viernes, 7 de junio de 2013

“La situación en Fukushima está muy lejos de ser normal”


El español Juan Carlos Lentijo, jefe de la misión internacional para supervisar la hoja de ruta de desmantelamiento de Fukushima, explica las dificultades por las que pasa la planta y critica la actitud de las autoridades mientras la central se ahoga en agua contaminada.

por Javier Salas

“Fukushima me ha cambiado la vida”, es una frase que podrían expresar como propia decenas de miles de japoneses. Desplazados, operarios de Tepco, pescadores de la costa este de Honshu, agricultores, ingenieros nucleares, etc. Pero el dueño de esas palabras es un español, el único que ha estado tres veces en Fukushima Daiichi, la central arrasada por el terremoto, el tsunami y los errores humanos que, según todos los diagnósticos oficiales, provocaron el segundo accidente más grave en la historia de la energía nuclear civil. Juan Carlos Lentijo (Pedrosa del Rey, Valladolid, 1959) es una de las personas que más sabe sobre esta central en todo el mundo después de esas tres visitas a la planta e innumerables reuniones con sus responsables, los de Tepco, distintos ministerios japoneses, todas las agencias reguladoras, autoridades locales, regionales y hasta cofradías de pescadores.

Lentijo nos dedica una larga conversación telefónica desde su despacho de Viena, poco después de regresar de su último viaje a Japón como jefe de la misión del Organismo Internacional para la Energía Atómica (OIEA), que él denomina “la agencia”. Su papel es el de supervisor de los trabajos que se están realizando en la central para desmantelarla por completo y ponerle, si los tiene, algún pero a la hoja de ruta japonesa que establece que Fukushima estará limpia en 30 o 40 años. “La verdad es que en España llevábamos tiempo con ganas de tener un director en la agencia pero nos estaba costando mucho. Y gracias a mi relación con la agencia tras Fukushima, parece ser que yo tenía bastantes posibilidades para ser designado”, explica Lentijo, tan modesto como seguro en cada palabra que pronuncia. Una confianza en lo que dice que le sirvió para “recomendar” a Japón que aprenda a solucionar el problema “con honestidad”: las partes implicadas deben afrontar el problema “en su conjunto” y “no atascarse en detalles”.

El OIEA no señaló errores o suspensos en su informe final, entregado hace dos semanas, sino actuaciones “con margen de mejora”, una expresión que Lentijo despacha con naturalidad. Y el mayor margen de mejora se encuentra en la gestión del agua, fundamental para conseguir estabilizar los reactores descompuestos, pero que se acumula sin freno en tanques y piscinas por toda la central mientras se suceden las filtraciones. Al principio, se producían dentro de los reactores y hacia el mar. Ahora, desde los depósitos de agua sucia al subsuelo. Y, lo que sorprende aún más, filtraciones desde los acuíferos del subsuelo hacia el interior de los reactores. Fukushima se ahoga. En gran medida, por las excesivas trabas que las autoridades le han impuesto. Lentijo pidió flexibilidad, lo que se interpretó como que pedía que Tepco pudiera arrojar más agua contaminada al mar. Él responde: “Es insostenible seguir acumulando el agua allí”.

¿Qué ha significado Fukushima para usted?
A mí Fukushima me ha cambiado la vida. Seguramente yo seguiría en el CSN [Consejo de Seguridad Nuclear]. No me había planteado venir a la agencia y seguramente mis intervenciones en Fukushima y mi relación intensa con la agencia han traído este cambio. Ha sido un esfuerzo tremendo, pero que vale la pena. Fukushima significa un hito relevante para la mejora de los sistemas nucleares de todo el mundo. Yo creo que los sistemas eran buenos y para mí fue una sorpresa: era impensable y, desde mi punto de vista, evitable. Lo que va a imponer Fukushima, lo que viene después, es la mejora de las estructuras de colaboración y cooperación entre los distintos países implicados.


¿Cómo ha cambiado Fukushima desde su primera visita?
La situación es muy distinta a lo que nos encontramos allí a finales de mayo de 2011, cuando todavía estábamos en medio de la crisis. Desde entonces, he observado una importantísima evolución; cuando la visitamos por primera vez, todavía estaba llena de escombros, se notaban los efectos del accidente nuclear y sobre todo los del tsunami. Había muchísimo material suelto, disperso por el emplazamiento, los edificios de los reactores estaban destruidos. Ahora se nota que ha habido un cambio incluso de aspecto físico. Hay caminos claramente establecidos, que antes ni los había. Uno de los problemas que tienen es el agua, y hay un montón de tanques y de sistemas para almacenarla. El emplazamiento está completamente lleno tanques.

¿Se puede hablar entonces de relativa normalidad en la central?
A mí me es muy difícil hablar de normalidad. Es una situación más controlada, más estable que en mayo de 2011, pero es un una situación postaccidental que requiere una serie de precauciones especiales. Los reactores están dañados y hay que tomar precauciones especiales para los trabajadores; en algunos puntos, los niveles de radiación continúan siendo altos y tardará tiempo en que eso baje porque habrá que retirar antes materiales que están contaminados y que están emitiendo radiación. No es normal, aún está muy lejos de serlo. De hecho, notas que en el edificio de emergencias, su centro de respuesta, continua habiendo muchísima actividad y han tenido que poner en marcha nuevos parámetros de control… Nunca calificaría la situación en estos momentos como normal, pero sí más controlada y estable. Pero tienen que avanzar para conseguir más control y más estabilidad aún.

¿Cómo están los trabajadores?
Siguen teniendo un ánimo muy alto: saben que están haciendo una tarea muy difícil pero que al mismo tiempo es muy importante, que las cosas dependen mucho de su éxito. El control de la planta depende de su trabajo. La impresión que he sacado es que, en general, están trabajando duro, con ánimo, pero que las tareas son bastante estresantes.

La prensa ha informado de importantes irregularidades en la contratación de operarios
Yo también he leído algo de eso, pero nuestra misión no ha entrado a este asunto y comentarlo sería aportar percepciones muy poco profesionales. Me puedo lo imaginar, porque esto suele ocurrir en una situación tan compleja como la que tienen ahí. En el emplazamiento están trabajando cada día entre 3.000 y 4.000 personas; eso significa cientos y cientos de contratos con cientos de empresas. Qué duda cabe que, entre tantos contratos, es posible que haya un porcentaje que no sea tan bueno o eficiente como debería esperarse. Lo que es importante es que tengan un buen sistema de supervisión para corregir este tipo de situaciones.

¿Están teniendo problemas para contar con personal cualificado a pesar de las rotaciones?
A corto plazo no parece que esté sucediendo. Están haciendo un esfuerzo muy grande por mantener las dotaciones de personal a través de Tepco y empresas contratistas. Claro que es difícil retener a este personal, pero lo más importante es que tengan medidas de prevención y protección ante accidentes laborales para que los trabajadores tengan la sensación de que están seguros. No vale con que tengan la sensación de que se están ganando la vida: están contribuyendo a solucionar un problema que no es el problema de una compañía sino de un país. Tendrán dificultades pero confío en que podrán cubrir necesidades presentes futuras.

¿Las autoridades trabajan en serio o por cubrir el expediente?
Están trabajando con honestidad y seriedad, dando la cara, no con la intención de limpiar la mesa… No es estético, es profundo. De los males, lo mínimo que les podemos pedir es que aprendan. El país ha solicitado la ayuda y los primeros interesados en tener conversaciones abiertas, sinceras, sin ningún tipo de trabas son ellos. La actitud de autoridades y los profesionales de Tepco es extraordinariamente abierta y tratando de que tengamos toda la información para que podamos aconsejarles. Sería absurdo que te llamaran y que luego no te atendieran bien, no beneficiaría a nadie y la agencia no lo aceptaría.

Han cambiado el regulador de la energía atómica, que era un caos
Había un sistema regulador que era débil y lo era por varios motivos: por la propia debilidad del organismo, también por su organización, por cómo estaba insertado en la estructura política, había otro regulador cuyo papel no estaba claro… Las decisiones que han tomado tienden a fortalecer un único organismo con niveles de independencia y de capacidades que van en línea con los estándares internacionales.

La hoja de ruta habla de 30 o 40 años para desmantelar Fukushima, ¿son márgenes creíbles?
Son estimaciones no pueden ser otra cosa más que estimaciones. A lo largo la hoja de ruta marcan una serie de hitos secundarios para ir verificando si cumplen. Han tomado referencias de otras partes del mundo que les llevan a la conclusión de que la gestión de lo más complicado, que es el combustible fundido dentro de los reactores, puede llevar varias décadas, entre 30 y 40 años. Es una estimación que se basa en la descontaminación tras el accidente de Three Mile Island (EEUU). Sus estimaciones son razonables, que son creíbles. En paralelo, han lanzado un programa de I+D para desarrollar nuevas metodologías y tecnologías, como el uso de robots, que les permita encontrar soluciones innovadoras que a la larga favorezcan una mejora de sus resultados. La hoja de ruta es conservadora, basada en las tecnologías actuales, pero cabe la expectativa de que se mejoren un poco los resultados gracias a esta I+D.

La gestión del agua es el mayor foco de problemas de la central, ¿qué está pasando?
El asunto del agua está agravando una situación extraordinariamente compleja como es un accidente nuclear. Han estabilizado los reactores refrigerándolos con agua, en un circuito que pretende ser un circuito cerrado. Lo que está ocurriendo es que está entrando agua de los acuíferos del subsuelo, a través de grietas en los edificios, a la parte baja de las instalaciones. Allí se mezcla con el agua de este circuito cerrado y se contamina. Y así el inventario del agua contaminada que deben gestionar cada día aumenta en 400 metros cúbicos al día… y eso es mucha agua. Ellos intentan tratar ese agua, procesarla, descontaminarla. El problema es que se les va acumulando porque hay una prohibición tácita de verter agua al mar. La acumulación de agua se puede hacer por un tiempo pero a largo plazo es insostenible. Tratan el agua, la descontaminan lo más que pueden, y la almacenan en los tanques que van acumulando. Lo que está claro es que tienen que parar la entrada de agua en los edificios. No será fácil, pero para hacer sostenible la estabilidad de los reactores y las piscinas, tienen que conseguirlo. No es fácil, pero lo tienen que hacer.

¿De dónde sale ese agua?
Es agua del subsuelo, subterránea, que viene del nivel freático que tienen en la zona. Los edificios de los reactores están junto a una colina y el agua se desliza por el subsuelo, metiéndose dentro de los edificios del reactor por grietas producidas por el terremoto. La idea es poner una barrera que detenga el agua allí para bombearla al mar dado que es agua limpia, sin contaminación. Pero técnicamente plantea muchas dudas, porque no sabemos si secar ese acuífero subterráneo provocaría una fuga hacia afuera del agua contaminada de los reactores y terminaría siendo peor el remedio que la enfermedad. Evidentemente, la solución es arreglar esas fisuras que provocan las fugas de agua, pero están en la parte del edificio que está en contacto con el subsuelo, son partes sumergidas.

¿No se puede descontaminar el agua?
Han puesto en marcha una multitud de sistemas para descontaminar agua, que es una de las operaciones más rutinarias de las centrales nucleares, para que una vez limpia se pueda descargar al exterior. Lo que ocurre es que los sistemas de descontaminación son muy eficientes para algunos isótopos, como el cesio, pero para otros tienen que mejorar. Al final, sólo quedaría uno, que es el tritio: un isótopo del hidrógeno, que forma parte de la molécula del agua, por lo que no hay ningún sistema de filtración que sea capaz de eliminarlo, porque es eliminar agua. Lo que se suele hacer es evaporarla de forma controlada dado que no tiene una radiotoxicidad importante, es de muy bajo impacto. Pero tienen un problema adicional: aunque la limpien, en la realidad no tienen permitido descargar al mar. Y eso forma parte de las recomendaciones que les hemos dado: tienen que negociar con las autoridades para ver si hay algún margen, porque es insostenible seguir acumulando el agua allí.

¿El OIEA es partidario de verter agua semicontaminada al mar?
Lo lógico es descontaminar el agua y una vez asegurados los límites de vertido hacer lo que se hace en las centrales normales: verterla. Lo que pasa es que aquí, por un lado se acumula el tritio y por otro, tienen el problema de la sensibilidad social. Es entendible, y más después del accidente, sobre todo en la comunidad de pescadores. Es un tema muy sensible. Por eso no queremos decir que se debe verter el agua. Debe mantenerse una conversación abierta, honesta, entre todos los implicados, para llegar a la solución del problema. Lo que tiene que entender todo el mundo es que el desmantelamiento de Fukushima no es un proyecto de Tepco, o del Ministerio de Industria. Es un proyecto que forma parte del plan de recuperación; si no se avanza a tiempo y con éxito, difícilmente se puede conseguir la recuperación en el exterior. Ambos proyectos, recuperación dentro y fuera, deben discurrir en paralelo. Y uno está influyendo a otro.

¿Piden más flexibilidad en las medidas tomadas por las autoridades?
Imaginemos, aunque sea imposible, que se consiguiera limpiar por completo todo el exterior hasta justo al borde de la central. Y al lado, una central accidentada que no está controlada. No podríamos decir que hemos conseguido nada. Por eso les decimos: analicen el problema en su conjunto. Si no, podemos estar tomando medidas sobreprotectoras que no sirven para nada. Un ejemplo muy fácil: en la central tienen un límite de emisión al exterior 1 milisievert. Cuando van a colocar uno de los cientos de tanques con agua contaminada, no los pueden colocar de forma eficiente por toda la instalación porque deben tener cuidado de que la radiación que produce el tanque no supere el límite en el borde de la central. Y la pregunta es, ¿quién hay en el borde de la central? Nadie, porque es una zona restringida. No hay nadie a varios kilómetros de distancia de la central. ¿Sirve para algo impedir que se distribuyan los tanques de manera eficiente con unos límites que no benefician a nadie porque no hay nadie allí? Analicen de forma global el problema y no se atasquen en pequeños detalles que pueden conducir a soluciones que no son óptimas.
Juan Carlos Lentijo, (Pedrosa del Rey, Valladolid, 1959) lleva más de 30 años dedicado a la energía nuclear y la protección radiológica. Formado en la Politéctnica de Madrid, el CIEMAT y el MIT, empezó su andadura en el Consejo de Seguridad Nuclear en 1984, donde ocupó distintos cargos de responsabilidad hasta alcanzar en 2003 el puesto de director técnico de Protección Radiológica. En junio de 2012 dejó ese cargo, “tras meditarlo en privado, pero también haciendo partícipe al Consejo”, para acceder a un puesto directivo en el mayor organismo internacional de supervisión de la energía atómica: director de la división del ciclo de combustible nuclear y de tecnología de residuos.
Fuente:
Javier Salas, “La situación en Fukushima está muy lejos de ser normal”, 03/06/13, Materia. Consultado 07/06/13.

No hay comentarios:

Publicar un comentario