Greenpeace, junto a otras organizaciones de la sociedad
civil, promueve un proyecto de ley en la Legislatura de Córdoba que declara a la provincia
como territorio “no nuclear” y prohíbe, entre otras actividades, la
“extracción, concentración e industrialización, en todas sus modalidades, de
minerales nucleares tales como el uranio y el torio” (Artículo 7) (1). De acuerdo
al Artículo 12 del proyecto, Dioxitek sólo podría operar en territorio
provincial hasta el vencimiento del convenio, suscripto entre la Comisión Nacional
de Energía Atómica (CNEA) con la Municipalidad de la Ciudad de Córdoba, el 7 de
noviembre de 2012 (2).
Dioxitek no debe mudarse, debe dejar de operar dentro del plazo
establecido por el convenio. Ni la localidad de Embalse ni la de Río Tercero
deben asumir el riesgo que este traslado supone. Córdoba debe asumirse como
territorio “no nuclear” y abandonar para siempre las actividades vinculadas a
la energía atómica.
Greenpeace refuerza su compromiso con el avance de una
matriz energética renovable, limpia y segura, y rechaza que se tome a Embalse
como una “zona de sacrificio” nuclear. La CNEA lleva 15 años de fracasos en sus planes de
reubicar Dioxitek. Es previsible que recurra a un sitio que pretenden
transformar en “sacrificable”, dado que la central nuclear Embalse funciona
allí desde hace 29 años, sin Estudio de Impacto Ambiental ni audiencias
públicas, como exige la
Ley General del Ambiente. El avance de cualquier proyecto que
pueda dañar el ambiente que no considere estos dos puntos, es ilegal y susceptible
de ser judicializado.
En 2012 la energía atómica aportó sólo el 4,7 % de la
electricidad generada en Argentina, mientras que para el año 2016, de acuerdo a
lo establecido por la Ley
26.190, las energías renovables deben aportar el 8 %. Esto demuestra la
viabilidad de iniciar un plan de abandono de los impactos de todo el ciclo del
combustible nuclear, incluido el proceso de producción de dióxido de uranio que
se realiza en Dioxitek, así como la minería que esta actividad exige, los
residuos radiactivos que genera y los peligros inherentes a la operación de
cualquier reactor nuclear.
Greenpeace propone una revolución energética que reemplace
los combustibles fósiles y la energía atómica por fuentes limpias, seguras y
renovables, como la eólica (3).
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