miércoles, 19 de marzo de 2014

Cómo abordar los problemas ambientales

Lo importante es que se tome nota de la complejidad de los problemas ambientales y se los encare con complejidad en la matriz de criterios, en vista a un mayor consenso.

por Marcos Roggero

En las últimas semanas, el Gobierno provincial envió a la Legislatura un proyecto de ley que, entre otras cosas, plantea sumar mecanismos de consulta y audiencias públicas a los estudios de impacto ambiental ya previstos por la normativa en aquellos proyectos o actividades que representen algún tipo de riesgo ambiental.

La discusión se disparó y las posiciones son muchas. Y no es para menos. Ocurre que los problemas ambientales son los más complicados de lo que en el análisis de políticas denominamos “problemas públicos”.

Los problemas públicos son aquellos que hacen al modelo de desarrollo de la sociedad, que son estructurales, realmente importantes. Por cierto, son problemas de la sociedad, asuntos públicos, y como tales permiten y requieren de la opinión de todos los ciudadanos o, en la práctica, de todo aquel que esté más o menos organizado como para incidir en la agenda pública y las decisiones de gobierno.

Ahora bien, el inconveniente surge cuando no hay consenso en la sociedad en torno del problema, ni en cómo se lo define ni en cómo se lo quiere solucionar. ¿Qué ocurre? Habrá tantos problemas como maneras de ver el mundo existan. Esta situación plantea un relativismo incontrolable, que representa grandes dolores de cabeza a quienes tienen que tomar decisiones al respecto.

En un momento de la historia, se pensó que la ciencia permitiría una solución y que lograría cerrar la caja de Pandora abierta en gran medida por la democracia. El método científico, con su rigurosidad, sería el criterio único para determinar la validez de los diferentes argumentos que emergen sobre el problema. De la misma manera lo intentó hacer la especialización técnica y el derecho. Todos estos intentos buscaron despojar el problema de la pasión, las emociones y la subjetividad, proponiendo un criterio de validez que sea racional, imparcial, objetivo.

Sin embargo, aparecieron los problemas ambientales. El problema con ellos (valga la redundancia) es que sus consecuencias o secuelas, en ocasiones, se manifiestan a una o dos generaciones futuras, y algunas veces tampoco se sabe a ciencia cierta si esas consecuencias o secuelas efectivamente se manifestarán.

Por tomar algunos ejemplos: ¿contaminan o no contaminan los desechos de la pastera Botnia en el río Uruguay; el humo que expide una fábrica ubicada en medio de la manzana; el uso generalizado de celulares y la exposición a todo tipo de ondas? Según sea el caso, podrá determinarse o no, de manera más o menos fehaciente. Sin embargo, ningún vecino elegiría tomar agua de ese río, vivir en esa manzana o tener una antena de telefonía móvil a metros de su casa.

Esta particularidad de los problemas ambientales abre de nuevo la caja de Pandora y complica la posibilidad de un criterio único para determinar la validez de los argumentos en torno de un problema (al menos, en este tipo de problemas).

Son lo que se denomina “problemas transcientíficos”. Según Alvin Weinberg (1972), “cuestiones de hecho que pueden enunciarse en el lenguaje de la ciencia pero que, en principio o en la práctica, es imposible que esta los resuelva”. Cuando hay intersección entre la ciencia, la tecnología y la política, entran en grave conflicto las actitudes, perspectivas y reglas de argumentación. Los criterios científicos de verdad chocan con las normas legales de las evidencias y con las nociones políticas de lo que constituye una base suficiente para la acción.

Por ende, ni el criterio científico, ni el técnico, ni el político, incluso, se muestran suficientes por sí mismos para determinar la validez de lo que se dice en torno de un problema. Antes bien, la complejidad del problema exige que haya más de un criterio para juzgar la validez del argumento. Estos criterios pueden conjugarse de modo equilibrado o puede predominar uno sobre el resto. Variará según el caso. Pero es necesario ampliar la matriz de criterios.

En tal sentido, la incorporación de los mecanismos de consulta o audiencias públicas es un paso importante para discutir en torno de problemas ambientales. Cuando los criterios científicos, técnicos -incluso legales- no son capaces por sí mismos al momento de determinar la validez de los argumentos respecto de un problema, se les suma un criterio político-democrático.

Si coexisten todos equilibradamente o si predomina un criterio sobre el otro, dependerá de cada caso y del peso de los argumentos.

Lo importante aquí es que se toma nota de la complejidad de los problemas ambientales y se los encara con complejidad en la matriz de criterios, de modo que se llegue a mayor consenso. Porque, en definitiva, estamos hablando de eso: de ampliar y mixturar los criterios de validez, de modo que se pueda llegar a soluciones con mayor consenso.

Marcos Roggero Especialista en Políticas Públicas, Universidad Católica de Córdoba
Fuente:
Marcos Roggero, Cómo abordar los problemas ambientales, 19/03/14, La Voz del Interior.

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