jueves, 28 de abril de 2016

Jane Goodall rechaza el pesimismo y cifra en la juventud su esperanza para el planeta

Tener una madre que brinda afecto y protección, pero que no es sobreprotectora, da confianza a los niños. En la sociedad de los chimpancés también hay buenas madres y malas madres.

México. La primatóloga y conservacionista británica Jane Goodall rechazó hoy las visiones pesimistas sobre el futuro y cifró en los jóvenes su esperanza para el planeta, en una conferencia magistral que impartió en la Ciudad de México.

En su presentación “Un mensaje de esperanza”, en la Universidad Iberoamericana, la mensajera de paz de las Naciones Unidas evocó la influencia de su madre en su carrera, que la llevó a estudiar chimpancés salvajes y a revolucionar la investigación sobre estos primates.

Refirió que cuando tenía un año de edad llevó gusanos a su casa y su madre Margaret, lejos de reprenderla, la exhortó a que los devolviera a la tierra para que pudieran sobrevivir.

Relación madre - hijos

“Tener una madre que brinda afecto y protección, pero que no es sobreprotectora, da confianza a los niños. En la sociedad de los chimpancés también hay buenas madres y malas madres. Tener una buena madre hace que los chimpancés alcancen mejores posiciones. Pienso que es lo mismo para nosotros”, sostuvo.

Ese apoyo llevó a Goodall, hoy de 82 años, a realizar su sueño de ir a África, donde emprendió un estudio que ya va para seis décadas del entonces desconocido mundo de los chimpancés.

Similitud con los simios

Descubrió que estos simios, que tienen una similitud genética de 98,6 % con los humanos, elaboran y usan herramientas, rasgo que se consideraba exclusivo de la humanidad, lo que ha forzado a revaluar el significado de la palabra “hombre”.

También reveló una similitud más oscura al documentar que grupos rivales de chimpancés se enfrascan en auténticas guerras territoriales en las que los miembros de un clan suelen exterminar a los integrantes del otro.

A lo largo de los años atestiguó la degradación del hábitat de los chimpancés a través de la deforestación. Al viajar por el mundo para dar a conocer los problemas en África cobró conciencia de la severidad de los problemas ambientales a escala mundial y de la crisis del calentamiento global.

Además del trato salvaje a las especies para consumo humano, Goodall llamó la atención sobre las enormes superficies de bosque que son taladas para cultivar forraje para alimentar estos animales, y la gran cantidad de agua que se requiere para ello.

Asimismo, señaló, el metano derivado de la alimentación del ganado es uno de los principales gases de efecto invernadero que contribuyen al cambio climático.

“¿Cómo puede ser que la criatura más inteligente que haya caminado sobre la superficie de la Tierra esté destruyendo su único hogar?”, se preguntó.

Desconexión cerebro-corazón

Su respuesta es que al parecer en algún momento de la humanidad “hubo una desconexión entre el cerebro y el corazón” y las personas comenzaron a tomar decisiones con base en lo que era mejor para ellas en el momento “y en las próximas elecciones o la próxima junta de accionistas”, en vez de pensar qué es lo mejor para las generaciones futuras.

Pese a esta desconexión, Goodall rechazó las estimaciones según las cuales el daño que los humanos han infligido al planeta son irreversibles y consideró que existe una ventana de oportunidad para cambiar de rumbo que “no depende de los científicos ni de los políticos”, sino de los jóvenes.

Esta creencia la llevó a lanzar la iniciativa internacional “Roots and Shoots” en 1991, con capítulos en 138 países y con más de 150.000 miembros entre los niveles preescolar y universitario, que trabajan en programas para mejorar la calidad de vida de las personas y los animales.

La filosofía detrás del movimiento es que “cada individuo hace la diferencia cada día”, explicó.

“Tenemos la oportunidad de elegir qué diferencia haremos a través de las pequeñas decisiones que hacemos cada día. ¿Involucran crueldad animal o explotación infantil?”, planteó.

Además de los jóvenes, la también etóloga y antropóloga citó otras razones para tener esperanza: “la capacidad de nuestro cerebro para resolver problemas, la resistencia de la naturaleza y el indomable espíritu humano”.

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