por Daniel Díaz Romero
Un antiguo refrán sostiene que el agua es lo único que puede
golpear sin dejar heridas. Sin embargo, en varias regiones de la provincia
aseguran que la falta de agua golpea, hiere y provoca verdaderas tragedias en
la vida cotidiana de muchos cordobeses que habitan un suelo con tendencia a la
aridez y a las aguas maltratadas.
El agua es un recurso natural muy codiciado que, en el
interior de la provincia, es sinónimo de vida y de poder. Esto genera, muchas
veces, disputas entre los propios pobladores para obtenerla. El saldo de estos
conflictos ha sido muertos, pérdidas de cosechas, de animales y desalojos.
Aguas Cordobesas como la Barrick Gold
La bióloga Liliana Argüello, investigadora y docente de la Cátedra de Problemáticas
Ambientales de la Universidad Nacional de Córdoba (UNC) explica que “en la
provincia de Córdoba, no hay equidad distributiva para el acceso al recurso
porque si bien habitamos una región semiárida, eso no significa que carezcamos
de agua”.
El biólogo Cristian Schneider, docente de Ecología y
Biogeografía de la
Escuela Guardaparques Nacionales y vicepresidente de la Asociación Civil
Los Manantiales, de Río Ceballos, indica que en los últimos años “la zona
agrícola se expandió a fuerza del consumo de agua, basada en un sistema
productivo extensivo y demandante”.
Pero no solo la “sojización” del territorio es la
responsable de arrinconar a parte de la población, privándola de un derecho
humano esencial. Sucede que el gobierno provincial, tratando de desentenderse
del problema, en mayo de 2004, tras tomar estado público la presencia de agua
contaminada con nitratos en distintos barrios de la ciudad de Córdoba entregó
la administración de este recurso estratégico a una empresa privada: “Desde
entonces, Aguas Cordobesas S.A funciona con la lógica de una compañía minera”,
indica Argüello y completa diciendo: “administra el recurso, obtienen fáciles
ganancias con un bien que es público y cuando ya no les reditúe se irán. Son
rapaces, pero nosotros le dimos la oportunidad que vinieran a nuestro territorio
y les permitimos su rapacidad”.
Un gobierno que hace agua
Tras asumir su tercer mandato, el gobernador De la Sota , en plena crisis
hídrica, anunció rápidamente la creación de un Ministerio de Aguas, Energía y
Ambiente y todas las expectativas se dirigieron hacia quien ocuparía el nuevo
organismo provincial. Para sorpresa de muchos, un joven contador sin
antecedentes fue designado para enfrentar la miseria hídrica provincial.
A ello, se sumó que un abogado fue elegido para manejar el
área ambiental de la provincia. Al respecto, Cristian Schneider, quien prestó
servicios en organismos del Estado dice: “Que el Ministro de Recursos Hídricos
sea contador y el Secretario de Ambiente sea abogado, hace ruido porque no son
personas formadas para tomar decisiones en el área que ocupan, lo que termina
siendo una complicación mas” asegura el biólogo y agrega que en esto de los
mecanismos de la democracia, tendríamos que pensar que hicimos mal para que no
podamos decidir quienes ocupan estos cargos tan importantes, porque están
poniendo en juego bienes comunes. Es muy grave que una persona que no está
preparada administre los bienes públicos. La situación es muy disparatada, ¿Qué
capacidad puede tener un personaje que trabajó en E.P.E.C. para establecer políticas
sobre los recursos hídricos? se pregunta el biólogo.
Un vaso medio vacío
El agua -que abastece a la ciudad capital y al Gran Córdoba-
habita en la quietud de las montañas o en el silencio del
mundo subterráneo. Pero gran parte de la crisis hídrica, para la bióloga
Argüello, tiene raíz urbana: “El problema es el consumo en las áreas urbanas,
aunque en la ciudad no todos tienen agua, por ejemplo, en Villa Urquiza hay que
ver de dónde sacan el agua. El pobre es el que menos acceso tiene y el que
accede al agua en su peor estado, es el que la bebe del río o de un pozo
contaminado y no tiene dinero para pagar un purificador”, dice la investigadora
de la UNC y
agrega que “yo he visto a gente obtenerla del arroyo El Infiernillo con un cañito
que distribuía a 2 o 3 viviendas y sabe Dios que traía el agua que consumían”.
El biólogo, Cristian Schneider, indica que “la cuestión
hídrica debiera ser una política de Estado, y la provincia tendría que
implementar mecanismos de control para que el manejo del agua sea más claro. La
responsabilidad y el derecho sobre ella deben ser de los pobladores locales que
habitan el territorio donde se genera”.
Para la bióloga Liliana Argüello, el origen del problema es
la desforestación que desemboca en la crisis hídrica de Córdoba, un mal manejo
del suelo y de las cuencas. “Parte de nuestro trabajo es preguntarnos cuánto
hace que el territorio provincial sufre la deforestación irracional y vemos que
los desmontes superan los 200 años de antigüedad. Lo que hoy vivimos como
crisis hídrica es consecuencia de siglos de deterioro y significa que perdimos
el buen funcionamiento de la maquinaria que produce agua y revertir esta
situación va a requerir mucho trabajo. Es como un tanque de agua vacio, que no
drena, porque los bosques han sufrido incendios, urbanizaciones, avance de la
frontera agropecuaria, sobrepastoreo del ganado, y un sinnúmero de disturbios
que produjimos”, opina la bióloga.
Con el chorro cortado
La bióloga Liliana Argüello sostiene que debemos comprender
que “tenemos agua por épocas, dependiendo de las precipitaciones. Si lo asumimos,
tenemos que desarrollar sistemas de colecta y retención para que el líquido
elemento esté con nosotros todo el tiempo”. La bióloga describe la hipótesis de
poblados enteros que recojan agua de las lluvias y la almacenen, a través de
casas con techos colectores que no disipen el agua.
“No tenemos en Córdoba ejemplos de edificaciones
sustentables buenas, explica Argüello, excepto un ensayo como el Ecobarrio, en
las Sierras Chicas o las antiguas viviendas del norte, las mismas que están
demoliendo producto de los desalojos; los ranchos más viejos son los que tienen
el ejemplo de cómo mejorar las colectas del agua y le estamos tirando las
topadoras encima”, advierte la especialista.
La bióloga, desde hace décadas, aborda la problemática en el
marco de diversos proyectos. En la actualidad, trabaja en el norte provincial
en un proyecto para volver a colectar agua de los techos para almacenarla.
“Tratamos de mejorar el estado general del bosque para que mejore la colecta
del sistema pero con eso no alcanza, tenemos que contemplar que los
desperdicios que producimos a diario no contaminen las cuencas”. Para la
investigadora, el problema no solo es la escasez sino que a eso le sumamos la
contaminación: “Los peores ejemplos son Villa Carlos Paz y Córdoba con su ineficiencia
para el tratamiento de los desechos”.
Política desde las montañas
“En Córdoba, el agua que sale de las canillas viene de las
montañas por lo que dependemos de las sierras para tomar agua pero la política
está construida desde la canilla y no desde la montaña”, opina el biólogo
Schneider.
“Es muy cruel que las áreas protegidas de Córdoba no tengan
guardaparques o que, si los tienen, no les provean de combustible para recorrer
el territorio y, sin embargo, el gobierno provincial evalúa una inversión de $
9000 millones para traer agua del Paraná”, afirma Cristian Schneider, quien ha
participado en diversos proyectos de investigación en el norte de la provincia.
El biólogo señala que en localidades como Serrezuela o El Chacho, no hay una
gota de agua lo que produce un fenómeno de migración importante. Pero además,
suceden cosas insólitas como lo ocurrido en la escuela del paraje Piedritas
Blancas.
Cuenta Schneider que “en esa escuelita, trabajaron maestras
y parte de la comunidad para construir un pozo junto a un sistema de
desalinización. Después de muchos ensayos, pruebas y contrapruebas, lograron
poner a punto el sistema y, al fin, los chicos tuvieron agua en su escuela”.

Montañas de agua
En los embalses de los ambientes de montaña se almacenan 2000 hm³ de agua que constituyen el pilar de la soberanía alimentaria de la región.
El 100 % de los principales ríos de la provincia nacen en ambiente de montaña: los ríos Suquía, Xanaes, Talamochita, Chocanchanagua y Popopis.
Más de 2000000 de pobladores del Gran Córdoba, la segunda ciudad en el orden nacional, beben agua de difícil potabilización y elevados costos debido al mal estado (fundamentalmente microbiológico) del agua suministrada por el Embalse San Roque, cuya cuenca de 1750 km², densamente poblada en los valles , pertenece al ambiente de montaña.
En las sierras, no existen depósitos de nieves permanentes y los cursos de agua que se forman tienen un régimen asociado estrechamente al de las lluvias, alimentando cursos de agua en extremo irregulares -con caudales nulos o casi nulos en invierno y fuertes crecidas estivales-.
El mapa que preocupa
En el Sur de la provincia hay agua subterránea, pero no es
de buena calidad. La zona Sudeste está suficientemente abastecida -salvo
sequías excepcionales- pero padece serios problemas de contaminación natural.
En el Oeste, existen cursos de agua temporarios, arroyos que
se abastecen en el verano y luego desaparecen porque los suelos no retienen el
agua.
En el Norte, hay poco agua, ya que es un territorio seco y
con un déficit hídrico muy importante, al igual que la zona Noroeste: desértica
y con marcada escasez pluvial.
Como si lo anterior fuera poco, hay una zona en la que el
agua abunda pero no puede aprovecharse: es el caso de la Mar Chiquita , cuya
abundante laguna tiene 360
gramos de sal por litro de agua, lo que la hace
intomable.
Fuente:
Daniel Díaz Romero, Con el agua al cuello, 09/06/13, Sala de Prensa Ambiental.
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