Se cumplen 241 años de uno de los levantamientos más importantes de la provincia de Córdoba. Una historia de lucha comunitaria en los territorios cordobeses que puja por reconocimiento.
A lo largo de más de 500 años, los relatos oficiales se encargaron de ocultar las resistencias de los pueblos en América como así también las denuncias contra las atrocidades perpetuadas primero por la corona española y luego por los estados modernos.
Desde su fundación en 1573, Córdoba fue el escenario de disputas por parte de lxs conquistadorxs para someter a los pueblos, empadronarlos para el repartimiento y apropiarse de sus tierras. Sin embargo, las luchas por la emancipación no se hicieron esperar. En el año 1574 hubo levantamientos de lxs comechingonxs “calamineguas” de la región de Ongamira. Posteriormente se sumarían las luchas en Ischilín, San Marcos Sierra, Pueblo La Toma, entre otras. De estas últimas participaron indígenas, afros, campesinxs y criollxs.
La lista continúa, pero hubo uno que se destaca por su potencia colectiva y por la conquista obtenida. En el año 1774, en los rincones de traslasierra y en tiempos del Virreinato del Perú, un grupo de 300 comunerxs lograron que las autoridades coloniales firmaran el 28 de abril de ese año un documento jurídico libertario. Ese petitorio, denominado “Pacto de los Chañares” reconocía a lxs habitantes de las localidades de Villa de Pocho, Salsacate, Taninga y Las Palmas, la libertad de elegir a sus propias autoridades sin la gobernación de ningún europeo. A su vez, el movimiento solicitaba la expulsión de los maestre de campo y del juez pedáneo y en caso de posibles represalias exigían que no se culpe a ningún comunerx individualmente. La revolución se autodenominó como “El Común”.
Isabel Lagger es escritora y autora de la obra “Territorio de Conquista”, una novela que aborda los hechos que tuvieron lugar en Villa de Pocho. La autora dedicó gran parte de su vida a investigar sobre el movimiento retomando la obra “Historia del Valle de Traslasierra” de Víctor Barrionuevo Imposti. “En realidad, la rebelión comienza el 3 de abril de 1774. Allí se produce un alzamiento comunero en torno a la capilla de Villa de Pocho a instancias del Maestre de Campo José de Isasa, la autoridad máxima junto al Juez Pedáneo José de Tordesillas”, explica.
- ¿Por qué se produce el levantamiento?
- En primer lugar, lxs comuneroxs vivían bajo condiciones de esclavitud, los tratos que recibían eran atroces. No se les permitía hacer ningún tipo de reclamo porque eran duramente castigados, principalmente por el Juez Tordesillas. Soportaban condiciones terribles de trabajo, sólo eran dueñxs de muy pequeñas parcelas de tierra, les quitaban gran parte de lo que producían y lo peor es que las mujeres y niñas eran violadas sistemáticamente.
Sin embargo, a pesar del sometimiento y las reivindicaciones del petitorio, Isabel nos cuenta que el movimiento de lxs insurgentes de traslasierra se inició por el enojo que mantuvo, en un primer momento, Isasa con el Obispado de Córdoba. “El Maestre de Campo se enoja con el obispado porque le cambian el cura párroco sin su consentimiento. Entonces, Isasa le cuenta a lxs comunerxs que ellxs como pueblo tienen derecho a reclamar, les habla de la idea de ‘El Común’. Pero cuando El Maestre notifica al obispado que no aceptan la nueva designación, desde Córdoba responden con un Provisor del Obispado que amenaza con llevar el caso ante el Santo Oficio, el tribunal de la Inquisición y todos sabemos lo brutal que era ese tribunal.
- ¿Cuál es la decisión que toma entonces Isasa y lxs comunerxs?
- Isasa entiende que su enojo había sido exagerado y decide dar marcha atrás. Sin embargo, lxs comunerxs se encontraban fortalecidos por el empoderamiento recibido y preguntan a Isasa si es parte de El Común, y él les responde que no. Ofuscados entonces lo toman prisionero y lo llevan a San Luis de la Punta. La misma suerte corre el juez Torrecillas, que se encontraba en la localidad de Las Palmas.
Para entonces, las noticias no tardan en llegar a la Córdoba del Tucumán. Las autoridades de la corona consideran inaceptable el levantamiento. El gobernador, José Martínez decide designar de mediador al comisionado Juan Tiburcio Ordoñez para que “apacigüe” los ánimos y evitar así que la rebelión se propague por los territorios.
Ordoñez acampa en la Ciénaga y allí convoca a lxs rebeldes para parlamentar. Lxs comunerxs Basilio Quevedo y Eugenio Heredia asisten y le explican sobre los sometimientos, las vejaciones y las violaciones. Además, lxs referentes le informan sobre un amplio petitorio y Ordoñez acepta ir a la capilla de Pocho para escuchar la voz colectiva.
El petitorio de El Común comprendía ochos reivindicaciones: 1) que Isasa y Tordesillas sean quitados de sus cargos y expulsados del valle; 2) que no gobierne la región ningún maestre de campo ni juez pedáneo; 3) que no quieren ser más gobernados por europeos; 4) que Basilio Quevedo será transitoriamente líder del grupo hasta que éste decida su recambio; 5) que los capitanes podrán nombrar a sus colaboradores; 6) que se les entreguen las armas que fueran pagadas en su momento al maestre de campo Isasa; 7) el mayor Moreno (traidor del movimiento) no tenga cargo alguno; 8) que no se culpe a ninguna persona individualmente sino al común por las molestias que puedan haber causado.
A partir de esta reunión, el 28 de abril de 1774, se firma el “Pacto de los Chañares”. El comisionado Ordoñez en representación de los tres poderes (la Iglesia, la Milicia y el Cabildo) decide aceptar las exigencias de lxs comunerxs.
Sin embargo, las autoridades del Cabildo de Córdoba estallan de furia al enterarse del acuerdo firmado por Ordoñez. La corona no podía permitir que se les reconozcan derechos a personas que según el poder colonial eran “inferiores”. Por estas razones, el Cabildo decide enviar al coronel Acosta junto a sus tropas para “reacomodar” la situación a través de las armas y detener a lxs insurgentes.
Al llegar a la localidad de Panaholma, el coronel ordena a lxs comunerxs organizadxs a presentarse uno por uno. El Común se niega por ser un colectivo y responde “o va el grupo o no va ninguno”. Acosta insiste con su orden, amenazándolos a que si no lo hacen a su manera serán castigados con la muerte.
“Finalmente el Común se da cuenta que los intermediarios no servían para nada porque nadie entendía lo que estaban viviendo. Basilio Quevedo propone bajar a Córdoba y hablar directamente con las autoridades. 16 comunerxs deciden viajar, se dividen en grupos y comienza la travesía hacia el Cabildo. Un grupo es interceptado por Acosta y enviado a la frontera pero logran escaparse y se unen al otro grupo. Buscaban justicia no perdón”, dice Isabel.
Mientras continuaban su marcha, un chasque del coronel Acosta se adelanta con el propósito de difundir miedo entre los habitantes y las autoridades de Córdoba. De esta manera se genera un pánico generalizado y el gobernador Martínez decide apresarlos en la zona conocida como La Tablada.
Al llegar a la localidad de Copina, lxs comunerxs son interceptados por el vicario del Obispado, Pedro José Gutiérrez, y ante su promesa de protección el grupo entrega las armas. Sin embargo, terminan prisioneros y en la entrada de la ciudad el gobernador decide trasladarlos a un salón de los jesuitas para luego terminar en las celdas del cabildo.
- ¿Cuál es la suerte de lxs insurgentes?
- En Córdoba se les realiza un proceso absurdo, se burlan de ellos y son completamente denigrados. En el juicio, Quevedo pretende exponer sobre las injusticias atroces que vivían. Denuncia los trabajos inhumanos, pero nadie quiere escucharlo. Lxs 16 comunerxs quedan detenidxs y olvidadxs. En las celdas se los reduce anímicamente y a un terrible estado de piel y hueso. Mientras, en Villa de Pocho, Isasa y Tordesillas son repuestos en sus cargos y las represalias fueron feroces. Sin embargo, en 1775 al ver el estado crítico en el que se encontraban lxs comunerxs, el doctor Dalmacio Vélez decide iniciar su defensa y logra que sean liberados. Les permiten volver a sus tierras.
La insurrección de lxs rebeldes es, por un lado, un símbolo de la lucha por la libertad y la justicia, y por otra, un aprendizaje de la fuerza de lo colectivo. Lograron, aunque por poco tiempo, que lxs europeos firmaran un documento prerrevolucionario donde reconocían derechos. Sin embargo, el discurso del poder mantiene aún a la rebelión casi en el olvido y en la indiferencia de la mayoría de lxs cordobeses. Seis años más tarde, en Perú, Túpac Amaru prepararía el levantamiento social más importante de la historia de nuestro continente.
Fuente:
Rebeldes pochanos por la emancipación, 28/04/15, Córdoba Originaria.
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