencia?
Hoy hay mayor
interés en los derechos de los animales, y parte de eso, sin duda,
tiene que ver con los cambios en nuestra dieta, alejándonos del
consumo de productos animales procedentes de granjas industriales.
También se reconoce más que esto no es ambientalmente sostenible y
que contribuye al cambio climático.
Ud. viaja mucho.
¿Qué diferencias ha encontrado en cuanto a la protección y trato
de los animales?
He visto un
progreso significativo en Europa en las últimas décadas,
particularmente en cuanto a las granjas industriales. Algunos de los
peores casos de confinamiento han sido prohibidos, por ejemplo las
jaulas estándares que se utilizan para que las gallinas pongan
huevos. Esos son avances que, según entiendo, no existen en
Latinoamérica, que necesita modernizar sus leyes. También sobre
experimentos de la industria cosmética en animales. Hay problemas, y
no solo en Latinoamérica, sino también en Asia, por ejemplo en
China, donde hay un feroz debate sobre el bienestar de los animales.
¿Por qué piensa
que es tan difícil lograr mejorar las condiciones de vida de los
animales en los zoológicos?
Siempre es muy
difícil realizar cambios en contra de intereses ya establecidos, y
los zoológicos han hecho lo que hacen por mucho tiempo. Por lo
tanto, no es fácil hacerles ver que lo que practican no está bien y
debe cambiar. Especialmente cuando hay zoológicos urbanos con
cantidades limitadas de terreno, sin condiciones adecuadas. Deberían
reducir drásticamente la cantidad de animales y la variedad de las
especies que tienen. Pero les preocupa que la gente deje de visitar
el zoológico, así que es una constante lucha. Debemos sacar estos
zoológicos de las áreas urbanas y llevarlos fuera de las ciudades,
donde puedan convertirse en parques silvestres, ofreciéndoles
condiciones dignas.
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