domingo, 21 de abril de 2013

El electorado en el contexto de los desastres naturales

Las catastróficas inundaciones del río Mississippi de 1927, influyeron en la carrera política del presidente Hoover

Un estudio norteamericano de tres décadas de eventos extremos (1970-2006) muestra que los electorados no castigan por un fenómeno climático, sino por las decisiones que los políticos toman después. Y más a los presidentes que no ayudan a gobernadores. Para el futuro, el mejor ahorro para los gobiernos es invertir antes para evitar daños y muerte después.

¿Los resultados electorales pueden ser determinados por eventos que están fuera del control de los políticos, como los climáticos?

(…) Un estudio de los comicios a gobernador y presidente entre 1970 y 2006 analizó el impacto electoral que tuvieron varios fenómenos meteorológicos extremos en Estados Unidos, y a la vez el efecto de las respuestas posteriores que dieron las autoridades a las emergencias. La conclusión fue que el electorado, después de sufrir inclemencias severas del tiempo, castiga a presidentes y a gobernadores.

Sin embargo, ese impacto se reduce en un electorado sensible según las acciones que tomen sus funcionarios. Cuando un presidente rechaza un pedido de ayuda federal de parte de un gobernador, el presidente resulta castigado en las urnas y el gobernador, premiado. El electorado es capaz, así, de separar los acontecimientos impredecibles de las respuestas gubernamentales y reconocer distintas acciones en función de los roles definidos de esos dos niveles políticos.

Los fenómenos meteorológicos extremos presentan desafíos imprevistos a los políticos tradicionales. El clima está más allá del control humano, pero la respuesta de un gobierno está determinada por lo que hagan los políticos. La mayoría de los votantes utilizan sólo la información a su alcance para decidir su voto, y tanto el mal tiempo como la respuesta de los políticos pueden influir en su evaluación.

A su vez, si bien los votantes no castigan a los políticos por eventos fuera de su control, estas crisis pueden alumbrar líderes competentes aun cuando les toque ser víctimas de las circunstancias. Cuando los votantes castigan o premian a sus gobernantes por sus acciones y esfuerzos, los políticos tienen que rendir cuentas por sus respuestas.

(…) Cuando los políticos lideran buenas épocas, ellos y su partido tienden a ser reelegidos. Cuando las cosas van mal, es más probable que pierdan sus cargos. Los votantes son retrospectivos. Miran al pasado para tomar una decisión que luego influirá en el futuro.

Pero, ¿qué información usan los votantes para juzgar a los responsables de una situación? ¿Distinguen entre los eventos más allá del control de un político (por ejemplo, un desastre natural) de asuntos en los que los políticos sí pueden tomar medidas (por ejemplo, la respuesta a un desastre natural)?

Para el votante, atribuir resultados a determinados actores políticos es un desafío. Pocos ciudadanos pueden identificar sus numerosos funcionarios electos (Delli Carpini y Keeter 1996). Menos aún comprender los complejos procesos que conducen a resultados políticos. Pero, pesar de las preocupaciones sobre la capacidad de los votantes, muchas investigaciones han encontrado lógica entre la situación de las comunidades y las elecciones democráticas.

Aunque la mayoría de los votantes carezca de los conocimientos necesarios, las cosas terminan cerrando en la suma final (Fiorina, 1981; Key 1966; Kramer 1971; Lupia 1994, Page y Shapiro, 1992). Por lo general, no está totalmente claro qué produce un resultado político concreto. Aquí, examinamos un contexto donde la responsabilidad es directa: la respuesta de los gobernadores y los presidentes a los desastres naturales.

Los fenómenos naturales dan forma a la política al proporcionar pruebas inesperadas de liderazgo tanto a líderes responsables como a los que compiten por el poder. (…) Berry atribuye la nominación republicana a la presidencia de Herbert Hoover a la inundación de Mississippi de 1927 (1997, 412). Fuera de Estados Unidos, Healey argumenta que los esfuerzos de Juan Domingo Perón en las secuelas del terremoto de 1944 terminó “creando el movimiento sindical más poderoso de América Latina” (2002, 50). Reeves (2010) encuentra evidencia de que los presidentes tienen más tendencia a proporcionar asistencia federal por desastre a los estados electoralmente en disputa más importantes.



La respuesta del presidente George W. Bush al huracán Katrina contribuyó al declive de su popularidad, lo cual fue un factor en la toma de control demócrata de la Cámara de Representantes (Jacobson 2007). Aunque los líderes no pueden planearlo, un desastre natural puede influir en su futuro político.

(…) Cuando un gobernador hace una solicitud de declaración de desastre y un presidente la concede, los votantes responden con mayor apoyo hacia los políticos responsables en las siguientes elecciones. Pero cuando los gobernadores solicitan declaraciones de desastre y son rechazados por el presidente, los gobernadores son premiados y los presidentes, castigados.

(…) En conjunto, los votantes recompensan tanto la ayuda directa como la indirecta. También castigan la negativa de asistencia de un presidente a un gobernador. Los electorados recompensan tanto a presidentes como a gobernadores por las declaraciones de desastre.

(…) En Estados Unidos, los gobernadores recibirán un aumento de casi 4 %, mientras que los presidentes consiguen un aumento de 0,5 % por la mera declaración del estado de desastre. Si es negada, los gobernadores son recompensados con más de 2,5 %, mientras que un presidente pierde casi 1 %. Esto apoya la hipótesis de que los electorados hacen un balance de la predisposición que tuvieron los políticos.

Los votantes también responden castigando a presidentes y a gobernadores por fenómenos meteorológicos que están más allá del control humano. (…) Al comparar costos y beneficios electorales de emitir una declaración de desastre a nivel presidencial, los beneficios son mayores, especialmente para los gobernadores.

En conjunto, los votantes son sensibles y activos. Reaccionan a acontecimientos imprevisibles de gran impacto tanto como a las acciones que los políticos tomen para afrontarlos. Si el gobernador no solicita una declaración de estado de desastre, terminará tan castigado como el presidente por las consecuencias del mal tiempo.

Cuando el gobernador y el presidente, respectivamente, piden y aprueban una declaración de desastre, por lo general anulan el efecto negativo de los daños ya menudo hasta recogen una recompensa electoral. El efecto de la declaración de desastre es mucho más fuerte para el gobernador que para el presidente. Considerando tanto el fenómeno meteorológico al azar como la respuesta de presidentes y gobernadores, vemos que el electorado hace algo más que “simplemente premiar su buena suerte económica y castigar la mala”.

Más bien, el electorado no castiga arbitrariamente a los políticos por eventos fuera de su control: sí castigan a los políticos que después no toman decisiones.

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Fuente:
John T. Gasper, Andrew Reeves, Make It Rain? Retrospection and the Attentive Electorate in the Context of Natural Disasters, Abril 2011, American Journal of Political Science, vol. 55, nº 2, pg.34- 355.

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