Djiana Delic, ciudadana bosnia asentada en Catalunya, asegura que la tensión étnica continúa en Bosnia veinte años después del final de la guerra. La joven, que perdió a un tío, explica que antes del conflicto armado no importaba "ser católico o musulmán".
por Isabel Martínez
Djiana Delic (Doboj, Bosnia, 1981) tenía 13 años cuando las tropas serbias, capitaneadas por el general Ratko Mladic, entraron en Srebrenica y cometieron la mayor matanza de seres humanos desde el final de la Segunda Guerra Mundial. Era 11 de julio de 1995, fecha que hizo de Srebrenica una de las mayores ignominias de la historia moderna de Europa y que fue, para una parte de la academia, el colofón de una cadena de actos genocidas y de limpieza étnica consumados durante la guerra de Bosnia. “Era una niña que me hice mayor de golpe”, dice entre triste y resignada.
Siempre vivió en Doboj, una población al norte de Bosnia-Herzegovina. Vivió una guerra incomprensible para una niña que vio como los que hasta ese momento habían sido amigos empuñaban el arma y se mataban. En la guerra perdió a un tío, hermano de su madre. “Antes, nadie sabía si sus vecinos eran católicos o musulmanes. Simplemente, se ayudaban, convivían”, apunta. Como al resto de compatriotas, Srebrenica le escuece especialmente por ser la masacre que puso en entredicho la respuesta de la comunidad internacional al permitir que las fuerzas de Mladic atacaran un enclave “seguro”. “La ONU se vendió y el final de la historia todos la conocemos”, añade.
Este sábado, cuando se cumplen veinte años del genocidio en Srebrenica, participará en Barcelona en un acto de homenaje a las víctimas. Desde las 10:30 y hasta las 20:30 horas, tendrá lugar la lectura colectiva de los 8.373 nombres de las personas asesinadas que han sido identificadas -mil quedan aún por enterrar-. La acción, titulada "Las voces de Srebrenica" está organizada por la Universitat de Barcelona (UB) y la Fundació Distrite 11 y se ha programado en el Born Centro Cultural de Barcelona.
¿Cómo está Srebrenica 20 años después?
Igual o peor que cuando terminó la guerra. La gente no puede volver a sus casas, no puede vivir allí. El odio no se ha disipado. Solo hay que ver cómo se comportaron los serbios tras el paso del camión que transportaban los restos mortales desde Sarajevo a Srebrenica hace unos días: les tiraron piedras, les insultaron. Dijeron que tendríamos que ir todos en ese camión.
La matanza de Srebrenica fue la primera masacre europea tras 1945. ¿Esperaba que pudiera pasar?
La gente de Bosnia no esperaba ni la guerra. Me acuerdo que mi tía, que vivía en Croacia, llamó a mi madre para alertarnos de que allí se estaba diciendo que empezaba la guerra, pero lo tomamos con cierto escepticismo. La gente estaba confiada de que en Bosnia no pasaría nada, quizá por eso pasó lo que pasó. Antes de la guerra, nadie sabía si sus vecinos eran católicos o musulmanes. Simplemente, se ayudaban cuando se necesitaban, convivían.
¿Cómo explica la masacre que vino después?
De un día para otro creció el nacionalismo y también de un día para otro dejaron de ser personas para ser serbios, católicos. En 40 años, no habíamos sabido quiénes eran las personas que teníamos al lado y tampoco nos importaba.
¿Sentía que la obligaban a significarse?
En principio, no lo noté así. La mayoría de mi familia es musulmana. Pero yo llevo un nombre católico con un apellido musulmán. Cuando empezó la guerra a mi madre le preguntaron que cuándo me iba a cambiar el nombre por uno musulmán. Mi madre contestó que me puso ese nombre porque le había gustado. La anécdota es bastante significativa.
El papel de la comunidad internacional en la guerra de Bosnia y en concreto en el genocidio de Srebrenica avergonzó a medio mundo. ¿Cómo explica que Occidente mirara para otro lado y no protegiera a los civiles?
Porque Bosnia no tiene petróleo, no hay intereses económicos. Si Bosnia hubiera sido un territorio rico en algo, quizá hubiera habido más implicación. Cuando veo las imágenes de Siria pienso que está repitiendo el error, que está mirando hacia otro lado como hizo con Bosnia, aunque en este caso lo quisieron disimular.
¿Europa ha reconocido suficientemente su culpa?
Sinceramente, creo que no.
¿Dónde le pilló ese 11 de julio de 1995?
En Croacia. En mayo, había viajado unos días de vacaciones reclamada por mi tía, que vivía allí. En principio, debía haber vuelto en diez días, pero no lo hice hasta tres años después. A los tres días de estar en Croacia, perdimos el contacto con mi madre y mi abuela, que estaban en Doboj. Durante un año y medio no supimos si estaban vivas o muertas. Entretanto, mi tía y yo nos realojamos en una casa de un compatriota que empezó a dar asilo a los bosnios que huían de la guerra y de las muertes. Yo ya había perdido un tío.
¿Cómo fue?
En mayo. Estaba escondido en la montaña junto con otros hombres más. Se preparaban para liberar a la gente del ejército serbio, pero estaban muy armados y los cogieron. Los colocaron en una pared y los mataron uno a uno. El que disparó a mi tío era amigo suyo de toda la vida. Después de asesinarlo, vino a casa de mi tía y le dijo: “Antes venía a esta casa como amigo y hoy vengo como otra cosa. Yo mismo he disparado a tu hijo”. Es incomprensible.
¿Cómo llegó a Catalunya?
A través de una onegé catalana, que nos buscó alojamiento en diferentes municipios del Vallès Oriental. Estuve tres meses en Gualba y después, nos trasladamos a Sant Celoni.
Y allí ha echado raíces. ¿Le ha explicado a su hijo lo que pasó?
Sí. Mi hijo tiene ahora seis años. Con tres me preguntó: “Mamá, si tu eres bosnia y papá catalán, yo qué soy?"
¿Qué le dijo?
Que tenía la suerte de tener un poco de aquí y un poco de allá. Y muchas veces me dice: “Explícame cosas de la guerra”. Pese a ser pequeño, es muy consciente de lo que pasó. Sabe que perdió a un tío y cada año vuelve allí, a visitar su parte de familia bosnia.
¿Dejó a alguien en Bosnia?
Sí, tíos y primos. De hecho, tengo familia repartida por todo el mundo. En Alemania, Australia, Holanda, Noruega. Sé que nunca llegará el día en que nos podamos juntar todos.
Los acuerdos de Dayton pusieron punto y final a la guerra sobre el papel. ¿Usted lo siente así?
No. Sobre el papel así parece, pero lo único que han hecho es hacer la bandera de estrellitas y cuadritos y poco más. El odio sigue. La chispa puede saltar en cualquier momento.
¿Cree que hay riesgo de un nuevo conflicto armado?
Como el que hubo, no. Pero por cualquier tontería salta la chispa. Hay mucha arma escondida. La primera vez que mi marido visitó Bosnia le chocó mucho que en muchos establecimientos ponían que no se podía entrar armado.
¿Sigue siendo así?
Sí. El que diga que no tiene armas escondidas, miente.
Aunque han pasado dos décadas desde ese genocidio y del final de la guerra, continúa habiendo tensiones étnicas latentes. ¿Qué es primordial para que se puedan cerrar las heridas?
Creo que va a costar mucho, porque la mayoría de familias tienen muertos. Siempre hay alguien que ha perdido algún tío, primo, a su padre… La gente joven quizá no vive con tanta intensidad el odio, pero los mayores sí. Mi abuela, por ejemplo, se acuerda de su hijo las 24 horas al día los 365 días al año.
La Corte Internacional de Justicia de La Haya ha admitido el genocidio sobre los musulmanes bosnios. Sin embargo, Rusia, recientemente ha negado que existiera. ¿Cree que así es posible la reconciliación?
No, el primer paso cerrar las heridas es reconocer lo que ha pasado.
¿Tiene esperanzas de ver los principales instigadores del genocidio encarcelados?
No. A Europa no le interesa, aunque sabe dónde están todos los que cometieron los crímenes. No creo en la justicia.
¿Cómo imagina su tierra dentro de 20 años?
Espero y confío que con más futuro que ahora. Srebrenica, por ejemplo, es ahora un pueblo fantasma. Va volviendo gente mayor, pero los jóvenes no quieren regresar a un lugar donde no tienen ninguna perspectiva.
¿Se ha planteado volver?
Si hace 15 años me hacen esta pregunta hubiera dado un no rotundo. Ahora que me voy a haciendo mayor me gustaría volver. Si tuviera un modo de vida, ahora mismo haría las maletas y me iría. A mi me tira mi tierra, pero yo sé que ahora mismo allí no hay futuro.
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Las Madres de Srebrenica: 20 años pidiendo justicia y buscando a sus hijosFuente:
Isabel Martínez, "Srebrenica sigue siendo un pueblo fantasma", 11/07/15, La Vanguardia. Consultado 11/07/15.
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