Caserío. El campamento minero llegó a contar con dispensario, una escuelita y almacén. Y hasta tuvo equipo de fútbol. Fuente: José Gabriel Hernández/ LaVoz |
El último vecino se fue a ver un partido a otro pueblo, y nunca volvió. La cantera tuvo su apogeo en los ’50 y ’60, con la extracción de mármol blanco.
por Héctor Brondo
Un familiar le propuso que fuera a Villa de Soto a ver el mundial. Roger “Nene” Albarracín dudó al principio, pero al final aceptó la invitación.
Si bien le disgustaba alejarse de su casa, dijo que sí por varias razones: era la primera vez en la historia que el campeonato de fútbol se disputaba en Argentina, su ídolo Mario Kempes (a quien había visto jugar en Alta Córdoba con la “9” de Instituto) prometía goles para la selección nacional y su condición de jubilado le permitía disponer de su tiempo como quisiera.
Pero, por sobre todas las cosas, porque las montañas hacían prácticamente imposible sintonizar la señal de televisión adonde vivía y trabajó unos 25 años: Canteras Iguazú.
El paraje está ubicado a unos 50 kilómetros al sudeste de aquella localidad del departamento Cruz del Eje.
Se marchó prácticamente con lo puesto y nadie sabe bien por qué jamás volvió al caserío de procedencia.
Así, en junio de 1978, el campamento minero -que en su esplendor llegó a tener más de 100 familias- se quedó sin habitantes y comenzó a ser recuerdo.
Todo terreno
Durante un cuarto de siglo,
Roger Albarracín prestó servicios como enfermero y estuvo a cargo del dispensario de Canteras Iguazú.
Como la mayoría de los empleados de ese emprendimiento minero, llegó atraído por las perspectivas laborales y el salario tentador que ofrecía la empresa que habían fundado, en 1946, César Pascual, su cuñado Maximino Torres, Saverio Borraccetti y José Passalacqua.
En ese tiempo hizo de todo por la salud de sus vecinos. Colocó inyecciones y vacunas, tomó la presión arterial y rehabilitó a los picapedreros de las lesiones musculares frecuentes.
También curó el empacho (para lo que usaba una cinta tres veces más larga que la distancia entre el codo y las yemas de los dedos) y sanó a pacientes con “culebrilla”: aplicaba compresas humedecidas en infusiones con yuyos de la zona.
Además ayudó a mujeres a traer hijos al mundo; doña Celsa Castro de Barrera, comadrona del lugar, le daba una mano cuando el parto venía complicado.
Él era quien le recomendaba a Nasif Allí Chamis Eldine qué remedios traer de La Falda (a unos 45 kilómetros al este del paraje) para ofrecer en su negocio. El “turco” tenía un almacén de ramos generales donde, además de medicinas, vendía desde alpargatas hasta materiales de construcción, pasando por alimentos, bebidas, artículos de limpieza y aseo personal, garrafas de gas y querosén para calentadores a mecha y lámparas “sol de noche”, entre otras mercancías.
Y la ancha vereda estucada en la entrada del boliche donde los parroquianos compartían el vermú al atardecer, a la sombra de un eucaliptus, se utilizaba como pista de baile en la fiesta de la primavera y en el Día del Policía.
Piedras de prosperidad
Cantera Iguazú se puso en marcha a mediados de 1946.
Un año antes, Pascual y Torres le habían comprado a María Manzanelli el campo donde se encontraba el yacimiento calcáreo.
Poco después sumaron a la sociedad a los inversores faldenses Borraccetti y Passalacqua.
La explotación de mármol blanco, caliza y piedra del sapo (se utilizaba en la época para la construcción de hogares por su propiedad refractaria del calor) tuvo su apogeo a comienzos de la década del ‘50.
El crecimiento estuvo favorecido principalmente por el fomento a la industria nacional, el boom de la construcción pública y la sustitución de importaciones.
En 1959, el mármol blanco extraído en ese rincón serrano logró un noveno lugar en una exposición internacional de la industria que se realizó en Carrara, Italia.
La prosperidad se consolidó cuando los hermanos Francisco y Tomás Minelli, propietarios de un aserradero y marmolera en Barrancas de Belgrano, Buenos Aires, les compraron la parte a los inversores faldenses.
El campamento llegó a albergar a unas 100 familias. Se construyeron viviendas-habitación con baños comunitarios y aprovisionamiento de agua de vertientes por acequias.
También se instalaron negocios como el del “turco” Eldine, el de Pedro Luna (famoso por sus sardinas con cebolla y huevos revueltos) o la carnicería de Horacio Guzmán.
Además, se hizo una cancha de fútbol con medidas reglamentarias y se formaron dos equipos de fútbol: Canteras Iguazú y La Rinconada, protagonistas de clásicos “a cara de perro” y disputas de lances memorables contra formaciones que llegaban de visita desde Candelaria, Cruz de Caña, Cañada Honda y Villa de Soto.
A aprender
Con aportes de la empresa minera, en 1956 se construyó la escuela General Francisco
Ortiz de Ocampo.
El establecimiento rural inició las clases con unos 25 alumnos de entre 7 y 21 años, a cargo de la directora y única maestra: la señorita María Esther Arrieta de González.
“Íbamos de pantalón corto y algunos sentían mucha vergüenza porque tenían las piernas peludas; claro, ya eran muchachones que iban a aprender a leer y escribir porque adonde vivían no había escuela”, cuenta César “Pepe” Pascual. Él es hijo de uno de los fundadores de Canteras Iguazú y dueño de una memoria y archivo prodigiosos.
También es a quien se le llenan los ojos de lágrimas cuando recuerda el día en que “el Nene” Albarracín se marchó a Villa de Soto a ver el Mundial, y el pueblo se quedó sin habitantes.
Piedras blancas
Cascada. Una franja vertical de piedra blanca, que se asomaba en medio de la espesura verde del monte nativo que recubría la montaña, impresionaba como una gran cascada, vista desde la distancia. Esa imagen explicaría la razón del nombre de Canteras Iguazú, puesto en alusión a las majestuosas cataratas que se encuentran en la provincia argentina de Misiones, sugiere Pepe Pascual.
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Mapa. Dónde queda Canteras Iguazú (266.33 KB)
El apogeo y la caída de Canteras Iguazú
Canteras Iguazú vivió su proceso productivo más intenso desde su puesta en marcha, en 1946, al menos hasta mediados de la década del ’60.
El apogeo tuvo relación con el fomento a la industria nacional, la construcción de edificios públicos monumentales en todo el país (hospitales, escuelas, inmuebles gubernamentales) y la sustitución de importaciones que se registró en ese lapso.
La declinación comenzó a principios de los ‘70 y José Alfredo Martínez de Hoz le asestó el golpe de gracia. Ni bien asumió el cargo de ministro de Economía de la última dictadura militar -en 1976-, habilitó el ingreso prácticamente sin restricciones de productos desde el exterior.
Esperaba con esa y otras medidas que los capitales extranjeros se orientaran hacia el sector agropecuario, petrolero y minero.
Logró el efecto contrario.
Y si bien en el caso de Canteras Iguazú, capitales italianos compraron el yacimiento, dejaron de explotarlo al poco tiempo.
Abrieron oficinas en Buenos Aires y se dedicaron a importar mármoles y granitos de Italia, Sudáfrica, Brasil y Turquía, entre otros países productores.
A falta de ADN... a esperar que el bebé crezca
En aquella época, no había juzgado de primera instancia en 60 kilómetros a la redonda. El juez de paz prestaba servicios.
Lo hacía en Canteras Iguazú y su zona de influencia (Canteras el Molino, La Ollada, El Saucecito, La Quinta, Chacra de las Higueras, Río Pinto, Los Azulejos, Los Pocitos).
El asesor lego otorgaba poderes como un escribano, inventariaba bienes, ejecutaba embargos, corregía faltas disciplinarias de los vecinos a través de apercibimientos y actuaba como conciliador en conflictos familiares o entre pobladores de la comarca.
También celebraba casamientos por civil, asentaba nacimiento, tramitaba partidas de nacimiento y hasta certificaba reconocimientos de filiación de hijos extramatrimoniales.
César Pascual, además de estar al frente de su cantera de mármoles y calizas, desempeñaba esa función. Su hermana María Iclea, influyente dirigente peronista, había hecho las gestiones para que lo designaran juez lego. A él recurrieron Blanca Acevedo y Amílcar Godoy cuando decidieron unirse en matrimonio e inscribir al hijo supuestamente concebido entre ambos.
La novia no dudó en responder afirmativamente a la pregunta de si aceptaba como esposo a Amílcar y prometía serle fiel en la prosperidad y la adversidad, en la salud y la enfermedad.
Él también dio el “sí” sin rodeos ante la consulta.
No sucedió lo mismo cuando el juez le preguntó a Godoy si estaba de acuerdo en darle su apellido al bebé que Blanca acunaba entre sus brazos.
“No tengo ningún problema, pero esperaría que crezca un poquito para ver si se me parece”, sorprendió a los presentes.
Fuentes:
Héctor Brondo, Canteras Iguazú: el Mundial ’78 lo dejó sin habitantes, 18/10/15, La Voz del Interior. Consultado 19/10/15.
El apogeo y la caída de Canteras Iguazú, 18/10/15, La Voz del Interior. Consultado 19/10/15.
A falta de ADN... a esperar que el bebé crezca, 18/10/15, La Voz del Interior. Consultado 19/10/15.
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