El aventurero francés Rémi Camus llegó esta semana a la desembocadura del río Mekong en Vietnam tras recorrer 4.400 kilómetros y seis países a nado con una tabla para concienciar sobre la importancia del acceso al agua potable.
“En algunas partes de mi viaje el Mekong era un auténtico vertedero, las poblaciones locales tiran las basuras sin ningún remordimiento y muchas industrias contaminan el río de metales pesados, sobre todo en el delta del río, en Camboya y Vietnam”, explica Camus a Efe.
El joven de 28 años comenzó su viaje el pasado noviembre en China, en la linde con el Tíbet, donde las autoridades chinas no le dejaron entrar, por lo que ha recorrido 4.400 de los casi 4.880 que mide el río tras pasar por China, Birmania, Laos, Tailandia, Camboya y Vietnam, donde terminó su epopeya el 15 de abril en Xom Cua Tieu, 70 kilómetros al sur de Ho Chi Minh.
El aventurero, que viajó equipado con una tabla de ‘hidrospeed’ de 25 kilos, para el descenso por aguas bravas, y una mochila de seis kilos, llegó a recorrer 50 kilómetros al día en la parte china, cuando el río desciende a una velocidad a veces superior a los 30 kilómetros por hora, pero bajó el ritmo a medida que las corrientes se amansaban.
“En China podría haber hecho más kilómetros al día, pero cada vez que oía un ruido raro me paraba asustado, pensaba que podría ser una presa o una caída de agua”, cuenta.
Sobrepesca:
Al problema de la contaminación en el río, Camus añade el de la sobrepesca y el de las grandes presas que China y Laos construyen y que pueden tener un impacto muy negativo para las poblaciones de Camboya y Vietnam que viven río abajo.
“Cuando completen todos esos proyectos, cambiará la fisonomía del delta del río, afectará a los peces que no podrán remontar el río, pero también llegará menos agua, las poblaciones tendrán que migrar. Es la estupidez inagotable del ser humano”, se lamenta.
Camus eligió el río Mekong para su proyecto por ser “el segundo río en valor ecológico del mundo por detrás del Amazonas” y por sus implicaciones políticas y socioculturales, ya que pasa por seis países y sus orillas están muy pobladas.
“La gente que me he encontrado por el camino no entendía qué hacía un blanco vestido con un neopreno preocupado por un río a miles de kilómetros de su casa”, relata.
Para hacer llegar su mensaje ha concedido entrevistas a decenas de medios de los distintos países que ha cruzado y ha utilizado fotografías y textos escritos en distintos idiomas para convencer a las poblaciones locales de que cambien sus hábitos.
“Es descorazonador ver cómo lo tiran todo al río, en algún tramo he nadado entre plásticos, cerdos y pollos muertos y todo tipo de desechos. Desde Phnom Penh hasta la desembocadura en Vietnam el río está muy contaminado, pero al menos la gente se muestra receptiva y en todos los pueblos en los que paraba han conocido mi proyecto”, afirma.
La contaminación ha hecho mella en su salud:
La contaminación ha hecho mella en su salud, y ha pasado de beber sin problemas el agua del río en las zonas montañosas de los primeros kilómetros a sufrir una dolorosa urticaria en el pie en el tramo final por el contacto permanente con elementos tóxicos.
“Los últimos 300 kilómetros fueron los más penosos por el dolor en el pie y porque tenía que nadar en función de las mareas, es imposible nadar cuando la marea sube, hay que aprovechar cuando baja para seguir con la corriente”, indica.
Aunque el tiempo del viaje ha sido de cinco meses y diez días, la expedición superó los seis meses, ya que pasó más de un mes atascado por un problema burocrático en Vientiane, la capital laosiana.
“Iba nadando por el río, que hace frontera con Tailandia, y las autoridades me detuvieron y confiscaron mis pertenencias durante casi un mes. Temían que fuera un espía o un traficante. La primera semana no me dieron ni la tarjeta de crédito, solo tenía un teléfono móvil y unos 20 euros en moneda local. Fui a un albergue vestido con mi traje de neopreno porque tampoco me dieron la ropa y sobreviví gracias a la generosidad de los turistas, que me prestaron ropa y dinero”, rememora.
A punto de regresar a Francia y pese a todas las escenas desesperantes que ha presenciado durante su viaje, Camus prefiere mirar al futuro con optimismo.
“En Europa hace 30 años los ríos estaban muy contaminados y hemos visto cómo se regeneraban. Lo mismo puede ocurrir en Asia, pero hace falta educar y concienciar, por eso es importante llegar a los niños. La gente que vive del río Mekong tiene que entender que todos somos responsables y podemos mejorar las cosas”, concluye.
Fuente:
Desciende a nado el río Mekong para concienciar sobre la contaminación, 21/04/14, EFEverde. Consultado 21/04/14.
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