Las situaciones límite dejan secuelas, y los síntomas -miedo, insomnio, irritabilidad- afloran con el tiempo. ¿Cómo afrontar el temor? ¿Irse es una solución? Historias de angustia y la palabra de un psicólogo.
Recuerdos angustiantes que trepan hasta la garganta, la anudan, la retuercen. Ahogan. Reviven emociones negativas y las vuelven presentes, y futuras. Mientras, desde el interior, brota un profundo deseo de torcer el rumbo del fenómeno. Frenarlo. Alejarlo. Desactivarlo.
Al grito de “ahí va Fátima”, Inés soltaba a su pequeña de cuatro días envuelta en una bolsa de supermercado, para que los rescatistas improvisados la sacaran de la zona de peligro, el 15 de febrero de 2015. La familia De Elías había pasado horas subida a una mesa, con más de un metro de agua corriendo por la casa de barrio Cóndor Bajo, en Villa Allende.
Casi un año más tarde, Mario De Elías -abuelo de Fátima- cuenta que hicieron muchas refacciones en el terreno para evitar que otro desborde del arroyo Saldán les inunde la casa. “Hicimos unos muros de hormigón, canalizamos un desagüe para que drene por el terreno del lado y, cuando empezó a llover copiosamente, mi hija con las nenas se fueron a la casa de una tía”, cuenta.
Daniel Carnelutto vive frente al río Ceballos, en barrio Pietri. “Mi hijo más chico, cuando llueve fuerte, se sienta al lado de la ventana, con temor. Mis hijos están muy susceptibles. Afortunadamente en febrero no estábamos acá cuando pasó todo, pero han quedado con miedo”, describe. Desde su casa ven cómo, cuando la tormenta es fuerte, muchos vecinos se acercan con linternas a mirar cómo viene el río, si subió mucho el caudal, si hay riesgo de desborde.
Gabriela Cuevas, de barrio Loza, es clara: “Cuando llueve fuerte, la gente no duerme. Tiene miedo”. El miedo como hilo conductor de los relatos de vecinos de zonas afectados por desastres naturales que pueden repetirse.
El impacto de vivir una situación límite es muy variado, pero siempre deja secuelas. Y si las condiciones que dieron origen al desastre persisten, los temores prevalecen entre los sentimientos. “Miedos, insomnio, irritabilidad y paranoia son síntomas esperables después de una situación grave, a la que se agrega que no se hicieron todas las obras necesarias, lo que convierte en un riesgo latente la posibilidad de otra inundación”.
La definición es del presidente del Colegio de Psicólogos, Jorge Cáceres, quien trabajó con habitantes de Sierras Chicas luego del temporal. “Se trabajó en el momento, pero la característica es que la sintomatología fuerte aparece luego”, explica. Y detalla que, en un primer momento, la gente está abocada a la emergencia y es más tarde, cuando reaparecen las condiciones de peligro, que afloran los síntomas. “Era esperable que la gente tuviera miedo cuando vuelvan las lluvias, debió haberse hecho un trabajo continuo, pero no había equipos en la cantidad necesaria”, detalla.
¿Irse? “Nosotros alquilamos acá, pero en un futuro vamos a buscar algo más alto”, reconoce Daniel. Y Gabriela aporta que muchos vecinos querrían abandonar el barrio y buscar un lugar mejor, pero no tienen medios: “Acá no son ocupaciones, son loteos aprobados y escriturados. Pero… ¿a quién le vendés una casa en una zona con peligro de inundación?”.
El presidente del Colegio de Psicólogos coincide: “Irse es una solución individual, pero no es lo posible para la mayoría, además de que el desarraigo acarrea otras situaciones estresantes. Sin embargo, hay personas que debieran irse porque están en zonas de alto riesgo”.
En grupo. “El camino es pedir que se hagan las obras que se prometieron, que los vecinos se organicen no sólo para afrontar el reclamo sino también para no sentirse solos y transitar el síntoma desde otro lugar, subjetivamente más fortalecidos, para que esas emociones tengan una vía de escape sana”, considera Jorge Cáceres. Y pone la lupa en estos grupos que, evalúa, deben estar bien coordinados: “Si los grupos, como los de WhatsApp, no están bien coordinados, pueden potenciar el estado de paranoia”.
Fuente:
Laura Giubergia, Sierras Chicas: el miedo que el agua nos dejó, 09/01/16, Día a Día Córdoba.
La obra de arte que ilustra esta entrada es "El dolor de la inundación", del artista Faustino Franco Ramón. Obra surrealista que exhibe el dolor de dos personajes que representan al pueblo Tabasqueño (México) que fue azotado por la inundación en 2007.
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