por Kieran
Cooke
Vladimir
Gorin extiende su brazo y señala las grúas que, suspendidas cual pájaros
gigantes, se posan sobre el edificio del reactor.
Las
torres de refrigeración se difuminan en la niebla, pero pueden distinguirse las
líneas que dibujan las cercas de alambre, que protegen con sus púas la enorme
planta nuclear.
Gorin,
un hombre afable con aspecto de luchador y con un apretón de manos a la altura,
es el ingeniero jefe de la primera instalación nuclear que se construye en
Bielorrusia.
Han
pasado 30 años de la tragedia de Chernobyl que, aunque se produjo en la vecina
Ucrania, afectó especialmente a Bielorrusia.
"Nuestros
métodos de diseño y construcción son de los más seguros del mundo", dice
Gorin. "Estamos orgullosos de poder tener una planta nuclear de este tipo
en nuestro país".
Acto
seguido, nos muestra (a mí y a un grupo de periodistas bielorrusos) un torrente
inmenso de datos y estadísticas.
Volver
al futuro
Gorin
nos explica los centímetros de espesor de la carcasa de acero del reactor y las
miles -¿o eran millones?- de toneladas de hormigón que se están utilizando para
construir la nave.
Bielorrusia
tiene solo 9.5 millones de habitantes y es uno de los países más llanos de la
Tierra.
Puedes
conducir durante kilómetros por carreteras esencialmente desiertas, rodeadas de
bosques con árboles blancos que se erigen como regimientos de soldados.
El
viento sopla a través de la estepa. Las páginas de mi cuaderno de notas se mojan
con la llovizna. Y nuestros guías -hay un buen número de ellos- están molestos
porque temen que el clima pueda impedirles mostrar la mejor cara de su planta
nuclear.
Después,
nos dirigimos a la sala de control de la central.
Al
igual que la nave espacial Enterprise de la serie de televisión "Viaje a
las Estrellas" todo está lleno de pantallas de computadoras gigantes y de
luces parpadeantes vigiladas por una falange de especialistas uniformados.
Y,
de pronto, una ruidosa bocina suena en la sala de control nuclear al tiempo que
se encienden unas luces rojas intermitentes.
Los
hombres uniformados comienzan a presionar botones y se apresuran a hacer
urgentes llamadas telefónicas.
Agarrando
fuerte mi casco, busco una mesa en donde refugiarme. Y entonces me doy cuenta
de que la estación nuclear solo está construida a la mitad y de que se trata de
una demostración de emergencia.
Un
país de contrastes
Bielorrusia
es un país serio y surrealista al mismo tiempo.
Tiene
un aire austero y pesado, pero también es capaz de seducirte con su buen humor
y amabilidad.
Y
al igual que en los viejos tiempos de la Unión Soviética, quienes ocupan cargos
de autoridad pueden ser bastante rudos.
Cuando
fui a la ópera y cometí el grave error de perder la contraseña del guardarropa,
la mujer que estaba a cargo me reprendió por mi descuido.
Pero
después se aplacó, apiadándose de este extranjero demente, y buscó mi abrigo
estante por estante.
Otra
de las espectadoras -una mujer bielorrusa- incluso se ofreció a prestarme la
chaqueta de su marido.
En
otra ocasión, cuando tras una hora de espera en un restaurante no llegaba mi
plato, le pregunté a la camarera y esta se mostró bastante desdeñosa.
Pero
cuando el plato (de aspecto poco apetecible) por fin llegó, observé que el chef
había dejado escrito un mensaje con salsa que rezaba "lo siento".
La
capital de Bielorrusia, Minsk, que se eleva bruscamente sobre la estepa como el
telón de fondo de un escenario, se compone de anchas avenidas con bloques de
pisos homogéneos.
Hay
estatuas de Lenin y grandes plazas descubiertas para desfiles militares. Pero
también hay muchas iglesias, modernas cafeterías y tiendas de moda.
Sentimientos
encontrados
Es
difícil evaluar cómo se sienten los bielorrusos -muchos de los cuales todavía
sufren cáncer y otros problemas de salud debido a la tragedia de Chernobyl- con
relación a su nueva planta nuclear.
Quienes
critican al gobierno dicen que aquellos que la cuestionan son hostigados o
detenidos.
Una
mujer que nació en un pueblo al sur de Bielorrusia, cerca de Chernobyl, me
describió el area que rodea su vieja casa, en la zona de exclusión de
Chernobyl.
Con
lágrimas en los ojos explicaba cómo, debido a la contaminación, solo le
permiten volver una vez al año para poder visitar las tumbas de sus ancestros.
Pero,
por un extraño giro del destino, ahora se trabaja cerca de la nueva estación,
aunque se muestra optimista.
"Al
principio parecía extraño vivir tan cerca de una estación nuclear de nuevo,
pero después pensé 'Estos accidentes no ocurren dos veces' y necesitamos la
energía nuclear", relató.
La
central nuclear de Bielorrusia esta cerca de la frontera con Lituania y tan
solo a 50 kilómetros de Vilna, la capital del país báltico.
El
gobierno de Lituania dice que la planta nuclear, diseñada y construida por una
empresa estatal rusa, supone una amenaza para su seguridad y que incumplió
ciertos acuerdos internacionales.
Gorin
niega tales acusaciones.
"Miren
lo abiertos que hemos sido invitándolos a todos acá", dice, entre fotos de
apretones de manos.
"Tal
vez deberíamos lanzar un periódico" -suelta una risita-. "Lo
llamaríamos The Atomic News (las noticias atómicas)".
Fuente:
Kieran Cooke, Por qué el país más afectado por la tragedia de Chernobyl (y no es Ucrania) está construyendo un reactor nuclear, 30/04/16, BBC Mundo. Consultado 30/04/16.
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