viernes, 2 de noviembre de 2012

La cripta de la Basílica de Luján está bajo agua, pero se espera que se normalice la situación


Lentamente empieza a bajar el agua; el nivel del río llegó ayer a los 5,12 metros y las autoridades confían que en las próximas 48 horas vuelva a su nivel habitual.

por Diego Yañez Martínez

Los días pasan, y el nivel del río de Luján que llegó a alcanzar los 5,12 metros sobre su nivel habitual baja, pero no a la velocidad que les gustaría a los vecinos de esta ciudad. En la famosa Basílica, que ofreció una postal difente en la madurgada de ayer, aún su histórica cripta permance bajo agua, aunque autoridades locales esperan que en las próximas 48 horas se normalice la situación.

El subsecretario de Control Urbano de Luján, Ricardo Ré, aseguró esta mañana que el río Luján estaba "bajando" y que, si bien quedaban en centros municipales unos 40 de los más de 550 evacuados, la situación en ese distrito "se está normalizando" tras la inundación provocada por las lluvias de esta semana.

Ré explicó que si bien algo de agua ingresó en la famosa Basílica "no hubo mayores daños" porque se utilizó un sistema de bombas que expulsó el líquido que había entrado por los desagües.

El día que Luján amaneció bajo agua y sus vecinos no durmieron
"La noche que la ciudad no durmió". Esa frase, aunque suena hecha, se ve. Cada dos cuadras, cada cinco, hay un momento en el que el agua llega hasta la cintura y aprieta. Silvia Leuco carga en su espalda a su hijo, Thiago, de cuatro años, tratando de evitar que sus pies toquen el agua que, lejos de ser azul, tiene un marrón que predomina. Y allí, al agacharse, las mojarritas asoman.

Sin luz, sin internet. Así está la casa de Silvia. Toda la cuadra de Rivadavia al 200 presenta el mismo escenario y además, por seguridad, las luces de la calle fueron cortadas. "El agua me llegó al garaje y estuvo a 20 centímetros de entrar a casa", dice. Para evitarlo tapó los desagües con bolsas de arena, y cada dos horas se asomaba a la vereda, asustada, esperando lo peor, aunque con la certeza de que no iba a abandonar su hogar.

Hasta ayer a última hora, según informaron a La Nación desde el despacho de oficinas de Política Social de Luján, el total de evacuados era de 550, contando a las personas que abandonaron sus hogares por decisión propia. Mucho si se considera que la población de esta ciudad, de acuerdo al último censo, tiene 120.000 habitantes. El curso del agua llegó a media mañana de ayer a los 5,12 metros sobre su nivel y fue el mayor desborde desde aquel que los vecinos y comerciantes recuerdan sin nostalgia: el de noviembre de 1985.

Una distancia de pocos metros puede marcar la diferencia entre una zona sin inundaciones: una en donde el agua llega las rodillas, y otra que pasa la cintura. A una cuadra de la casa de Silvia, se encuentra la de Andrea que, al igual que ella, prefiere tomarse con calma la situación. "Ayer nos reíamos porque estuvimos hasta las cinco de la mañana en la vereda, todos, mirando un papelito como para entretenernos un poco". Se refería a los vecinos, que no podían dejar de ver la creciente y juntos, además, se hacían compañía y custodiaban sus pertenencias.

Desde el centro de Políticas Públicas, que coordina la distribución de alimentos y donaciones, y a una cuadra de distancia de la casa de Andrea, el movimiento es incesante. "La última inundación así fue a fines de los ´80", dice Jorge Sereno encargado de los depósitos y traslados. Coincide con él, el ministro de esa cartera, Sergio Sequeira.

A unas cuadras de allí, ya en el centro, la famosa Basílica ofrece un postal diferente. Los contados turistas que hay, en vez de fotografiar la iglesia en su interior, captan con sus lentes otra imagen: la del agua en las zonas aledañas. En este punto el agua bajó considerablemente, prueba de ello es la tierra levantada, y sólo dos calles laterales de la Iglesia permanecen inundadas.

Para poder llegar al colegio Marista de Luján, que está a dos cuadras, la única opción es pasar por allí. Las clases fueron suspendidas desde el mismo martes y aún no está confirmado si hoy los alumnos podrán retomar a las aulas. Ayer hubo más de 70 centímetros de agua. Evangelina Pedra, madre de dos chicos que asisten a esa escuela, cuenta que fue impactante al nivel que llegó el agua. Las autoridades sacaron fotos de allí, mostrando el interior inundado.

Las galerías, museos y la réplica del Cabildo, separadas por pocos metros de la Basílica, aún siguen con el agua en importantes niveles. Pero el paisaje es de chicos jugando, a pesar del peligro. Y se ven sus sonrisas. Eso cambia radicalmente en dos de los centros de evacuados, donde si bien muchos tratan de no desesperarse y toman todo lo mejor posible, siente la carencia de sus cosas, su hogar, y las pérdidas materiales.

El Polideportivo es el centro de evacuados más grande. Por allí a lo largo de la tarde de ayer pasó el intendente, Oscar Luciani, el ministro de Salud, y también el secretario de Producción y Turismo y Cultura, Luis Zarazzi.

Los damnificados, muchos de los cuales viven en las zonas más carenciadas de la ciudad, perdieron lo poco que tenían. Y ante el fuerte impacto que significa, los más chicos, sobre todo, tuvieron que recibir contención psicológica. "Tratan de tomarlo con humor porque nos les queda otra, pero es muy duro, perdieron mucho", dice Zarazzi.

Diego Frías, es uno de ellos. Introvertido, y con la mirada baja, cuenta que cuando se levantó a la madrugada en la casa "había 50 centímetros de agua" y que llegó a sacar algo. La heladera se mojó, pero espera que al volver a su casa y puede enchufarla, aún funcione.

Hace dos años, Ada Alfonso, de Paraguay, se fue a vivir a Luján, en una casa humilde, en el barrio de San Jorge, al lado del río. Al principio sus hijos fueron trasladados al Polideportivo, mientras ella estaba en el CIC, otro de los centros. "Lo primero que saqué de la casa [cuando el agua irrumpió con fuerza] fueron los documentos de mis cinco hijos, para que puedan tener un futuro mejor", dice, siempre sin perder una sonrisa. Y conserva la esperanza.

La ciudad de Luján amaneció ayer como pocas veces. Ante eso, los vecinos se unieron. Unos miraron un papelito, o al menos trataron, porque no había luz. Otros jugaron. Y otros perdían su mirada en la nada, esperando que todo termine, pero con el importante aliciente de saber que no estaban solos. "Lo bueno de todo esto, es que sirvió para demostrar que todos podemos tirar para el mismo lado", dijo una voluntaria del centro de evacuados.

No hay comentarios:

Publicar un comentario