Villa Lago Epecuén desapareció bajo las aguas el 10 de noviembre de 1985. La rotura del terraplén que protegía el casco urbano de las crecidas aguas de la laguna Epecuén marcó el final para la joya turística de la pampa, conocida por sus aguas termales. El progreso de la localidad olvidó el medio natural al que pertenecía (los ciclos de retracción y expansión de las lagunas pampeanas), lo que sumado a la ejecución de obras hidráulicas mal gestionadas (el canal Ameghino), y la ausencia del Estado, provocaron la catastrófica inundación. Todos sabían que iba a ocurrir lo que finalmente ocurrió. "Allá en las aguas tan quietas del lago, llora Epecuén su triste destino, todo lo perdieron, sus casas, sus bienes..." dice la letra de una canción. Más de veinte años después, cuando las aguas bajaron, las ruinas de la villa emergieron como un fantasma blanco. Silencioso paradigma de los siniestros hídricos argentinos.
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Foto: Emiliano Lasalvia/ La Nación |
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Foto: Silvana Colombo/ La Nación |
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Foto: Silvana Colombo/ La Nación |
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