Los principales caminos por los que sale la producción agropecuaria ya podrían estar pavimentados, lo que redundaría en beneficios para todos.
por Patricio Watson
Es curioso que el Estado, tan preocupado por pedir estudios de impacto ambiental para todas las actividades, no haya reparado en el terrible impacto que causa la falta de mantenimiento de los caminos rurales en zonas de suelos sueltos, con erosión eólica y pluvial.
Si bien se trata de un problema nacional, porque ocurre lo mismo en varias provincias, me voy a referir en particular a lo que sucede en Córdoba.
Los suelos del sur provincial en general son arenosos, y su uso permanente hace que se mantengan sueltos, lo cual los expone a la erosión del agua y el viento. Hay casos en que se han convertido en cauces semipermanentes, como sucede en los caminos cuyas cunetas sirven de desagües a las poblaciones.
Otro lamentable caso son los caminos transversales a las cuencas de los ríos, que por su inclinación e intenso uso hacen que los accesos a los puentes se hayan convertido en profundos cañadones. Podemos observar este fenómeno desde el río Primero hasta el Quinto, en el extremo sur de la provincia.
Es evidente que, además de las pendientes, tiene mucha importancia la orientación de los caminos para acusar el efecto de vientos y lluvias.
En el caso de las lluvias, el mayor impacto lo dan las pendientes; en el de los vientos, la orientación norte-sur. Debido a que predominan los vientos en esas direcciones, la tierra suelta es arrastrada para un lado y luego devuelta por el viento contrario. En cambio, en los de orientación este-oeste, la tierra arrastrada por los vientos cruzados no vuelve.
El problema es aún más grave en las cuencas altas de todos los arroyos tributarios de los ríos, donde muchos caminos ya fueron abandonados porque resulta imposible usarlos.
Por culpa de las grandes lluvias que tuvimos durante el verano y el otoño, se han vuelto evidentes las falencias que venimos acumulando desde hace tanto tiempo. El desgaste de los caminos es tan marcado que estamos circulando sobre las napas freáticas y, en algunos casos, dentro de ellas. Es sabido por todos la cantidad de desechos urbanos que van a parar a las calles, con la consiguiente contaminación.
Todo esto podría haberse evitado si los impuestos que pagamos los productores hubiesen vuelto en reparación y mantenimiento. Es probable que muchos de los principales caminos por los que sale la producción agropecuaria ya podrían estar pavimentados, lo que redundaría en beneficios para todos.
No quiero desviar mi comentario hacia las causas, sino concentrarme en los efectos, para tratar de estimular las iniciativas oficiales. Una propuesta razonable debiera comenzar por pavimentar y hacer cunetas escalonadas al menos a un kilómetro y medio de todos los accesos a puentes. Tener en todas las localidades un camino troncal de 10 kilómetros -consolidado con piedra- para cada punto cardinal; con esto se unirían casi todos los pueblos en todas direcciones.
Esto parece una utopía, pero algún día se tendrá que hacer, ya que el aumento de la producción y de los vehículos, tanto pesados como livianos, y del tránsito en general aceleran el deterioro de los caminos a un ritmo mucho mayor que antes.
La cantidad de caminos cortados por lagunas es tal que la convergencia de tráfico en aquellos por los que se puede andar los destruye muy rápido. Parece que la verdadera dimensión de este problema sólo la tomamos los productores agropecuarios. Los políticos, por ahora, están ocupados en publicitar cada cosa que hacen.
Patricio Watson es productor agropecuario
Fuente:
Patricio Watson, Impacto ambiental por el descuido de la red vial rural, 18/07/14, La Voz del Interior. Consultado 19/07/14.
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