sábado, 30 de abril de 2016

Por qué el país más afectado por la tragedia de Chernobyl (y no es Ucrania) está construyendo un reactor nuclear

por Kieran Cooke

Vladimir Gorin extiende su brazo y señala las grúas que, suspendidas cual pájaros gigantes, se posan sobre el edificio del reactor.

Las torres de refrigeración se difuminan en la niebla, pero pueden distinguirse las líneas que dibujan las cercas de alambre, que protegen con sus púas la enorme planta nuclear.

Gorin, un hombre afable con aspecto de luchador y con un apretón de manos a la altura, es el ingeniero jefe de la primera instalación nuclear que se construye en Bielorrusia.

Han pasado 30 años de la tragedia de Chernobyl que, aunque se produjo en la vecina Ucrania, afectó especialmente a Bielorrusia.

"Nuestros métodos de diseño y construcción son de los más seguros del mundo", dice Gorin. "Estamos orgullosos de poder tener una planta nuclear de este tipo en nuestro país".

Acto seguido, nos muestra (a mí y a un grupo de periodistas bielorrusos) un torrente inmenso de datos y estadísticas.

Volver al futuro
Gorin nos explica los centímetros de espesor de la carcasa de acero del reactor y las miles -¿o eran millones?- de toneladas de hormigón que se están utilizando para construir la nave.
Bielorrusia tiene solo 9.5 millones de habitantes y es uno de los países más llanos de la Tierra.

Puedes conducir durante kilómetros por carreteras esencialmente desiertas, rodeadas de bosques con árboles blancos que se erigen como regimientos de soldados.

El viento sopla a través de la estepa. Las páginas de mi cuaderno de notas se mojan con la llovizna. Y nuestros guías -hay un buen número de ellos- están molestos porque temen que el clima pueda impedirles mostrar la mejor cara de su planta nuclear.

Después, nos dirigimos a la sala de control de la central.

Al igual que la nave espacial Enterprise de la serie de televisión "Viaje a las Estrellas" todo está lleno de pantallas de computadoras gigantes y de luces parpadeantes vigiladas por una falange de especialistas uniformados.

Y, de pronto, una ruidosa bocina suena en la sala de control nuclear al tiempo que se encienden unas luces rojas intermitentes.

Los hombres uniformados comienzan a presionar botones y se apresuran a hacer urgentes llamadas telefónicas.

Agarrando fuerte mi casco, busco una mesa en donde refugiarme. Y entonces me doy cuenta de que la estación nuclear solo está construida a la mitad y de que se trata de una demostración de emergencia.

Un país de contrastes
Bielorrusia es un país serio y surrealista al mismo tiempo.

Tiene un aire austero y pesado, pero también es capaz de seducirte con su buen humor y amabilidad.

Y al igual que en los viejos tiempos de la Unión Soviética, quienes ocupan cargos de autoridad pueden ser bastante rudos.

Cuando fui a la ópera y cometí el grave error de perder la contraseña del guardarropa, la mujer que estaba a cargo me reprendió por mi descuido.

Pero después se aplacó, apiadándose de este extranjero demente, y buscó mi abrigo estante por estante.

Otra de las espectadoras -una mujer bielorrusa- incluso se ofreció a prestarme la chaqueta de su marido.

En otra ocasión, cuando tras una hora de espera en un restaurante no llegaba mi plato, le pregunté a la camarera y esta se mostró bastante desdeñosa.

Pero cuando el plato (de aspecto poco apetecible) por fin llegó, observé que el chef había dejado escrito un mensaje con salsa que rezaba "lo siento".

La capital de Bielorrusia, Minsk, que se eleva bruscamente sobre la estepa como el telón de fondo de un escenario, se compone de anchas avenidas con bloques de pisos homogéneos.

Hay estatuas de Lenin y grandes plazas descubiertas para desfiles militares. Pero también hay muchas iglesias, modernas cafeterías y tiendas de moda.

Sentimientos encontrados
Es difícil evaluar cómo se sienten los bielorrusos -muchos de los cuales todavía sufren cáncer y otros problemas de salud debido a la tragedia de Chernobyl- con relación a su nueva planta nuclear.

Quienes critican al gobierno dicen que aquellos que la cuestionan son hostigados o detenidos.

Una mujer que nació en un pueblo al sur de Bielorrusia, cerca de Chernobyl, me describió el area que rodea su vieja casa, en la zona de exclusión de Chernobyl.

Con lágrimas en los ojos explicaba cómo, debido a la contaminación, solo le permiten volver una vez al año para poder visitar las tumbas de sus ancestros.

Pero, por un extraño giro del destino, ahora se trabaja cerca de la nueva estación, aunque se muestra optimista.

"Al principio parecía extraño vivir tan cerca de una estación nuclear de nuevo, pero después pensé 'Estos accidentes no ocurren dos veces' y necesitamos la energía nuclear", relató.

La central nuclear de Bielorrusia esta cerca de la frontera con Lituania y tan solo a 50 kilómetros de Vilna, la capital del país báltico.

El gobierno de Lituania dice que la planta nuclear, diseñada y construida por una empresa estatal rusa, supone una amenaza para su seguridad y que incumplió ciertos acuerdos internacionales.

Gorin niega tales acusaciones.

"Miren lo abiertos que hemos sido invitándolos a todos acá", dice, entre fotos de apretones de manos.

"Tal vez deberíamos lanzar un periódico" -suelta una risita-. "Lo llamaríamos The Atomic News (las noticias atómicas)".

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